Los personajes no me pertenecen a mí si no a nuestra amada J. . Esto no está hecho con ánimo de lucro ni ofender a nadie. Si no te gusta el slash, no mires. Graciaaaaas (:
El gran comedor estaba a rebosar aquella mañana de febrero. Las risas, charlas animadas y comentarios de todas las clases llenaban la estancia. Sin embargo, en un apartado lugar de la mesa de las serpientes, un joven rubio no conversaba todo lo que su moreno compañero deseaba.
-A Scorpius Malfoy la profesora McGonagall le parece de lo más atractiva... -el comentario de Albus no hizo mella en su distraído amigo.
-Cierto...-dijo Scorpius, bebiendo un sorbo de su zumo de calabaza, sin saber muy bien a lo que acababa de responder.
-Además se ducha con el pijama puesto por que tiene verguenza.- Nada, Scorpius seguía sin prestarle atención.
-Ajam...
-Y se muere por llevarme a la cama.
-¿Qué dijiste Al? - el rubio se giró, dirigiendo su mirada a su compañero, realmente interesado en lo que acababa de escuchar, dejando de prestar atención a sus apuntes de pociones.
-Que...Te meas en la cama...-contestó el moreno, enrojeciendo violentamente, pues no se esperaba que el rubio le hubiese escuchado. El susodicho simplemente rió.
-A veces eres tan infantil Al...
Albus suspiró aliviado de que Scorp no le hubiese oído bien. Desde hacía varios días, Scorpius se comportaba de manera extraña con él, y eso estaba empezando a volverle loco. El rubio había sido su mejor amigo desde el día en que se conocieron. Lo recordaba perfectamente aunque ya hubiesen pasado casi seis años de aquello. Fue el primer día de colegio, el día en el que el sombrero seleccionador pronunció claramente la casa a la que él correspondía. Slytherin. También recordaba, que escasos minutos después de sentarse en la mesa de las serpientes, tuvo que marcharse corriendo de allí, directo a los baños, pues su estómago, al asimilar la noticia de que no estaría en Gryffindor como su padre, parecía haber tomado vida propia e intentaba salírsele por la boca. Rato despues de insoportables nauseas y sollozos descontrolados, reunió las fuerzas suficientes para salir del cubículo en el que se había encerrado y volver al Gran Comedor. Era su primer día, y no quería perderse por alguno de los innumerables pasillos en busca de su dormitorio, todo por no haber seguido al prefecto que estaba al cargo de los alumnos de primero. Abrió la puerta, aún secándose las lágrimas del rostro con la manga de su túnica cuando se topó de bruces con un muchacho de piel tan blanca como el marfil, ojos plateados como el filo de una espada y cabello rubio platino, casi rozando el color blanco.
-Oh, perdón.-se disculpó el moreno por el leve choque.
-No pasa nada. ¿Te encuentras bien? Antes vi que salias corriendo del comedor y pensé que tal vez necesitases ayuda...-el rubio le dedicó una amable sonrisa, mostrando una hilera de perfectos dientes blancos.
-Ah, sí, gracias por...Preocuparte. -un ligero rubor inundó las mejillas de Albus, quien no esperaba que aquel muchacho se hubiese preocupado con él. Al parecer, su tío Ron no tenía razón del todo, no todos los Slytherins eran unos bordes antipáticos, al menos ese chico no.
-No hay de qué. Por cierto, mi nombre es Scorpius, Scorpius Malfoy.-el rubio le tendió una mano, la cual un vacilante pero sonriente Albus estrechó con fuerza.
-Yo me llamo Albus, Albus Potter.-un brillo de interés pareció inundar por un instante los ojos del rubio, el cual sonrió aun mas, desconcertando al moreno.
- Será mejor que volvamos al comedor, Potter, o tendremos que recorrernos el castillo en busca de nuestros dormitorios, y por lo que me han dicho, no son fáciles de encontrar.
Dicho eso, el rubio salió de los baños, dejando a Albus allí, con un leve y cálido hormigueo en la mano con la que había estrechado la del otro chico y una sonrisa un tanto estúpida.
Estaba en Slytherin, sí.
Su familia iba a despreciarlo, por mucho que su padre le hubiese asegurado lo contrario.
Y su estómago parecía haber sufrido el ataque de un troll.
Pero...
¡Había hecho un amigo!
La cabeza del rubio asomó de nuevo por la puerta de los servicios, mirándole con reproche.
-¿Vienes o qué?
-Oh, ¡sí, espérame!
