Capítulo 1:
Al terminar la guerra, Harry no quería ni oír hablar sobre convertirse en auror ni nada por el estilo. Había tenido suficientes emociones como para cubrir el cupo de tres vidas enteras. De todos modos, y como él mismo bien sabía, no era esa clase de personas capaces de quedarse lo que le quedaba de vida viviendo de las rentas de su herencia y su fama, a si que decidió montar un pequeño negocio de exterminación.
Esta pequeña empresa apenas le daba beneficios, ya que era más un pasa tiempo que un oficio real, pero le gustaba mucho ya que le dejaba tiempo para poder dedicarse a su mayor pasión: los gatos. Se había vuelto como el típico estereotipo de solterona rodeada de gatos. Tenía tantos gatos que a veces le era difícil reconocerlos entre ellos hasta a él mismo.
Cuando fue a crear el negocio se dio cuenta de que necesitaría ayuda de alguien, algo así como una secretaria para que le organizase el papeleo y concertase las citas y trabajos, de modo que se puso a buscar a alguien para el puesto.
En cuanto la noticia de que Harry Potter estaba ofertando un trabajo salió a la luz todo el mundo corrió desesperado a enviar sus fichas laborales, ya que nadie quería perderse la oportunidad de trabajar codo con codo con el mismísimo mago que venció a Voldemort.
En cuanto comenzaron a llover los candidatos, Harry se dio cuenta de que no necesitaba a un adulador que no le dejase ni ir al baño sin que le persiguiese preguntando si necesitaba más papel o ayuda para lavarse las manos. Necesitaba a alguien capaz de hacerle frente si es que se subía a la parra, que no encontrase ningún problema en amonestarle si es que llegaba tarde o recibía alguna queja, a demás de que fuese competente en su trabajo. Necesitaba a alguien que le diese exactamente igual que él fuese El-niño-que-vivió… y por desgracia Hermione no estaba disponible.
Se pasó días revisando todas las solicitudes que había recibido; hasta que un día, algo le llamó la atención. Entre tanta cara desconocida había reconocido la fotografía de un rostro conocido: Draco Malfoy.
En un principio se había sorprendido de que él mandase una solicitud, y se dijo a si mismo que lo descartaría en seguida. Pero tras meditarlo seriamente se dio cuenta de que, muy a su pesar, era el candidato perfecto: Competente, hablaba varios idiomas (lo cual era un excelente Plus añadido a su favor) y sabía de sobra que no tendría ningún reparo en echarle una buena bronca o bajarle de las nubes bruscamente si llegaba el momento.
De esta manera, y sintiendo una extraña emoción por volver a verle, llamó al Malfoy para comunicarle que el puesto era suyo.
Llevaban ya cuatro años trabajando juntos. Malfoy se encargaba de contactar con los clientes, ayudarle con las plagas más difíciles que el sólo no podía controlar y de cuidar de sus gatos mientras estaba de viaje, ya que, de vez en cuando, tenía que hacer algún trabajo lejos de Inglaterra. No le importa que el rubio entrase en Grimmauld Place, es más, se estaba dando cuenta de que estaba desarrollando una extraña confianza ligada a un afecto bastante raro hacia su compañero.
Y esa era una de esas veces. Tenía que irse en unas horas para ir a Suecia, donde tenía un trabajo donde habían solicitado expresamente su ayuda, a pesar de que apenas representaba dificultad alguna.
En ese momento estaba preparando una poción que les daba a sus gatos para que no echasen bolas de pelo cuando un fuerte ruido proveniente de la calle alarmó a Harry, haciendo que pegase un pequeño respingo y que se le cayese el bote del ingrediente que estaba echando en ese momento en el caldero. En cuanto el frasco entró en la poción a medio preparar hubo una pequeña explosión que llenó la sala de un humo naranjizo que hizo que el mago se desplomase en el suelo inconsciente.
