Haymitch llevaba un sobrio traje negro, como los que ella nunca en su vida le había visto; noto que estaba sudando, allí en las leves arrugas de la mano y por el cuello, igual que su cabello que está vez estaba en una coleta por detrás de su cabeza, y se veía tan apuesto. A su lado estaba Katniss que lucía casi como siempre, sólo que con un vestido largo color marrón que le hizo recordar a la madera con todos sus encantos, cuando está recién cortada y desprende toda esa belleza natural.

El camino hacia el altar parecía cada vez más largo, nunca llegaba y estaba cansándose de sonreír a la gente que estaba a sus costados, ella sólo quería sonreírle a su amor y futuro esposo. Miro a un costado y se encontró con la mirada de Peeta, le sonrió levemente y le susurró un "Tranquila" casi imperceptible. Él también estaba guapo, siempre lo estaba, pero no la hizo recordar en madera, posiblemente le recuerde a una hoja seca en otoño a punto de romperse, extremadamente débil pero hermosa. Ella solo asintió con la misma sonrisa tonta y cansada que tenía en el rostro. Solo quería llegar y la única persona que parecía entenderlo era Peeta.

Luego de lo que parecieron interminables horas, llego hasta su amor y le sonrió de la verdadera forma que ella quería hacerlo, diciéndole "al fin llegamos", "te amo", "nunca me faltes". Haymitch también le sonrió y pudo notar con mejor claridad la marca de nerviosismo que él largaba, si tan solo ella pudiera decirle que todo estará bien… pero no puede hablar, el cura está dando sus bendiciones y no sería correcto hablar.

— Yo, Haymitch Abernathy —Comenzó a hablar su amor —te acepto a ti como mi legitima esposa y prometo serte fiel en lo prospero y en lo adverso — Tomó la mano de ella y comenzó a colocar el anillo dorado que ellos habían elegido hace unas semanas atrás —en la salud y en la enfermedad. Y amarte y respetarte todos los días de mi vida. —.

Beso sus nudillos y supo enseguida que tenía que hablar, estaba por llorar y no quería, iba a correrse todo el maquillaje con el cual estuvo horas preparándolo. Por eso se tomos unos segundos y con una mano temblorosa tomo la de su futuro marido, la apretó suavemente y con dificultad comenzó a hablar.

—Yo, Effie Trinket, te acepto a ti, Haymitch como mi legitimo esposo y prometo serte fiel en lo prospero y en lo adverso —Con su mano apretada al de él, busco el anillo y comenzó a colocárselo —en la salud y en la enfermedad, y amarte y respetarte todos los días de mi vida —Se secó una lagrima que estaba por salir con un dedo y ambos dijeron al unisonó "Hasta que la muerte nos separe"

El padre siguió con la ceremonia hasta que está concluyo con las palabras que toda mujer desea oír y que está vez fue para Effie "Los declaro marido y mujer. Pueden besarse". Y comenzó a sentir los aplausos de todas las personas que estaban allí, y los labios de Haymitch uniéndose a los suyos, mientras sonreía feliz y una lágrima rebelde escapaba de sus ojos.