Este fanfic participa en en el reto "La maldición del de abajo" del foto "I am SHER locked"
Este fic está escrito en base a hechos actuales dentro de la historia y flashbacks, con cada cambio de escena entra un flashbacks no necesariamente relacionado con el párrafo anterior, así que tengan cuidado de no confundirse.
I
Sherlock abrió los ojos no muy seguro de dónde se encontraba. Estaba oscuro y el suelo se sentía duro y húmedo. Cerró de nuevo los ojos y frunció el ceño, le dolía el cuerpo y, por alguna razón que no recordaba en ese instante, no debe de levantarse por ningún motivo. El sonido de un cañón hace que se sobresalte y abra los ojos.
-Cierto –pensó – Estos son los juegos del hambre –el cielo se llena con las imágenes de los tributos fallecidos. Son siete. Sherlock ni siquiera recuerda sus nombres.
Con cuidado, empieza a incorporarse, es probable que tenga una costilla rota así que lo mejor es moverse despacio. Como puede, consigue apoyarse en un árbol mientras intenta ajustar su vista a la oscuridad. Estaba seguro de que su mochila debía de estar cerca. Es obvio que lo que le pasó fue por estúpido. Fue descuidado al caminar y tropezó, cayendo por la ladera. Debió desmayarse por algunas horas, se sorprendió al pensar que ninguno de los otros tributos lo encontró. Suponía que "La suerte estaba de su lado".
Se levantó con cuidado y recogió su mochila, que se encontraba a unos cuantos metros de dónde él estaba. El terreno de ese año era boscoso, lleno de raíces y tierra húmeda por todas partes, era complicado ocultar las huellas, las caminatas se volvían lentas y cansadas. Escuchó el movimiento de las hojas a la distancia e intentó ocultarse con poco éxito. Sacó el cuchillo que tenía oculto en la bota y le rezó a un dios en el que no creía que lo protegiera. Conforme el ruido se hacía más fuerte, disminuyó lo más que pudo su respiración, intentando pasar desapercibido.
Una chica apareció intempestivamente frente a él, tenía el cabello desaliñado y un profundo corte en la mejilla. Se detuvo intentando detectar algún peligro; se tensó cuando notó su presencia.
-¡Espera, espera! –gritó cuando la chica se abalanzó a atacarlo -¡Espera! –había tropezado con una rama y ahora se retorcía del dolor.
-¿Sherlock? –preguntó la chica.
-Molly. –Jadeó -Estás viva.
-¿Estás herido? –dijo acercándose a él. -¿Qué te pasó?
-Me caí. Creo que me rompí una costilla. –dijo sentándose en una de las raíces sobresalientes.
-Vamos –dijo tomando la mochila de el chico- Tenemos que irnos, los otros tributos no están lejos de aquí. No muy lejos, me encontré con los de el Distrito 1, están haciendo una carnicería con cada tributo que se encuentran, así que, corramos. –Pasó su brazo por la axila del chico y lo ayudó a levantarse.
Sherlock tomó entre sus manos los granos de trigo y los dejó resbalar entre sus dedos. Su cara no muestra ninguna expresión.
-¿Está listo? ¿Se implementaron los cambios en el riego? –le preguntó uno de los inspectores. El chico asintió. –Espero que con esto nos puedan dejar en paz por un tiempo. Eres una bendición. Estoy seguro de que si no fuera por ti no habríamos podido tener esa maldita modificación a tiempo.
-El Capitolio ha incrementado su consumo de semillas y granos –dijo sacudiéndose las manos- Será alguna nueva dieta, una mascarilla, o tal vez, es sólo una moda. –y se encogió de hombros.
-Puede ser. Esos del Capitolio lo tienen todo y todavía esperan más, malditos bastardos…
-Es hora de irnos. –le contestó Sherlock sin interés. –Firme esto –le tendió una hoja con la requisición de que el producto es de la calidad necesaria para ser enviada a el Capitolio. Todo producto que fuese de una calidad inferior era otorgada a los agentes de la paz de los distintos distritos, y las sobras o el grano que salía defectuoso era repartido entre los habitantes del distrito. No era algo muy bueno y el producto nunca salía defectuoso, es por eso que los distribuidores habían ideado un plan donde cada tres o cuatro meses (cuando las provisiones del distrito empezaban a escasear) se quemaban por accidente, o alguna "plaga" arruinaba la cosecha. Usualmente el encargado de la producción era brutalmente castigado o asesinado. Sin embargo, las personas preferían morir antes de dejar de alimentar a su gen
El inspector y Sherlock salieron de el almacén en silencio. Era otoño y se acercaban los Juegos. No hay nada más que decir.
Estaban en una cueva, era oscura y húmeda y no podían encender una fogata, la cueva no era demasiado profunda y delatarían su posición.
- No está rota –dijo Molly presionando sus dedos en las costillas del chico – Sólo te golpeaste duro.
-Es un alivio saber que al menos sé cómo caer –bromeó, adolorido. Se recostó en la pared rocosa mientras la chica revisaba las mochilas, tal vez, no debería dejarla hacer eso por que, después de todo, ella seguía siendo una potencial contrincante y podría estar planeando como matarlo pero, a pesar de que nunca entabló una amistad con ella, no sentía que debiera preocuparse.
-Lo siento –le dijo.
-¿Uhm? –preguntó ella sin quitar los ojos de la mochila. –No encuentro vendas.
-Molly –elevó un poco más la voz- Lo siento mucho –la chica dejó de buscar y se quedó quieta –De verdad, lo siento. –Ella cerró los ojos y volteó a verlo con seriedad.
-No te preocupes.
-Yo…
-No importa –lo interrumpió la chica. –Ya no digas nada. –y le sonrió.
Está parado, formado en fila con unas cien personas más. El sol ya está en lo alto en el cielo, empieza a molestar. El día de la cosecha ha llegado y la ceremonia de los tributos ha comenzado.
Su portavoz del Capitolio ha llegado en un traje verde azabache que combina con unas largas pestañas moradas y su largo cabello negro. Sherlock se preguntó si son así de ridículos todo el tiempo.
Sally Donovan se acercó a la urna; el alcalde y Sarah Sawyer contuvieron el aliento. La primera urna era de los hombres.
-Y el tributo que representará al Distrito 9 en estos Juegos del Hambre es –hace una pausa mientras mete su mano en la urna. El chico puede sentir como todos aguantan la respiración, rezándole a algún misterioso ente que su nombre o el de algún ser querido no aparezca en ese diminuto papel. -Sherlock Holmes. –suspiró. Incluso ella sabe que es una pérdida lamentable. –Un aplauso a nuestro primer tributo. –pide. La gente aplaude, es miedo y no orgullo lo que sale de sus manos. Algunos están felices de que se vaya, tal vez así puede pagar por lo que hizo. Tal vez sea justicia divina.
-Ahora anunciaremos al segundo tributo –dijo cuando los aplausos cesaron, que fue casi inmediato.- Molly Hopper. –anuncia con una sonrisa.
Se oye un lamento general. Molly Hopper es una joven agradable, demasiado amable para el mundo en el que vivía. Era la maestra de kínder. Era la que cuidaba a los niños cuando todos estaban trabajando. Era la que ayudaba al desvalido cuando nadie más lo hacía. A los ojos de los demás, era una lástima que le tocara esa suerte, pero nadie tomaría su lugar y todos sabían que no saldría viva.
-Un aplauso a nuestro tributos. –pidió Sally nuevamente -Es hora de despedirlos –dijo con una sonrisa que pretendía ser encantadora.
Han pasado dos días desde que los juegos empezaron y ya se siente como si toda su vida la hubiera pasado en esa húmeda cueva con una costilla astillada. La chica seguía a su lado, cuidándolo y curándolo, buscando comida para ambos, intentando mantenerlos con vida.
Sherlock, en su incapacidad para levantarse y hacer algo por sí mismo, sentía la necesidad de decirle a la chica de que saliera corriendo de ahí e hiciera algo para salvarse en vez de estar salvándolo a él.
-Nos hemos acabado el agua –le informó la pelirroja.
Tal vez, simplemente, morirían juntos en esa mohosa cueva.
-Su nombre es John Watson –les informó Sarah mientras veían la proyección de los tributos en la pared. El chico era rubio, unos años más joven que él mismo. –Es del distrito 7, es un poderoso rival. Es bueno con las armas punzantes, hachas, lanzas y cosas así, sobre todo con el hacha. Es alguien con el que deben de tener cuidado, probablemente lo mejor para terminar –le molestaba usar esa palabra- con él será usar trampas. No parece ser muy bueno para reconocerlas. No lo olviden.
-No parece ser malo –comentó Molly al ver sus ojos. Eran verdes, un poco claros como para destacar pero, eso no era lo que la chica había notado. Se veía bondadoso.
-Ninguno parece ser malo –le dijo Sarah ignorando los ademanes de Sally con respecto a su vestimenta –Sólo están intentando sobrevivir.
Los del Distrito 1 los encontraron. Sherlock se levantó tan rápido como no creyó que fuera posible en su condición. Había intentado evitarlo a toda costa pero no tuvo otra opción, el chico, de cabello largo, había tomado a Molly por el hombro y la había tirado, tenía un cuchillo de hoja delgada y curva. Sherlock sabía que si no lo detenía la hoja tenía el tamaño y el grosor perfecto para perforar más de un órgano, ocasionando la muerte de la chica.
Sostuvo al chico del cuello, intentando ahogarlo, sin embargo, seguía siendo más fuerte que él, así que sólo podía sostenerse de su cuello como si fuera algún tipo de muñeca. Concluyó que si lograba balancear su peso con el del chico podría tumbarlo y dejarlo inconsciente. Y así lo hizo. Se soltó de él respirando con dificultad y orgullo, casi podría reír.
-¿Molly? –preguntó buscándola en la semi-oscuridad -¿Molly? ¡Oh, por dios! –dijo cuando la encontró recostada en el mismo sitio dónde él había estado momentos atrás. Un corte profundo le delineaba el brazo. La chica estaba sudando, como si hubiera corrido un maratón, y su respiración se estaba volviendo errática. –Veneno –susurró dándose cuenta de lo que pasaba. Debía de buscar rápidamente en las mochilas por algo que le pudiese ayudar a detener su paso por la sangre. Era algo que habían hecho con la fauna del lugar así que las cosas que lo rodeaban podían ayudarlo a crear una cura.
-Basta –le dijo la chica con fuerza y empezó a toser.
-Debo de… -intentó explicar.
-Basta –dijo de nuevo- sólo quédate conmigo. –no quería pero ella extendió su mano hacía él –Está bien. –le dijo apenas en un susurro. – Él está vivo –le dijo mientras él abría los ojos de asombro.
La casa era pequeña y a punto de caer en las ruinas de un color que alguna vez fue brillante y alegre y que hoy se caía a pedazos. La única ventana que daba a la calle esta cubierta con unas gruesas cortinas de un café polvoriento, en un intento de pasar desapercibido.
-Sherlock –lo saluda su madre con alegría. El muchacho sólo mueve la cabeza en forma de saludo. -¿Cómo te fue? –silencio- El señor Anderson vino en la mañana. Nos trajo algo de pan. Tu padre está en el campo, yo tuve que volver. Mary enfermó y me mandaron cuidarla. Empezó a vomitar así que los agentes no se acercaron. Supongo que les dio asco. Está embarazada, la pobre.
-¿De verdad? –preguntó sentándose en la destartalada mesa.
-Sí –le contestó uniéndose a el en la mesa. -¿Quieres algo de comer? El pan está bueno. Anderson consiguió robarse unas tres cajas. Suficiente para toda la cuadra. Está fresco. –se levantó y se acercó a la ventana, se asomó un poco - Tu padre no debe de tardar. La hora de trabajo ya está por terminar.
-Lo dices como si los agentes respetaran el horario.
-Algún día las cosas cambiarán. Ya lo verás –le dijo con su usual optimismo.
-Puede ser –mintió.
