Mis días como mujer

Autor: Kidlybeth

Capitulo I

Bendito Vestidito Negro

Viajar en ti, Deathscythe, siempre me hace recordar muchas cosas, tal vez porque la cabina es cómoda… por el aire acondicionado que me da en la cara... o tal vez por ver ese vacío a mi alrededor. Sé que sonó extraño, pero ver el vacío del espacio siempre me hace sentir muy comodo… lo que no entiendo es porque tengo que recordar cosas como esa.

Aunque la pregunta debería ser ¿Por qué demonios me tocó vivir una cosa como esa¿Por qué tuve que ser yo quien hiciera ese trabajo? … duzz… recordarlo me da escalofríos… Yo… el gran Dios de La Muerte… vestido en esas fachas… si Heero o Trowa se enteraran se reirían a carcajadas por primera vez en sus vidas…

¡Demonios! El inútil del Doctor Gtuvo que mandarme a hacer eso… aunque… a decir verdad era muy difícil que supiese que todo iba a acabar de esa manera… y que ridícula manera… ¿Ah¡Rayos¡¿Por qué me tengo que sonrojar cada vez que lo recuerdo¡Que incomodidad!

Y todo por culpa del inútil de Tobías… ¿Por qué tuvo que acorralarme en ese cuarto¿Por qué no encontré otra cosa para disfrazarme?... todos mis problemas iniciaron en ese momento… todo comenzó cuando llegué a ese lugar…

Recuerdo que la misión era algo muy simple, entrar a la colonia, luego a la mansión Carlian–Wubeirdo, matar al señor de la casa, Airdan Carlian, y escapar sin que nadie se diera cuenta de mi presencia.

Cumplí la primera parte con mucha facilidad, la mansión fue evidentemente fácil de encontrar (pues esta persona era alguien importante) y el entrar no tuvo problemas, era el día en el que se celebraba una gran fiesta y el personal estaba distraído con sus deberes de atender invitados.

Se preguntarán porque no esperé hasta el final de la fiesta. Bien ¿Qué sería más dramático? Que un hombre amanezca muerto o que se den cuenta de que alguien entró burlando a la vigilancia de la mansión y en plena fiesta, a la vista de todos, había matado al sujeto sin que nadie se de cuenta… creo que la segunda sería aun más digna de El Dios de La Muerte ¿No?

Ffss... igual nada iba a salir como lo planeé en un principio.

Ok; me escurrí por uno de los lados de la casa, subí a un árbol y entré al primer piso a través de un balcón, era un dormitorio. Era el cuarto de un hombre, y al parecer no era el de un huésped porque habían demasiadas cosas para pasar solo unos dos o tres días… ah… si, no había leído mucho de la casa en el expediente del caso para hacerlo un reto de verdad, si se me hacía muy fácil me iba a aburrir…

Cuando salí de la habitación el pasillo estaba en penumbras, todos estaban en la planta baja. Se escuchaba el bullicio, alguna risa resaltante, la música de algún grupo en vivo y… esa voz… en ese momento lo escuché por primera vez.

– Esperen un momento, necesito arreglar esto – dijo Tobías subiendo las escaleras del final del pasillo.

Yo busqué un escondite antes de que él me viera, alguna puerta, alguna columna, mueble o agujero, pero no encontré nada hasta el último instante, cuando él encendió la luz y vio como se cerraba la puerta de la única habitación que yo había encontrado. Un cuarto del personal de servicio.

Él se dio cuenta, por supuesto, y caminó en mi dirección.

– ¿Quién está allí?

No sé como hice, pero en menos de un segundo revisé el cuarto, encontré un uniforme negro, me lo engatusé sobre la camisa como pude y asomé la cabeza con mi mejor cara.

– Buenas noches, señor – dije muy rápido.

– ¿Perdón, señorita?

¿Señorita? Pensé; recuerdo que eso no me cayó para nada bien, pero no tuve que hacer otra cosa más que ver lo que me había puesto y di con uno de los vestiditos de las mujeres de servicio.

– Buenas noches, señor – repetí, pero con una voz más aguda e imitando a una chica – solo estoy arreglando… algo… – me salvaba el cabello y el que aun era bajito de estatura…

– Ok… – dijo él antes de continuar hablando, solo después de salir de ese apuro pude darme cuenta de quien era… eso si lo había visto en el expediente del caso que me enviaron… era el hijo de mi objetivo: Tobías Carlian. Él, además de ser unos diez centímetros mas alto que yo tenía el cabello negro y bien peinado, unos ojos verdes grisáceos y la piel bronceada. – ¿Me ayudarás?

– ¿Qué dijo? – le pregunté…estaba muy distraído pensando en alguna manera de escapármele y poder hacer mi trabajo.

– Le pregunté si podía coser este botón – me dijo mostrándome un botón blanco en su mano y dentro de su chaqueta el sitio donde debía estar.

– Yo… yo…yo…

– Por favor, sé que es una tontería pero me siento incomodo así en la fiesta…

Si no lo hacía notaría algo extraño, después de todo se suponía que yo era una de sus sirvientas… "era una" que horrible suena eso…

– Claro, señor – le dije dándome la vuelta y buscando entre las cosas del estante del servicio algún costurero.

– Es raro… – dijo el joven – hace muy poco que estoy aquí, en esta mansión, pero… no te había visto hasta ahora.

¡Saaaank! Me quedé estático ¿Qué iba a decir? Un buen coñazo y... no... Si hacía ruido todos se enterarían de lo que pasa y fallaría en la misión… tuve suerte de que él mismo se respondió

– ¡Claro! Mi madre contrató personal nuevo para la fiesta…

– Si, señor – dije apresurado – me contrataron para la fiesta… eh… aquí está – dije dando con el bendito costurero – déjeme…

Me había dado la vuelta para tomar la camisa cuando vi que el muy… el muy entupido se había quitado la camisa… levanté los brazos de la sorpresa y las mejillas comenzaron a arderme.

– Ah… lo siento – dijo él sonrojándose también, el muy idiota – pero pensé que sería más cómodo para ti si no me la cocías teniendo la camisa puesta…

– Eh… si… si, señor – dije ya calmado arrancándole la camisa (quizá muy bruscamente) y sentándome a coser.

Coser un botón. No es que diga que es una tarea difícil, yo sé hacerlo perfectamente. Cuando se es un soldado entrenado para hacer el tipo de cosas de las que me encargo estas nimiedades pueden ser de ayuda… pero en ese momento simplemente… con ese tarado al lado…

– Ya está – se lo di.

– Eh… no sabes hacerlo ¿Verdad?

El hilo me había quedado muy largo, cuando se puso la camisa le quedaba colgando el botón, no digo mucho pero si un poco y él era demasiado quisquilloso con esos detalles.

– Eh… no – mentí.

– Bueno, creo que por ahora tendré que salir así… muchas gracias – dijo y salió.

Un refunfuño de mi parte mientras alzaba las manos para quitarme el vestido y luego caí en cuenta de que ese era un buen disfraz por si daba con otra persona…...ya va… ¡Un momento¿Eso fue?... ¿Por pensar que esto era un buen disfraz fue que pasé por tanto?... uf… que más da… ya pasó todo… en fin, decidí quedarme el vestido y me saqué mi ropa: la camisa, los pantalones y las botas… cambiando todo por el vestidito, unas zapatillas negras de mujer y hasta el sombrerito blanco… incluso me puse el delantal de encaje.

Tuve suerte de estar más pequeño en eso tenía cerca de 12 años y aun no me echaba el estirón que me dejó tan bello y guapo como ahora..., si, ahora como estoy no abría encontrado unas zapatillas de mujer talla 42 en ese lugar; en fin, ya, con el disfraz perfecto salí al pasillo y comencé a caminar en busca de alguna salida al salón, tendría que ver a mi objetivo en la fiesta y luego, atacar y acabar con todo esto.

Lamentablemente en ese momento aun no estaba tan rudo como ahora. En el momento en que salí al salón, con la primera persona que me topé fue con otra chica del servicio. Ella me jaló de un brazo y me llevó hasta la cocina, allí, sin darme chance a tartamudear algo como "Hola no soy un hombre, soy una chica, una de las del servicio como ustedes" me pusieron una bandeja en mano llena de bocadillos finos de pepino, camarones y caviar… y lo mejor era que eran importados del planeta Tierra.

No estuvo tan mal, mientras buscaba a mi objetivo pude darme un mini-banquete entre mi bandeja y la mesa de los quesos, y, mientras iba pendiente de ver donde estaba el sujeto, me fui al bar.

– Hola, linda – me dijo uno de los barman-tarados.

– ¿Cómo me dijis…! Je, je, je… – me di cuenta justo a tiempo de que ahora era una "Linda" y no un hombre – eh… si… hola – le dije sin muchos ánimos.

– Nueva aquí ¿No? – me dijo poniendo cara de bobo mientras otro a su lado negaba y se iba a atender a los invitados.

– Si… – dije captando de pronto la oportunidad – oye… tienes idea de donde está el señor Carlian… me pidió un trago y no lo he visto…

– ¿El señor Carlian bebiendo? – dijo el otro chico – pero si está enfermo del corazón. A él le prohibieron beber, fumar, comer enlatados, colorantes y todo lo que te puedas imaginar…

– ¡Pobre ser! – se me escapó y los dos bobos se rieron conmigo.

– Oye me agradas… – dijo el primer bobo – ¿Sabes? Deberías entregarle el trago... sino podría agarrarla contigo, él es así…

– Si, creo es mejor – dijo el segundo – ¿Qué te pidió?

– Whisky

– Uff

– Bueno, si él lo quiere…– dijo uno mientras el otro preparaba el trago.

Eso fue lo último que escuché de ellos dos. Al final uno de ellos me apuntó donde estaba el señor Carlian y yo, con bandeja y trago en mano me dirigí a él.

Sería perfecto, si el tipo se tomaba el trago se sentiría mal, luego yo me ofrecería a llevarlo a su habitación y en cualquier lugar del camino haría de las mías y terminaría con todo para irme a la base y bailar sobre el escritorio de mi jefe con un "¿Quién es el Dios¿Quién es el que manda¡YO¡YO¡YO!"

Lamentablemente… cuando ya iba llegando hasta el susodicho ser, este comenzó a moverse de manera extraña, y al final cayó al piso contoneándose.

A su lado había otra mesera… ella tenía una bandeja de pastelillos… pastelillos de "jamón" según escuché… se me había adelantado… aunque claro, ella no lo había hecho con intensión…la pobre parecía a punto de llorar, debía ser una nueva...

Bien… no todo está perdido, me dije en la cabeza tratando de mantenerme frío, solo tengo que ofrecerme a atenderlo y hacer lo mío

Así que tomé aire y fingiendo ser una de las preocupadas chicas del servicio corrí a atenderlo, pero otras cuatro ya estaban sobre él y no pude ni acercarme. Alguien me tomó por detrás y me dijo que todo estaría bien, que por suerte el doctor de Carlian era uno de los invitados y no me quedó otra más que resignarme.

Se llevaron al viejo y yo me quedé mirándolo todo con la depre más grande del mundo, ahora si lo iban a tener vigilado (dándome cuenta de lo querido que era el viejo por sus criados)… cuando ya se lo hubieron llevado fue que me di cuenta de que esa persona todavía me tenía tomado de la mano.

Al voltearme a ver me di cuenta de que… ¡No¡Era Tobías! Una mueca de horror adornó mi rostro.

– Más tarde nos dirán si todo está bien – me dijo sonriendo como idiota.

– Eh... si, claro... tengo que...

– Es lo mismo de siempre... él nunca se cuida...

¿Qué? Tobías tenía cara de tristeza, parecía que lo que le pasaba a su padre lo perturbaba mucho y... aunque sé que esto no era de mi incumbencia y mi misión peligraba yo... ¡Exacto! Me tenía que ir, sería mejor que me...

– Disculpa, sé que no estás para estas cosas pero... ¿Podrías venir a hablar conmigo? De verdad lo necesito.

– Eh... – yo no quería así que... – Pero, señor ¿Por qué no busca a una de las personas de la fiesta? Alguien de aquí podría...

– No conozco a nadie de aquí... y con los pocos que he hablado me he sentido incomodo...

– Pero usted no me conoce tampoco y... hace un rato... – Tobías se sonrojó.

– Si, pero aunque parezca mentira, solo contigo me sentí cómodo en esta noche...

No pude contener unas cuantas risas bobas.

– ¿Por qué te ríes? – me preguntó.

Allí caí en cuenta, el muy estúpido me estaba coqueteando... mi primer impulso me obligaba a darme la vuelta y huir, pero... ¿la misión¿Qué ocurriría si llegaba a la base sin cumplirla?... la humillación total... No podía permitirlo y la única conexión que tenía con la casa era él, puesto que mi disfraz tal vez ya no serviría mañana...

– ¿No me dirás?

– Eh – mis ojos se abrieron de par en par – pues de nada... no... me... estoy riendo de nada...

– Bien... – dijo él riéndose también – ¿Vienes?

– ¿Adónde?

– Pues me agrada hablar contigo, pero aquí estamos un poco atravesados...

Me volteé en todas direcciones y me di cuenta de que estabamos parados en la mitad de la pista de baile. Él me ofreció su mano y yo, a regañadientes, la tomé; luego salimos de la pista, del salón y llegamos a los jardines.

Continuara...