Los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer y la historia a addicted-to-romione-bedward. Nosotras solo traducimos.
Beta: Estelaa.
Capítulo 1: El mismo de siempre
BPOV
Mi camioneta hizo un fuerte ruido y se detuvo en uno de los estacionamientos. Por suerte llegó a su destino, y no quedé varada en la carretera. Estaba segura de que la pobre montaña de metal anticuado había muerto. Seis horas de conducción desde Forks hasta Seattle habían sido demasiado para ella. Aunque manejé pausadamente, demorando seis horas en un viaje que normalmente se hacía en cuatro, mi pobre camioneta dio su último suspiro.
Llegué temprano, pues me había ofrecido para la posición de asesor residente de las chicas para conseguir algo de dinero. Era mi segundo año aquí, y me encantó este lugar. En realidad ya había hecho amigos y me habían incluido en la vida social universitaria.
Tomé mi equipaje y me dirigí a mi habitación. Cuando llegué a mi piso, Edward Cullen me saludó... mejor dicho su espalda. Tenía las manos en la pared, aplastando a una chica entre su pecho y el muro, follando con ropa puesta o Dios sabe qué.
― Saludos, Cullen ―le dije secamente.
Se volvió hacia mí, sonriendo. ― Bueno, si no es otra que nuestra nueva asesora. Me alegro de verte, Swan.
Abrí la puerta y la cerré de golpe, asqueada por su comportamiento.
Nada me debería sorprender tratándose de él. Él era la estrella de baloncesto, el sueño de toda chica y un idiota arrogante. Lo había visto en el último año con varias muchachas, cada día una nueva. Dónde las encontraba, no tenía ni idea, pero se mantuvo dándome asco todos los días, cada vez más y más.
Él era amigo de Jasper y familiar de Emmett, y, por desgracia, tenía que soportar su presencia cada vez que salía con mis amigos. Rosalie, la novia de Emmett, y Alice, la novia de Jasper, compartían la habitación que estaba frente a la mía. Tuve el privilegio de vivir sola la mitad del año pasado hasta que Tanya Denali se trasladó a mi habitación. Desde entonces se convirtió en un infierno, y yo iba a morir prematuramente por su culpa, especialmente cuando Edward se interesó en ella y aparecían en mi habitación constantemente, por lo que casi me mudé con Alice y Rosalie. Ella estaba con él desde hace una semana, una semana horrible e insoportablemente larga.
Hablando del diablo, ¡el diablo se aparece! Tanya entró contoneando las caderas en la habitación.
Estaba esperando estar a solas durante unos días antes que comenzaran las clases. No tuve suerte.
― Isabella! ―chilló con falso entusiasmo―, ¿no es increíble estar de vuelta?―. Me encogí cuando la oí usar mi nombre completo y continué desempacando, sin prestarle atención.
― ¿Has visto a Edward? ¡Ni siquiera me saluda! Él es tan malo... ―se quejó.
― Estoy segura de que no te vio. Estaba muy ocupado tratando de encontrar hasta dónde podía alcanzar su lengua dentro de la garganta de una chica la última vez que lo vi ―dije irónica, y cerré mi cajón. ― Me voy de aquí ―. Tomé un montón de papeles que tenía que rellenar para escribir los horarios y esas cosas. ¿Por qué elegí hacer esto? Ah, claro, necesitaba dinero para un coche nuevo.
Llamé a la habitación de Alice, haciendo caso omiso de la mirada de Edward en la parte posterior de mi cabeza. ¿No estaba ocupado? ¿Por qué me estaba mirando?
La puerta se abrió, y pasé junto a Rosalie al interior.
― ¿Cuál es la prisa, Bella? ¿No sabes que es de buena educación saludar a los amigos?
― Hola, Rose. Si no te habías dado cuenta, el pasillo está algo lleno de gente ―le expliqué, y me desplomé en la silla del escritorio.
― ¡Bella Boop! ―Di un salto, y casi me caigo de la silla. Oh, ¿a quién estoy engañando? Me caí de la silla y me gané la resonante risa de Emmett, como siempre. Me había emborrachado y traté de demostrar a los chicos que podía lanzar la pelota en la canasta y sin saber cómo logré dislocarme el dedo medio y saltar por el lugar lamentándome, ― ¡Boop! ¡Boop! ―Desde entonces, me llamaba Bella Boop.
― ¡Emmett! ―regañé y él se puso de pie, frotándome la cabeza donde me había golpeado.
― ¿Qué es esto? ―preguntó, entretenido y mirando los papeles.
― Cosas para la asesoría―, dije, y comencé a trabajar en eso.
El coro de ― ¡No seas asesora! ―hizo eco en la habitación.
― Rosie, dime que el castigo terminó ―rogó Emmett antes de contestar su teléfono.
― Muy buena, Rose―. Me eché a reír y se encogió de hombros.
― 212. ¿Por qué? ... Oh, claro, ven―. Emmett sonrió y colgó. Antes de que pudiera preguntarle quién era, un golpe en la puerta me hizo gritar con rabia.
― ¡Dime que no le dijiste a Cullen que viniera aquí!
El señor Arrogante entró en la habitación. ― Es buena tu opinión de mí, Swan.
― Vete ―le espeté.
― Emmett me invitó aquí.
― Es la habitación de Rose. Ve a la habitación de Emmett, si quieres hablar con él.
― ¿Por qué no dejas que la señorita Reina del Hielo decida eso?
― ¡Creo que tengo derecho a decir esto teniendo en cuenta que soy una asesora!
Él inclinó la cabeza. ― Siempre me han gustado enérgicas. Estoy seguro de que harías- ―le tiré mi lápiz antes de que termine de hablar y lo golpeó en el hombro.
― ¡Sólo vete! ―le grité.
― Vamos. Vámonos antes de que te mate, Capitán ―Emmett se rió, divertido, y empujó a Cullen fuera de la habitación.
― ¿Por qué no me defiendes? ¡Siempre te quedas atrás y disfrutas del espectáculo! ―le grité a Rosalie, mi sangre hirviendo por lo enojada que estaba.
― Me pregunto cuánto tiempo tardará que ustedes dos se den cuenta que toda esta broma es en realidad frustración sexual ―musitó.
― ¡No lo es! ¡Cullen me da asco!
― Por supuesto, cariño. ¿Necesitas ayuda con los horarios?
Asentí, y empezamos a trabajar en eso.
De repente, me di cuenta de que tenía que encontrarme con el asesor para los chicos. ― Tengo que ir al encuentro del asesor de los chicos ―le dije a Rose, tomé los papeles firmados, y me dirigí a la oficina.
La señorita Cope me dijo que él estaría en cualquier momento. Cuando acabó de decirme eso, se abrió la puerta. Mi mandíbula chocó contra el piso.
¿Qué he hecho mal, Dios?
― Buenas noches, señorita Cope―. Cullen sonrió ampliamente, derramando su encanto en la pobre mujer.
― Edward, estoy seguro que usted conoce a la señorita Swan. Harán un gran equipo.
¡Que alguien me dispare, ahora!
― ¿Cuándo puedo escribir mi renuncia? ―le pregunté a toda prisa, con la esperanza de salir de este lío.
― No se puede. Usted es la elegida para este año ―me dijo, aturdida.
― Swan, ¿no has oído la señorita C? ¡Vamos a hacer un gran equipo! ―exclamó Cullen animadamente, poniendo su brazo alrededor de mis hombros.
― ¡Quita tus manos de mí! ―obedeció y quitó el brazo de mi hombro. ― Vamos a terminar con esto. Te diré lo que decidí y luego reza para no tener que hablar contigo de nuevo.
― ¿Mi habitación? ―él sonrió.
― Hay un lugar maravilloso llamado biblioteca. ¿Has oído hablar de él? ―le pregunté.
― Los bancos entonces ―dijo, con confianza, como si eso fuera lo que dije. Estuve de acuerdo. No era su habitación, por lo menos.
Nos sentamos en un banco vacío, y le expliqué todo lo que había escrito antes sobre los horarios. Cuando levanté la mirada hacia él, ni siquiera estaba prestando atención. Estaba enviando mensajes de texto a alguien.
― ¿Ni siquiera me escuchas, Cullen? ―le pregunté, ofendida por su comportamiento.
― ¿Huh? sí, claro: ayudar a la gente alrededor, informarles, bla, bla, bla, bla...
― ¿Por qué molestarme? ―gemí.
― ¡Mierda! ¡Rápido, escóndeme! ―yo le observaba, divertida, mientras asomaba la cabeza desde mis espaldas. Vi a una chica caminando hacia nosotros. Era bajita: la chica con la que lo había visto follar en seco antes. ― ¿Está todavía aquí? ―Cullen preguntó, asustado.
― Sí, y ella viene hacia nosotros. Te vio. Es como esconder un elefante detrás de un ratón ―me eché a reír y me levanté.
Él me tomo la muñeca. ― ¡No! ¿Y acabas de compararme con un elefante? ―frunció el ceño.
― ¡Eddie! ―la chica había llegado hasta nosotros.
― Por favor, Bella.
Wow, una mejora. Nunca me había llamado Bella. Me encogí de hombros, dándole palmaditas en la cabeza. ― Tu problema ―le dije, volteando para irme. Lo oí murmurar un débil "¡Auxilio!", pero podría haber sido mi imaginación.
Comenzaron las clases y todo volvió a la normalidad. O, al menos, a la normalidad desde que me hice amiga de los Cullen y los Whitlock el año pasado.
― ¿Necesitas ayuda? ―un tipo alto y rubio preguntó cortésmente cuando me vio intentar cargar el equipaje pesado.
― Si no es mucha molestia... ―contesté con voz áspera y puse el equipaje en el escalón de la quinta parte del primer piso. Yo era patética, ni siquiera capaz de llevar mis cosas a mi habitación.
― Sería un placer ―dijo a la ligera. ― Por cierto, yo soy Jasper.
― Bella ―me estrechó la mano―, habitación 213.
― ¡Eso es genial! Mi novia y mi hermana tienen el 212 ―dijo feliz.
― Me aseguraré de conocerlas.
― ¡Ajá! ¡Le diré a Alice lo que he visto! ―Un gran hombre llegó hasta Jasper y le cogió la cabeza en un una llave de lucha. Era corpulento y se veía más como un bromista que un bribón.
― Ella es Bella. Sólo la estoy ayudando. Bella, por desgracia, él es el hermano de Alice―. Ya me había dado cuenta de que Alice era su novia.
― ¿Así que estamos ayudando a desconocidos y no a la familia? Rosie estará furiosa ―dijo el corpulento. Se volvió hacia mí. ― El hijo de puta olvidó de mencionar mi nombre ―pudo haberse dado unas palmaditas en el pecho y decir "soy Tarzán", pero en lugar de eso, dijo―, soy Emmett.
― Encantada de conocerte ―. Me sonrió y le estreché la mano. ― Tengo otro equipaje ―le dije.
― ¡Que venga! ―flexionó sus músculos y empujó a Jasper fuera del camino.
― ¿Las dejo fuera de la sala? ―preguntó Jasper.
― La puerta está abierta ―le dije sobre mi hombro mientras yo seguía camino abajo a Emmett en el estacionamiento.
― ¿Dónde está Jasper? ―chilló una enojada pero hermosa chica rubia al ver a Emmett.
― Está ayudando a Bella ―me señaló. Ella me examinó de arriba a abajo, arrugando la nariz. Me sonrojé y murmuré mi nombre.
― ¿Y tú también le estás ayudando? ¡Dios! ¿Qué he hecho para merecer tal familia y amigos? ―gimió.
― Pregunta a Eddie. Él te ayudará ―dijo Emmett, haciendo que Rose lo mirara maliciosamente.
― El maldito desapareció con una chica ―espetó ella, y provocó en Emmett una carcajada.
― Suena como algo que él haría.
Emmett y Jasper me ayudaron a llevar todas las cosas pesadas. Más tarde esa noche, nos reunimos en mi habitación. Me encontré con Alice también, ella era una bola de energía viviente.
Cuando comenzaron las clases, yo desayunaba en un pequeño café con Alice cuando conocí a su otro hermano, Edward.
Entró en el café con una chica tras su espalda. Ella se reía y hacia otras cosas tontas que las chicas estúpidas suelen hacer. Él la dejó en una mesa y simplemente la abandonó para acercarse a la nuestra.
― Alice, un idiota se acerca a nuestra mesa ―le dije, asqueada.
― Edward ―saludó ella sin siquiera voltear a mirarlo.
― ¿Cómo lo sabes? ―preguntó, intrigado, y luego me sonrió con picardía― ¿Y tu eres ...?
― Bella. No es un placer ―le dije, disgustada por su comportamiento.
― Desafortunadamente, él es mi hermano también ―Alice me informó.
Miré a la chica que él había abandonado. Se había quedado en el mismo lugar, mirándole atontada.
― ¡Hola! ―dijo de pronto una chica de una de mis clases, haciendo que él volviera su atención hacia ella. Sonrió y levantó una ceja.
― Hola, Jane.
― Jessica ―le corrigió ella, y para mi disgusto total, lo besó. La otra chica salió de la cafetería en lágrimas.
― He perdido el apetito. Te veré más tarde, Alice.
En mi camino a clases, una chica que no había visto en mi vida me detuvo. ― ¿Has visto a Edward? ―si no fuera porque lo había conocido hace un momento, le habría dicho que no y ella habría creído que mentía. Él parecía bastante conocido por aquí. ¿Cómo era posible? ¡Levábamos aquí sólo una semana!
― Sí, estaba en ese café con una chica.
Sus ojos miraron cortantes detrás de mí. ― ¡Oh, muchacha, esa es su hermana! ―dijo con una sonrisa burlona, y saltó a su lado. Ellos estaban también saliendo. Edward sonrió a Alice por algo que ella le había dicho, y luego puso un brazo en torno a esta tercera chica del día y se inclinó para besarla.
Rodé los ojos ante el depravado tipo y me dirigí a clase. Por lo poco que habia visto, ya sabía que era su comportamiento habitual. Él era un jugador. Nadie hubiera imaginado que él estaba relacionado con aquellas personas que llamaba mis amigos.
Yo no tenía mucho tiempo libre por lo que fue un milagro poder cenar "en familia", como lo llamó Emmett. Metí una papita en salsa de tomate y me lo metí en la boca mientras esperábamos que los muchachos llegaran a la habitación de Rose y Alice.
― ¿Crees que se les olvidó? ―Alice preguntó, preocupada, mirando el reloj.
― Son chicos ―suspiré, y mordí otra fritura.
La puerta se abrió y los tres entraron en la habitación. ― He perdido el apetito ―dije, y me recosté contra la pared, empujando las papas fritas un poco.
Los chicos no se habían duchado aún. Estaban sudorosos y con mal olor, y Cullen tenía una sonrisa arrogante en su rostro.
― Lo siento, llegamos tarde. Éste de aquí fue castigado ―dijo Jasper, arrastrando las palabras, y golpeó el brazo de Cullen.
― ¿Qué hizo? ¿Llegar tarde, otra vez? ―Alice se echó a reír.
― En realidad fue un desastre, pero eso es solo el comienzo.
― ¡Cállate, cabrón! ―le espetó Cullen, y se dejó caer junto a mí, tomando mis papas fritas y empezando a comer.
― ¡¿Qué mierda?! ―exclamé.
― Oh, ¿estabas comiendo? Es una lástima―. El idiota se encogió de hombros y siguió tragando. Deseé que se ahogue con las papitas.
― Y bien, ¿qué paso? ¿El mundo se ha puesto de cabeza? ¿Acaso has perdido la vista? ―le pregunté, entretenida por la noticia.
― No pude correr ―gruñó.
― Cuéntales lo que hizo Jared ―Emmett estaba pasándola genial, riendo.
Cullen se estremeció. En realidad, ¡se estremeció! ― No pasó nada. En mi defensa, yo no tenía idea de que ella estaba con él.
― Oh, ¡he esperado este momento durante mucho tiempo! Anda, dime Cullen, ¿qué te hizo Jared? ―le pregunté, repentinamente interesada en su vida. Había esperado que un novio celoso viniera por él desde un largo tiempo.
― Le dio un rodillazo en las bolas ―rió Emmett―, le dio un puñetazo y le dijo, ¿qué fue lo que dijo, Eddie? ¿"Toca a mi chica y yo destruiré tu cara bonita"?
Me eché a reír, derramando lágrimas por los ojos. ― Voy a pedirle que lo haga otra vez. Quiero ver ―le dije sonriendo.
― ¡Ya es suficiente, Swan! Deja de reír ―espetó. ― ¡Ay, carajo! Me duele ―gruñó, y se tocó la mandíbula con cautela.
Lo miré y, efectivamente, tenía un golpe grande de color rojo e hinchado. Jared fue fiel a sus palabras. Sí pretendía destruir la cara bonita de Cullen. Sacudí la cabeza, tratando de entender por qué de repente me preocupaba ese idiota.
― ¿Tienes hielo, Rose? ―le pregunté. Todo el mundo quedó en silencio y me miraron sorprendidos. Me sonrojé por la atención.
― ¡Claro que tiene! Ella es la reina del hielo. Ella escupe hielo y la distribuye de manera gratuita cuando alguien no está haciendo lo que dice! ―dijo Cullen burlonamente.
― Sí tengo ―. Ella sonrió y lanzó un paquete de hielo hacia mí. ― Y si sigues, te duermes en la mierda ―le espetó ella a él, haciendo que todos estallaran de risa.
Le puse el paquete de hielo en la cara. ― Mantenlo allí.
Sus ojos se agrandaron y se oscurecieron. ― Gracias, supongo.
― De nada, me imagino ―le dije, y me levanté. ― Me voy de regreso. Estoy hecha polvo ―todos ellos me miraban con los ojos abiertos de par en par. ¿Qué he hecho mal? Siempre he ayudado a la gente. Era la primera vez que ayudaba a Cullen, sí, pero él estaba herido, ¿verdad? ― Buenas noches ―nadie respondió, y me fui, molesta por ese comportamiento.
A la mañana siguiente, me di cuenta desde que desperté que sería un día interesante: Tanya estaba despierta, lo cual era inusual. ― Buenos días.
La miré y asentí con la cabeza, haciendo mi camino al baño. Ya había agua caliente y no me caí, una clara señal de que algo definitivamente era diferente. En mi camino de regreso a mi habitación me tropecé con alguien, no prestaba atención a dónde iba.
― ¡Hey! ―di un grito ahogado y levante los ojos a Cullen. Había terminado su propia ducha, y se veía muy bien cuando estaba mojado. ¡Mi cerebro está mal! Algo había sucedido la noche anterior, algo había cambiado.
― Hola ―me las arreglé para quitar los ojos de su pecho y los puse en su rostro. Él estaba sonriendo, burlón. Seguía siendo el mismo imbécil. Pasé junto a él para regresar a mi habitación.
― ¡Espera! Necesito hablar contigo ―dijo y salió corriendo tras de mí.
― ¿No puede esperar?
― No... verás... la señorita Cope dijo que hay que hacer cosas juntos para demostrar que somos un equipo ―dijo cuidadosamente, midiendo mi reacción.
― ¿Hacer cosas? ―exclamé, y volteé hacia él.
― Sí, tu puedes venir a mis prácticas o juegos y yo ir a ver... lo que sea que haces.
― Estoy asistiendo al Club Verde de la universidad ―me enfadé. ¿Acaso ser el capitán del equipo de baloncesto lo hacía pensar que los demás teníamos vidas patéticas?― Pero, ¿por qué debo creerte? Podrías haber inventado esto ―resoplé.
― No, lo juro ―prometió, pasándose la mano por el pelo mojado. Yo lo conocía lo suficientemente bien como para saber que era un tic nervioso.
― Cullen, tienes un minuto para decirme por qué exactamente quieres que vaya a tu práctica, y deja de mentirme.
― Vaya ... Muy bien, pensé que sería bueno que la gente nos viera juntos. Podríamos dar una mejor impresión como asesores o algo así ―trató de calmarme.
― Una condición ―le dije, sabiendo que no la aceptaría. Él sonrió y cruzó los brazos sobre el pecho, a la espera de oír la condición. ― Tienes que venir y asistir al club conmigo.
― ¡Tienes que estar bromeando!
― Lo tomas o lo dejas ―reí. Le di una palmada en la mejilla, y me volví para irme cuando le oí gemir de dolor.
Volteé hacia atrás para verlo con una mano sobre su mejilla.
― Oh, mierda, lo siento.
― Claro, claro ―murmuró, y desapareció por el pasillo hacia su habitación. Sinceramente, no tenía intención de hacerle daño.
Me fui a mi cuarto y me vestí. Tenía que comer algo e ir a clase. Todavía quedaba una hora hasta que comenzaran las clases, pero yo sabía que las tiendas estarían llenas a esa hora. Necesitaba un café.
Estaba de humor para un Macchiato Caramelo, así que apenas entré en Starbucks me acerqué a pedirlo.
― Que sean dos ―dijo una voz tranquila detrás de mí, haciéndome saltar.
― ¿Caramelo, Cullen? ―le pregunté con sarcasmo.
― ¿Tienes un problema con ello, Swan?
― No... ¿Has pensado en mi propuesta? ―porque yo he pensado en tu pecho desnudo. ¡Dios! Debo apagar mi cerebro y reiniciarlo, algo le había sucedido a mis sesos la noche anterior.
― En realidad, acepto ―me informó.
― Son $6.30 ―nos dijo el vendedor. Cullen le pasó su tarjeta de crédito. ― Cóbrate ambos.
― Eso no es necesario. No voy a caer con esto ―suspiré, disgustada con su comportamiento.
― Todavía no entiendo qué te pasa ―murmuró.
Tomé mi café. ― Gracias por pagar, Cullen.
― Tengo práctica esta noche. ¡Siete en punto! ―gritó detrás de mí. Emití un quejido y seguí mi camino a clase.
Me reuní con Alice para el almuerzo. Esto era vergonzoso. No tenía ni idea de donde se llevaban a cabo las prácticas. ― Alice...
― ¿Sí, Bella? ―dijo ella, impaciente, sin levantar los ojos del libro que estaba leyendo.
― ¿Dónde son las prácticas de basket? ―le pregunté como quien no quiere la cosa.
― En el patio exterior, por supuesto ―dijo de forma automática. Me levanté, tratando de salir antes de que ella se diese cuenta de lo que pedí. ― ¡Espera! ¿Por qué? ―fabuloso, se dio cuenta. Volví a sentarme.
― No hay razón. Solo quería saber... Yo soy la Asesora Residente y debería ayudar a la gente alrededor. Alguien me preguntó y yo no tendría idea de qué decir ―. Parecía que Alice se tragaba mi explicación, cuando el señor capitán hizo su aparición.
― Te equivocas Alice ―se rió entre dientes. ― Vamos a tener la práctica en el pabellón Hec Edmunson.
― ¿En serio? ―se sobresaltó, dejando su libro olvidado.
Cullen asintió con la cabeza y se sentó a mi lado, lanzando una barra de chocolate Mars en frente de mí. Lo miré dubitativa. ― No es veneno.
― Elegante, querido hermano ―se rió Alice, mirándome, entretenida. ¿Recoger la barra de chocolate o no recogerla? Esa es la cuestión. Me mordí el labio y miré luego a los ojos brillantes de Alice.
― ¡Genial, vamos a tener Mars! ―Jacob Black, alguien a quien realmente solo conocía de vista, apareció detrás de mí y saltó por la barra.
― Estás dormida así que pierdes, Swan ―Cullen rió y se encogió de hombros.
― Vete a la mierda, Cullen.
― Bella, ¿sabes? Yo soy Cullen también ―Alice hizo un puchero.
― ¡Estaba hablando con él! ―señalé a su hermano, quien se había dado la vuelta e iba a hablar con Jacob Black.
― Hey, Jake, ¿por qué me dejaste aquí? ―chilló una chica y le echó los brazos alrededor.
Los ojos de Cullen vagabaron su cuerpo, y sonrió lentamente hacia ella. ― Edward Cullen. ¿Tú eres...? ―dijo seductoramente y extendió su mano.
¿Acaso no ven los brazos de la chica alrededor de su amigo?
― Saca de tu mente lo que planeas o lo que Jared te hizo sería nada con lo que te haría yo ―espetó Jacob.
― Ouch. En serio, ¿quién es ella?
― Mi hermana pequeña, Rebecca.
― ¿Él es Edward? ¿EL Edward? ―preguntó ella, emocionada.
― ¿Así me llaman en estos días? Ese soy yo, Rebecca ―sonrió él, ajeno a la mirada de Jacob.
Al final del almuerzo, ella se las arregló para escribir su número de habitación en la mano de él.
― ¡Hey, Cullen! ―le grité antes de ir a mi clase.
Alice y Edward se giraron. ― No tu, Alice ―sonreí y me volví hacia su hermano. ― Si quieres que lo de esta noche pase, confío en que estarás en la biblioteca este sábado a las nueve.
― ¿Nueve? ¿Te has vuelto loca? Bien, bien ―gruñó cuando le miré amenazante.
― ¿Qué estás haciendo esta noche, Bella? ―Alice me preguntó, con miedo.
― Ya verás ―renegué, sin querer pensar en ello.
Después de las clases, volví a mi habitación y me sentí contenta de ver que estaba sola. Ahora, ¿que es lo usa la gente en una práctica de basket? Revisé toda mi ropa del closet, y me decidí por una camiseta con el nombre de una banda de música y un par de pantalones vaqueros que no había usado en mi vida.
Me dirigí a la arena donde se realizaría la práctica.
― ¿Bella? ―Me volví a Rose y le sonreí. Aquí viene...
― ¡Hey! ―Le dije con desgano.
― ¿Qué demonios estás haciendo aquí? ―preguntó, asombrada.
― Viendo la práctica ―contesté, y me mordí los labios. ¿No es eso lo que todos están haciendo aquí?
Emmett salió de los vestuarios mientras hacía mi fuga a un asiento vacío. Había muchos vacíos. ¿Por qué Cullen no me dijo que la gente no viene a las prácticas?
― ¡Boop, qué agradable ver una cara nueva! ―exclamó Emmett. Ahora, todo el mundo que conocía mi horrible apodo ya sabía que estaba aquí. Le mostré mi dedo medio y me senté, resoplando.
― ¿Qué te pasa? Puedes decírmelo, soy como tu hermano mayor. ¿No dormiste lo suficiente? ―preguntó él en modo profesional y se sentó a mi lado.
― Sólo ve a jugar, o lo que sea ―gruñí.
Se levantó con un suspiro. ― Es la falta de acción, te lo digo ―murmuró para Rose y se fue. Ella se rió y se sentó a mi lado.
― En serio, ¿qué estás haciendo aquí? ―me preguntó, divertida.
― Estoy perdida... he encontrado este gran edificio... ―gruñí otra vez.
― Por supuesto, Bella. "¿Tienes un poco de hielo?" ―se burló de mí.
― No sé de qué me estás hablando. Pensé que los amigos se ayudaban unos a otros ―le dije, levantando la barbilla, mirando a la nada.
― ¿Amigos? ¿Desde cuándo Edward y tu son amigos?
― No lo somos ―le contesté de rápidamente.
El equipo salió y Rose y yo nos sentamos allí, viendo como se estiraban y se perseguían unos a otros alrededor. El entrenador Shaw gritaba de vez en cuando.
― ¡Hey, chicos! Bella, me alegro de verte aquí ―dijo Alice, agitada, mientras se sentaba a mi otro lado. Ella probablemente había sido detenida por Jasper en alguna parte.
― Tal vez sólo quería estar sola. ¿No se les ocurrió pensar eso? ―gemí y me desplomé en la silla.
Ellas se encogieron de hombros y empezaron a hablar de los chicos. Ellas sabían mucho sobre el baloncesto y el equipo... Sentí algo de envidia.
― ¿Dónde está Paul? ¿Alguien lo ha visto? ―gritó el entrenador.
― Ocupado con chicas, probablemente ―un tipo, no sé quién, murmuró.
― ¿Por qué no haces cien flexiones? ―el entrenador le preguntó. El chico se tiró al suelo y empezó a hacerlos. Esto tenía aspecto de ejército para mí.
― ¿Quién es? ―pregunté por el que tío que habló.
― El famoso Jared. El que le dio un rodillazo a Edward ―se rió Alice.
― Oh.
A pesar de mi falta de conocimiento podía ver lo bueno que Cullen era en esto. Dio el salto más alto que he visto, y hasta podría hacer anotaciones lanzando por detrás del hombro.
― ¡Break! ―gritó el entrenador.
Me volteé para preguntar a las chicas lo que pasó, pero descubrí que me encontraba sola. Ellas ya estaban corriendo abajo para besar a sus novios, algo que era algo enfermo de ver si me preguntan. Cada uno estaba saliendo con el hermano del otro.
― ¿Por qué la cara larga, Swan? Ya sé que apesto ―me sobresalté y volví la cabeza a la persona delante de mí. Cullen se balanceaba sobre la silla frente a mí, sonriendo.
― Se fueron ―dije patéticamente e hice un gesto hacia a Alice y Rosalie.
Se encogió de hombros y se acercó más, mirándome a mí o a mi... a mis pechos, algo por debajo de mi cuello, de todos modos. Me sonrojé ante su mirada. ― ¿Qué demonios estás haciendo? ―Le pregunté y crucé los brazos sobre mi pecho.
― Led Zeppelin ―sonrió con admiración―, una banda increíble.
― Es cierto, pero no pensé que eras el tipo de persona que los escucha.
― ¿Qué crees que me gusta escuchar? ¡De hecho que no los impostores de hoy en día! ―dijo, falsamente ofendido.
― Yo que pensaba que serías el nuevo miembro de Tokio Hotel ―me eché a reír.
― ¿Qué?
― No me preguntes. Escuché de ellos por tu hermana.
― Suenan como homosexuales ―resopló Cullen. ― Escucha, acerca de los sábados por la...
― ¡No me canceles! Yo cumplí y estoy aquí ―le espeté.
― ¡No, mujer! ―gimió y levantó las manos. ― Simplemente, ¿no puede ser a las diez, tal vez? Nueve es muy temprano.
― Me levanto a las siete y troto alrededor de la escuela todas las mañanas de fin de semana. Es tranquilo y estimulante ―me reí por la mueca en su cara al oírme.
― ¿Siete? ¿Estás loca? ―se pasó una mano por el pelo unas cuantas veces. ― Bien, nueve en la biblioteca. No, nueve delante de su habitación.
― ¿Por qué? ―no lo podía entender. Tampoco lo quería frente a mi habitación.
― Porque... no sé donde está la biblioteca de mierda.
― Es muy difícil pasarla por alto. ¿El gran edificio con columnas? ¿Estilo gótico? Cruzando la Plaza Roja ―le expliqué. No había manera ni puta forma de que yo saliera con él del edificio donde dormíamos.
― No sé dónde está esa plaza de mierda. Anda, Swan ―gimió, implorando con los ojos.
Suspiré enfadada. ¿Cuándo entenderá que no voy a caer con su 'cara bonita'?
― Ocho y media frente a mi habitación ―le dije lacónicamente.
― No voy a ir ni un segundo tarde ―prometió.
― ¡Cullen, deja de encantar a la nueva adición de tu club de fans y mueve tu trasero hasta aquí! ―le gritó su entrenador.
― ¡Ya quisieras! ―exclamé y me reí ante sus ojos esperanzados tras lo que dijo su entrenador.
― Hablamos más tarde, Swan!
― ¿Te importaría explicar que fue eso? ―Rose me preguntó, arrojándose en el asiento de al lado.
― Cosas de las asesorías ―le dije. Fue en parte la verdad.
Tenía mis ojos fijos en el equipo, tratando de dar sentido a lo que estaba pasando.
― Bella, me temo que mi hermano quiere que seas su próxima chica ―susurró Alice con tristeza.
― No va a suceder. Él lo sabe. Yo lo sé ―dije con el ceño fruncido, mientras que Cullen lanzaba la pelota y anotaba desde muy lejos. La siguiente cosa que pasó fue demasiado rápida para saber lo que había sucedido.
Jacob gritó. ― ¡¿Qué?!
Cullen respondió algo, presumiendo y, un segundo después, una pelota se estrelló contra su cara, haciéndole caer.
El club de fans, como el entrenador Shaw llamó, comenzó a gritar y llorar.
― ¡Edwardddd! ―Alice gritó desde mi lado y corrió hacia él.
― Vamos, veamos si está vivo ―dijo Rose con suavidad.
No podía entender por qué de repente odiaba a Jacob y por qué estaba tan asustada por Cullen. Cuando llegamos, el entrenador teníaa una bolsa de hielo envuelta en una camisa sobre el rostro de Cullen. Había sangre en su camiseta y un poco en el suelo.
― Black, ¿te importaría explicar esto? ¡Tenemos un partido en noviembre! ¡No me importa lo que pase en tu vida privada, pero no se maten unos a otros aquí ―gritó el entrenador a Jacob Black.
― Con el debido respeto, señor, ¿qué harías si tu mejor amigo te dice que tu hermana sabe cómo chupársela?
― ¡Black! ¡A mi oficina! Cullen, ve a la enfermería ―se fueron, pero no antes de que Black chocara con Cullen, haciéndole tambalear. Yo era la más cercana y me pareció lo normal agarrar su brazo y evitar que caiga.
Nuestros ojos se encontraron, y dejé caer mis manos. Sentí como si me hubiera tocado un cable de corriente eléctrica, las palmas de mis manos todavía estaban zumbando.
― ¿Puedes caminar, hermano? ―preguntó Emmett con cautela.
― Me golpeó la cara, no las piernas ―respondió, y comenzó a caminar a la puerta.
― ¿Estás perdiendo el toque, ¿eh? ―el tipo llamado Jared resopló detrás de Cullen, quien se detuvo y se volvió hacia él. ― ¿Dos golpes en dos días?
Cullen avanzó a Jared y lo golpeó duro, pero el otro le devolvió el favor, si puede llamarse así.
― ¡Hey! ¡Alto! ¡El entrenador nos va a matar! ―Emmett gritó y fue a separarlos. Cogió los brazos de Jared y Cullen lanzó otro puñetazo, no viendo a su adversario ya no estaba allí. ― ¡Basta! ―Emmett gruñó.
― Bella, ¿puedes llevarlo a la enfermería antes de que se decida a matar a todos? ―me susurró Jasper al oído.
― Vámonos, Van Damme ―le tomé de la muñeca y lo arrastré hacia fuera, haciendo caso omiso de las descargas eléctricas.
― ¿Qué ef lo que le pafa a todof? ―gimió y se dejó caer sobre la pared exterior.
― ¿Por qué tuviste que decirle eso a Jacob?
― Él jue el ifiofa... No yo. ¡Jodef, que dolof! ―se frotó la mejilla con cautela.
― No sé qué me acabas de decir, pero en realidad, pensé que eras más inteligente que eso ―suspiré. ― Vamos a la enfermería.
― No, no lo necesito.
Su rostro estaba hinchado, tenía la nariz rota y había sangre en su boca y mentón. ―Entonces, déjame...― me detuve. ¿Qué diablos estaba por ofrecerle?
― Me lo debí imaginar. Jugarás a la enfermera ―sonrió y empezó a insultar porque le dolió.
― ¡No voy a jugar a la enfermera! Pero vamos ―murmuré, y comenzamos nuestro camino a los dormitorios.
Al llegar a nuestro piso, me puse frente a mi habitación, pero él me cogió del brazo y negó con la cabeza. ¡Oh Dios mío! Yo iba a ir a donde me había prometido que nunca jamás iría: su habitación.
― No, tengo lo que necesito en mi habitación ―insistí. Era parte de la verdad.
― Cójelo y ven ―se encogió de hombros.
Había un problema. No sabía dónde estaba su habitación. ―¿En qué habitación?― Le pregunté apenas.
― Pregúntale a Tanya.
―¿TANYA? ―grité. Se encogió de hombros y asintió con la cabeza, luego me dejó allí.
Mi buena estrella estaba allí para mí... o no realmente. Tanya estaba en nuestra habitación, pintándose las uñas. Fui al pequeño cuarto de baño que teníamos y reuní todo lo que necesitaba. Regresé a la habitación para encarar a Tanya.
― Ehh... ¿me puedes decir algo? ―susurré, sin creer lo que estaba haciendo mientras ponía lo que había reunido en una pequeña bolsa.
― ¿Qué? ―preguntó, haciendo estallar su goma de mascar. Asqueroso.
― ¿Cuál es el número de la habitación de Cullen?
― 253. ¿Por qué? ¿Por fin te diste cuenta de que está caliente?
Le solté un bufido y me despedí con la mano.
249. 251. 253. Aquí estamos. Llamé una vez y contestó, empujándome dentro y cerrando la puerta.
― Quédate ahí ―señaló a la cama, la única cama de la habitación.
― ¿Tienes el cuarto para ti solo? ―di un grito ahogado.
― Uh huh ―murmuró y se sentó obedientemente en la cama.
Limpié la sangre y desinfecté en el labio. ― ¿Sabes cómo poner la nariz de nuevo? ―le pregunté, mordiéndome el labio.
― ¿Hacef qué? ―preguntó, asustado.
Yo había visto gente hacerlo, pero no sabía cómo. Se veía como nuevo, sólo la nariz estaba torcida.
― ¡Oh, deja de lloriquear, ya acabé! ―le gruní. Era peor que una niña.
― ¿Qué harás ahora? ―preguntó, viéndome con interés.
― ¿Deseas tu nariz de nuevo en su lugar?
― ¡No la toques! ―gritó y puso su mano sobre ella, gritando de dolor.
― Voy a tratar, por lo menos ―le supliqué.
― ¿Alguna vez has hecho esto antes?
― No, pero sé cuál es la mecánica.
― Me lo imaginaba. Eso sí, no hagas que se caiga―, susurró.
― ¿Cómo podría hacer eso? ―me quejé, molesta. Pellizqué el puente de su nariz con el pulgar y el índice, e intenté regresarla ganando un grito de él. Se veía igual, así que no había logrado hacerlo.
― ¡Detente, maldita seas Swan! ¡Gracias y todo eso por limpiarme las heridas, pero no toques! ―chilló Cullen, mirándome.
Alguien llamó a la puerta. Cullen fue a abrir. Estaba condenada, la gente empezaría a hablar al enterarse que estaba con él ahí...
― Te ves bien, hermano ―asintió Emmett con la cabeza, y sus ojos se abrieron desorbitados cuando me vio. ― Bueno, Boop... hola.
― Emmett ―susurré, y apreté el trapo ensangrentado en mis manos.
― Aj, su nariz se ve el doble de grande de lo que es ―Emmett rió.
― ¡¿Qué?! ―Cullen preguntó, molesto.
― ¿Qué es eso? ―Preguntó Emmett, distrayendo a Cullen, y rápidamente torció la nariz de su hermano antes de un abrir y cerrar de ojos. Hubo un segundo de silencio y luego, Cullen comenzó a gritar y maldecir.
― ¿Qué acaba de-? ¡BELLA! ―oh vaya, gracias por gritar mi nombre, Alice. Ahora todo el edificio sabe que estoy aquí. La puerta se había abierto de nuevo y esta vez era ella.
― ¡Adiós! ―murmuré e hice mi escape. Estaba a punto de abrir la puerta de mi habitación cuando alguien me agarró del codo.
Esperamos que les haya gustado, ¡gracias por leernos!
