7 Horas, 22 Minutos y 18 Segundos
CAPÍTULO 1: Encierro
Intentaba escuchar las palabras que el profesor Binns decía. Con todas sus fuerzas quería permanecer atenta. Pero en esos momentos le importaba muy poco cómo fue la última revolución de los duendes un par de siglos atrás. Una revolución de la que ella no había formado parte. Le interesaba más saber cosas sobre lo que vivían esos días… ¿A quién le interesa una guerra de hace años cuando está cerca otra mucho peor? Resopló aburrida y apartó su pelirrojo cabello de la cara. Sonrió al ver a Luna a su lado tan distraída como ella. Parecía estar también en su propio mundo, aunque eso no era algo extraño en su amiga. Algo llamó su atención en la ventana: comenzaba a nevar. Eso le recordaba en qué época del año estaban, que ese era el último día de clases antes de Navidad y que en dos días se irían a La Madriguera.
La Madriguera… donde también estaría él.
Harry… El tormento de su cabeza desde que tenía memoria. Y ahora no era diferente. Podía parecer para muchos que la asustada Ginny Weasley que suspiraba por los pasillos de Hogwarts con cada mirada que le lanzaba Harry Potter había desaparecido. Todo el mundo pensaba que esa época había quedado atrás y que ahora ella salía con otros chicos, se divertía, disfrutaba… Y así era. Pero dentro de ella seguía estando esa niña sonrojada que suspiraba cada vez que lo veía pasar. Y eso la desesperaba. Le dolía. No tengo remedio… Se decía una y otra vez.
Antes era más fácil. Harry ni si quiera la miraba y ella podía tener razones para querer olvidarlo. ¡Pero ya no era así! Desde hacía un tiempo que no. Porque cuando por fin ella comenzaba a verle verdaderamente como un amigo él empezaba a mirarla, a hablarle, a reír con ella… a notarla. Y eso hacía que la parte menos racional del cerebro de Ginny, la parte que ponía en funcionamientos aquella niña pequeña que todavía le quería, le hiciese creer que podía pasar, que quizá esta vez sí, Harry Potter podría fijarse en ella.
Pero tenía que hacer que esos pensamientos terminaran. Y pasar la Navidad junto a él no ayudaba demasiado a seguir permaneciendo fuerte y despreocupada delante de él…
- Señorita Weasley ¿Puede repetir lo que he dicho?
Salió de sus pensamientos y miró al fantasma de su profesor al frente del aula. Todos sus compañeros la miraban expectantes, algunos entre risas, notando que no tenía ni idea de lo que había hablado el profesor Binns en los últimos veinte minutos. Entonces sonó el timbre y todos comenzaron a recoger sus cosas a toda prisa. El señor Binns seguía mirándola de mala manera por su notable distracción, pero no dijo nada.
Salió del aula como todos los demás, se despidió de Luna y comenzó a caminar por los pasillos, todavía pensando en él… En su pelo, en sus ojos, en la sonrisa que rara vez le veía… ¡Basta! ¡Tienes que pensar en Dean, sólo en él! No en Harry… ¡Creía que ya lo tenía superado! ¿Qué me pasa últimamente? Pero su mente no parecía estar por la labor de obedecerla. Porque cuanta más atención le prestaba Harry, menos caso le hacía ella a Dean, menos pensaba en él… y más en la tortura de su corazón desde que tenía memoria.
- ¡Eh, Weasley!- Ignoró aquella voz y continuó andando.- ¡Te estoy hablando!
Cogió aire y se dio la vuelta. Zacharias Smith, un par de metros separado de ella, la miraba con los ojos entrecerrados. Estúpido… Llevaba todo el curso incordiándole e intentando que le contara qué había pasado en el ministerio y si los rumores de que Harry era el elegido eran ciertos. Idiota… ¿De verdad cree que se lo voy a decir?
- ¿Quieres algo o sólo querías comprobar que sabes hablar?
- No sigas por ese camino Weasley… Ahora no habrá ningún Slughorn que te salve.
- No necesito ayuda de nadie para defenderme de ti. ¿Quieres algo o no?
- He oído que Potter pasa las Navidades en tu casa.
- ¿Debería preocuparme porque tengas tanto interés en él?
Zacharias puso mala cara ante esa insinuación y con los ojos echando chispas, se acercó a ella hasta casi tocarla, intentado en vano intimidarla.
- Deja de hacerte la dura y cuenta de una vez qué pasó en el ministerio el año pasado. Todos saben que estabas con él.
- Te lo dije en el tren y te lo repito ahora, no es de tu incumbencia.
- Vamos… ¿Qué más te da? Cuéntamelo.
- Te he dicho que no.
Ginny se dio la vuelta haciendo hondear su pelo y comenzó a caminar de nuevo, pero la voz de Zacharías todavía llegaba a sus oídos.
- ¿Es por Potter? ¡Pensé que ya no babeabas por él!
Intentó no prestar atención a sus palabras. Pero había tocado un tema que, para bien o para mal, era su punto débil.
- ¿Entonces es verdad?- Insistió Zacharias.- La pequeña Ginny Weasley sigue llorando por los rincones por el gran Harry Potter… ¡Es patético!
Ya está, Su paciencia tenía un tope y acaba de ser rebasado. Sus ojos volvieron a encontrarse y Smith retrocedió un paso ante aquella mirada marrón que hacía recordar demasiado a la señora Weasley en uno de sus días malos. Y antes de que ninguno dijera una palabra más, Zacharías Smith ya tenía la cara cubierta de mocomurciélagos al más puro estilo Ginny Weasley.
- ¿Qué ocurre aquí?
El profesor Binns estaba detrás suya, todavía malhumorado por la poca atención que le había prestado la pelirroja en clase y viéndola agredir a un compañero con un hechizo. No sabía por qué lo había echo. O quizá sí, y las palabras de Smith, dichas en alto, herían demasiado su orgullo. Pero lo había hecho.
Esta vez sí se había metido en un lío.
Unas horas más tarde Ginny entraba en su habitación de la torre de Griffyndor dando un portazo y tirando los libros encima de la cama de mala manera. Había sido un día horroroso. Ni si quiera había bajado a cenar con todos los demás. Y para que a un Weasley se le quitase el apetito, debía pasar algo verdaderamente grave.
Resoplo frustrada. ¡Ni si quiera es grave! Llevaba todo el día enfadada consigo misma por estar pensando en Harry. Y el encontronazo con Zacharias Smith no había ayudado en absoluto. Sólo había servido para que el profesor Binns le castigara a pasar el día siguiente, el último día en el castillo antes de ir a casa, en la biblioteca ordenando libros y papeles… Y puntos menos para Griffyndor por los mocomurciélagos… Idiota de Zacharias… Le había arruinado su último día en el castillo.
Se echó en la cama y se tapó la cara con la almohada, evadiéndose del mundo. Al menos mañana estaría distraída y no tendría tiempo para pensar en Harry… ¡Pero no es mi culpa si lo hago tanto últimamente! La culpa era enteramente de él. Por hablarle, por reír con ella, por mirarle de ese modo cuando pensaba que ella no se daba cuenta… ¡La desconcentraba! Y lo que tenía que hacer era concentrarse en Dean. Nada más que en él. Y dejar de tener sueños estúpidos en la clase de historia de la magia pensando en que quizá Harry…
Tonterías… Quizá Harry nada. Son imaginaciones mías. Sólo mías.
Esa noche tuvo un extraño sueño en el que el profesor Binns volaba a lomos de un mocomurciélago gigante. No había sido una noche muy agradable… Se despertó a toda prisa. Se había quedado dormida y si llegaba tarde a su castigo podría aumentar. Se vistió a toda prisa y sin ni siquiera desayunar se dirigió a la biblioteca. Va a ser un día tremendamente aburrido… Pero Ginny no podía estar más lejos de la verdad. Al fondo del pasillo, frente a la puerta de la biblioteca, estaba Harry. Con su indomable pelo negro, sus gafas torcidas y su gesto de preocupación constante. Suspiró derrotada por no poder alejarle de su mente ni si quiera cuando estaba castigada. Era el momento de fingir de nuevo, de hacer que era la alegre y amistosa hermanita de Ron… Que comience el espectáculo…
- ¿Qué haces aquí?
Harry dio un respingo y sus mejillas se sonrojaron ligeramente al ver quién le hablaba. ¿Cuándo habían cambiado las tornas y era él el que se ponía colorado?
- Snape me castigó ayer.
¿Castigado? ¿Harry? ¿Aquí?
- ¿No tendrás que ordenar la biblioteca, verdad?
- Sí… ¿Cómo lo sabes?
Estupendo… Si quería deja de pensar en Harry no iba por buen camino…
- Creo que voy a hacerte compañía todo el día.
- ¿Qué?
¿Se estaba volviendo loca o Harry se había alegrado ante aquello? Quizá se lo había imaginado y sus ojos verdes habían brillado por el reflejo de las gafas y por nada más.
- También me castigaron ayer.
- ¿A ti?
- Aunque no lo creas, Harry, también puedo ser mala…- Dijo apoyándose en la pared junto a él.
De nuevo ese sonrojo en sus mejillas. Y, si tenía que ser sincera, le agradaba causar esa reacción en él. Aunque todavía no supiera qué implicaba aquello.
- No lo dudo.- Harry se enderezó y se acercó un poco más a ella con una expresión que no sabía definir.- Entonces… ¿Tú y yo solos? ¿Todo el día? ¿En la biblioteca… a solas?
Se rió por las preguntas atrolondadas que había formulado Harry, pero al mismo tiempo una sensación extraña recorrió su vientre al escucharlas e imaginarse el panorama. Contrólate… Que no lo note… Ante todo compostura.
- Eso parece...- Dijo con media sonrisa.- Espero que no te importe.
Harry abrió la boca para responderle pero unos pasos se escucharon cerca de ellos y, tras la esquina, apareció la profesora McGonagall seguida de Neville y Hermione. La poca distancia que los había estado separando se hizo más grande cuando los demás aparecieron. Mierda… Esa sensación extraña, pero en cierto modo agradable, desapareció cuando se separaron. No, no, cuanto más lejos mejor…
Entonces notó lo seria y enfadada que parecía estar McGonagall a su lado, quién recibía la atención de los cuatro alumnos que estaban allí presentes.
- ¿Tienen la menor idea de cuántos puntos ha bajado Griffyndor en estos dos días gracias a ustedes cuatro?
Hermione fue a responder de manera automática, pero notó que no era una pregunta de la que su profesora quisiera respuesta.
- No sé que se han pensado que es esto.- Continuó McGonagall.- Pero quiero que sepan que estoy muy disgustada con el comportamiento de todos ustedes.
Era increíble que después de tantos años McGonagall siguiese teniendo ese poder de intimidación en ellos.
- Lo sentimos.- Dijo Hermione.- Pero verá profesora…
- Ni un pero señorita Greanger.- La interrumpió sin dejarla explicarse.- Se van a pasar todo el día aquí ordenando los libros de las estanterías y los pergaminos de la mesa central por orden alfabético… sin magia.
- ¿Sin magia?- Preguntó Neville débilmente.
- Sin magia.- Volvió a recalcar la profesora.- Y no duden que me enteraré si la hacen.
- ¿Podremos, al menos, salir para comer?
Ya estaba su gen Weasley hablando por ella. Pero el día anterior no había cenado y esa mañana no había tenido tiempo de desayunar. Sus tripas rugían por comida. Notó cómo Harry la miraba y sonreía ante el comentario y no pudo evitar sonreír con él.
- No es momento para preocuparse de su estómago. Ahora… todos dentro. Y ni una palabra… el señor Filch está vigilando. ¿Entendido?
Todos asintieron y comenzaron a entrar a la gran biblioteca con paso lento, intentando evitar el momento. Nunca habían visto aquel lugar tan vacío y en silencio. Ni si quiera Hermione, quien había pasado más tiempo allí que todos ellos juntos. Harry se acercó a una de las mesas más cercanas y vio un montón enorme de pergaminos viejos que recogían antiguos préstamos y devoluciones.
- ¿Hay que ordenar todo esto?- Preguntó Ginny mirando el gran montón.- Genial…
- Podría haber sido peor.- Comentó Harry.
- ¿Peor?
- Prueba a firmar durante horas autógrafos y fotos como si fueras Gilderoy Lockhart. Aquello sí que fue un castigo…
Ginny emitió una risita cantarina al recordar a su antiguo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras e imaginarse la situación que Harry acababa de describir.
- ¿Qué ha querido decir con lo de que Filch estaría vigilando?- Preguntó Neville.
Harry se encogió de hombros y Hermione puso esa expresión suya de cuando está pensado en las posibilidades de una teoría. Entonces escucharon un golpe seco detrás de ellos y todos se giraron con rapidez. De detrás de una estantería salió una larga cabellera rubia y unos ojos chispeantes y soñadores.
- ¿Luna?
- ¿Qué hacéis aquí chicos?- Preguntó acercándose a ellos.
- Nos castigaron a todos.- Respondió Hermione.- ¿Qué haces tú a aquí?
- Tengo que asegurarme de que la sala está a salvo de torposoplos.
- Luna, esos bichos de los que siempre hablas…
Ginny a su lado, sabía la conversación que su amiga iba comenzar, prefirió dejar las cosas como estaban.
- Déjalo estar, Hermione…- Le susurro al oído.
- De acuerdo…- Hermione negó la cabeza resignada mientras Neville arrugaba la frente sin comprender todavía de qué bichos extraños hablaban los demás.
De pronto, la enorme puerta de la biblioteca volvió a abrirse con un sonoro golpe. Ron entraba de mal humor, con la cara tan roja como su pelo, seguido de McGonagall, a quien tampoco le había mejorado el humor en esos minutos.
- ¡Señor Weasley! ¡Estaba hablándole!- Ron se dio la vuelta y miró a su profesora con la respiración agitada.- Un comportamiento así merece algo más que un simple castigo ¡Créame! Y no dude que sus padres se enterarán e esto.
- Estupendo.
- No me replique, señor Weasley…
Ambos se sostuvieron la mirada durante unos segundos pero Ron fue el primero en desviarla y mirar hacia otro lado con la cabeza gacha. Era una disculpa implícita. Ginny rodó los ojos al notarlo. Su hermano era orgulloso, el más orgulloso de los Weasley, quizá, y eso era mucho decir. Zoquete… Siempre igual… Sabía que Ron se mantendría en sus trece todo lo que pudiera, había vivido con él toda la vida.
Todos observaban desconcertados a Ron y su mal humor, que parecía crecer con cada segundo. ¿Qué había hecho para estar con ellos y tener tan enfadada a McGonagall? La biblioteca se había sumido en un silencio sepulcral, sólo interrumpida por la sonora respiración de Ron.
- Relájese y únase a sus compañeros… Sin rechistar.
Ron fue hasta la silla más cercana y se dejó caer en ella de mala gana, con el semblante serio y las orejas coloradas por el momento. McGonnagall les echó a todos una última mirada de desaprobación y salió e allí blandiendo su túnica.
- ¿Qué ha pasado?- Le preguntó Harry acercándose a él.
- Nada.- Respondió serio.
- ¿Nada? ¿Y por eso McGonagall está así? ¿Qué has hecho, Ron?- Preguntó Ginny.
Era extraño que en ocasiones fuese ella la que pareciese mayor. Ron miró a su hermana pero no contestó. No se hablaban nada o casi anda desde que él y Harry les pillaron a Dean y ella besándose.
- No es asunto tuyo.
- Vamos, Ron.- Insistió Harry intentando quitarle peso al asunto.- ¿Qué ha pasado?
Ron miró de reojo a Hermione, con quien no se había hablado tampoco desde que comenzara a salir con Lavender Brown, y sus orejas se pusieron todavía más rojas. Su amiga intentaba aparentar que todo aquello no le importaba nada, pero estaba tan atenta como todos los demás.
- En serio, no es asunto vuestro.
- Ron…
- ¡He dicho que no es asunto vuestro! ¿De acuerdo?
Nadie respondió.
- Tiene que ser muy vergonzoso si no quieres contárnoslo.- Comentó Luna despreocupadamente.
Ron bufó y se levantó de un salto tirando la silla al suelo. Y sin decir una palabra desapareció entre una de las estanterías. Harry y Hermione compartieron una mirada interrogativa. Ninguno de los dos sabía lo que le pasaba a su mejor amigo.
- Así que…- Interrumpió Neville el silencio hablando por primera vez.- ¿Tenemos que estar aquí todo el día juntos ordenando papeles y libros?
Hermione asintió echando una última mirada, que pretendía ser disimulada, hacía la dirección por donde acababa de irse Ron y se sentó en la gran mesa llena de pergaminos, comenzando a leer uno. Neville y Luna se unieron a ella, uno con pesar y otra con sus habituales ojos soñadores. Ginny suspiró y miró a Harry, quien parecía que la había estado observando. Le dedicó una de sus sonrisas y notó cómo Harry se la devolvía tímidamente. Un escalofrío recorrió su cuerpo al notar aquello. ¿Qué demonios le pasaba a Harry últimamente con ella? Iba a tener que permanecer fuerte durante todo el día si no quería rendirse a sus impulsos y abalanzarse sobre él si seguía mirándola de ese modo…
Cogió aire llenando sus pulmones por completo y echando un vistazo a su alrededor.
Ron y Hermione no se hablaban y él escondía algo, por alguna razón tenía ese mal humor.
Además Harry estaba sumamente raro con ella...
Neville casi no decía palabra y Luna parecía estar en su mundo.
Echó todo el aire que acababa de recoger en un sonoro soplido.
Iba a ser un día muy largo…
…
¿Nunca has sentido deseos de vivir de nuevo determinado día?
Hay cosas que pueden cambiar todo para siempre… Un día… Un castigo… Una discusión… Un secreto compartido… Un baile… Un olor… Un recuerdo… Una caricia… Una mirada…
… Una biblioteca…
Y si pusieras vivirlo de nuevo… ¿Lo cambiarías?
Siete horas, veintidós minutos y dieciocho segundos iban a cambiarlo todo…
Después de tanto tiempo estoy aquí de nuevo... Otro fic, esta vez cortito, comienza... Inspirado en la película "El club de los cinco" (The Breakfast Club) y en una frase de un capítulo de "Dawson crece" (Dawson's Creek) Espero que os guste ;P
Un beso a todos!
