El sonido de unos pasos sobre el suelo de madera del porche despertaron a Sam. Últimamente estaba muy susceptible ante cualquier sonido, debido a sus recién adquiridos poderes, por lo que dio un salto de la cama al oír el primer, aunque leve, sonido que indicaba que había alguien en el porche de su casa.

Miró por la ventana de su dormitorio y vio a alguien. Una chica.

Bajó lentamente las escaleras, no fuera a despertar a su madre, que dormía en la habitación contigua a la suya.

Abrió la puerta que daba a la calle con sumo cuidado y salió al exterior. Pronto pudo ver que quien le esperaba era Leah.

- Que haces aquí? – Preguntó Sam a la vez que consultaba su reloj de pulsera – son las tres de la mañana.

- Quería verte.

- Sabes que no es lo más apropiado. Si alguien te viera aquí…

- Me dan igual los demás. – parecía que Leah fuera a ponerse a llorar – qué te ha pasado? – consiguió decir con un hilo de voz.

- Las cosas han cambiado, Leah. Todo es distinto ahora.

- Pero porque? Que te ha pasado en estos días? – dijo Leah mientras una lágrima recorría su mejilla. Leah se iba acercando cada vez más hacia Sam, que seguía en la puerta, sin apenas moverse.

Sam no respondió. No tenía respuesta, al menos no una que pudiera dar a la gente que le rodeaba.

- Simplemente has dejado de amarme? De un momento a otro te ha enamorado de Emily y a mi me has olvidado? – dijo Leah sollozando. Su voz reflejaba dolor. Un dolor tan profundo que hería a Sam más que cualquier arma.

Sam continuó sin decir nada. Como podía explicar que daría su vida por Emily? Como contarle qué era la imprimación, si ni siquiera él mismo acababa de comprenderlo.

- Es que no vas a decir nada? – dijo Leah, ahora a la defensiva.

- No puedo responder a todas esas preguntas que me haces. – dijo sam ocultando su dolor.

- A ninguna? Ni siquiera a la más importante?

Sam la miró, parecía intrigado.

- Has dejado de quererme?

- No.

- Entonces?

- No lo se, Leah. Ni siquiera yo acabo de comprender todo esto.

- Que no lo sabes? Que no lo comprendes? – preguntó Leah, levantando la voz con cada palabra que decía – Como te atreves, Samuel?

- Leah, cálmate. No levantes la voz – dijo Sam, intentando calmar a Leah. Ahora era él quien caminaba hacia Leah.

- Es mi prima! Si querías dejarme porque no elegiste a alguien que estuviera cada segundo conmigo?

- Yo… no he tenido elección. – dijo Sam en susurro apenas audible. Siguió avanzando, con el brazo hacia delante para posar su mano sobre la mano de Leah.

- Aléjate Sam. No te acerques.

- Leah, escúchame, por favor.

- Ya no quiero escucharte. Ya no quiero verte. – Leah estaba llorando de nuevo y retrocedía hacia el exterior del porche, hacia el bosque.

- Leah..

- Samuel, por favor. – Leah se volvió y se adentró en el oscuro bosque mientras Sam le gritaba algo.

- Leah, lo siento!

Su voz se perdió en la distancia mientras Leah seguía corriendo por el bosque, con los ojos repletos de lágrimas de dolor. Dolor por haber perdido al amor de su vida, para siempre.