Esta es una historia escrita por Rosybud que yo me he limitado a traducir con su permiso. Si queréis leer la historia en su lengua original, el inglés, podéis pinchar aquí: http: // www . fanfiction . net / s / 4257445 / 1 /
Capítulo I: Secretos
No soy muy habladora. Nunca lo he sido, y probablemente nunca lo seré. Me gusta el silencio, y me gusta mantener mis secretos a salvo para que nadie los sepa. Porque a veces, algunos secretos nunca deberían ser contados.
Desearía poder seguir mis propios consejos.
Mi mejor amiga, Katie, es el tipo de persona a la que le confesarías tus secretos más ocultos e íntimos, y a pesar de su carácter burlón, sabes que nunca te traicionaría. Y por ese motivo, una tarde lluviosa, cuando estábamos las dos aburridas, me encontré confesándole algo que me había jurado jamás decir en voz alta. Porque si se supiera, si él lo supiera, probablemente tendría que cavar un enorme agujero en el suelo y enterrarme viva. Porque era horrible.
Suspiré honda y profundamente.
—Estoy enamorada de Quil Ateara, — susurré. El corazón me bombeaba con tanta fuerza que me pregunté como Katie no era capaz de oírlo.
Ella pegó un chillido. —Oh Dios mío, Claire. ¿Y lo sabe él? — Preguntó.
Mi corazón se detuvo durante un segundo. —No. ¡Y prométeme que nunca se lo contarás! No puedes contárselo a nadie. —La así del brazo. —Lo digo en serio Katie; ¡si lo haces te mato!— ¿Cuántas veces había escuchado decir esto mismo a mis amigos y me había reído de ellos por ser tan dramáticos? Ahora finalmente lo entendía.
Ella se encogió sobre sí misma. — Vale, vale. ¿A quién se lo iba a decir, de todas formas?—Relajé mis dedos. — ¿Pero crees que lo sabe?
—Espero que no. Eso sería tan embarazoso.
—¿Por qué? ¿Porque tú tienes trece y él…? ¿Cuántos años tiene Quil?
—No lo sé. —Me encogí de hombros. —Y no me importa si tiene cien años. Él es perfecto. — El rubor se extendió por mis mejillas. Me sentía tan bien al confesárselo a Katie.
—Seguramente no tiene cien años, es demasiado guapo, —bromeó.
—Él es mucho más que guapo, —suspiré.
—Estoy segura de que lo sabe, — dijo Katie sin piedad. —¿Por qué si no te dejaría pasar tanto tiempo con él?
—¡Eh! Que él siempre viene a verme, desde que tenía dos…— Me detuve. El sonrojo volvió.
—¿Tiene novia? —Me lo pensé durante unos instantes. No quería que supiera con cuanto empeño había estado prestando atención durante los últimos años, intentado responder a esa misma pregunta.
—No lo sé. Creo que solía tener una. Me acuerdo que una vez le llamé y oí a una mujer riendo al otro lado. — No le mencioné a Katie lo deprimida que me había sentido después de esa llamada. —Pero nunca le he visto con ninguna cuando bajaba a La Push, ni siquiera en las fiestas de la tía Emily.
—Qué raro.
Asentí con la cabeza. —Aunque me da igual.
—Bueno, tú ya has tenido un novio.
—¡Katie! ¡Tenía siete años, y sólo fueron dos semanas! Todd y yo ni siquiera nos besamos.
—Aún así…—Sonrió. —¿Y qué me dices de Adam? Le gustas.
—¡Pero es feo! Le odio.
—Oh, tampoco está tan mal. Eres una prejuiciosa. No todo el mundo es como Quil, ¿sabes? Algún día tendrás que tener novio.
—No. No quiero tener otro, —prometí, sintiendo la magnitud de mis palabras. —Sé que nunca me corresponderá, pero prefiero morir sola que estar con otro hombre.
Katie puso los ojos en blanco. —Deja de ser tan melodramática, Claire. Es patético.
Sus palabras me calaron hondo. No era ningún enamoramiento adolescente de dos semanas. Quil era mucho, mucho más que eso. —Estoy diciendo la verdad. Nunca amaré a nadie más. — Katie resopló, y yo la fulminé con la mirada.
—¡Claire!— Se oyó a mi madre desde la cocina. —Quil está aquí.
Me giré hacia Katie de inmediato; podía sentir como mis mejillas quemaban con intensidad. —Prométemelo, —le supliqué. —Por favor Katie, por favor.
Justo en ese instante Quil entraba en el salón, sonriendo. Contuve un suspiro; estaba como siempre—guapo y demasiado mayor para alguien de trece años. Sus ojos de color miel se deslizaron de mi pálido rostro a Katie, quien reía disimuladamente.
Frunció el ceño, sentándose en una silla. —¿Qué pasa?
—Nada, —respondí rápidamente, mirando fijamente a Katie.
—Sólo estábamos hablando, — añadió ella con aire inocente.
—¿Sobre qué?
—Secretos, —sonrió Katie. La fulminé con los ojos, sintiendo como mi rostro enrojecía aún más.
—Katie, cállate…—siseé. Habíamos sido amigas desde la infancia, y sabía que no le contaría nada, pero le gustaba demasiado verme sufrir.
—¿Estabais hablando de chicos?—Quil bajó el tono de voz, como si estuviéramos conspirando.
Katie asintió.—Claire está enamorada.
Un extrañó brillo cruzó la mirada de Quil durante unos instantes, antes de ser reemplazada por su habitual sonrisa. —¿Cómo es? ¿Es guapo? —Me preguntó.
Me hundí en el asiento, gimiendo. Ni de coña iba a responder a eso.
—Claire dice que sí…—Rió Katie. —No es realmente mi tipo. Demasiado may—
—Adiós, Katie, —me levanté, cogiéndola de la mano y arrastrándola hacia la puerta. —Te veré mañana en clase.
—Oh, no te enfades conmigo, Claire— cogió su mochila, riendo y sacándome la lengua. —¡Ya sabes que me adoras!— Me gritó en la distancia.
A veces me pregunto por qué.
Cuando entré en la casa, Quil estaba exactamente donde le dejé, sonriendo. —No tienes por qué avergonzarte, —me dijo quedamente.
—No lo estoy, —mentí, sabiendo que mi sonrojo decía lo contrario. —Katie debería mantener su bocaza cerrada, —murmuré, dejándome caer sobre el sofá.
—Nunca has tenido problemas hablándome de chicos… Me acuerdo de uno, ¿era Todd?
Sentí como el odio hacia mí me atravesaba en ese instante; ¿cómo de patético le habría sonado a Quil todos esos años de historias amorosas? Aunque a él parecía haberle importado poco, siempre me había ofrecido consejos. —Ahora es diferente, —murmuré, deseando desesperadamente que se cambiase de tema de conversación.
Quil se inclinó hacia mí. —Puedes contarme cualquier cosa. Lo sabes, ¿verdad? —Asentí débilmente.
Ese era realmente el problema; si no hubiera sido tan perfecto y comprensivo aún seguiría pensando en él como un hermano mayor, algunas veces insoportable, pero siempre ahí cuando le necesitaba. Ahora… ahora no pensaba en él como un hermano.
—Lo sé, — fingí una sonrisa.
Mi madre tenía una curiosa historia referente a Quil y a mí; siempre me la contaba cuando se encontraba de buen humor. Yo tenía cuatro años, y Quil estaba cuidándonos a mí y a mi hermana una tarde. Solíamos tener algunas máquinas viejas de gimnasio guardadas en el patio trasero a los que a mí me encantaba escalar. Quil me había quitado los ojos de encima durante un segundo para ayudar a mi hermana que se acababa de caer de la bici.
Un segundo fue tiempo suficiente para mí. Cuando me dio la espalda, estaba colocada a lo alto de las barras metálicas. Alcé las manos y dije, —mírame, estoy volando.
Todavía recuerdo la sensación de caer y caer hacia abajo, y la sensación de sus brazos al rodearme. Nunca abrigué dudas de que él me atraparía cuando saltase, incluso estando tan lejos como estaba.
Quil nunca lo sabría… pero la razón por la que me gustaba tanto saltar era porque él siempre estaría ahí para cogerme. Y siempre lo estuvo.
Así que solo era cuestión de tiempo que terminara enamorándome de él.
No recuerdo a Quil fuera de mi vida, pero Colleen me decía que le conocí por primera vez cuando tenía dos años. La obligué a que me contara todo lo que recordase tantas veces que casi podía verlo en mi propia cabeza, aun cuando yo era demasiado joven para recordarlo. Era mayo y el sol estaba brillando; casi hacía calor. Colleen y yo estábamos en casa de tía Emily, jugando en el jardín, cuando les vi acercarse— los enormes amigos de tío Sam.
Colleen se asustó la primera vez que les vio, pero yo no; yo reía y sonreía, intentando darles mis juguetes. Pero no había visto antes a Quil, no hasta esa misma tarde.
Una vez le pregunté a Quil si se acordaba de aquel día. Al principio se quedó callado, con una extraña expresión en el rostro, igual que cada vez que le preguntaba algo que no quería responderme. Unos instantes después, me contestó que sí: tenía manchada la nariz y hojas enredadas en el pelo. Llevaba un pequeño vestido blanco que parecía casi marrón y un jersey azul manchado de hierba. Me sorprendió que se acordara de todos aquellos detalles.
Nunca se lo había contado a nadie—sé que Colleen pensaría que me lo estaba inventado y Quil pensaría que estoy loca — pero… a veces, cuando pienso muy, muy detenidamente, recuerdo a Quil acuclillándose frente a mí. La voz de la tía Emily suena de fondo, como si nos estuviera presentando, pero no la presto atención. Solo me fijo en los ojos de Quil, que me observan. Me mira como si nunca quisiera dejar de hacerlo… y entonces, muy lentamente, se acerca y me quita una hoja del pelo, haciéndome reír. Alguien empieza a chillar, preguntando por Sam. Quil parece asustado, feliz y confuso, todo a la vez, pero a mí no me importa. Alcanzo la mano de Quil con la mía y jugueteo con sus enormes dedos.
A veces parece tan real, pero otras pienso que sólo puede ser un sueño, o que quizá mis recuerdos me están engañando porque siempre he deseado recordar ese día. Todo está desdibujado y confuso, y Colleen dice que no recuerda a nadie gritando, pero nada de eso significa mucho. Siempre que intento convencerme de que es real, una vocecita me susurra ¿pero qué pasa con su edad? Esa es la parte que no me puedo explicar, porque en esos recuerdos, Quil está exactamente igual que ahora. Y sé que es imposible no envejecer en 10 años.
Sólo que a veces parece que Quil tarda una eternidad en envejecer.
Al día siguiente, después de perdonarla sus burlas, Katie y yo comenzamos a mirar viejas fotografías para un trabajo autobiográfico que nos habían pedido en clase, y por supuesto, Quil estaba en casi todas. Aún cuando él vivía en La Push y yo en Neah Bay—el único pueblo de la reserva Makah.
Katie miraba detenidamente una de las fotos, bizqueando como siempre que intentaba concentrarse. — Quil no ha cambiado nada, ¿verdad? Mira a tu madre, ¡mira su pelo! Era tan joven. Pero Quil…
Le quité la foto de las manos y la observé cuidadosamente. Katie tenía razón. Su pelo era mucho más corto y su ropa estaba definitivamente fuera de moda, pero en esencia, era exactamente igual. Su piel seguía siendo lisa y tersa, y de un color rojizo. Seguía siendo enorme, pareciendo incluso aún más grande porque me tenía cogida en brazos, y con sus músculos aún marcados bajo la camiseta. Y su sonrisa traviesa era la misma de siempre. Perfectamente podría haber pasado por una fotografía reciente.
—Wow, —susurré. —No ha cambiado nada.
—¿Y no te habías dado cuenta antes? —Preguntó Katie, confusa.
Sacudí la cabeza. —No lo sé, no suelo ver mucho estas fotos. Y, bueno, Quil siempre ha sido Quil.
—¿Y de verdad no sabes cuántos años tiene? —Negué con la cabeza, sintiéndome estúpida. Se lo pregunté una vez a Colleen, pero ella tampoco supo responderme, y supongo que no me importó lo suficiente como para volvérselo a preguntar a Quil.
Pero esta vez no iba a escaparse tan fácilmente.
Tuve que esperar hasta el fin de semana para acorralarle, lo que me dio aún más tiempo para pensar en más preguntas. ¿Cómo he podido pasar más de diez años sin saber qué es lo que hacía Quil para ganarse la vida? Parecía tan extraño, pero ahora que mis ojos se habían abierto, estaban abiertos del todo, dispuestos a encontrar respuestas.
Le esperé en el porche. El sol brillaba con fuerza, y hacía más calor de lo habitual; todo parecía luminoso y cálido bajo la luz del sol. Incluso hacía que mi pequeña casa azul luciera mejor.
Como siempre, mi corazón comenzó a palpitar con fuerza cuando vi a Quil emergiendo del bosque— y ahí tenía otra pregunta. ¿Qué hacía Quil en el bosque? Tenía coche. Lo usaba para llevarme y para visitarme, a veces. Pero la mayoría de las veces… ¿qué? ¿Daba un paseíto con alguien? No lo sabía.
—Hey, Claire, —sonrió, y yo le devolví el gesto. Empezó a caminar hacia el interior de la casa, pero le agarré de la camiseta.
—¿Podemos quedarnos hoy fuera? Hace demasiado bueno.
Quil sonrió, sentándose a mi lado mientras yo estiraba las piernas para que la luz del sol les diera de lleno. —Las vacaciones están pasando demasiado rápido. ¿Preparada para la vuelta a las clases?
Gemí. —Gracias por recordármelo. Todavía tengo un mes por delante, déjame disfrutarlo. No quiero pensar en noveno grado, ni en el instituto… ni en los catorce.
—Catorce, ¿eh?— Comentó en un tono extraño. Me sentí súbitamente nerviosa al recordar lo que quería preguntarle.
—¿Estás bien?
—Estoy bien. — Alcé la mirada hacia él. Parecía tan preocupado que los nervios me desaparecieron. Era Quil, después de todo; no se iba a enfadar conmigo. —¿Te acuerdas de lo que me dijiste? ¿De qué podía contarte todo lo que quisiera? —Empecé, sintiéndome valiente. Quil asintió, con la frente ligeramente fruncida. —Verás, el otro día Katie y yo estuvimos mirando un par de fotos, y nos dimos cuenta de que no has cambiado nada desde entonces…— Le enseñé la foto. Quil la tomó de mis manos, y la observó durante unos instantes antes de devolvérmela.
—Me acuerdo del día en que nos hicimos esa foto y…
—¡Quil!— Le interrumpí, molesta. —¡No cambies de tema! Esto es importante para mí. Nunca cambias. ¿Por qué no? Y eso no es todo. ¿En qué trabajas? ¿Cuántos años tienes? Hay tanto que no sé de ti que no es justo. ¡Tú lo sabes todo sobre mí!
—Tienes razón, — respondió silenciosamente. Alcé bruscamente la cabeza. No me imaginé que se rendiría tan fácilmente. —No es justo… pero Claire, hay una razón… y no puedo contarte el por qué.
Quizá no era tan fácil, después de todo. —¿Por qué no?— Exigí, sintiendo como la rabia me subía hasta el pecho. No solía enfadarme por nada, pero cuando lo hacía, había que tener cuidado conmigo. Quil lo notó, por lo que su tono de voz se volvió más dulce. Me cogió la mano.
—Por favor, Claire. ¿Puedes confiar en mí cuando te digo que es mejor que no lo sepas?
—¡No!—Exclamé, retirando mi mano con brusquedad. Me miró, ligeramente dolido por mi gesto. —No veo por qué tanto lío. ¿Qué problema hay con que quiera saber cuántos años tienes o en qué trabajas?
—No tiene nada de malo, pero es duro de explicar.
—Pues explícalo. ¡Tengo derecho a saberlo! —Por primera vez pensé que había ido demasiado lejos. ¿Qué derecho tenía yo? Sí, éramos amigos, mejores amigos, por lo menos por mi parte. Pero eso no me hacía especial.
Esperé a que me contestara que no me metiera en sus problemas, pero no lo hizo. De hecho, parecía aún más culpable. —Tengo derecho a saberlo, —probé otra vez, esperando ver su reacción.
—Lo sé… Pero pensé que no harías este tipo de preguntas tan pronto. No estoy preparado. —Se pasó la mano por el pelo con nerviosismo, era la primera vez que le veía tan inseguro.
Fruncí el ceño. Se estaba comportando como si le hubiera preguntado por sus más oscuros secretos. Mi curiosidad se intensificó. —No te entiendo.
Alzó el rostro y clavó su mirada en la mía. —Dame un poco de tiempo— abrí la boca para contestar, pero me cortó. —Sólo un poco, para que pueda contártelo bien.
—¿Por qué tanto problema?
—Porque nada de lo que tiene que ver conmigo es sencillo Claire, y lo sabes.
—¿Has hecho algo malo y por eso no puedes contármelo?— Quil se rió. —¿Robas? ¿Has roto la ley? ¿Eres un asesino?
—Vamos, Claire. —Puso los ojos en blanco, aunque por un momento pareció preocupado. —Si no lo dejas ya, me iré ahora mismo. —Odiaba cuando Quil se ponía tan mandón y protector, pero tampoco quería que se marchara.
—No, — le agarré de la mano cuando hizo un ademán de levantarse. —¿Pero me lo prometes, verdad? ¿Pronto? —Supliqué con los ojos.
—Te lo prometo, —suspiró.
—Vale.
¡Espero que os haya gustado!
Los primeros capítulos son los más… suaves, por así decirlo. Lo más interesante, a mi parecer, llega un poco más tarde, cuando la trama empieza realmente a tomar forma. La historia consta de 29 capítulos, y está completa. Creo que podré subir capítulo cada 15 días, aproximadamente. Aunque claro, dependiendo de los reviews a lo mejor subo antes… XD
¡Ah! Si queréis comentar por cualquier razón algo a la autora del fanfic y no sabéis bien cómo, me lo podéis pedir y encantada se lo traduciré.
Un saludo,
Verona.
