Declaración: Nada de Shingeki no Kyojin es mío y no gano ni un peso liando a sus personajes. Todo pertenece a Hajime Isayama, Wit Studio, Production I.G y vayan a saber los dioses a quién más.
Dedicatoria: Regalo de cumpleaños para Aratziel. ¡Espero que te guste! 3
Agradecimientos: Como siempre, a Aelilim por la revisión.
La confesión.
Capítulo 1.
I
Si a Eren le cuestionaran el momento exacto en que se sintió atraído por Levi, lo podría señalar con precisión. Fue tras el juicio, cuando el capitán caminó hasta sentarse a su lado y le preguntó si lo odiaba. Ante su respuesta negativa, había lucido más tranquilo.
Era una especie de disculpa, algo que no tendría por qué haber venido de su parte, considerando que era un superior. El comandante Erwin también era muy amable, pero Levi hacía esas cosas que uno no esperaría de un héroe legendario que tenía el carácter duro que él poseía.
Además, ¿cómo iba a odiarlo? Si estaba claro que le había salvado la vida con esa golpiza.
Desde ese entonces había comenzado a observarlo con atención. Levi era, tal como había esperado, un líder competente. Tanto de su escuadrón como de todo aquel que recibiera una orden de su parte. Gracias al haber sido incluido en su unidad, tenía el privilegio de estar bajo su mando en los entrenamientos, del mismo modo que estaba en posición de compartir con su grupo en una sala, donde tomaban té y conversaban sobre expediciones pasadas en los tiempos muertos.
En esas ocasiones, Levi hablaba lo justo y necesario. Sin embargo, cada vez que opinaba, era escuchado por todos con admiración. Eren también lo respetaba, pero ya no soportaba lo que le provocaba. Su situación actual era insostenible. Casi no podía más de estar caliente todo el día. Las erecciones matutinas que había tenido en el último tiempo eran fuera de serie y tenía que recurrir a sus más oscuros recuerdos para que no le sucediera lo mismo cada vez que lo tenía cerca.
Sacudió la cabeza. Auruo había estado llamando la atención del capitán tontamente mientras limpiaban el exterior, de igual forma que Petra ejecutaba cada una de sus órdenes con precisión, para impresionarlo.
Eso hasta que Levi fue llamado al despacho de Erwin y no había regresado en por lo menos dos horas.
Apretó los dientes. Petra, Auruo, Erwin… tenía que dejar de ponerse celoso de todo el mundo. El capitán era mayor, probablemente no virgen y con más experiencia que él, pero de solo pensar que alguna vez le hubiese gustado alguien más o que otra persona en el presente le pusiera las manos encima, le hacía hervir la sangre y le era imposible pensar con claridad.
Lo que era peor, con los años que llevaba el capitán en la Legión, de seguro se había acostado con alguno de sus integrantes, ¿no?
II
Desde que Levi aceptó la solicitud de Eren para entrar a la Legión de Reconocimiento, había dado por hecho que tendría uno o dos problemas molestos debido a su naturaleza titánica. Lo que nunca imaginó es que el chico le provocaría dificultades de muy distinta índole a la esperada.
La primera mala señal que había notado era que Eren lo miraba demasiado fijo cuando creía que él no estaba atento. A veces solo le devolvía un vistazo de improviso para obligarlo a concentrarse en sus quehaceres. Sobresaltarlo de esa manera parecía ser la única forma de que trabajara correctamente.
Lo segundo que no se le había escapado era la expresión oscura que adoptaba el mocoso cuando hablaba con alguien más. ¿Qué diablos pasaba por la cabeza de ese idiota? No lograba adivinarlo.
En resumen, estaba bajo una extraña vigilancia que le ponía los pelos de punta.
Repasó el reporte que acababa de finalizar. Erwin le había pedido un informe diario sobre el chico, en los que siempre lo ponía al tanto de lo mismo: capacitado para la lucha en el exterior, debe mejorar su velocidad de ataque y concentración. Competente en tareas varias. Sin problemas para acatar la cadena de mando. Aspectos negativos: inseguro del control sobre su naturaleza de titán.
Selló el documento y ordenó que un cadete llamara a Eren. Pretendía usarlo de mensajero. La verdad era que podría haberlo llevado él mismo, pero procuraba darle mandados todo el tiempo para mantenerlo lo más cerca posible, de esa forma le era fácil vigilar su conducta de la manera adecuada sin atosigarlo. La actitud de Eren no era normal, debía investigar sobre ella, aunque él parecía ser el único que lo notaba. Esa era la razón por la que no había dado cuenta de esas rarezas de forma oficial, después de todo, no sabía a qué se estaba enfrentando.
¿Estaría cometiendo un error al no informarlo? El no dejar traslucir ninguna de sus preocupaciones en sus reportes le molestaba, ya que no había forma de saber si aquella era la decisión correcta.
No obstante, el mocoso aun con todas sus actitudes extrañas parecía estar bajo su control. Determinó que todavía tenía tiempo para llegar al fondo de esa situación por sí mismo. No estaba equivocado al guardárselo.
—¿Me mandó a llamar? —preguntó Eren, luego de golpear la puerta y que él lo autorizara a entrar.
—Sí, llévale esto a Erwin.
—De acuerdo, señor.
—No te atrevas a abrirlo.
—No lo haré.
—Erwin debe recibirlo íntegro.
—Descuide, así será.
Eren tomó el sobre cerrado que le tendió y realizó el saludo militar para retirarse, pero no lo hizo. Tenía la mirada perdida y el cuerpo inmóvil. Ante su prologada inactividad, Levi extrañado se puso de pie y avanzó hasta el costado de la mesa para observarlo mejor. El muchacho lucía por completo ausente, ¿acaso el problema era más grave de lo que pensaba? ¿El chico estaría perdiendo la conciencia de sí mismo?
No tuvo tiempo de seguir cavilando. Eren avanzó hacia él, tirando el informe sobre su escritorio.
III
Erwin, Erwin. Eren no podía soportar la familiaridad con la que Levi decía su nombre. Se movió sin percatarse, sin tomar la decisión, aunque de pronto se encontró con el capitán pegado a la muralla. Él mismo lo estaba cercando con su mano, un poco más arriba de su hombro izquierdo.
La mirada de Levi era de temer y sintió el sudor correr por su rostro. Pero ya estaba a descubierto, ¿tenía sentido retroceder ahora?
No, no lo tenía.
Intentó reducir más la distancia. Levi se cruzó de brazos a la defensiva y levantó una rodilla, lo suficiente para actuar como freno a su avance. Eren tenía la piel de gallina. Un escalofrío le estaba recorriendo la espalda. No se trataba de miedo, sino de pura excitación y osó presionar su naciente erección contra esa rodilla.
—¿Qué demonios? —le escuchó mascullar.
El ceño de Levi se arrugó y su rostro adquirió más ferocidad. Eren supo que era todo o nada, así que comenzó a inclinarse sobre él. Fue todo lo que llegó a hacer, aquella rodilla que se sentía tan bien retrocedió y subió con fuerza, enterrándose cruelmente en su vientre.
—Responde, basura —instó Levi, con el tono más oscuro que le había escuchado nunca—. ¿Qué es lo que pretendías hacer?
De rodillas en el suelo, con las dos manos cruzadas sobre su abdomen herido, Eren se preguntó a sí mismo si debería disculparse y poner una excusa. ¿O la opción más viable era guardar silencio?
Una voz violenta en su cabeza, al igual que le había sucedido durante el juicio, le respondió que no. «Hazlo, dile todo. No te guardes nada».
Eren elevó su mirada decidido y dijo:
—Quiero acostarme con usted. Pienso en el capitán con otras personas, antes o en un futuro y no puedo soportarlo. Necesito que sea mío.
La incredulidad y luego el desprecio en aquel rostro duro fueron evidentes.
—Te doblo en edad, mocoso, ¿qué te hace pensar que podría estar interesado en ti de esa manera?
—Sé que no lo está —reconoció—. Pero si me deja, creo que puedo hacer que sea satisfactorio para usted.
—Tch. —El sonido típico de Levi sonó como un rechazo rotundo a sus oídos. El capitán lo miraba de forma oscura desde arriba—. Estás enfermo —concluyó—. Retírate ahora mismo.
—Señor, yo sé que no es lo más normal —intentó explicar—, pero…
Levi se enderezó, despegándose de la pared y le señaló la puerta.
—He dicho que te retires.
El tono empleado no admitía más réplicas. Eren no tenía ninguna intención de ser acusado de insubordinación, por lo que se puso de pie, resintiendo el dolor al hacerlo y se marchó, no sin antes disculparse.
—Lo siento, no pretendía ofenderlo.
IV
Levi soltó otro "tch" iracundo cuando la puerta se cerró. ¿Qué no pretendía ofenderlo? ¿Y cómo diablos esperaba que se tomara semejante acercamiento? Eren estaba demente si creía que iba a dejar pasar una afrenta de ese nivel. El golpe que le había dado, aunque poderoso, no era ni la mitad de lo que debería haber recibido.
Caminó hacia la ventana. Así que de eso se trataba todo. El maldito crío tenía ese tipo de inclinaciones hacia él. El recuerdo de todas aquellas miradas que le daba, y que hasta entonces no había comprendido, tomaron ahora un claro matiz. Se volvió y miró el informe olvidado sobre la mesa.
¿Debería incluir lo sucedido?
No, resolvió. A pesar de la irritación que le producía, prefería omitirlo. Era esperable que Erwin le contara a Mike que el nuevo recluta no lo respetaba lo suficiente como para intentar acosarlo. Esos dos eran increíblemente buenos inmiscuyéndose en asuntos ajenos, y estar al tanto de eso no le hacía gracia. De solo imaginar a Mike —el Perro de Erwin— sonriendo por su situación se le revolvía todo en el interior.
No, no le daría ese gusto. En una ocasión, justo previo a su ingreso a la Legión, Mike había enterrado su rostro en agua de alcantarilla. Dos veces. Prefería morir antes de volver a ser humillado por él.
Por otro lado, que los titanes lo devoraran si no era capaz de corregir la insubordinación de un simple mocoso. De todos modos, gracias a su amplia experiencia en medir el potencial de los cadetes, no se engañaba. Sopesó que el problema era grave al recordar el rostro de Eren al exponer sus intenciones tan abiertamente. Era una expresión que rozaba la furia, con los ojos encendidos y los dientes apretados.
Antes del juicio, Eren había mostrado la misma expresión al hablar de exterminar a los titanes. Una que no dejaba dudas de que haría lo posible por cumplir su objetivo. Esa misma clara resolución y osadía lo había llevado a aceptar su ingreso al escuadrón de elite. Nunca imaginó que la determinación salvaje de ese chico podría volverse en su contra de esa manera.
Golpeó con el puño el escritorio.
—Maldito fenómeno.
V
Eren caminaba por los pasillos renegando de su arrebato. Había ofendido al capitán, logró verlo con claridad en sus ojos.
Entró en su habitación y se apoyó en la puerta, llevando una mano a su abdomen. Le dolía, le dolía mucho. Todavía no entendía cómo funcionaba su regeneración de titán en su forma humana, pero estaba claro que no respondía a su voluntad. Quería que ese dolor cesase y lo único que lograba era ser más consciente de su presencia. Se acercó a su cama y se dejó caer en ella.
«Puedo tener algún daño interno. Duele mucho —pensó, palpándose la zona. Luego cerró los ojos, derrotado—. Si ese es el caso, ¿por qué demonios estoy tan excitado?»
Estaba temblando igual que si hubiese funcionado hasta ese momento solo por adrenalina y ahora procesara el riesgo al que se había expuesto. El recuerdo de la mirada peligrosa de su superior le provocaba cosas tan opuestas como terror y morbo.
Se abrió el pantalón. Necesitaba tocarse. Su pene estaba tan duro que se sentía a punto explotar. No cabía duda del efecto que la cercanía del capitán producía en él.
Entonces recordó esa rodilla. Esa rodilla haciendo presión justo ahí.
—Capitán Levi —masculló, al tiempo en que se tocaba a sí mismo con violencia, con su mano derecha subiendo y bajando por su miembro, no tardó en correrse.
—Tengo que controlarme —se dijo a sí mismo, respirando agitado. La natural acción de soltar o ingresar aire a sus pulmones era una agonía. Eso no impidió que en medio de su excitación recordara quién lo golpeó, lo que lejos de enfriarlo, no había hecho más que incendiar su cuerpo ya caliente. Esa idea en particular no era novedad, desde el primer día de arribar al castillo había tenido sueños en los que la paliza del juicio se transformaba en algo más privado entre ellos dos.
¿Los golpes de su superior lo motivaban de esa forma? Era definitivo, algo andaba mal en su cerebro.
Pero ya con el morbo saciado —y la creciente sospecha de tener una tendencia insana hacia lo aspectos crueles de Levi—, salió de su habitación ahora como único acompañante el terror que sentía. Decidió que jamás volvería a perder el control así. No quería ser asesinado ni lograr que lo mirara de ese modo otra vez. Simplemente no se sentía bien.
Le bastó volver a estar frente al capitán en el entrenamiento de la tarde para darse cuenta de que le sería imposible. Su sola figura le hacía arder la sangre de la misma forma que cuando se transformaba en titán.
VI
Algo extraño estaba sucediendo. Petra lo tenía tan claro como cualquier integrante del escuadrón de Levi. Su capitán a simple vista se veía imperturbable, igual que siempre, pero su mirada adoptaba una fiereza que nunca le habían visto al dirigirse a Eren. Era casi una amenaza de muerte.
Eren, por su parte, cada mañana en la que limpiaban el castillo se esforzaba por seguir cada una de sus órdenes, a pesar de que era obvio que le estaba dando más carga de lo usual. Aunque era durante los entrenamientos de la tarde donde se podía notar mejor su estado emocional. Siempre que sus ojos se dirigían al capitán algo pasaba en su rostro, a veces se descomponía y a veces apretaba los dientes con impotencia. El resultado era que sus ataques a los titanes de madera oscilaban entre la torpeza y la realización de extraordinarias proezas, tal como acababa de suceder.
—Muy bien, Eren —felicitó Petra, poniendo una mano en su hombro, lo palmeó. Eren acababa de derribar un titán de madera con una increíble pirueta digna de los más veteranos de la Legión.
Sin poder fingir ella, al igual que Aureo, Gunter y Erd, esperaron alguna palabra del capitán al respecto, o por lo menos, uno de sus habituales "nada mal".
Lo único que recibieron fue una reprimenda.
—¿Por qué se quedan ahí parados? Terminó el entrenamiento. Vayan a cenar.
Todos se sobresaltaron.
—Sí, señor.
Petra respondió con el grupo y tomó a Eren del brazo, arrastrándolo con ellos. Ya no daba más de curiosidad. Bastaba una mirada a sus compañeros para saber que se encontraban en la misma situación.
—Eren —dijo amenazante Aureo, cuando estuvieron los cinco sentados a la mesa.
—¿Sí?
—¿Qué está pasando entre el capitán y tú? —preguntó Petra.
Eren se sorprendió, enseguida intentó fingir.
—Nada, no sé a qué se refieren.
Nadie se tragó su tono de inocencia.
—No trates de vernos como tontos —pidió Erd.
—Está claro que algo sucede —agregó Gunter.
—¡Así es! Nosotros conocemos muy bien a nuestro capitán, niñato. No te atrevas a mentirnos —alegó Auruo.
Eren inclinó su cabeza hacia adelante.
—Lo siento, no intento ofenderlos —aclaró—. Es solo que…
—¿Qué? —apuró Petra ansiosa.
—No puedo decirles.
Eren suspiró con alivio cuando la entrada del capitán lo salvó de responder más. ¿Cómo iba a contarles que se le había declarado? Y aún peor, ¿qué había continuado presionándolo al respecto?
Todos fingieron normalidad en su presencia y pese a que Levi los miró obviamente extrañado del denso silencio, no preguntó a qué se debía y tomó lugar en la cabecera.
VII
Levi estaba comenzando a preguntarse qué había hecho mal en su rol de líder. Como si no fuera suficiente con un desviado en su unidad, ahora tenía dos. Y ambos lo habían elegido a él como su meta.
Sí, sabía que Aureo también albergaba esas inclinaciones pervertidas con él. El muy imbécil, hace tres meses, se lo había confesado borracho y había intentado hacer lo mismo que Eren días atrás. Levi lo había pateado, varias veces sin piedad hasta que le arrancó la promesa de que jamás volvería a pensar, imaginar o sentir algo de ese tipo con su persona.
Desde entonces, Aureo había tenido el buen juicio de comportarse correctamente.
Por alguna razón, Eren no había reaccionado de la misma forma. No había ocasión en que se quedaran solos que no hubiese aprovechado para insistir en su punto. Quería estar con él, decía. En otras ocasiones, como en ese mismo momento, no decía nada y solo se limitaba a mirarlo suplicante mientras le explicaba todos los mandatos que debería realizar ese día.
Levi se cruzó de brazos cuando Eren salió de su despacho con la cabeza agachada. Lo que sea que estuviese haciendo mal, lo descubriría y lo corregiría. Por el momento se le había ocurrido que estaba siendo demasiado amable, así que comenzó a ser más duro en su trato y en las labores que le encargaba a Eren. A ver si manteniendo ocupada su vacía mente adolescente lograba eliminar aquellas ideas turbias y molestas.
Continuará…
Espero que puedan acompañarme en esta nueva historia. ¡Saludos a todas y todos!
