HIJA DEL VOLGA

I. CICATRIZ

La mujer estaba recostada sobre un elegante sillón cubierto con una piel cara y algo ajada, como si hubiese tenido mucho tiempo con ella. Su cabello dorado caía desordenado por sus hombros, bajando por la turgente curva de su pecho hasta el vientre completamente liso, la piel blanca inmaculada que sólo interrumpía el casi infantil rubor de las mejillas y los ojos violáceos, chispeantes, la clase de chispa que una persona joven, inteligente y llena de vida tiene. Su vista estaba atenta al ventanal, cerró los ojos un instante y suspiró, cabalgar la dejaba extenuada, le gustaba mucho, y le agradaba porque no había nada más placentero que sentir el viento gélido del bosque de abedules contra sus mejillas y mientras este penetraba por su nariz sentía que le desgarraba los pulmones dejándola sin aliento, aquello le recordaba que era libre, que estaba viva… libre y viva ¿había una mejor combinación que esa?.

La punzada recurrente recorrió su cuerpo, era un dolor pasajero y ya casi imperceptible, se había acostumbrado a él y a medida que pasaba el tiempo aminoraba, se llevó una mano al vientre por debajo de la ropa, deslizó los dedos hasta llegar a la cadera, subió por la estrecha cintura y un poco más arriba, tocó la cicatriz de casi cinco pulgadas en su costado, a penas dibujada, algo oscurecida como un pequeño hilillo de piel más oscura que el resto, cuando tocaba esa marca podía recordar vívidamente el dolor que sintió esa tarde cuando su frame se desplomó y pensó que todo había terminado, sintió la tibieza de su propia sangre empapando el traje de piloto desgarrado y la desesperación de no poderse mover de cabeza como estaba y luego el calor de las llamas que lentamente estaban consumiendo el armazón… pero eso… ya había quedado en el pasado.

Abrió los ojos de nuevo y atisbó por el ventanal, observó al niño rubio, de un rubio más claro que el de ella, corriendo y gritando atrás de un pastor inglés.

- ¡Yura1!. Gritaba atropelladamente el niño en ruso al perro mientras tiraba de su cola.

- Arkadiy deja en paz a ese perro… Comentó Monika desde la terraza mientras miraba al niño, quien sorprendido vio a su madre como descubierto en plena travesura, corrió hacia ella trepando por el mármol y barandal de la terraza hasta brincar al otro lado. – Te he dicho que no me gusta que hagas eso Arkasha2. Reprendió al niño de seis años que se abrazó a sus piernas.

-¡Mama ya l'ubl'u teb'a3!. Gimoteó el niño mientras le dirigía una mirada tierna con sus ojos azules, azules y cristalinos como el topacio.

-Ya takzhe l'ubl'u teb'a Arkasha4. Dijo Monika mientras cariñosamente abrazaba al niño y acariciaba su rostro infantil.

-Es hora de cenar, así que lleva a Yuri a su casa, seguro él también tiene hambre.

-¿Yura también? Pero él todavía quiere seguir jugando conmigo otro rato. Puso cara de consternación mientras observaba al perro que estaba parado frente a Monika como implorando también otro rato de juego y por supuesto una noche dentro de la habitación tibia del niño. ¿Quién no querría dormir en una habitación con chimenea y alfombra mullida incluida?.

A veces cuando el imploraba con tanta insistencia o incluso cuando se apasionaba por algo le recordaba lo indecible a su padre, sí, se parecía a él en esos momentos, tenía la misma clase expresión en el rostro, su padre también tenía la expresión inocente y llena de esperanza de un niño… siempre pensó que era un niño atrapado en el cuerpo de un adulto, bueno afortunada o desafortunadamente no para todo había sido un crío. Esos pensamientos dibujaron una sonrisa misteriosa en su rostro perfecto.

-Lo voy a pensar pero vete a lavar las manos para cenar.

-¿De que te ríes mama?.

-De nada Arkadiy. Le dio una pequeña palmada al niño y este frunció el ceño molesto de que le ocultaran algo, le lanzó una mirada dubitativa, le daban celos de imaginar que su madre pudiera estar pensando en alguien más que no fuera él, a menos claro que se tratara de su padre, al que nunca había conocido.

-Piensas en papa. Siempre que piensas en papa te pones triste. Aseguró el pequeño bajando la mirada pensando en que ella podría regañarlo, pero era cierto, siempre que se acordaba del padre de Arkadiy se ponía nostálgica, él quería saber más de su padre, quería saberlo todo, pero ella no le hablaba mucho del tema, y la única vez que se aventuró a husmear en la cómoda, específicamente en el cofre de madera donde Monika guardaba bajo llave sus viejos recuerdos, lo descubrió y lo regañó con tanta energía que no le quedaron ganas de volver a husmear.

Él y ella sabían que la respuesta a sus preguntas estaba dentro del cofre.

-¿Y las manos Arkasha?. Preguntó la rubia levantando una ceja, signo inequívoco de que no se lo iba a decir una vez más sin llevarlo de la oreja directo al lavabo.

-Ya voy, ya voy…- El niño dio la vuelta arrastrando los pies cabizbajo, seguido del enorme perro lanudo que parecía también haber bajado la cola para la ocasión acompañando a su amo en aquel viaje mísero hacia el lavabo. Cuando Monika los vio no pudo contener la risa, y pensó que toda esa teatralidad también la había heredado de su padre, seguro no de ella.

1 Diminutivo del nombre ruso Yuri.

2 Diminutivo del nombre ruso Arkadiy.

3 Mamá, te amo.

4 Yo también te amo.