(Lady Sakura Lee)
La joven mujer caminó frente a él con tanta elegancia y seducción, se diría que lo hacía a propósito. Sesshoumaru sonrió a medias sin quitarle su ámbar mirada de la oscura de ella, que fingía despreocupación, sabiendo perfectamente en su interior que lo había cautivado. Sin poder resistirse más, caminó tras ella hasta que encontró la ocasión perfecta para abordarla, un pasillo solitario en donde ella ya tenía la mano puesta en la perilla de una de las tantas puertas.
- ¿Podrías decirme tu nombre?- Dijo presuroso junto a su oído. Ella volteó rápidamente y lo miró disgustada.
- ¿Pero... quién es usted?... ¿Cómo se atreve?!!
Sesshoumaru sonrió apenas mientras colocaba ambas manos sobre la pared, dejándola casi aprisionada.
- No he hecho nada malo... - Fingió aún sonriendo y sin quitarle la vista de encima. Ella al principio pareció disgustada, pero luego su rostro se relajó y pareció hasta disfrutar de aquel encuentro.
- ¿Sabe quien soy?- Dijo ella como ronroneado, respirando agitadamente y tratando de evitar un poco su insistente mirada.
- Créame... si lo supiera... las cosas serían diferentes...
Ambos se miraron cómplices y sintiendo un hormigueo en sus cuerpos sus mentes parecían también estar pensando en lo mismo. La mujer sonrió entre sus finos labios rojos y justo cuando iba a pronunciar palabra, voces se escucharon acercándose al pasillo que los alertó, Sesshoumaru alejándose rápidamente de la mujer y caminando hacia la salida y ella, entrando a la habitación que estaba más cerca.
Un muchacho de atlético cuerpo desmontó de la motocicleta y al tiempo que sacaba el casco de su cabeza, largos cabellos sedosos y negros brillaron a plena luz. Caminó presuroso por los vastos jardines de la mansión hasta llegar casi al final, encontrándose con un hombre unos cuantos años mayor que él, de cabellos largos y claros que se encontraba sentado tomando el té. Nadie creería que estuvieran relacionados familiarmente, salvo que el color ámbar de sus ojos era inconfundible... en lo único que se parecían. Llegó y se posó frente a él en actitud de pocos amigos. La verdad es que su medio hermano no le simpatizaba mucho, pero esta vez debía cumplir con él, puesto que era un favor y debía devolverle la mano cuando Sesshoumaru le brindó ayuda.
- Que bien... ya estas aquí- Sesshoumaru lo miró apenas mientras se llevaba nuevamente un sorbo de aquel exquisito té de jengibre.
- Sí, ya estoy aquí y no hagas más rodeos... quiero saber qué es lo que tengo que hacer.- Respondió secamente el muchacho mirándolo casi impaciente. Sesshoumaru sonrió apenas y levantó una ceja. Vaya, vaya, el hermanito ya estaba de mal humor.
- Inuyasha, sólo quiero que hagas algo por mí... ya sabes... el favor que me debes.
Inuyasha, que era el nombre de aquel joven impetuoso malhumorado, lo miró apenas haciendo una mueca de desprecio.
- Esa vez yo no pedí tu maldita ayuda.
El joven Sesshoumaru se levantó lentamente y caminó a su alrededor, momentos tensos que aprovechó para mirarlo mejor. Hacía ya varios años que no se veían y quería ver que tan bien se encontraba su huraño hermanito pequeño. Al final se detuvo conforme con su inspección frente a la ya impaciente cara del joven Inuyasha.
- Si no fuera por mí aquella vez... estarías muerto.- Dijo el mayor con una semi sonrisa y mirada de hielo. El joven muchacho sintió la sangre hervir en sus venas mientras intentaba frenar la rabia que sentía acumularse en sus puños. – Esta mujer... - comenzó a decir mientras le mostraba la foto de una atractiva mujer de largos cabellos oscuros y cuerpo de diosa- se llama Kikyo.- Inuyasha miró el bello rostro de la mujer casi impresionado... era realmente hermosa. Sesshoumaru vio su entusiasmo y sonrió tocándolo el hombro.- la quiero para mí.
- ¿Y eso?- Dijo el muchacho sorprendido, no por el hecho que su medio hermano mayor le estuviera casi confesando el interés por una mujer, si no el hecho de qué diablos le importaba a él.
- Hice algunas averiguaciones... no es presa fácil ¿sabes?... es la... acompañante de un hombre muy importante y a la vez peligroso del país... Naraku.
- ¿Naraku?... ¿te quieres meter en líos o qué... - Reprochó el joven chico, pero cayó de pronto al ver la mirada casi graciosa que el mayor le brindaba.-... Bueno... eso a mí no me importa...
- Claro que te importa... dije que la quiero para mí... así que te encargarás de traérmela.
- ¿Qué?- Lo miró creyendo que realmente había perdido la cabeza- ¿me estas obligando acaso a que te secuestre a esta mujer?
Sesshoumaru se alejó y se sentó nuevamente mirándolo apenas, mientras le daba otro sorbo a su té.
- Búscala y tráela... con esto te dejo en paz.- Le dijo mientras dejaba la foto en la mesa.
El impetuoso chico apretó los puños con más ira sin dejar de darle una mirada casi asesina, se acercó y tomó la fotografía arrugándola completamente. Finalmente volteó y caminó presuroso del lugar, mientras se colocaba nuevamente el casco y se marchaba rápidamente en su moto.
La chica caminó con los libros en sus manos y la pesada mochila en su espalda cuando sintió el reloj de la Universidad dar las 9.
- Maldición- Se dijo en un murmullo enojada, mientras calculaba la distancia que la separaba aún del lugar. Corrió apresuradamente y cruzó la calle sin mirar, sintiendo a sus espaldas los bocinazos y reprimendas de conductores disgustados por acto tan temerario e imprudente.
Las puertas de las aulas ya se encontraban cerradas así que entró muy despacio justo cuando el profesor interrogaba a un chico, que al parecer este no tenía la respuesta.
- Ya veo... - Dijo el profesor mirando de reojo a una muchacha que intentaba pasar desapercibida hasta un asiento.- pero tal vez la respuesta la tenga la Srta. Higurashi ¿no?
Todos miraron hacia la chica que enrojeció enseguida pero que a la vez se irguió orgullosa en el asiento y lo miró serenamente.
- Lo siento... acabo de llegar y no escuché...
- Con que acaba de llegar... - Dijo el profesor con tono de voz burlesco mientras ella parecía desafiarle con la mirada. – Si acaba de llegar no le importará entonces que para mañana tiene que entregar un ensayo de 50 páginas acerca de la materia que empezaremos hoy.
Todos sonrieron a medias tratando también en parte de ganarse la simpatía de aquel estricto profesor. La chica bajó la vista derrotada mientras escribía en el cuaderno las instrucciones dadas.
Muchas horas más tarde salió de los campos Universitarios ya a oscuras mientras sus compañeros de curso cuchicheaban a sus espaldas.
- Ahí va, sola como siempre.- Alcanzó a escuchar a una chica decir, mientras ella trataba de apresurar el paso apretando los libros en su pecho y evitar la sensación de incomodidad a sus espaldas, sabía que hablaban de ella, sabía que la miraban.
La oscuridad de la calle no le daba miedo. Ya casi estaba acostumbrada a ello. ¿Peligro? No le temía al peligro, jamás nada le había sucedido, por eso se daba el lujo de ir y venir de la Universidad a la casa a pie. Así podría disfrutar del aire libre. Pero esta vez no estaba para disfrutar del aire libre. Lo sabía, las cosas nunca salían bien, nada salía bien. Derrotada caminaba ya a paso lento, sintiendo casi el peso del mundo sobre sus hombros.
- Maldición... ya sé lo dicen de mí... – y fingiendo la voz comenzó a hablarse a sí misma.- Ah... pero mira... ahí va otra vez sola... la reina del hielo, la que nada la conmueve... - Agachó la cabeza con los ojos semi llorosos mientras su mente la llevaba nuevamente al incidente del cual se había ganado la reputación de frialdad e indiferencia.
Hoyo, un chico de la carrera muy querido por sus amigos y compañeros de curso se había acercado a ella, muchacha de pocas palabras, y se habían hecho novios. Estaba feliz de tener a alguien a su lado, pero el destino le jugó una muy mala pasada cuando el chico murió en un accidente automovilístico. Todos fueron a su funeral, todos lloraron, pero ella no... y ese día, se ganó la antipatía no sólo del curso entero, sino de casi toda la facultad.
- ... ellos no me conocen... no pueden decir eso si no me conocen... - Reprimió la rabia apretando los puños, cuando sintió de pronto que una mano aprisionaba su boca y con la otra sujetaba fuertemente sus muñecas desde la espalda, cayendo todos los libros al suelo, mientras era arrastrada a una callejuela cerca. Intentó forzar, golpeó inclusive una patada en un tobillo, escuchó que alguien maldecía pero aún así la apretó más contra su cuerpo, sintiendo por primera vez el calor de la persona que tenía a sus espaldas. Oh, no, Dios... imaginó lo peor. Llegaron hasta una camioneta en donde la puerta trasera se abrió y vio a un hombre con pasamontañas negro, que acercó un pedazo de cinta hasta su boca que el joven desde atrás liberaba y colocaba rápidamente en sus labios, impidiéndole dar un grito de auxilio.
- Vamos, dame la cuerda.- dijo el hombre de atrás con voz ronca. El otro le entregó un poco de cuerda que el muchacho amarró fuertemente y casi con rabia, porque aún sentía el dolor de su patada en su tobillo. La subieron a bordo y se marcharían rápidamente. Ella estaba sentada en una esquina mirándolos asustadamente, pero las capuchas en sus cabezas no la dejaban debelar el rostro de aquellos secuestradores. La oscuridad también del interior del lugar impedía que los viese claramente. Estaba asustada ¿porqué?... ¿Porqué a ella?... ¿Qué era lo que querían?
Llegaron a una bodega abandonada cerca del puerto y la sacaron a duras penas del vehículo, porque ella se resistía aún. Entraron en el lugar y encendieron las luces, cuando uno de ellos, de mirada azul la miró asustadamente mientras el otro la obligaba a sentarse en una silla.
- Demonios!!! Ella no es!!!
Ella miró al hombre que estaba aún a su lado y alcanzó divisar una mirada brillantemente dorada.
- ¿Qué dices?- Dijo entre dientes volteando para ver al otro hombre que lo miraba con incredulidad.
- No es ella... - Dijo el otro apenas apuntándola con el dedo. El joven de dorada mirada volteó hacia ella que lo miró desafiante, mientras el chico acercaba su mano a su rostro y con poca delicadeza la volteaba a ambos lados, como inspeccionándola bien. Finalmente sacó el adhesivo de su boca bruscamente, emitiendo ella un pequeño grito que él miró con mirada de hielo.
- Si vuelves a gritar juro que te mato.- Dijo secamente. Aquellas palabras tan frías y duras hicieron que ella lo mirara paralizada- Dime como te llamas.
Ella respiró agitadamente muerta de miedo... las palabras no venían a su boca... estaba aterrada. El joven se acercó más a su cara y aún con el rostro fuertemente aprisionado en sus manos le habló rudamente.
- Que me digas como te llamas!!!
- Kagome... Kagome Higurashi...
Continuará...
