holaa gente...weno para las personas que leen mis fics, he colgado uno nuevo...que...es este xD. aún no termino el otro y tampoco lo pienso dejar, pero se me ocurrió una nueva historia. espero les guste!!
xoxo
Estaba parada frente al gran muro de pared que me impedía el paso. A mis once años no sabía como proseguir. Mi madre había sido lo bastante clara: "solo cruza el muro de concreto corriendo muy rápido". Claro, pensé, como si eso sonara muy razonable.
Tal vez en mi mundo sí lo era. Un mundo que un niño ajeno a él pensaría que es un tipo de fantasía, un cuento de hadas y aventuras, un mundo muy difícil y duro, un mundo…desconocido por aquello que fantaseaban con él.
Encogí mi mano y forme un puño. Me sentía incapaz de poder atravesar el gran obstáculo que me impedía llegar a mi destino. Trataba de recordar lo que había dicho mi madre firmemente: "solo cierra los ojos, y corre". Muy fácil, ¿no? Pues era todo lo contrario. Las palmas de mi mano me estaban sudando y el peinado que me había hecho mi madre se estaba desatando de la desesperación. Froté mis mojadas manos en mi vestido rosado (hecho a la medida, como todo lo que tenía en mi maleta) y miré de nuevo a la gran pared enfrente de mí.
Nada me podía detener. Era una sangre limpia. Mi familia era temida por los sangre sucia, el solo hecho de escuchar mi apellido causaba temor y respeto a quienes estaban debajo de mí. "somos superiores a los demás" escuchaba la voz de mi padre mientras pensaba en lo decepcionado que podría estar él al ver que su pequeña hija no podía cruzar la pared como los demás miembros de su prestigiosa familia. Odiaba tanto la situación.
-Pansy- escuché que me llamaban. Dio un giro de 180 grados y vi a mi nana con el resto de mis maletas.
-dime- le dije en tono altanero. Así me comportaba cuando estaba en casa y en algún lugar público. No dejaba que la ternura que rodeaba a Mary (mi nana) me atrapara, así que construía una pared del tamaño de la que no podía cruzar cuando alguien me mostraba afecto.
-disculpa que me haya demorado. Tuve problemas al encontrar el servicio higiénico- respondió ella en un tono encaramelado. Yo simplemente solté un suspiro y regresé a mirar la pared.
-tómate el tiempo que gustes- escuché la voz tierna de nuevo.
Dio unos cuantos pasos más y me armé de valor. No mostré signos de temor y retrocedí los pasos que había dado, para poder correr. Le entregué la maleta que sostenía en la mano izquierda a mi nana y de nuevo estuve enfrente de la gran pared. Tomé vuelo y me eché a correr lo más rápido que me permitían mis zapatos nuevos. Corrí y corrí sin mirar a donde iba.
Cuando por fin crucé la pared, me sentí realizada y poco tonta, porque llevaba en el rostro una sonrisa estúpida de triunfo. Me la quité enseguida y escuché una pequeña risa detrás de mí. Era Mary, que también había podido cruzar la pared.
-fue divertido- comentó en voz baja. Ella sabía su lugar en mi vida.
Yo simplemente la miré de pies a cabeza y le ordené que deje mis maletas en el lugar específico del tren y sin decir adiós me subí para encontrar un compartimiento. Escuché que me deseaba suerte en mi primer año en Hogwarts. Hice como si no la hubiera escuchado. Para mi suerte, había llegado temprano, así que encontré un compartimiento vacío. Me senté y dejé mi pequeño maletín de mano en el asiento opuesto. No pensaba compartir mi pequeño espacio con nadie.
Crucé delicadamente mis cortas piernas y coloqué mis manos sobre mis rodillas. Miré a través de la ventana. Los padres de los demás alumnos decían adiós con ambas manos y muchos lanzaban besos a sus hijos. Mis padres, obviamente no habían venido, y a pesar de los esfuerzos de Mary por mostrarme cariño, en el fondo sabía que le pagaban muy bien. Bostecé un poco. Había dormido un poco más de 4 horas la noche anterior. Me sentía ansiosa. No sabía lo que me esperaba una vez que entre por las puertas mágicas de Hogwarts. Sabía que el colegio iba ser una experiencia que jamás olvidaría. Suspiré mientras observaba a más padres llegar con sus hijos. Todos parecían tristes (los padres) y los niños parecían entre asustados y entusiasmados por dejar a sus padres. Ninguno de nosotros sabía lo que nos aguardaba.
El tren empezó a moverse lentamente, avisando que ya partíamos y que los tardones debían darse prisa. Observé a lo lejos una familia de pelirrojos. Los Weasly pensé. Pero estaban acompañados de un niño con cabello oscuro, lentes y…
-no puede ser- grité para mí. –¡¡¡¡es Harry Potter!!!!-
-vaya, una chica inteligente- escuché una voz fría detrás de mí. Temblé un poco, ya que la voz me hizo querer gritar del susto. Dio una media vuelta en mis pequeños tacones y lo enfrenté.
-¿quién…?- empecé a decir, pero luego como un flash de luz pasó delante de mis ojos. Cabello rubio, ojos plomos, cuerpo delgado, mediana estatura, ropa muy fina… yo conocía a este niño, no era tonta, de verdad lo había visto antes.
-me llamo Draco Malfoy- dijo el niño y extendió su mano para tomar la mía. Su mirada fría era fulminante.
Tímidamente estiré mi mano hacía la de él y cuando la toqué sentí escalofríos. Estaba extremadamente fría, como el hielo. Nos quedamos mirando un rato, hasta que él rompió el hielo.
-eh…me gustaría recuperar mi mano, si no te molesta-. Me sonrojé más de lo que imaginé y lo solté de inmediato. Me senté y con una voz de gallina tonta le invité para que se siente. Él aceptó a gusto y se sentó frente mío. Luego hizo un gesto con la mano y dos niños gordos (eran el doble del niño rubio) se sentaron cada uno a su costado.
-ellos son Crabbe y Goyle- mencionó el niño de cabellos dorados, con la mirada fría…esa mirada.
-claro, mucho gusto- dije yo, ya más calmada.
-no me has dicho tu nombre aún, aunque puedo adivinarlo. Parkinson, ¿verdad?, tienes el color de cabello igual a tu madre- dijo Draco.
Yo me ruboricé aún más. ¿Cómo conocía a mi madre?. Agarré un mechón de mi cabello dorado (no era del mismo color del de Draco, en verdad, mi color de cabello era un poco más parecido a la miel) y luego lo solté.
-si eso es un cumplido, gracias. Y sí, me llamo Parkinson- respondí.
-¿te llamas Parkinson Parkinson?- dijo entre carcajadas Draco. –que…imaginativos tus padres-
Esta vez me sonrojé, pero de la cólera. Los corregí antes de que sigan riendo de mí.
-mi nombre es Pansy- dije en tono calmado.
-ah bueno. Eso es otra cosa. Tienes un nombre raro- comentó Draco con una sonrisa, mostrando sus perfectos dientes blancos.
-parece comida- dijo uno de los niños regordetes, no sabía quién había sido porque los dos parecían iguales para mí. Draco hizo un gesto de disgusto con su nariz y les dijo:
-les he dicho que no hablen sin mi permiso. Discúlpalos señorita Parkinson-
Asentí con la cabeza y dije:
-es el nombre de una flor. Era la flor favorita de mi padre- dije y rápidamente miré hacia la ventana. Draco rió y dijo:
-que sentimental. Pensé que el señor Parkinson era un poco más…como mi padre. Bueno, no todas las buenas familias son iguales-
Yo lo ignoré. Estaba combatiendo las lágrimas que quería salir de mis mejillas.
-no aguanto por llegar a Hogwarts- pensé y permanecí callada el resto del viaje.
Cuando el tren paró, supe que era hora de bajar. Unos minutos antes nos habían avisado que nos pongamos las túnicas. Los niños caballerosamente acordaron en dejarme sola mientras me cambiaba, y ellos los hicieron en el baño. Cuando estaba a punto de bajar del tren, Draco se me adelantó y me ofreció su mano para poder bajar con mayor facilidad. Le sonreí, pero el no devolvió la sonrisa.
Cuando llegamos a Hogwarts, la profesora Mcgonagall, nos hizo esperar a la entrada del Gran Comedor, como le llamaban. Luego de unos minutos nos hizo entrar y muchos voltearon para vernos. Adelante había una niña con un horrible cabello, hablando con otra acerca del cielo.
Nos hicieron pararnos en fila, y nos fueron llamando, a cada uno, para sentarnos debajo del Sombrero Seleccionador. Cuando llamó a Draco, el sombrero gritó Slytherin antes de tocar su cabello. Él no parecía sorprendido y cuando se bajó de la gran silla, caminó agraciadamente hacia la mesa. Yo estaba nerviosísima. Las manos me sudaban, debe haber un hechizo para calmar los nervios pensé.
Por fin escuché mi nombre. Me paralicé por un segundo, pero luego recordando la sangre que corría por mis venas, puse mi mejor cara y caminé con paso seguro hacía el sombrero. Me senté en la silla (hice un poco de esfuerzo para eso) y esperé a que la profesora me coloque el santo sombrero. Una vez que lo hizo, en mi cabeza escuché una voz que decía:
-uhm, interesante, bastante potencial, podrías estar en Ravenclaw, ¿no? ¿Dónde te pondré? Ah ya veo, ¡Slytherin!-
Me bajé de la silla súper emocionada y sonriente, pero cuando llegué a la mesa, Draco y varios chicos de otros grados me miraban raro, entonces entendí que sonreír para un Slytherin, estaba mal.
La cena pasó con tranquilidad en mi mesa. Los chicos mayores cuchicheaban alrededor de los nuevos, hablando la mayoría de que Harry Potter estaba en el colegio. No podía entender por qué lo odiaban tanto. Es sol un niño pensé. Draco no me dirigió la palabra en toda la cena. La verdad no esperaba que lo hiciese. Me disgustó mucho que se burlara de mi nombre y de mi padre, así que cuando terminó la cena, seguí al prefecto de quinto año que nos guió hasta las mazmorras.
Nos indicó a mí y a las demás niñas en dónde dormiríamos y cuando llegué ahí estaban mis cosas, como por arte de magia. Luego comprendí que un elfo las colocaba ahí. Encima de mi cama estaba mi uniforme verde con plateado. El uniforme soñado. Me puse mi pijama y no me molesté en hacer conversación a las demás niñas de mi cuarto. Estaba claro mi objetivo: entrar a Hogwarts, sacar buenas notas, salir hecha como la mejor alumna y nada más. Obviamente, estaba equivocada.
