Y no quedó ninguno es una colección de drabbles o viñetas basados en las propuestas del Proyecto 1-8 de la Casita del Horror, debido a la temática estarán relacionadas con la festividad de Halloween o con el género de terror.
Pensaba dedicar el título de la colección a algún relato de Edgar Allan Poe, me parecía muy apropiado, pero me vino a la mente la frase «Y no quedó ninguno», sacada de mi libro favorito de Agatha Christie. Frase que me eriza la piel, ¿qué mejor que obedecer a eso?
Imagen propuesta por Nats28
Género: Romance/Sobrenatural
Rating: T
Personaje: Sora
Y no quedó ninguno
1. A la espera
Empezó a rezar cuando pasaron semanas sin recibir noticias. Y las noticias llegaron, las trajeron hombres uniformados. Noticias envueltas en una sábana blanca con pétalos de rosas sobre ella.
Sora fue la última persona en despedirse, rozando con sus labios el trozo de tela que tapaba su frente.
—No soy yo. Es su cuerpo, todavía lo siento tibio. Es su pecho, parece respirar. No son imaginaciones.
—Será mejor que no levante la sábana —advirtieron, al percibir sus intenciones.
—Hazlo —pidió Sora con entereza.
—Muy bien.
Uno de los hombres procedió a destapar el cuerpo. Llevaba varios días de descomposición y su piel, adornada con cortes, había adquirido un tono grisáceo. Sora asintió, confirmando que ya había mirado las cuencas de sus ojos el tiempo suficiente.
Durante la ceremonia cientos de manos se apoyaron en su hombro. Decenas de amigos le aseguraron que no estaba sola. Pero cuando llegó a su hogar nadie contestó a su saludo, nadie le calentó la cama ni compartieron las sobras del mediodía. De pura costumbre, cada mañana seguía desviando la vista por la ventana, esperando noticias. Apoyaba la frente sobre el cristal, recordándose que sus noticias estaban enterradas.
La fortaleza que había mostrado en el funeral no le servía de nada, las lágrimas que no derramó no calmaron su sed, los gritos de desesperación se mantenían a mitad de su garganta, construyendo un muro a los suspiros de consuelo, y nada, nada valía si no podía pasar ni un día sin desear ser ella la muerta, sin buscar nuevas noticias.
Poco a poco se acostumbró. Dejó de acicalarse, dejó de aspirar el polvo, dejó de mostrarse al sol y hasta dejó de comer.
A finales de octubre recibió nuevas noticias. Esta vez llegaron de noche y entraron como entra el viento por las rendijas. La cogieron de la mano y se la besaron, con un tacto de lija.
—Esta es mi cara ahora. Lo siento.
—No importa. Por fin has venido a por mí.
