1.

3 de abril.

-no cumples 15 años, Kurapika, deberías buscarte una mujer o acabarás solterón, gordo y calvo

El rubio hizo ademán de interés que en un segundo convirtió en frialdad. Signo suficiente para indicar a Leorio que acababa de tocar un tema poco relevante para él, casi un chiste de mal gusto que no caía bien y que no llamaba su atención. El moreno que lo miraba despectivo desde el living comenzó su sermón del último mes que Kurapika no necesitaba oír para entenderlo y haciendo caso omiso a los consejos de su mejor amigo, prosiguió su lectura bloqueando su sentido de audición para concentrarse plenamente en la lectura de aquella noche, en vísperas de su cumpleaños número 21.

- ¿me estás oyendo?

Leorio se adelantó hacia el balcón quitándole el libro de las manos, solo con verlo notaba su inmersión en la novela sin importarle lo que decía a solo un par de metros. Le hubiese gustado hacerlo reaccionar a fuerza de golpes o quitar esa expresión de eterna parsimonia a bofetadas. Sabía que a Kurapika le gustaba hacer notar su desinterés cuando alguien argumentaba en su contra, no lo hacía con querer pero era, quizás, uno de sus graves defectos. Y por extraño que le pareciera, Leorio debía aceptar que le dolía ser sustituido por un libro así tan fácil.

-estaba leyendo-alegó el rubio desde el suelo, cómodamente sentado junto a la barandilla del balcón, con su traje blanco de combate que había vuelto a utilizar luego de un par de años y el cabello tomado en una coleta-…dámelo

-¿por qué no me escuchas cuando te hablo?

-porque repites el mismo parlamento siempre. Dame el libro

-¿no crees que es cierto?

-en cierto grado tienes razón, pero no me interesa tener una novia. No nací para tenerla. El libro, por favor

-¿cómo sabes si naciste para estar soltero si nunca has tenido novia?

-una vez me dijiste que "la intuición es mejor que cualquier consejo"; bueno, mi intuición me dice que no debo enfrascarme en ninguna relación-dijo rápidamente evadiendo la mirada inquisitiva del estudiante de medicina-¿puedes devolverme mi libro?

-…hm…empiezo a creer que no te gustan las chicas, de hecho…me da miedo que tengas otros gustos

-¿a qué te refieres?-preguntó serio agravando su voz-¿estás cuestionando mi orientación sexual?

-…no lo sé-repuso casi canturreando mientras cerraba el libro sin intenciones de volverlo a las manos del rubio-es un poco triste pensar que tienes toda una vida y estarás solo. Deberías salir, conocer a alguien o al menos disfrutar que estás vivo, divertirte un poco, la vida no está aquí-indicó con su mano sobre la portada de Hélix. El silencio de Kurapika a veces otorgaba mucho más que sus palabras-a veces pienso que tienes tanto miedo al mundo real, que prefieres quedarte sin hacer algún esfuerzo por cambiar. Ya terminaste tu trabajo como cazador ¿por qué no intentas pensar un poco en ti, eh?

-¿me estás regañando o solo es un discurso motivador?

-¿por qué siempre cuestionas lo que digo?

-es peligros cuando hablas tanta coherencia de corrido

Leorio lo observó un tanto extrañado y luego rió resignándose a darse por vencido. Entregó el libro a su dueño y volvió al comedor ordenando los documentos de su tesis. Habían sido semanas tensas para él terminando los detalles del último trámite antes de poder llamarse "médico" sin la necesidad de aclarar que era un simple "estudiante de medicina". Su viaje al Continente Oscuro como líder del escuadrón clínico había sido suficiente para aprobarlo en todas las materias. A sus 23 años ya podría titularse adelantando 6 semestres a su generación. Para cualquier otro sería un alivio, mas, para Leorio era una presión mucho mayor graduarse a tan temprana edad. En verdad lo avalaba su experiencia pero la confianza nunca era suficiente y cada día temía más hacer el ridículo en el hospital donde había encontrado trabajo. Además, aún no le decía a Kurapika que estaba en busca de residencia en Minde, una ciudad rural en el continente del oeste, para comenzar su nueva vida. No estaba seguro si el rubio tenía deseos de seguir compartiendo el mismo hogar o si quería emanciparse de él completamente ya que llevaban casi un año "buscando departamento para Kurapika", cosa que no sucedería, ambos estaban muy bien acostumbrados el uno al otro; como un par de hermanos solteros, y aunque no le molestaba llevarlo consigo, no sabía cómo reaccionaría el rubio o qué le diría. Debía hablar y era el momento, su amigo estaba tranquilo y el peligro había pasado, ya no recaería en el hospital ni se descompensaría.

Era tan normal que su separación sucediera que no comprendía el miedo y nerviosismo que le ocasionaba la idea de estar solo. Siempre lo había estado, ¿acaso era difícil desprenderse de la visión de Kurapika sentado en el balcón con su rumba de libros a un lado? ¿Lo extrañaría?

Se volvió hacia él notando el cambio en su expresión. El tomo de Hélix había quedado olvidado, seguramente pensaba en lo que le había dicho y la verdad en sus palabras. Era joven y atractivo, era casi un deber buscar alguien con quien compartir su vida. Había renunciado a la Asociación de Cazadores, dedicaba sus días a la lectura y a ayudarlo en los estudios ¿qué pasaría si quedara solo, otra vez? No podía apartarse de él sin más, creía casi una responsabilidad enseñarle aquellos detalles en que su padre no alcanzó a educarlo. Muchas veces veía a Kurapika como un niño, el rubio sabía mucho y había vivido tanto que parecía no necesitar más vida, mas, no era capaz de expresar sus sentimientos con claridad o se escondía rápidamente detrás del razonamiento siendo un alma completamente pasional. Solo con mirarlo Leorio podía decir qué pasaba por su cabeza y qué significaba cada rasgo en su inflexión.

-¿qué me ves?

El rubio habló fríamente en medio del silencio soltando una suave risita al ver la reacción de sorpresa del otro.

El resoplido de su boca irritó un poco la percepción de Leorio, como si se burlase de él, sin embargo, no pudo hablar cuando notó su propio pulso fuera de lo normal y una insólita fijación en sus facciones ¿siempre había sido así de atrayente?

-deja de verme así. Me das miedo-se defendió Kurapika mientras se ponía de pie-¿no vas a salir hoy?

-sí, am…Judy estará esperándome-se apresuró a contestar casi nervioso

-no me des explicaciones. No me interesa tu novia-dijo severo antes de soltar un bostezo-supongo que no llegarás a dormir

-supongo que puedes prepararte la cena solo-refutó intentando mantenerse en su misma línea de indiferencia

-…sobreviviré si no como esta noche-sonrió con resignación dirigiéndose a su habitación-intenta no llegar borracho, por favor

-me quedaré en casa de Judy y la acompañaré a la universidad. Te llamaré si llego antes del almuerzo

-como quieras…-respondió haciendo un gesto de irrelevancia con la mano

La puerta de la habitación se cerró y Leorio dejó caer sus brazos con decepción. Judy le encantaba, era perfecta, no entendía cómo a su amigo podía disgustarle tanto.

Sabía que no tenía caso debatir con un tipo tan cabezota como Kurapika y que lo mejor era no dar lugar a una nueva discusión. Estaba acostumbrado a sus miradas frías cuando se marchaba de noche un par de veces a la semana o cuando regresaba por la mañana sin hacer ruido creyendo que lo encontraría durmiendo. No hablaba pero sabía lo que quería decir detrás de esos monosílabos cortantes que duraban un par de horas. El rubio no confiaba en Judy y no perdía oportunidad para hacérselo saber, incluso la indiferencia que últimamente mostraba dolía más que su poco interés de antes.

Sin más, tomó su chaqueta y salió. No tenía sentido quedarse allí esperando a que Kurapika cambiara de opinión.

Cerca de las seis de la mañana, Leorio despertó abruptamente sobresaltando a Judy. Un extraño sueño junto a una fuerza en el estómago interrumpían su descanso. La borrosa imagen de Kurapika derrotado en una noche de lluvia seguía atormentándolo; había sido su culpa y aunque le doliera reconocerlo, era la razón por la que no podía desprenderse de él y necesitaba hacerse responsable de cada uno de sus actos, como un padre o un hermano mayor.

Estaba fatigado e intranquilo, su corazón latía fuertemente y estaba nervioso, había olvidado la última vez que aquella imagen había nublado sus pensamientos y desequilibrado sus propios sentimientos. Necesitaba salir de esa cama, quitarse de la piel desnuda de Judy y correr de vuelta a su apartamento.

Seguramente lo hubiese pensado mejor si ella no hubiera estado casi completamente dormida sin alegarle demasiado. Judy solía hacerlo cambiar de opinión con facilidad aunque Leorio se negase un poco, quizás su presentimiento no lo habría hecho salir sin pensarlo en plena madrugada bajo un frío de invierno que helaba los huesos.

Decidió correr para ocultar su nerviosismo con adrenalina. No bastaba con callar las ideas en su cabeza, el simple hecho de estar vivo y con un corazón aún latiendo le indicaban el peso de su culpa. Su propia respiración le hacía recordar aquel momento en un mundo desconocido donde Kurapika no había dudado en sacrificarse para mantenerlo con vida ¿cómo no preocuparse en extremo por él?

Borrosas imágenes que creía haber olvidado bajo la comodidad de "una vida normal" volvían a sucumbir su memoria. Sangre, fuego y lágrimas de una existencia que había luchado por la suya cuando había perdido las esperanzas.

De pronto, el remordimiento de no haber actuado como correspondía en el momento indicado lo hizo detenerse en seco y pensar fríamente sintiendo el frío de la noche en su rostro. Estaba a solo media cuadra de su apartamento, lo más probable era que Kurapika estuviese tranquilamente dormido o intentando no hacerlo con un grueso tomo enciclopédico, seguramente estaba sano y con aquella indolente indiferencia que a veces no lograba comprender. Con el cerebro más lógico que impulsivo, Leorio creyó que lo mejor era dar un paso atrás y regresar al cálido regazo de Judy.

Sin embargo, aunque lo razonable era no actuar como un loco, siguió andando, más tranquilo y retomando el aliento. Estaba preocupado, pero Kurapika no lo entendería y no podía demostrar la necesidad de verlo. Debía actuar con normalidad, mentir y callar.

Llegó pronto, su respiración estaba acompasada, su semblante volvía a ser el mismo de siempre y la excusa de su pronta llegada estaba escrita en su cabeza. Confiaba en que el rubio le creyera.

Cerró la puerta con un poco de temor, aunque su pulso estaba fuera de lo normal, se creía tranquilo y podría culpar con facilidad al mal clima sobre su aspecto enfermizo.

Dejó las llaves sobre la mesita en la entrada y observó a su alrededor. No se sorprendió de ver las luces encendidas, una taza de café a medio tomar junto a unas galletas mordisqueadas en el balcón. Todo estaba como de costumbre, a excepción de Kurapika. Por primera vez desde que había empezado a salir con Judy no lo encontraba despierto o mirando hacia la ciudad. Estaba de bruces sobre el sofá con la cabeza sobre los brazos, como si estuviese cansado de esperar o simplemente aburrido, ni siquiera tenía un libro cerca. Leorio se sorprendió de verlo así, despreocupado y simple, dejando ver su carácter infantil e ingenuo, Kurapika gustaba de verse serio e intelectual, de genio elevado y maduro; quizás lo era, pero no lo hacía feliz. Como su mejor amigo, sabía lo que verdaderamente necesitaba: una noche tranquila, sin pesadillas ni traumas remordiendo su conciencia y una compañía silenciosa que no lo interrumpiera.

Leorio esbozó una tierna sonrisa y apagó las luces dejando su bolso junto al sillón. Se acercó notando su propio interior mucho más tranquilo y dudó si llevarlo a su alcoba o solo dejarlo dormir.

Estuvo a milímetros de tomarlo en brazos, pero se detuvo. Kurapika había hecho un suave gesto de incomodidad que pronto se convirtió en angustia y dolor; toda la serenidad que había alcanzado se había ido y sufría, nuevamente.

-Kurapika, despierta…-dijo Leorio sin alarmarse-Kurapika, solo es un sueño, tranquilo

Insistió en sus suaves palabras hasta despertarlo por completo. Ya nada en él lo sorprendía, ni siquiera sus ojos rojos luego de una aterradora pesadilla; estaba acostumbrado a sonreírle y convencerlo que en verdad estaba a salvo. Con el paso del tiempo había aprendido a no asustarse del eterno tormento que su amigo llevaba consigo, sabía la forma de cómo volver sus pupilas a la normalidad y, por qué no, cómo consolarlo.

Otra vez, como una simple rutina, le ayudó a volver en sí y esperó pacientemente a que se compensara.

-¿estás mejor?-le preguntó sentado sobre la alfombra

-eso creo…-susurró Kurapika incorporándose en el sofá

-¿lo mismo de siempre?

-no, esta vez fue distinto

-¿quién estaba?

-no lo recuerdo

-¿estabas solo?

-…no, alguien estaba a mi lado, había un río, lo oía

-¿ya no estabas bajo el agua?

-no, pero volví a sentirme asfixiado

-…¿soñaste algo más?

-antes…estaba todo tranquilo, como un campo muy verde…ah, había una mujer…aunque la veía de reojo…-dijo acomodándose con los cojines del sofá

Leorio dejó hondar el silencio. Era una pesadilla distinta y quizás significaba algo nuevo. No ocurría siempre que Kurapika recordase sus sueños y hablarlos hacía olvidarlos con mayor facilidad. Se escuchaba más angustiado de lo normal y un poco nervioso, era obvio que le escondía un detalle; luego de tanto tiempo era imposible que lo engañara.

-…mamá estaba ahí

El médico alzó su mirada para verlo a la cara. Solo la luz de la noche iluminaba el pequeño living pero era suficiente para ver el brillo sobre sus pupilas azules, quería llorar y tenía miedo. Leorio no había oído hablar sobre Mamá en mucho tiempo y era extraño que nombrase algo de su pasado, quizás era lo que lo apenaba.

-¿ella estaba bien?

-…sí, había olvidado que sonreía tan lindo-agregó bajando el tono de su voz que se había roto repentinamente-pero no podía alcanzarla. Estaba muy lejos

-deberías dormir un poco más-dijo poniéndose de pie-ve a tu cuarto, te llevaré un poco de leche

-…estoy bien aquí, no te preocupes

-aquí hace frío, te resfriarás

Kurapika dudó un momento y aunque pareció perder su cordialidad con Leorio, le agradeció fríamente el vaso con leche y se encerró a dormir en su habitación.

También estaba sorprendido, no solo porque al fin había logrado conciliar el sueño sin compañía, sino porque Leorio había regresado en el momento preciso. Estaba seguro que si no lo hubiese despertado en ese instante, habría acabado como meses atrás, completamente perdido en su cárcel mental de la cual solo podía salir luego de horas de inconsciencia. Estaba acostumbrado a él y su forma de traerlo a la realidad; estaba nervioso e intranquilo, se avergonzaba de sentir que solo no podría sobrevivir, ya no recordaba haber tenido una familia, solo tenía a sus amigos y saber que el mejor de ellos le ocultaba su idea de mudarse dejándolo atrás, realmente lo angustiaba. No lo relacionaba con algún sentimiento amoroso, no era más que el miedo a la soledad.

Tal vez Leorio tenía razón. Quizás debía salir de los libros y buscar alguien con quien compartir su vida. Todos los enamorados profesaban la religión del amor con esa filosofía de que todos nacen con una alma gemela. No le agradaba la idea pero confiaba en que enamorándose perdería su escepticismo.


4 de abril.

-¿no era que ibas a llegar más tarde?

Kurapika lanzó la pregunta al aire en medio del distante desayuno. Leorio parecía muy ocupado revisando e-mails en su teléfono y aunque para el rubio no era una fecha de celebración el día de su cumpleaños, le dolía un poco no oír ni siquiera un "felicidades, que sean muchos más" por parte de su mejor amigo, especialmente cuando se lo había recordado todo marzo.

-Judy tuvo problemas y salió; no quise quedarme solo en su apartamento

-oh…-sonrió- ¿problemas con Eva del Paraíso?

-no. Tuvo una urgencia familiar, sus padres ni siquiera saben que está saliendo conmigo, no saben quién soy

-hm…a ella no le conviene que conozcan "del novio"

-¿vas a empezar con tu discurso de despechado?-preguntó soltando una risita mientras dejaba el teléfono junto a su plato con tostadas

-sí, claro…como si estuviera enamorado de ti-dijo con sarcasmo dolido evadiéndolo con indiferencia-¿qué me ves?

-nada. Kurapika, hoy te llevaré a un club nocturno…y quiero que estés listo cuando vuelva del hospital

-¿me llevarás con las amigas prostitutas de Judy?

El rubio alzó una ceja sabiendo que había cruzado el límite, pero no se arrepentía y sus ojos de gato afirmaban su posición. Seguramente esperaba el inicio de una buena discusión, mas, Leorio se echó a reír con tanto ímpetu que convirtió su insolencia en una evidente confusión.

-creí que la defenderías

-es que contigo ya no hay remedio-rió Leorio poniéndose de pie-estás demente, por favor no cambies…-agregó colocando su mano sobre la melena del rubio-eres encantador-rió un poco más sacudiéndole el cabello

-a veces das miedo, aléjate

-como sea, ponte guapo que te llevaré a conocer unas amigas-le aconsejó yendo en busca de su abrigo-oh, y vístete como un adolescente normal

-soy un adulto

-con cuerpo de niño y mente de puberal. Hazme caso, ponte jeans y un abrigo casual. A las chicas les gustan los rubios de ojos azules, será fácil encontrar alguien para ti

-¿cuál es el fin de salir de noche, Leorio?

-que pierdas tu virginidad en el mejor de los casos

-¡Leorio…!

El médico se volteó con la sonrisa boba en la cara, debía reconocer que le gustaba mucho esa expresión de vergüenza e indignación que hacía sonrojar las mejillas del kuruta a un extremo que parecía arder en llamas.

-¿qué demonios tienes en la cabeza? ¿en qué estás pensando, eh?

-vamos, no te pongas histérico-dijo Leorio un poco asustado por el frío roce de las palabras de Kurapika. Estaba más que molesto-es lo mejor para cualquier chico

-¿de qué hablas? Creí que era una broma ¿dónde piensas llevarme?

-a un prostíbulo

-qué… ¡Leorio…! ¡Maldición y luego dices que soy yo el demente!

-cálmate. Aunque no lo creas es muy común, y tiene sus ventajas. A una prostituta solo le interesa tu dinero, no importa si eres virgen o no, puedes tomar práctica para no equivocarte cuando quieras tener a una mujer de forma estable. Yo no le veo lo extraño

-me vas a hacer llorar de rabia ¿quién crees que soy?

-ok, ok, ya entendí que era mala idea, pero al menos intenta conocer a alguien ¿quieres?

-me quedaré aquí

-vienes conmigo y punto. Es mi regalo de cumpleaños, son 21, no todos los días pasas a ser un adulto legalmente

-regálame otra cosa, no pienso acompañarte

-vendrás

-no

-Kurapika, no te pongas terco o me sacarás de quicio

-¡déjame a mí y mi virginidad de una sola vez, es mi problema y yo veré cómo lo soluciono! Tú deberías preocuparte del valor del pasaje a Minde

Leorio lo miró sorprendido al oírlo, en su mente rápidamente preguntó: ¿cómo se enteró?

-el pasaje está listo. Viajo el 9 de mayo-dijo soltando fuera el peso en su estómago-cosa tuya si quieres venir conmigo y Judy o prefieres quedarte. Ese sí que es tu problema

-¿con Judy? ¿Pretendes viajar con ella?

-claro que sí. Es mi novia, la amo, no pienso irme sin ella

-¿has estado preparando este viaje con Judy?

-en un principio pensaba hacerlo yo solo, pero…ahora lo planeamos los dos

Kurapika quebró su expresión, había estado suspenso unos momentos pero de pronto le restó importancia y siguió con su desayuno dejando brotar en su aura una total indiferencia.

-mañana buscaré un lugar donde mudarme-dijo al fin dejando caer la cuchara del té sobre la mesa

El corazón del rubio dio un salto cuando notó que no había alcanzado a terminar la frase y la puerta del apartamento se había cerrado, Leorio ni siquiera lo había oído o tomado en cuenta en su decisión.

Se sintió súbitamente solo y pequeño.

Lleno de rabia e inquietud tomó su teléfono y buscó en él algún arriendo cercano, si Leorio no lo quería cerca, se iría aquella misma noche.

(Resubido)

Ha regresado el Leopika 3

Espero que les guste tanto como a mí! Pronto actualizaré el segundo cap.

Besos desde Chile!