Dos hombres se sentaron en ese bar. Estaban uno al lado del otro, por unos momentos, mientras ordenaban y recibían lo que habían pedido, fingieron que no estaban ahí.
Hasta que uno de los dos rompió el silencio.
- ¿Cómo te fue? -pregunto sin mirar al otro hombre el pelirrojo-
El otro lanzo un fuerte suspiro mientras agarraba su vaso.
-Mal. Descubrí que me engañaba a los tres días -respondió el pelinegro llevándose el vaso a los labios, intentando calmarse bebiendo el líquido-
El pelirrojo también suspiro mientras agarraba su vaso.
- ¿Supongo que tampoco te fue muy bien? -pregunto el pelinegro al haber tomado la mitad del vaso-
-No -respondió frunciendo el ceño el pelirrojo- Ella dejo bastante en claro que no me amaba al pasar una semana.
Ambos hombres se quedaron callados, hasta que el pelinegro comenzó a reír llevándose una mano a los ojos, el pelirrojo viéndolo expectante.
- ¿Realmente valió la pena? -pregunto a la nada el pelinegro- ¿Realmente valió la pena abandonar a la única mujer que nos amo a los dos como si fuéramos su mundo por unos malditos rumores?
El pelirrojo se quedo callado, su mano apretando fuertemente su vaso, casi al borde de romperlo.
-No -respondió el pelirrojo- No valió nada.
-Pues yo no pienso seguir con esta farsa de que "No la amamos" porque ambos sabemos que si le llega a pasar algo a ella y a los niños nosotros no lo soportaremos -exclamo el pelinegro con una sonrisa amarga-
-Lo sé, yo tampoco -respondió el pelirrojo aflojando el agarre en su vaso-
- ¿Vamos a buscarla? Seguro querrá matarnos y castrarnos despues de lo que dijimos, pero yo no voy a abandonarla a ella ni a los niños -propuso el pelinegro con una sonrisa-
-Vamos -respondió el pelirrojo levantándose de su asiento seguido del pelinegro-
Ambos arrojaron el dinero de las bebidas en la mesa, sin importarles que se hallan pasado con la cantidad, y corrieron saliendo del bar, bajo la mirada confusa de todas las personas ahí.
Seguían corriendo por las calles de la gran ciudad, empujando a personas en el camino, ignorando las quejas, y cruzando las calles sin importarles que por poco son atropellados.
Doblaron una esquina y se congelaron con lo que vieron.
-No puede ser… -murmuro el pelinegro, el pelirrojo no pudo ni comentar algo por el shock-
Ahí, donde se supone que vivía la mujer que los amo a los dos como si fueran su mundo, estaba todo en llamas.
Ellos reconocían que esto fue causado, y al parecer no les importo que hubiera niños ahí.
Escucharon unos gemidos de dolor, he inmediatamente corrieron hacia la fuente, que resultaba ser un callejón junto a la casa. Al llegar abrieron sus ojos en shock, sus respiraciones quedaron en sus pechos, sus corazones no parecían querer latir, y sus cuerpos quedaron quietos como estatuas.
Al final del callejón, donde claramente había escombros quemados, estaba la mujer que amaban mas que a sus propias y miserables vidas, la que habían dejado por no poder soportar los rumores y las miradas de desprecio. Junto a ella, estaban los tres tesoros que habían dado vida. Todos inconscientes y con quemaduras severas, pero la que mas estaba herida era ella, obviamente los había protegido, sin importarle que su vida hubiera acabado en el proceso.
Recuperaron su respiración, sus corazones volvieron a latir, solo para que sonaran frenéticos, corrieron hacia la mujer y los niños que estaban inconscientes pacíficamente como si no supieran lo grave de la situación.
- ¡YELLOW!
…
Entraron corriendo al hospital, uno llevando a los niños, y el otro a la mujer.
- ¡Por favor tienen que ayudarles! -grito el pelinegro quien llevaba a la mujer-
Unas enfermeras se acercaron y vieron las heridas en los niños y la mujer, inmediatamente se alarmaron y corrieron a buscar unas camillas.
Los hombres vieron como se llevaban a su mujer y a sus hijos, estaban respirando forzosamente, y el pelirrojo por una vez en mucho tiempo, sintió miedo por lo que podría pasar.
Un doctor, que parecía de unos cuarenta años, se acercó a ellos.
- ¿Por qué la trajeron? Entiendo porque a los niños, pero ¿Por qué trajeron a esa… -se quedo corto cuando el pelinegro lo agarro de la bata de hospital y lo empujo hacia adelante para que quedaran frente a frente-
-Escúcheme bien, porque no se lo volveré a repetir, vuelve a insultar a nuestra esposa y lo pagara caro -sus ojos dorados brillaron afirmando que no mentía, el ya estaba harto de que insultaran a su amada de esa forma, el rio amargamente en su mente, si tan solo hubiera hecho esto antes…-
El doctor lo miro seriamente y luego al pelirrojo que también lo estaba fulminando con la mirada, algo sonó suavemente en su cabeza al darse cuenta de la realidad.
La dura y cruel realidad.
- Ella realmente no es lo que dicen ¿Verdad? -pregunto con cierto brillo se tristeza en su mirada-
-No, no lo es -respondió fríamente el pelirrojo-
-Ya veo… Yo me encargare de tratarla, no creo que los otros entiendan la situación.
Los hombres lo miraron seriamente, lo analizaron esperando que sea otro engaño, sin embargo, al ver que realmente no mentía, el pelinegro solo lentamente su bata y lo miro seriamente.
-Mas le vale que no este mintiendo, de lo contrario usted no tendrá un final bonito -amenazo con el pelirrojo asintiendo para confirmar que no mentían-
- De acuerdo, ya mismo me pongo a trabajar -dijo y se fue a paso apresurado, aunque los hombres no sabían si era por la prisa de ir a atender a su amada esposa o a la amenaza, de cualquier forma, decidieron estar alertas-
…
Ahí estaban ellos, sentados a cada lado de la rubia, su cabello suelto brillaba aun por la poca luz que había en la habitación, había vendas en casi todo su cuerpo, sabían por los que les dijo el doctor que la espalda es lo que mas resulto afectado y que probablemente deje una cicatriz.
El pelinegro estaba sentado mientas sujetaba la mano de la rubia en la suya, el pelirrojo hacia lo mismo con la otro.
Ambos, mientras la miraban, pensaron los mismo.
-Lo siento, esto es mi culpa, y nada más que mi culpa.
