Parte I:

Estaba destrozada, no había nada que pudiera reconfortarme en ese momento, sólo quería desaparecer, y que el dolor desapareciera también, una vez más. De repente alguien llamó a la puerta, sin ánimos para continuar hice el mayor esfuerzo y me dirigí a ella, respiré hondo tomando fuerzas desde lo profundo de mi cuerpo, suspiré y abrí. Y allí estaba, vestido con aquella chaqueta negra que tan bello lo hacía ver. Sus ojos azules cristalinos me miraban fijo develando la sensibilidad de su alma, la fragilidad de aquel hombre que día a día se esmeraba por esconderse tras de un escudo de duras palabras y gestos sarcásticos. Allí estaba yo también, cubierta por un manto de lágrimas, resquebrajándome de dolor por dentro. Lo miré por algunos segundos y comandada por alguna fuerza externa a mí dejé la puerta abierta y me dirigí hacia la sala de estar. Me apoyé en el marco de la entrada mientras él lentamente cerraba la puerta para luego pararse frente a mí. Enseguida volvió a repetirse la misma escena, nos miramos fijos a los ojos y antes que pudiera esbozar alguna palabra, él dijo en un tono apenas perceptible y mirando el piso como avergonzado
-"Hubieses sido una buena madre"
Lo miré mientras una sensación de angustia y enojo recorría mi cuerpo, me acerqué a él.
- ¿Cómo te atreves? Fue lo único que alcancé a decir.
- Me haz hecho la vida imposible todo este tiempo, me haz atormentado una y otra vez insinuando que sería pésima y ¿ahora me dices que hubiese sido una buena madre?
- ¿Por qué siempre tienes que negar todo? ¿Por qué tienes la necesidad de probar a la gente, de hacerla sentir pésimo sólo para probar cuan resistentes y verdaderas son sus intenciones?

La angustia persistía, no podía contenerla, quería gritarle en la cara lo cruel que había sido, el dolor que sentía por dentro, pero sabía que nada de eso serviría, era House con quien estaba tratando, alguien sin sentimientos, una pared, una roca en lugar de corazón.
Levantó su mirada y mirando fijos mis labios sólo balbuceó "No sé".
En ese mismo instante se abalanzó sobre mí besándome y tomándome por la cintura.
Tan pronto como comenzó a hacerlo desapareció en mi cualquier sentimiento que hiriese mi corazón. No podía creerlo, House me estaba besando, era algo que había esperado desde el momento mismo en que lo conocí, era algo que anhelaba cada vez que estábamos solos en mi despacho, cada vez que me miraba con esos ojos de niño herido. Sus labios eran suaves como su forma de acariciar, el momento era perfecto, más allá de mis lágrimas, más allá del dolor. Me sentía en el paraíso, en algún lugar remoto donde la luz alcanzaba a iluminar mi alma, purificándola lentamente al tiempo que Greg besaba mis labios. Aunque fueron unos pocos segundos, el momento fue intenso, maravilloso, era increíble la sensación de sus brazos recorriendo mí cuerpo, la calidez de su rostro, hubiese deseado que durara para siempre…
Lentamente fuimos apartando nuestros labios, nuestros cuerpos. Nos miramos fijo en un instante efímero y él contemplándome con sus ojos llenos de ese algo extraño que parecía poseerlo en ese momento, tal vez pasión, tal vez dolor, tal vez amor, sólo dijo adiós, mientras yo, sumida en estado de completo éxtasis, sólo pude reaccionar para verlo marcharse nuevamente dejándome su dulce sabor en mis labios, y la incógnita de saber qué había sido todo eso...