Bueeeh no estoy acostumbrado a hacer un fic que no sea un one shot pero a ver si no me aburro y lo dejo bahaha, espero guste 2-3

CAPITULO l "Primer encuentro y una mirada salida del mismo océano"

Eme aquí sentado en una de las enormes escaleras de este "Instituto",

Pero coño. ¿Cómo que Instituto? Esto parece el castillo de Drácula, a pesar de que este lugar tiene "solo" 50 años, parece más viejo que la edad media, bueno y a

todo esto.. ¿Qué demonios hago aquí?, verán dadas mis malas calificaciones y mala conducta, me han traído aquí. A un tétrico convento mejor dicho un internado religioso, si aquí pasare el resto de mi último año, entre monjas y vírgenes. Joder si vieran la clase de humanoides que pisan la entrada. De verdad me causan pena esas pobres almas en desgracia. ¿Cómo pueden estar tan felices que los priven de su libertad?. Me es

insoportable ver cada una de las felices e hipócritas despedidas que hacen los padres, por suerte mis padres no se hacen los hipócritas y me lo han planteado. Dejarme aquí es mi infierno personal.

( watch?v=TthIVRrbA8o)

Fue cuando la vi entrar, era bellísima, con una melena rubia trenzada, su piel blanquecina y que junto con la falda azul a cuadros ligeramente arriba de la rodilla y la blusa fajada dentro de ella, le daban un toque sensual y refinado, mas unos ojos azules que le otorgaban una mirada salida del mismo océano. Ella se despedía de un hombre fornido de cabello rubio cenizo corto, una perilla extremadamente bien recortada y gafas, vestido con un traje negro y camisa

blanca. Él le hablaba, pero la chica no le hacía caso. Sus ojos claros estaban fijos en el suelo, ignorando toda conversación que pudieran darle. En algún momento, el hombre la atrajo hacia sí y le dio un amago de abrazo, dado que la chica estuvo ausente en todo momento.

Llegue al salón, me senté en un pupitre al fondo junto a la ventana, realmente no quería interactuar con esa bola de ñoños, -Vaya...- di un soplido y escuchaba como un chico arrastraba su mesa banco a la par con el mío

–Hey! ¿Qué tal eres nuevo?.-Sí- conteste indiferente .

–Me llamo Gale – Extendió su mano enfrente de mi rostro- , déjame en paz ñoño- pensé – Salude desinterado para que notara que no quería su compañía pero sin ser grosero.

Oí pasos y el sonido provenientes del pasillo.

Segundos después, la puerta se abrió, nuevamente mi mirada se desvió a la entrada

del salón.

Era ella. Caminaba finamente con paso firme por los mesabancos y saludaba a sus amigas, mis sentidos se duplicaron y pude escuchar perfectamente su voz, era dulce sin empalagar era justamente como me la había imaginado. Me quedé observándola, la mitad de mi tiempo, pues

la otra mitad se dispensaba en intentar ver algún cambio en el gesto de aquella

rubia que se había ganado el poder de mi atenció me dio un codazo

en el brazo y entre en sí.

-¡¿Te gusta Elsa?! Pregunto

con sorpresa alzando la voz, -Shhhh ¿Qué, de qué hablas? Me hize el loco, por

mi suerte nadie había escuchado lo que había vociferado Gale.

-Ni lo intentes,

ella es demasiado, su padre es el Director.- Rápidamente se me vino la imagen

del hombre fornido de hace un rato.

-¿Te refieres a esa chica? No me gusta.-Resople y dirigí mi mirada a la ventana que daba al patio principal. Gale solo esbozo una sonrisa para sí y movió la cabeza de un lado al

otro, lo pude ver desde el reflejo del cristal, creo que era demasiado obvio, sentía

como mis mejillas ardían.

De ahí mi mente divago, solo recuerdo que me salte una especie de rezo/clase matutina e intentaba encender un cigarrillo que había metido de contrabando, no había lugar para vicios en la casa de Dios (si, las monjas le llamaban casa de Dios, porque efectivamente esto era la réplica de la iglesia de Notre dame y las gárgolas eran ellas)., Así que me escondí detrás de un pilar librado de gárgolas.. Perdón "monjas".Eran cerca de las 8:30 de la mañana, con los auriculares a todo puestos, alguien me hablo por detrás. Obviamente, no me enteré, así que me puso (con toda su rabia) la mano sobre mi hombro, haciéndome tirar el tabaco y captó toda mi atención.

-¡Se puede saber qué mierda haces, imb…! –el insulto fue menguando poco a poco, hasta quedarse reducido a un simple susurro en algún rincón solitario de mi mente. Enfrente de mí, con su ceño fruncido y una cara de pocos amigos, estaba ella. Sentí como toda la sangre de mi cuerpo subió a mi cara, y se instaló en las orejas, que me ardían como si las hubieran

marcado a fuego, como el ganado-. Lo… lo… lo sie… lo siento, perdona -tartamudeé,

mirando avergonzado al suelo. Jamás había sentido tantísima vergüenza. –Pero que mierda me pasa. Logre decir con un hilo de voz.

–¿Qué? ¿Por qué no has entrado en clase? –preguntó, visiblemente enfadada-.

Me callé y le aparté la cara. Mi mano derecha rascaba con

fuerza y furia la coronilla, ¿Por qué me vino a buscar?¿Sabe quién soy yo? –Me dije para mí.