Copyright © J.K. Rowling, 1999-2008
El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como de todos los símbolos y elementos relacionados, para su adaptación cinematográfica, son propiedad de Warner Bros, 2000.
Capítulo I:
Draco levanto la vista del libro que estaba leyendo y observo la hora en el reloj, que se encontraba sobre su mesada de luz, indicaba 06:30 de la mañana. Soltó un suspiro que contenía, y cerró sus ojos unos instantes. Era momento de salir de la cama, y comenzar el día. Se deshizo de las sábanas que cubrían su cuerpo, y camino hasta el ventanal, abrió las largas y blancas cortinas, y dejo que la luz del sol se infiltrara en la habitación. Dio media vuelta, a medida que soltaba un bostezo rumbo al baño.
Allí metió la mitad de su cuerpo en la ducha, y tomo entre su mano derecha el grifo. Estuvo unos segundos jugando con la regulación del agua, y luego se sacó el pantalón verde y plateado del piyama. Aunque hubiese terminado el colegio hacía seis años atrás, aún seguía utilizando cosas que le recordaba a su casa, cuando pertenecía a Hogwarts.
Entró a la ducha, y camino hasta donde caía el agua. Allí se dio la vuelta, y permitió que el agua cayera sobre su espalda. Cerró sus ojos unos instantes y luego los abrió mientras se estiraba para buscar los elementos adecuados para la higienización de su cuerpo.
Salió unos minutos después, y enrollo una toalla blanca a su cadera. Se posiciono frente a su espejo, busco el cepillo de dientes, y la pasta dental con sabor a menta, su favorito. Sonrió al espejo, mientras comenzaba con la higienización dental, y luego prosiguió a afeitar, de manera muggle, su rostro. Luego de terminar, se miró unos instantes en el espejo y asintió con la cabeza, al ver que el reflejo que el espejo le devolvía era correcto.
Volvió a su habitación y busco su varita. La tomo, e hizo un rápido movimiento con su mano, para que su habitación quedará ordenada. Hoy era el día libre de su elfo doméstico, por lo que si él no ordenaba, esto sería un desorden. Miro el reloj, 6.47, aún tenía unos trece minutos, para tomar un rápido desayuno.
Bajo las escaleras trotando, y se dirigió a la pequeña cocina. Busco a tiendas el interruptor, unos segundos después la habitación se había iluminado. Camino hasta la máquina del café, y luego de encenderla, camino hasta uno de los aparadores en busca de su taza térmica, debido a que por sus divagaciones y tardanzas, no podría tomar su desayuno en tranquilidad. Encontró lo que buscaba, sonrió y camino a la pequeña ventana, mientras observaba como unas pequeñas gotas comenzaban a caer. El lugar comenzaba a adquirir el aroma de la bebida. Sirvió el café en la taza térmica, y luego le hecho un poco de azúcar. Cerró con fuerza la tapa, y camino hasta el living. Apoyo las cosas en la mesada, busco su saco negro, su maletín y las llaves de su automóvil. Guardo su varita en el bolsillo delantero, y salió a la calle. Saco las llaves de su automóvil del pantalón, abrió la puerta de piloto, de su nueva adquisición, un bello audi plateado último modelo, el cual ni siquiera había salido a la venta aún, pero bueno, tener contactos era una ventaja para un Malfoy. Además de una abultada cuenta bancaria.
Entró en el automóvil, y luego de poner la llave en el contacto y darle marcha, prendió la radio. La música comenzó a sonar inmediatamente e hizo un gesto con la nariz, cuando comenzó a sonar una de sus bandas favoritas.
Vivía en el mundo sin magia, desde que la guerra había sido finalizada. Había tomado aquella decisión, luego de darse cuenta que todos eran iguales, no importan si su sangre era pura, mestiza o sucia; todos eran magos al fin y al cabo.
Al principio le había costado acostumbrarse a vivir rodeados de personas que no utilizaban la magia. Había necesitado de ayuda para acostumbrarse a ellos. Alguien lo había ayudado, cuando estaba en el curso de Medimagia. Luna Lovegood.
Había conocido a la chica años atrás en Hogwarts, pero no fue hasta que entablo una conversación con ella, cuando esta había sido secuestrada, estando en cautiverio junto a otras personas, en su mansión.
Ella siempre había resultado bastante especial, y se había dado cuenta que Luna no le tenía rencor alguno. Cuando le conto que se había mudado, le había preguntado gentilmente si sabía cómo vivir allí, y él le había respondido con una terrible sensibilidad, que no sabía. Ella le había sonreído, y le había prometido enseñarle como rodearse de muggles y vivir como uno de ellos.
A él no le había costado nada aprender, y Luna se sentía orgullosa de su alumno. En pocas clases, cuando se reunían en el pequeño apartamento de la chica, luego de sus clases, Luna y Draco habían forjado una amistad, aunque el chico, seguía descreyendo de la existencia de los Nargles. Pero sabía que eso era lo que hacía especial a Luna.
Sacudió su cabeza, y freno su automóvil en un semáforo aprovechando la ocasión para aumentar el volumen del estéreo. La canción "She Loves You" terminó, y fue reemplazada por un clásico de Nirvana "smells like teens spirit".
Estaciono su automóvil, y luego cerró la puerta de su auto, mientras veía como una cabellera rubia se acercaba a él. Hizo una media sonrisa, y camino hasta la mujer que colgaba aretes de rabanitos en sus orejas.
– Buenos días Luna. – dijo educadamente mientras la abrazaba brevemente por sus hombros y seguía caminando, ejerciendo el control en el andar de la chica.
– Dragón. – Respondió ella. El frunció el ceño, y entrecerró sus ojos. Odiaba el sobrenombre que ella había optado para él.
– Luna, ¿qué te dije acerca del Dragón? – Preguntó él mientras entraban al hospital, y saludaba educadamente a la recepcionista con un movimiento de la cabeza.
– Que no te gusta que te diga así, pero- ella se encogió de hombros. – Sabes que no te haré caso, y seguiré llamándote así.
Ella sonrió con inocencia, y Draco revoleo sus ojos, sonriendo. Esa Luna… Nunca cambiaría.
Al entrar en el hospital, Luna se dirigió hacia su área –ella era neuróloga-, y Draco a la suya. Él era médico clínico. Se despidieron y quedaron en que almorzarían juntos en el comedor del hospital al mediodía.
Al llegar al área de los lockers, Draco sacó su bata blanca y la apoyó en una banqueta frente a él, mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba en el locker. Se puso con pereza la bata, y se dirigió a su oficina. Se sentó en su confortable silla de cuero, y comenzó a leer detenidamente uno a uno los expedientes de los pacientes que tenía para hoy. Suspiró y, con los archivos en la mano, se dirigió hacia la sala de atenciones. Había varios casos… "Normales", por así decirlo. Había un par de mordeduras, algunas picaduras, y un par de maleficios menores.
- Entonces, señora Hart, ¿qué dice usted que la… Picó o mordió?- Preguntó Draco, observando de lado a lado la hinchazón que tenía la mujer en su antebrazo izquierdo.
- Una doxy, doctor.
- Una doxy… Bien… Entonces…- Draco se calzó sus lentes y buscó en el armario de antídotos, hasta encontrar un pequeño frasco de color verde musgo brillante. Volvió hacia la paciente, bajó un poco sus lentes y la miró.- Señora Hart, tiene que tomar éste antídoto. Pero dígame, ¿ha usted comido algo en las últimas tres horas? Porque de ser así, debería esperar un poco para tomarlo, así no hay efectos secundarios…
Al cabo de quince minutos de preguntas y respuestas, Draco logró terminar con la señora Hart y por fin ya no quedaba nadie más a quién atender. Salió del consultorio, cansado, como si hubiese cargado cien kilos en su espalda. Lo mataba estar parado durante horas, pero ayudar a la gente era su recompensa.
Le echó un vistazo al ostentoso rolex que llevaba en su muñeca izquierda, y vio que era hora de reunirse con Luna. Fue hasta su oficina, se quitó los lentes y con suavidad los dejó sobre el escritorio. Caminó con pereza hasta la puerta, se estiró y luego salió.
De camino al comedor, inmerso en sus pensamientos, pasó por la sala de urgencias. Notó que había una revolución de gente allí. ¿Necesitarían ayuda?, pensó curioso mientras se acercaba hasta ellos.
- ¿Dominique, necesitan de mi ayuda?- Preguntó a la enfermera más cercana. Con el montón de gente no veía muchos desocupados con quiénes hablar.
- ¡Sí doctor Malfoy! ¡Es una terrible emergencia, hay que atender de inmediato a la señorita Granger!- El apellido resonó en la cabeza del muchacho.
- ¿G… Granger, has dicho?...
- ¡Sí! Se trata de la Ministra, la señorita Granger.
Draco se sintió ligeramente mareado y aturdido. ¿Granger? ¿Era posible? ¿Sería aquella chica a quien él había atormentado durante años en Hogwarts?... ¿Sería ella su próxima paciente, herida de muerte? Su corazón comenzó a latir con fuerza, sentía su apellido resonar en su cabeza. Con un poco de temor, pero apresurado, se acercó hasta la camilla en donde, efectivamente, se encontraba Hermione Granger. Herida, muy herida, casi letal podría decirse. Con rapidez leyó el reporte del medimago que la había buscado en la ambulancia. Había tenido un accidente automovilístico, de frente contra un camión de transportes. Al no llevar el cinturón de seguridad, había salido volando por el parabrisas. Tenía heridas leves, otras preocupantes, y otras que daba miedo siquiera mirarlas… Su cara estaba cortada por todos lados, los brazos igual, y tenía un gran pedazo de vidrio incrustado en el pecho, muy cerca del corazón… Sabía que tenía que actuar rápido y salvarle la vida a como diera lugar, pero todo su cuerpo temblaba. ¿Qué sería de ella? ¿Y de él?...
Primero, antes que nada, le quiero dar las gracias a Sil por betearme la historia. Sin vos estaría perdida, y por compartir conmigo este amor por Hermione y Draco.
Segundo. Muchas gracias a todos los que lean, y por favor, les pido, comenten la historia, quiero tener comentarios constructivos. Comentar no les cuesta nada, le saca pocos segundos de su vida.
Tercero. No se cada cuanto voy a actualizar, pero prometo no tardar mucho.
Saludos. AzuuMalfoy.
