Hola a todas ¡Feliz año nuevo! Espero que la hayan pasado muy bien, hoy queria empezar el año de una manera muy especial trayendoles una nueva historia. Espero que les guste y me apoyen con ella. Como podran ver es un capitulo mas bien introductorio pero muy pronto podran ver la interaccion entre los protagonistas.
Quiero agradecer a Flor, mi amada beta que siempre me alienta a seguir adelante con cada locura.
Este capitulo va dedicado a Jde Huchim Samos, aca nena hay un poquito de romance entre Bella y Seth, espero que colme, al menos en parte, tu deseo de navidad.
Miles de besos y espero muchos comentarios.
Más allá del horizonte
.Capitulo betado por Flor Carrizo, beta de Elite fanfiction:
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Capítulo 1
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Texas. Junio de 1888
Era un día de muchísimo calor, Isabella Swan, la única hija legítima del juez Swan, tomaba un té helado en la comodidad de su hogar, llevaba un sencillo vestido corte imperio de algodón color gris y su cabello estaba sujeto en un moño alto.
Bella, pese a ser una joven de una de la familias más adineradas de la zona, era muy sencilla; eso se debía, en parte, a haber sido criada por Esme, quien había sido la doncella de su madre.
Esmerald, era una mujer entrada en años, casada con Carlisle, el capataz del rancho Swan. Ellos tenían cuatro hijos. Carlisle Junior, el mayor, de casi treinta años que trabajaba en el rancho junto a su padre, Marie, quien vivía junto a su marido en un pueblo vecino, Cameron que tenía veinticinco años y se había unido al ejército y la pequeña Alice que era la mejor amiga de Bella, con quien además eran hermanas de leche.
Isabella era una muchacha instruida, que tocaba el piano, hablaba además del inglés, español, alemán, francés e italiano y que disfrutaba de la educación que le brindaba su profesora Lady Lauren. También, a escondidas de su padre, ella había aprendido a cocinar, coser, tejer y, aunque no dejaban que tocara nada, seguía muy de cerca las plantaciones de la huerta que tenían en el jardín trasero.
La vida social de Bella era sumamente movida, se regía principalmente por los compromisos que su padre, tanto por ser magistrado como un acaudalado asedando, tenía. Sin ningún tipo de protesta, Isabella debía acompañarlo ya que era la mujer de la casa.
Charlie Swan era un hombre muy estricto, que esperaba pronto conseguir un marido para su hija, algún rico y bien posicionado hombre que supiera cuidar de ella y de los bienes que alguna vez heredaría. Él siempre lamentaría que su frágil esposa no fuese capaz de traer a su segundo hijo al mundo y terminara muriendo junto al varón que hubiese propagado su apellido.
Como cada tarde, Isabella salió a dar un paseo acompañada por Alice. Las jovencitas de tan sólo dieciséis años no dejaban de hablar de los preparativos para el día de campo que tendrían en breve con la familia Denali, ambas esperaban ansiosas reunirse con Tanya y Kate y fastidiar a Irina que se creía superior a todo el mundo.
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Del otro lado del pueblo el señor Cullen buscaba trabajo en algún rancho. Recién llegaba a la ciudad luego del fallecimiento del resto de su familia por una gripe. Edward decidió dejar su Inglaterra natal y probar suerte en el lejano oeste, que prometía un futuro próspero.
Finalmente, hablando con el capataz del rancho Swan, había encontrado un trabajo decente.
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El sábado por la mañana, Alice preparó la ropa de Isabella: una falda de color lavanda, una blusa de encaje abotonada hasta el cuello de color manteca, las botas acordonadas del mismo tono, unos guantes cortos y la sombrilla. Tomó una pequeña bolsa de la misma tela de la falda e introdujo en ella el abanico y un pañuelo de encaje. Buscó entre las joyas de su amiga hasta dar con unas peinetas de plata que quedarían preciosas en el cabello chocolate.
Alice ayudó a Bella vestirse, le sujetó el corsé, acomodó su blusa y cepilló y peinó el cabello de Isabella con un recogido que permitiera colocarse el sombrero de ala ancha con flores lavanda.
Cuando estuvo lista, se dirigió al comedor donde su padre se disponía a desayunar.
—¡Buenos días, padre! —saludó alegre.
—Buenos días, Isabella, ¡estás muy hermosa!, cada día más parecida a tu madre —comentó el hombre y Bella hizo un gran esfuerzo para no derramar lágrimas.
—Muchas gracias, padre.
Esme entró en ese momento trayendo la leche caliente, los huevos y el beicon para Charlie.
—Buenos días, señorita Swan, ¿cómo ha amanecido?
—Buen día, nana, he descansado muy bien, ¿y usted?
—Muy bien, gracias, hija —respondió la mujer mientras le servía el desayuno.
Luego de la comida, Charlie fue a su despacho e Isabella llevó la taza que había usado a la cocina donde Esme la regañó.
—Bella, mi niña, ¿cuántas veces debo decirte que no es tu deber levantar la mesa?
—Nana, no me cuesta nada. Aparte, ¿deseas que me quede quieta viendo por la ventana hasta que lleguen las Denali? —Se acercó a la mujer y la abrazó—. Sabes que no soy así, que bien podría pasar por tu hija ya que tengo tu vitalidad y tu carácter.
—Sí, lo sé, cariño; pero recuerda que yo soy una simple empleada y tú la señora de la casa. —Bella asintió con pesar.
Alice entró en la habitación con la alegría que la caracterizaba.
—¡Bella, mamá!
—¿Qué sucede, mi niña? —preguntó Esme.
—El señor Clearwater ha enviado una nota a tu padre. Creo que pedirá permiso a Don Charlie para cortejarte —comentó entusiasmada.
—¿De verdad lo crees, Alice? ¿Crees que Seth pueda interesarse en mí?
—Claro que lo creo, eres hermosa, Bella, y una joven muy instruida. Me parece que él estaba sólo esperando que seas un poco mayor para empezar a cortejarte.
Bella se ruborizó con el comentario de su amiga y, de inmediato, vino a su mente la imagen de Seth. Él era un hombre de casi treinta años, muy apuesto y que tenía a la mayoría de las mujeres a sus pies. Además, el hecho de ser uno de los hacendados más adinerado de Texas, hacía que su padre, sin duda, se mostrara muy agradecido si decidía cortejarla. Bella siempre había considerado al señor Clearwater un hombre maravilloso y se sentía sumamente afortunada.
Un rato más tarde, llegaron a buscarla Tanya, Kate e Irina, acompañadas por los señores Eleazar, padre de las hermanas, Laurent, el novio de Irina, y Paul, Garrett y Riley, que eran amigos de ese último.
Isabella los recibió muy alegre, contenta de reencontrarse con ellos y, en especial, con sus amigas que hacía mucho tiempo que no veía. Luego del saludo de protocolo, pidió a Alice que trajera sus pertenencias para salir de paseo.
Se montaron en dos calesas tiradas por hermosos caballos y emprendieron el viaje hasta una de las praderas del rancho Swan cercana a un arroyo.
Cuando llegaron Alice y Camille, la doncella de las Denali, se dispusieron a acomodar en una manta en el piso todas las comidas y bebidas para que sus señores se sirvieran.
—Bella, tengo que contarte algo —dijo entusiasmada Kate.
—¿Qué sucede?
—Garrett le pidió a mi padre permiso para llevarme al baile de los Newton.
—¡Qué bueno, Kate! —La tomó de las manos—. Me alegro muchísimo por ti, amiga.
—Yo espero que alguien quiera invitarme al baile —murmuró su otra amiga.
—Tanya, seguro que algún caballero te invitará. Eres muy bella y no tardarás en conseguir novio.
—Eso espero, amiga.
Pasaron parte de la mañana charlando mientras que cerca de ellas los hombres fumaban puros y discutían de política. Luego del almuerzo, los chicos decidieron dar una vuelta a caballo, mientras las chicas leían poesía.
Por la tarde, llevaron a Bella a casa de su padre y ellos se retiraron a sus respectivos hogares.
—Bella, esta tarde vino el señor Clearwater para pedirme permiso para llevarte al baile de los Newton —comentó Charlie durante la cena.
Bella retiró la mirada del plato de comida y miró a su padre.
—¿Le concedió el permiso para llevarme, padre?
—Sí, Bella. Estoy muy entusiasmado con el interés que demuestra Seth para contigo, es un excelente candidato y no me molestaría que pidiera tu mano en matrimonio.
Las mejillas de Isabella se ruborizaron.
—¿Cree que seré feliz a su lado?
—Creo que sería un excelente marido para mi hija —suspiró—. Igual hay que ser prudentes y falta mucho tiempo para que eso suceda. Mientras tanto, quiero que mañana vayas al pueblo y encargues un vestido nuevo para ese baile.
—¡Mucha gracias, papá! —dijo Bella al tiempo que se levantaba, corría a abrazar y besar en la mejilla a su padre.
—Isabella —reprendió Charlie—, debes controlarte más, muchacha, ya no eres una niña para semejantes muestras.
—Discúlpeme, padre, no lo volveré a hacer.
Bella volvió a su lugar y terminaron de cenar en silencio.
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En los establos del rancho Edward, junto al resto de los empleados, cenaba tranquilamente. Hacía ya una semana que estaba trabajando allí y se sentía muy cómodo, en Inglaterra había trabajado en una granja, pero no era ni parecido al trabajo que desarrollaban allí, todo era muy diferente. Realmente le gustaba mucho ese país y esperaba muy pronto aumentar los ahorros que tenía y acceder a comprarse un poco de tierra donde criar animales y en la que, junto a una buena mujer, pudiese formar su propia familia.
Con ese pensamiento y las ilusiones que le traían, fue rumbo al catre donde dormía, para descansar unas horas antes de que amaneciera y tuviese que volver a trabajar.
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Bella, acompañada de Esme, fue por la mañana a la boutique del pueblo para que la costurera le hiciera un hermoso vestido para sorprender a Seth; también eligió zapatos nuevos y un abanico azul a juego con su atuendo.
El día del baile de los Newton llegó más rápido de lo esperado, ese día Alice y Esme se dedicaron a preparar a la señorita Bella; la ayudaron a bañarse, perfumarse, rizaron su cabello, lo peinaron con un elegante moño y cubrieron con un suave maquillaje su piel de porcelana. Luego colocaron el hermoso vestido azul noche y acordonaron los tacones que llevaría, la ayudaron a ponerse los largos guantes blancos y las tres esperaron impacientes la llegada del hombre.
Seth Clearwater llegó a la hora acordada a buscar a Isabella, llevando un pequeño ramo de flores para ella. Bella se sonrojó al ver el gesto que tuvo el caballero para con ella.
Luego de saludar a Charlie y tener unas palabras con él, guió a la joven del brazo rumbo al carruaje que los llevaría a casa de los Newton.
Bella estaba radiante y muy feliz, el señor Clearwater no dejaba de alagarla y mostrarse dulce y atento para con ella. Bailaron casi toda la noche y, cuando ya fue hora de llevar a la joven a su hogar, como todo un caballero la escoltó hasta la puerta de su casa donde se despidió de ella con un suave beso en su mano, dejándola anhelando un nuevo encuentro.
