Hola chicas! Aquí estamos con una nueva historia, dedicada a alguien muy muy especial, que esperamos les guste y sea merecedora de muchos reviews.

Recuerden que nada nos pertenece, la historia es de C. Lockhart y los personajes de S. Meyer.


Uno

Bajo cualquier otra circunstancia, Jasper Whitlock se hubiera permitido deslizar la mirada a lo largo de su cuerpo, fijándose en ella como mujer.

Verde como la hierba de verano, pura como la primera nieve, pero con una sombra de pesadumbre que sugería algún daño del pasado. Sintió el deseo de estirar la mano y acariciarla para que desapareciera, pero apartó al instante aquella idea ridícula. El rancho del Canto del Viento no funcionaría solo. Él no tenía tiempo para mujeres, por muy tentadoras que fueran.

De pie, ella mantenía los brazos cruzados. ¿Sería para ocultar los nervios que ya había traicionado con el temblor del labio inferior?

-Su madre me dijo que podría esperar aquí.

Jasper asintió. No era culpa de aquella mujer que él hubiera pasado una larga noche en la carretera. Lo único que deseaba era una cerveza fría, una ducha y unas sábanas inmaculadas. Quizá si ella fuera directa al grano, conseguiría estar arriba en menos de quince minutos y dormido en treinta.

-Soy Jasper Whitlock.

-Ya me lo ha dicho su madre.

Él enarcó una ceja cuando ella no se presentó al instante.

-Y usted es…

Ella esbozó una sonrisa tímida que desapareció en el acto.

-Alice Cullen.

Alice. Bonito nombre; suave, femenino y digno. Era más que probable que Alice Cullen fuera otra de las causas de beneficencia de su madre, que últimamente se dedicaba a las viudas y los huérfanos. El cochecito de bebé que estaba a su lado corroboraba aquella idea.

Esme nunca había querido que ninguno de sus hijos olvidaran su procedencia y lo afortunados que eran en el prsente. El hecho de que Alice fuera una mujer bonita solo serviría para que estirara un poco más el bolsillo.

Como era de cortesía, le ofreció la mano. Alice la aceptó, deslizando su delicada y pequeña palma entre la grande de él. Era suave, pensó él imaginando cómo aliviaría aquella mano los nudos de tensión que tenía e los hombros. La soltó despacio. El viaje debía haber sido más largo y solitario de lo que había pensado. Llevaba meses sin una mujer, pero eso no era suficiente para fantasear con una viuda y con su huérfano. Conseguir vivir con comodidad de la dura tierra de Wyoming ya era bastante problema.

-¿Qué puedo hacer por usted, Alice Cullen?

-Soy… era… la hermana de Rosalie Cullen.

Había soltado aquellas palabras sin aliento y con tono de dolor. Enarcó un poco las cejas al mirarlo con aquellos intensos ojos verdes, como si esperara que hubiera reconocido el nombre.

-No creo haber tenido el placer…

Alice dio dos pasos atrás.

-¿No ha oído el nombre de mi hermana?

El sacudió la cabeza.

Incluso aunque hubiera dado dos pasos atrás, todavía estaba lo bastante cerca como para que él aspirara su aroma a flores salvajes mezclado con el de la determinación.

-Esperaba que ya lo hubiera oído y que esto no fuera a ser tan difícil.

Jasper frunció el ceño.

-Siga.

Ella bajó un brazo para agarrar el manillar del coche con el niño. Una madre protectora. Jasper deslizó la mirada hacia el bulto bajo la manta azul. Al instante se le secó la garganta.

De repente supo con toda claridad que Alice Cullen no estaba ahí para esperar ningún acto benéfico.

-Entonces esto va a resultar una terrible sorpresa para usted…

Se hizo un incómodo silencio. La sorpresa era una carta a la que las mujeres jugaban muy bien y las cartas restantes eran un baile de decepción.

Jasper no hizo nada para aliviar la tensión reinante. En vez de eso, empezó a tamborilear los dedos en la estantería de la chimenea.

-Siento tener que soy yo la que le cuente esto, pero…

Se humedeció el labio inferior con la punta de la lengua traicionando la tensión que estaba intentando ocultar.

La combinación de sus ojos y su voz le recordó el susurro el viento y la seducción de una noche de luna, pero Jasper estaba seguro de que no le gustaría lo que iba a oír.

-Mi hermana…-inspiró con fuerza-. Mi hermana tenía relaciones con un Whitlock.

-¿Perdone?

Su tono contenía la frialdad de un invierno de Wyoming. ¿Cómo se atrevía a estar allí en su casa, la casa por la que él había luchado tanto lanzando acusaciones de aquella índole?

Alice enderezó los hombros para la batalla y apretó los labios.

Con los puños apretados, Jasper soltó:

-¿Me está acusando de ser el padre de este niño?

-Parece ser que Rosalie tuvo relaciones con…

-Buenos días, señorita Cullen. Si tiene algo más que decir, llame a mi abogado.

-¡Espere!

Su familia había sido victima de los engaños de una mujer dos veces y que le ahorcaran si pensaba permitirlo por tercera vez. Se volvió en seco y agarró el pomo de la puerta.

-Por favor, espere. Escúcheme.

Jasper se detuvo. Su silenciosa desesperación le conmovió aunque no debería permitírselo.

-Rosalie estaba saliendo con su hermano.

-¿MI hermano?

-Emmett es su hermano, ¿verdad?

Jasper asintió. De los tres hermanos, Emmett era el menor, el más rebelde e inquieto.

-Rosalie tuvo un hijo con Emmett.

La inmediata respuesta instintiva de Jasper la hizo dar un respingo.

-¿Está insinuando que mi hermano tuvo a ese niño y le dio la espalda.

-No es una insinuación… Es un hecho.

-Un hecho. Ya entiendo. Y la madre del niño, su hermana, está… ¿por qué no está aquí?

Alice frunció el ceño y sus ojos se ensombrecieron de angustia mientras se le velaban las lágrimas. Jasper se negó a dejarse arrastrar por la intensidad de aquellas emociones. Había demasiadas cosas en juego. Al no encontrar respuesta, continúo:

-¿Por qué la ha enviado a usted? ¿Es quizá la mejor mentirosa de las dos?

Sus furiosas palabras resonaron en el aire.

Alice inspiró agitada y lo miró con intensidad.

-¿Mentirosa?

-Sí, señorita Cullen. La estoy llamando mentirosa.

El dolor que irradiaba de sus ojos casi convirtió su invierno interior en primavera.

-No soy una mentirosa.

-entonces quizá haya interpretado mal la situación.

-¿Cómo iba a interpretarla mal?

Al ver la genuina angustia que sus palabras habían provocado, Jasper apretó los puños Conteniendo la frustración intentó una actitud entre la calma y el control.

-Entonces, quizá su hermana le mintiera a usted.

-¿Cómo se atreve? –Alice apretó los labios y la mujer ofendida desapareció para dejar paso a la guerrera-. Mi hermana no…

-Si su hermana es una santa, entonces está implicando que mi hermano carece de valores morales, ¿no es eso?

-No sé que pensar –comentó ella en voz baja.

-¿Cuánto? –preguntó él hartándose de su juego.

Haría lo que fuera por proteger a su familia de las falsas alegaciones de Alice aunque le costara la mitad de su cuenta corriente.


¿Q les pareció? Nos leemos pronto :D