Capitulo 1

Capitulo 1

Era un día como los muchos que había en Gran Line...

En la cubierta del Sunny se encontraban Zoro, que dormía en el suelo, tras uno de sus entrenamientos; Robin, leía tranquilamente; Ussop y Luffy pescaban, aunque lo de pescar era relativo, ya que como cebo habían puesto a Chopper; y Brook tocaba el violín mientras miraba el mar, acordándose del gran cachalote, Laboon. Nami y Sanji se encontraban en la cocina, el rubio preparando la merienda a las chicas, ya que para el resto, les había dejado las sobras de la cena de anoche, y Nami cogiendo un refrigerio, ya que se acercaban a una isla con clima veraniego. Y por último, Franky estaba revisando una avería en el sistema del Sunny.

La navegante del barco salió de la cocina, aparentemente tranquila.
–Luffy... – El aludido se giró – Por casualidad...tú no te habrás comido todas las provisiones de la bodega, ¿verdad?
El capitán se quedó blanco, lo que le delató.
– ¿Y-Yo? Para nada...Nami...
– Entonces... – Cogió al chico de los hombros y empezó a zarandearlo – ¡¿Dónde leches está la comida?
– ¡F-Fue Zoro! ¡Zoro se comió toda la comida! –excusó el capitán.
Oe, oe, que aquí el mentiroso soy yo, Luffy. – Intervino el francotirador.
Lo que pasó a continuación...queda censurado...
–Lo fiento, Nami... – Pronunciaron como pudieron Luffy y Ussop.
–Oe, Nami, se nos acerca una tormenta. – Dijo tranquilamente el espadachín.
– ¿Una tormenta? – La joven se asomó, quedándose de piedra.
Y es que en Gran Line, que haya buen tiempo es algo relativo...
–Una tormenta... ¿no, Zoro...? – La navegante crujió los nudillos, lo que hizo que el peliverde desease no haber dicho nada – ¡PERO SI ESO PARECE EL APOCALIPSIS! –Dijo mientras golpeaba de manera brutal, la cabeza del peliverde.
– ¡Rápido! ¡Levantad vuestros traseros y poneros a trabajar, gandules!
– ¡Oe, Nami, que el capitán soy yo!
– ¡A callar!
De pronto, un desgarrador grito acalló a todo.
– ¡ZORO! – Gritó Chopper al mismo tiempo que veía como su nakama caía al agua al intentar salvarle.
Sanji corrió, dispuesto a tirarse para buscarlo, pero un brazo le paró.
–No vayas, Sanji, es peligroso. –Dijo un serio Luffy.
– ¡Pero si no voy, el marimo se ahogará!
– ¡Pero si te tiras, tú también más a morir, baka!
–Pero... –El rubio miró las enormes olas, y confirmó que era imposible salvarlo...

Una vez la tormenta se fue, todos empezaron a buscar como locos al espadachín.
Su mente les decía que buscasen, aunque sabían más que de sobra que era imposible encontrarlo con vida. Ni siquiera él, el gran ex-cazador de piratas, Roronoa Zoro, un hombre capaz de levantar pesas de 2 toneladas, el hombre que fue capaz de cortar el acero y el que ayudó a derrotar al gran CP9, sería capaz de sobrevivir a aquella tormenta...
– ¡Zoro! ¡Zoro! – Gritaba el ciborg, "no llorando".
– ¡Marimo! ¡Baka marimo! ¿Dónde demonios estás?
– ¡ZORO!
Gritaban a pleno pulmón. Llevaban horas buscándolo, y aunque insistían...las esperanzas de encontrarlo con vida disminuían.
–Luffy, déjalo... Zoro...Zoro ha...m-muerto... –Decía la navegante en una hilo de voz.
–Pero... ¡No puede ser! ¡Zoro es el hombre que se convertirá en el mejor espadachín del mundo, no puede morir así!
– ¡Luffy, sabes que aunque sea así, es imposible que haya sobrevivido!
–Pero...

Mientras tanto, en otro lugar...
– ¡Abuelo! ¡Ya he terminado los deberes así que me voy a leer! –Anunció una chica de pelo largo y ligeramente ondulado, de un tono castaño claro, recogido en una coleta, de ojos azules y de tez ligeramente morena, de unos dieciséis años
– ¡Está bien! –Respondió el aludido, el cual era un hombre de la tercera edad, pero que aun así, aparentaba ser un hombre fuerte. Tenía el pelo canoso y bastante corto, era corpulento, de ojos oscuros y piel morena.

La joven, pasando por un corredor, no muy largo, de paredes blancas con dos ventanas de un tamaño considerable – lo que hacía que la estancia estuviese completamente iluminada – y con algún que otro cuadro colgado en la pared con motivos costeros, entró en la primera de las tres puertas que había, entrando así en su habitación, la cual no era excesivamente grande ni pequeña, de paredes azul claro, que ha simple vista, podía confundirse con blanco, y con otra gran ventana que iluminaba toda la habitación.

Todo parecía tranquilo, normal, muy ordenado, muy limpio...si no fuera por un extraño sujeto que se hallaba sentado en el suelo, lo que hizo que la chica se alarmase.

El sujeto miró hacia la puerta, torpemente, al sentir la presencia de la chica.
– ¿Quién eres tú? –Preguntó el chico, que parecía estar aturdido, pero aún así utilizó un tono firme de voz.
– ¡Eso debería preguntártelo yo, ¿no? –Respondió ella de manera bastante cómica.

La joven pasó un ligero vistazo, se abajo arriba, al chico.
Parecía ser bastante alto, "Metro ochenta, a ojo de buen cubero..." pensó. Aparentaba ser un tipo bastante fuerte, ya que músculos no le faltaban. Era moreno y de penetrantes, pero cálidos, ojos negros, y portaba tres espadas, lo que le hizo pensar que podía ser un tipo peligroso, y su pelo era bastante corto y despeinado, de color... ¿verde?
Ella estalló a carcajadas.
– ¿Qué es tan gracioso? – Preguntó él, con una mirada que habría intimidado al más sangriento asesino, pero que ella pasó de largo.
– ¡Abuelo, un tipo raro se ha colado en casa! – Gritó ella, mientras el joven volvía a atravesarla con la mirada. La muchacha se acercó hasta quedarse al su altura – ¿Cómo te llamas? – Preguntó mientras le daba pequeños toques con el dedo índice en la mejilla de él.
– ¿Quién eres tú? ¿Dónde demonios estoy? ¿Y que has hecho con mis nakamas?
–Primero: yo soy Diana Marín, tu peor pesadilla. Segundo: estás en mi casa, para ser exactos, en mi cuarto. Y tercero: no se de que me hablas.
El peliverde le miró de arriba abajo, suspiró resignado, le miró.
–Me llamo Zorro Ronoa...
–Encantada, lechuguino. –Respondió Diana, con una amplia y cálida sonrisa.
Se escuchó un ruido, señal de que alguien más estaba en la estancia.
– ¡Hola, abuelo!
–Más peña... – Refunfuñó el joven.
– ¿Quién es este? –Cuestionó el anciano.
–Dice que se llama Zorro...yo no se qué.
–Ronoa, Zorro Ronoa. – Interrumpió el aludido al más puro estilo James Bonnes.
–Diana, ¿lo conoces?
–Ni de vista.
–Mirad... – Volvió a interrumpir el peliverde, poniéndose en pie – Yo estaba con mis nakamas hace nada, entramos por accidente en una tormenta, caí al agua, y de hay hasta ahora.
–Vale, una historia conmovedora, pero, ¿de verdad que no sabes que haces aquí?
–No.
–Zorro Ronoa... ¿en? Mucha casualidad... – Pensaba el hombre.
–Abuelo, ¿qué hacemos con este? –Preguntó ella, señalando al espadachín y sacando al viejo de sus pensamientos.
–Pues... ¿tienes a donde ir?
–No, pero no pienso quedarme aquí. Tengo que encontrar a mis nakamas.
–Oe, cabeza brócoli, tienes tres espadas, por lo que debes de ser un espadachín... – dedujo – ¿eres bueno?
–De los mejores. – Respondió con seguridad.
–Entonces... – Dijo mientras se giraba, mirando al anciano – Tal vez pueda ayudarnos, ¿no?
–Si no le importa, sí.
– ¿Ayudaros?
–Sí, bueno...es que nuestro pueblo está sometido a un hombre que hace llamarse Kuma.
– ¡¿Kuma? – Preguntó el peliverde, alterado.
–Sí, ¿lo conoces?
–No, no... Bueno, lo siento mucho, pero no puedo quedarme.

Dicho esto, salió de la habitación dispuesto a irse.
–P-Pero abuelo... ¿Por qué...por qué no le has impedido que se marche...?
–No podemos obligarlo, Diana.
–Pero... – Apretó fuerte los puños, y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás suyo, con un portazo, saliendo al exterior de la casa.
Mientras tanto, cierto peliverde se encontraba dando vueltas por la casa y "no se había perdido".
–Un momento... ¡esta es la quinta vez que paso por aquí!
–Si buscas la salida, es por esa puerta. –Dijo una voz detrás de él lo que hizo que se girase rápidamente, llevando una mano a la empuñadura de una de sus katanas.
–Ah, viejo...
–Si vas a irte, toma. –le dio un saco de pequeño tamaño con comida en su interior.
–Arigato. Una pregunta, ojii-san.
–Dime.
– ¿Qué ha hecho ese tal Kuma exactamente?
–Verás, hace más o menos quince años, llegó al pueblo un extraño forastero... Decía que buscaba algo en particular, y como para aquel entonces, yo era uno de los más privilegiados detectives de la comarca, estuve investigándole. Tras uno meses, descubrí que lo que andaba buscando era algo llamado Al-Andalus.
– ¿Al-Andalus?
–Si. Investigué sobre ello y por lo visto...bajo está isla hay escondido un árbol...pero no un árbol cualquiera – hizo una pausa – si, no un árbol que otorga diversos poderes.
–Por casualidad... ¿esas frutas no se llamarán Akuma no Mis?
–Sí. ¿Cómo lo sabes?
– ¿Es que no estamos en Gran Line?
–Gomene, pero no se de que me estás hablando.
–Olvídelo...siga contando.
–Bueno, pues descubrí que el Al-Andalus no se sabe exactamente que es, pero aquel que lo encuentre podrá conseguir encontrar las Akuma no Mi, pero el problema...es que el simple hecho de encontrar el árbol, destruiría la isla... No podemos salir de aquí, ya que Kuma cree que nosotros sabemos algo del Al-Andalus y de hecho...ya ha asesinado a varias familias.
–Ya veo...bueno, sayonara, ojii-san.
El espadachín se despidió. Salió de la casa y contempló sus alrededores.
La casa se encontraba encima de una colina, rodeada de olivos y con un riachuelo al lado, y no muy lejos se podía divisar el pueblo.
El espadachín pudo escuchar a lo lejos un llanto, miró a su alrededor y vio a la joven de antes sentada al lado del riachuelo. Dudó un poco, pero se acercó, sentándose al lado de ella.
– ¿Por qué lloras?
– ¿Quién está llorando?
–Omae.
La chica se llevó las manos a las mejillas, intentando secar cualquier rastro de lágrimas.
–Y-Yo no estoy llorando, baka... – El espadachín solo sonrió como respuesta.
–Tu a abuelo ya me ha contado lo de Kuma... – la morena le miró, sorprendida – No tengo ni puñetera idea de donde estoy así que no tengo nada mejor que hacer...
–Entonces... ¿te quedas?
– ¿Tengo otra opción?
–Si, te dejo que seas mi mascota.
–Bueno, pues como iba diciendo... – dijo el espadachín, poniéndose en pie – Que me voy...
– ¡No, no, no! ¡Que era broma, hombre! ¡No te vayas del pueblo! – Le suplicó, agarrándole del brazo.
–Iba a decir que me iba al baño... – Respondió con una sonrisa burlona.
–Baka... –Murmuro ella, mientras sus mejillas tomaban un ligero color carmesí.

Él espadachín, con una pequeña sonrisa dibujada en su cara, se dirigió a la casa. Entró, y tras darle unas...20 vueltas mal calculadas, a la casa, encontró el cuarto de baño.

Diana se puso en pié. No tenía gran cosa que hacer hoy, por lo que se disponía a ir a su habitación ha estudiar, pero por el camino se encontró a su abuelo, Juanjo.
–Oe, Diana, ¿has visto a Zoro?
–Si, ¿por?
–Dale esto... – Respondió él, entregándole unas cuantas monedas – Que vaya al pueblo a comprarse algo de ropa.
– ¿Ya te ha dicho que se queda?
–No, pero ya sabía que lo iba a hacer. –La morena alzó una ceja, pero ese tipo de respuestas eran habituales en aquel anciano.
La joven se dirigió al baño, donde seguramente todavía estaría ese estúpido y engreído espadachín peliverde.
Se paró en frente de la puerta, y como no escuchó absolutamente nada, se dispuso a abrir la puerta.
– ¿Eh?
La escena era de todo menos normal...el espadachín en calzoncillos, ligeramente inclinado, seguramente para agarrar los pantalones y subírselos.
– ¡Hay algo que se llama llamar a la puerta! – Gruñó el espadachín.
–Hay confianza, hombre...
–Vete.
La chica sacó fuerzas de donde no las tenía y le plantó cara.
–No, tengo diecisiete años, así que tú, aparte de no ser ni mi padre ni mi hermano, no me das órdenes.
Él se fue acercando lentamente, con su típica sonrisa mezclada por la superioridad y la burla.
–Pues yo tengo diecinueve. Creo que soy mayor que tú, así que sí, puedo darte órdenes.
El peliverde y la morena se quedaron frente a frente, retándose con la mirada. Pero una voz, aclarándose la garganta, rompió aquella tensión.
–Menos pelar la pava. Diana, dale el dinero a Zoro, y tú, súbete los pantalones, anda...
–Hay te quedas, pelo musgo...

To Be Continued

Glosario:
*Omae:
*Gomene: Lo siento
*Ojii-san: Viejo
*Sayonara: Adiós