Disclaimer: Ningún personaje me pertenece; todos son propiedad de Tomo Takabayashi.
Esta Semana
Capítulo I
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Hay un límite para todo, o eso era lo que creía Wolfram.
Mientras la luz de luna penetraba con fuerza dentro de su habitación las piernas de Yuuri se ceñían a su cintura con desesperación, buscando un contacto más profundo con él. El sexo estaba bien; inclusive era con lo que podía conformarse al momento. Sin embargo… él ya estaba en el límite de sus sentimientos. Parecía un cuenta gota de lo que podía dar cada vez que Yuuri estuviera dispuesto.
Seguro él es su prometido, pero no significaba que estuviera dispuesto a esto. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces se habían encerrado en su originaria habitación (por respeto a Greta) para intimar lejos de los rumores que podían esparcirse por el castillo al otro día. Dos años siendo el fiel compañero —mejor amigo— para, después de tanto, tener la satisfacción sexual que le podía dar. No era suficiente. Llevaban este tipo de relación desde hacía medio año y quién había iniciado esto había sido el mismo Yuuri.
Esa vez el cliché del alcohol no estaba con ellos, mucho menos promesas románticas que bien sabían ambos no poder cumplir —al menos su prometido—; todo había sido una reacción del cuerpo. No era algo de un genio saber que todo era reacción y química, y Yuuri era un adolescente hormonal aún y contando. Tal vez sí se había aprovechado de la situación, de un sueño húmedo, pero tampoco era su intención que toda la relación fuese basada en eso. El progreso del mejor amigo a la perra del Maou no le ayudaba a su orgullo, aún cuando él estuviera disfrutándolo también.
Nadie podía asegurarle que no era la última vez que lo veía con los mechones oscuros, pegados, esparcidos por su frente y costados del rostro, o su boca roja ante la voracidad de los besos. O mismo el sonoro latido de un desbocado corazón que latía ahora en sus oídos. No obstante Wolfram tenia su dignidad y su orgullo y el mismo le hacía ver en la mañana la imagen —ésta imagen— escurrírsele de las manos por decisión propia. Aún pesándole los párpados, Wolfram le dirigió una mirada vaga a su prometido, saliendo de su cuerpo y recostándose a su lado. Yuuri respiraba ahora con más calma, los suspiros que le siguieron le indicaron que estaba durmiendo, Wolfram aprovechó su soledad para darse un baño y, de paso acomodarse las ideas.
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Shibuya Yuuri despertó buen humor, estirando sus brazos en tanto el agua caliente del amplio baño terminaba por relajarlo. Al principio las mañanas le hacían sentir la actividad corporal de la madrugada, algunos dolores en la espalda y las piernas, pero con el tiempo éstas fueron menguando y el placer carnal lo había abarcado todo. Toda su anatomía estaba preparada a la hora de recibir a Wolfram en su interior… ruborizándose ante tal pensamiento, Yuuri enarcó sus cejas en un gesto de disgusto. No era que le molestara tener relaciones con él, lo que le molestaba era que Wolfram llevara el control de todo en las sábanas. Él aún no ganaba confianza en sí mismo para esos menesteres, además… que su prometido nunca le había propuesto que fuera al revés.
Suspirando, y dando el tema ya por finalizado, salió notando su piel arrugada y sin muchas ganas de terminar el papelerío que le esperaba por ser el Maou. Prefería más estar en la banca que correr a primera base si el campo de juego implicaba firmar papeles y tolerar a Günter despidiendo feromonas en su nuca.
Tras vestirse y llegar a su habitación originaria, no le sorprendió encontrar a Greta durmiendo a la par de Wolfram mientras notaba las níveas piernas de su prometido asomarse intrépidas entre las sábanas. ¿Cuántas veces había pensado en él como en la silueta de una mujer? Sin embargo el verlo completamente desnudo le hizo desechar la idea desde luego. Wolfram podría parecer una mujer, pero su cuerpo era fornido, no había más que un diminuto espacio entre la cintura y las caderas eran inexistentes, ya que al ser rectas estas carecían de curvas.
De un momento a otro frunció el entrecejo; ¡¿por qué pensaba estás cosas?! Se agarró ligeramente la cabeza y cerró la puerta; aún era temprano y la mañana se prestaba para correr y despejar. Lo que le extrañó fue el no ver a Conrart en ningún lado —o a sus alrededores mejor dicho—. Sonriendo, el Maou caminó rápido por los pasillos, ajustándose el cierre hasta el cuello ante el viento que lo arrulló en la altura del castillo.
Por ello no le sorprendió el recibirlo en pleno rostro una vez afuera. Mientras pisaba el pasto en trote lento, los recuerdos del inicio, la causa de su vida sexual plena —como la llevaba ahora— había sido el resultado de un sueño húmedo de su parte. Esa noche, hace medio año, se había despertado con una… erección y con la sorpresa de estar frotándose en el cuerpo de Wolfram. Le sorprendió, y humilló, ver los oscurecidos ojos verdes clavados en él como si fuera su presa. Seguro, después de tanto tiempo de compartir la cama el pudor nunca había amenazado tanto como en ese momento en el que cual los labios de su prometido se habían movido hasta su sensible oreja y respirando en la piel.
El escalofrío de ese momento le había hecho cerrar los ojos mientras un ligero: "¿Puedo?" hacía eco en su consciencia y un ligero asentimiento de cabeza por su parte había sido el desencadenante de lo próximo. Había sido real. Wolfram lo había ultrajado —al menos así lo había visto en ese momento— y se había aprovechado de la situación dónde él era la víctima.
Esa creencia había llevado a ignorarlo unos días, en los cuales el Mazoku casi lo prendió fuego, y otras cosas. Luego, cansado de no tenerlo encima como usualmente estaba, Yuuri había cedido en una noche en la cual le había extrañado la cercanía siendo él quién diera el próximo paso, volviendo a sentir los nudillos delgados de Wolfram en su cuerpo. Las cosas que pasaron luego y terminaron por completar esa pasión vacía que usualmente dejaba el juego previo, fueron olvidadas al perder su ignorancia con otro hombre.
Yuuri se sintió frustrado y el trote se hizo cada vez más lento. Realmente le gustaría experimentar con una mujer, una chica de su edad, a quién pudiera mirar como su futura esposa. Él solo seguía esto para satisfacer a Wolfram y sentirse un poco en paz de no ser más decidido a la hora de terminar con el compromiso.
Con eso era suficiente para él, su egoísmo de hacerlo —de una manera u otra— permanecer a su lado, Wolfram estaba conforme y a él… no el disgustaba. Extraño siendo el hecho que era otro hombre, pero se sentía bien. Sólo bien. O eso era de lo que quería convencerse. Probablemente el hecho de que no pudiera tomar las riendas en la cama era el resultado de que lo tocaba lo justo y lo necesario, era sólo eso.
Se encontró de nueva cuenta frente a las puertas y a Günter frente a él con una sonrisa impecable que le hicieron acordar a un comercial de un dentífrico.
—Heika, buenos días.— Agradecía que no se le hubiera tirado encima, más no el hecho que tenía algunos papeles entre sus brazos. El hombre corrió hasta él, o trotó mejor dicho, hasta estar a su lado.—Una mañana espléndida y no es raro verlo ya levantado dispuesto a empezar con sus deberes como Maou.— Yuuri lo miró con los ojos bien abiertos mientras quién le hablaba parecía tener más que decir.
—Erh, ¿tiene que ser ahora?— Bajó sus cejas, mostrando una mirada que daba lástima. Más, siendo Günter con quién hablaba, este siguió en su propio mundo, destilando brillo propio. Cavar en el suelo y esconderse sería una habilidad útil en estos momentos.
—¡Claro! No hay nadie más que pueda hacerlo y, además, hoy le toca clase de la economía del país.
Yuuri terminó sentado después de veinte minutos en el escritorio que usualmente ocupaba Gwendal; su expresión aburrida y su mano mecánicamente firmando cualquier papel que tuviera frente —sin leer siquiera— era todo lo que iba a hacer las próximas horas. Bostezó abiertamente mientras su compañero hundía la nariz en la mitad del libro y vociferaba incoherencias que no se molestó en escuchar.
De un momento a otro su rostro cayó en la fría madera amueblada y sus ojos dieron dos vueltas por la habitación antes de caer cansados en la ventana. Ahí podía ver a Conrart con su adorable hija en un galopeo de caballo —o poni— como lo habían decidido Wolfram y él hace unos días.
Greta crecía deprisa, como toda humana, y sus ansias de ver más allá que adentro del castillo crecían también. Yuuri no lo veía justo que ella creciera de esa forma, o que madurara. Es que no entendía ¡si hasta jardín tenía en el castillo! Y Beatrice veía periódicamente. Y bien podía aparecer un muchacho para abofetearla en cualquier momento, y Yuuri sí era capaz de matarlo y a ella dejarla con una fuerte cerradura del castillo adentro.
Aunque creciera, no dejaba de ser su protegida. Y ahora que la veía levantada eso implicaba que el demonio de fuego debía estar vagando en alguna parte. Su padrino pareció notar su mirada moribunda en el interior de la habitación puesto que le sonrió y saludo. Yuuri no pudo pensar en él más que en un traidor por estar él arriba con papeles y Conrart abajo disfrutando el día al aire libre. Más movió la mano, seguido de un grito alegre de su hija con la clara palabra: Papá en él.
Suspirando, empezó a mover su mano más ágilmente para terminar lo antes posible y luego salir a cabalgar con su hija. No espero que Wolfram abriera con velocidad y fuerza la puerta principal.
Yuuri parpadeó, seguido de una exclamación de Günter ante el escándalo.
—¡¿Qué formas de entrar son esas?!
—Tengo un asunto con Yuuri que tratar.— Al Maou se le oprimió el pecho ante el tono, y suspiró revoleando los ojos. Estaba seguro que ahora le vendría con alguno de sus problemas… erh, quizá podría acusarlo de nuevo de traidor. Pero bien no hubo ninguna muchacha a su alrededor a excepción de las sirvientas, entonces: ¿Cuál era ahora el problema? —¿Te molesta?— La muñeca de Wolfram le enseñó, con respeto, la puerta de salida.
Günter carraspeó su garganta, mirando directamente a Yuuri quién asintió un poco. La duda de si estar solo con Wolfram en estos momentos y con el humor que parecía traer, no parecía lo más sano. El Maou sintió una gota de transpiración correr desde su frente hasta su nuca, en tanto sonreía cual idiota para alivianar la tensión.
Las pupilas verdes se clavaron en la oscuridad de las suyas y tras respirando hondo le tiró a la mesa —sí, no se los dio en mano, ni mucho menos mencionó la existencia, simplemente los revoleó—. Yuuri parpadeó, mirándolo y luego a los papeles, tomándolos en sus manos y alzando una ceja, sin entender mucho.
—¿Qué es esto, Wolf?— Wolfram dejó escapar un sonido de sus labios, frunciéndolos y cruzando los brazos en su pecho. Esto era raro, no recordaba haber hecho algo para molestarlo. O tal vez sí. Pero ahora no registraba nada.
—Los papeles para anular el compromiso.— Dijo, cortante, mientras Yuuri quedaba con la cara sorprendida y con los papeles deslizándose entre sus brazos. Lo primero fue recordar respirar, lo segundo examinar si la persona que estaba frente suyo era realmente Wolfram von Bielefeld.
—Dilo de nuevo.
—¡No voy a repetirme! Si no escuchaste, lee, enclenque.
El demonio se pasó una mano por los cabellos en un acto de exasperación; Yuuri en tanto seguía en sus propias ideas. Todo su mundo, sueño, anhelo y futuro estaba en esos papeles. Esos tres años —o dos y medio— de martirio se terminarían con sólo poner su firma en ellos. Por un momento, sin reacción, Yuuri tuvo cinco minutos de analizar que todo era demasiado fácil para ser cierto. Y que era la misma persona obstinada que —supuestamente— lo amaba quién le tendía esa posibilidad de libertad.
Siendo un poco más frio, estiró y dejó descansar la palma de su mano en el escritorio, antes de que su lado maduro lo abandonara inmediatamente y su grito sonoro retumbara entre las paredes.
—¡¿Qué… demonios pasó ahora, Wolfram?!— Probablemente este no sea el tono con el cual debería hablar alguien que está feliz, pero todo estaba pasando tan rápido que su humor inicial se le escurría con velocidad. El Mazoku se mantuvo firme, elevó su barbilla altaneramente y lo miró despectivamente.
—¡Sólo hago lo que tendrías que haber hecho hace dos años y medio!— Repuso, moviéndose hasta golpear con la mano abierta la madera de la mesa, terminando por mirarlo duramente.—¿Esto era lo que querías, no, Yuuri?— El Maou dio un respingo en su silla, sintiéndose incómodo.
—Sí… pero.— Reconoció, para luego respirar hondo.—¡No de ésta forma!— Eso también era cierto. Sin embargo no tenía lógica alguna todo lo que estaba pasando. La noche anterior estaban bien… ¿no? Wolfram lo quería, ¿no? Claro que él no correspondía de esa forma pero sus sentimientos eran contrarios a los de él. Siempre había sido así.
Algo dentro se removió; Yuuri quedó mudo unos minutos mientras las palabras se repetían como eco en su cabeza. Por supuesto que nada había cambiado, al menos sentimentalmente. Wolfram seguía queriéndolo y él seguía negando la posibilidad de que existiera algo más profundo entre ellos.
El sexo no era más que una necesidad corporal, cualquiera puede reaccionar si sólo se palma la carne bajo tus dedos. De eso era consciente. Ya más calmado, Yuuri miró los papeles y a su, hasta ahora, prometido de reojo. Quién —por cierto— estaba a un paso por estallar.
—No sé de qué forma pensabas terminar con esto, pero a mi no se me ocurre otra.— Las largas pestañas del Mazoku cayeron levemente y suspiró apartando se manera grácil los cabellos de su frente.—Sólo firma, Yuuri. Es lo mejor.— Eso había sonado comprensivo; el Maou estaba en blanco. De un momento a otro pensó las posibilidades de que Wolfram huyera del castillo y eso tampoco lo quería. Carraspeó su garganta, oyendo el papel temblar bajo su pulso inestable y habló:
—S-si firmo… ¿te irás del castillo?
—¡Claro que no! ¡¿En qué estás pensando, enclenque?!— Yuuri le clavó los ojos, no era la imagen que se había proyectado; sino más bien sería: Sí, porque me haría daño tenerte cerca, tal vez no tan así pero algo relacionado. Después de todo era Wolfram con quién estaba hablando. Alguien lo suficientemente testarudo, y cerrado, como para decir sus sentimientos.—Soy un soldado, mi deber es protegerte y a Greta también.
—Haha, casi me matas del susto, Wolf. Pensé que sería más grave…— Eso era algo que no tendría que haber dicho en voz alta. Yuuri saltó en la silla mientras las chispas emanaban de los ojos verdosos de Wolfram.—¡E-espera, no fue lo que quise decir!— Le dijo, tratando de detener el camino que éste estaba haciendo hasta la salido. En un último intento extendió su mano tratando de tomarlo del brazo, pero éste simplemente lo rechazó de plano golpeando el dorso de la misma.
—¡Sólo fírmalo!— Con eso, el Mazoku desapareció de su visión.
Bien, esta vez la había hecho. Las palabras habían salido de su garganta sin siquiera ser pensadas con claridad y era evidente que lo había lastimado de alguna u otra forma. Con frustración revoleó un libro a la puerta. Estaba molesto con Wolfram por crear cierta inestabilidad en sus emociones y él mismo ser así.
Arruinar su mañana sin dar explicaciones, simplemente revolearle los papeles en pleno rostro, no dejarle nada claro y borrarse. Apretó sus labios en una mueca mientras volvía a la silla y miraba con recelo los papeles.
Tenía cierto temor de salir de esa habitación y encontrarse con miradas curiosas por los gritos previos que habían estallado. Encima estas paredes parecían estar hechas en papel, ya que todos sabían su vida personal. O casi todo. Miró de nueva cuenta los papeles y, tras morder su labio, los dobló y guardó en su uniforme. No iba a firmarlos, aún no. Este parecía ser el momento principal para que alguien lo devolviera a la tierra y él mismo pudiese relajarse de toda esta tensión.
Su madre estaría feliz de tenerlo por allí y a él le serviría de descanso, al menos estar fuera cinco días ya que el tiempo corría de manera distinta en esta parte y nadie pensaría que se fugó.
Yuuri no era consciente, en esos momentos, que estaba huyendo de Wolfram y su repentina forma de dar vueltas todo. Pasó una mano por sus cabellos y frunció su entrecejo. Nuevamente el sexo estaba bien, pero… ¿qué las cosas siguieran como siempre lo estaba?
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tbc
