Disclaimer: Los Jóvenes Titanes no me pertenecen son propiedad de DC Cómics y Warner Bros
Aclaraciones
"" son pensamientos del personaje
Empecemos…
Pis. Lavar manos y cara. Cepillar dientes.
Durante todo el curso había hecho aquellas mismas cosas en el mismo orden al empezar el día. Pero esa vez era diferente.
Me sentía raro, como si acabara de estar enfermo. Lo había estado, pero sólo con un resfriado. Se me había pasado con un jarabe nuevo.
Era una mañana de verano. Hacía calor. El cielo, muy azul, prometía un buen día de vacaciones.
Mientras hacía pis y me lavaba, recordé que sólo faltaban unos días para mí cumpleaños. Iba a cumplir dieciséis.
Como hacía siempre, me asomé a la ventana al mismo tiempo que me cepillaba los dientes. Vi un perro blanco olfateando al pie de un árbol, pájaros saltando en la copa de aquel mismo árbol, un niño que jugaba solo. Todo normal. ¿Por qué, entonces, tenía aquella sensación de que estaba a punto de pasar algo?
Iba en calzoncillos y chanclas. Al enjuagarme la boca, me miré en el espejo sonriendo, No sé por qué sonreía ni en qué pensaba en ese momento.
Pero sé que ese instante no se me olvidará en la vida, porque mi imagen no estaba en el espejo.
Como si yo no existiera.
Ni un reflejo en el cristal.
Me acerqué más al espejo. Creó que la sonrisa se me había congelado. Y nada. No vi nada.
La sonrisa no estaba allí, quiero decir, en el espejo.
El espejo reflejaba exactamente lo mismo que si el baño hubiera estado vacío.
Lo primero que pensé entonces es que era un fantasma.
No que allí había un fantasma, sino que yo lo era.
"He muerto durante la noche, y ahora soy un espíritu." Eso fue lo que pensé. Y ese pensamiento no me dio miedo, sino una gran tristeza. Me fastidiaba estar muerto, la verdad. Cuando estás muerto te pierdes un montón de cosas.
Y sin embargo, yo podía verme. Era el espejo el que "no me veía." Acerque un pie a mí nariz para hacer una prueba. Olía, ya lo creo que olía.
Cogí el cepillo del pelo de mi madre y me pegué con él en el ojo. Dolía
De manera que yo conservaba los sentidos: vista, olfato, tacto… Por lo tanto no era un espíritu sino otra cosa. Pero ¿qué? ¿Un vampiro, por ejemplo? Los vampiros no se reflejan en los espejos.
Pensé unos momentos en lo que sabía sobre vampiros, que eran bastantes. Siempre me habían interesado las historias de terror. Enseguida recordé algo: un vampiro no puede soportar la luz del sol. Fui a la ventana del baño y la abrí de par en par.
Un rayo de sol me dio directamente en la cara.
Nada. Ni me convertí en polvo ni nada por el estilo.
Entonces empecé a admitir la verdad: yo era el Hombre Invisible. Bueno, el Chico Invisible.
-¡Que bien!- exclamé en voz alta.
Se me estaban ocurriendo un montón de posibilidades, sitios a los que podía ir y cosas que podía hacer. Por ejemplo, iría en busca del brabucón del colegio y le daría una patada en el trasero. Iba a ser divertido.
Pero lo primero de todo era asegurarme de que efectivamente nadie podía verme. Fui en busca de una silla. La casa estaba vacía. Mi madre había ido con mis hermanos al mercado, como todos los martes. Me llevé la silla al baño y me subí en ella para verme de cuerpo entero en el espejo.
CONTINUARA…
Y que les parece.
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