Ninguno de los personajes aquí me pertenecen, son propiedad de Ryan Murphy, al igual que la serie de donde los tomé prestados para entretenerme. G!P si no gusta, no lean :)
He querido follarla desde que cumplí diecisiete. O más bien, he querido que me folle desde que cumplí diecisiete.
Sin embargo, me interesé en ella mucho antes, probablemente desde que me enteré de su condición, es intersexual y está buenísima. No saben cuántas veces me he dado placer a mí misma imaginándome su polla en lo más profundo de mi sexo, o sus dedos.
Siempre he encontrado maneras creativas de saciar mi curiosidad lasciva. Y ahora, a los dieciocho, todavía quiero hacer cosas indecentes con la señorita Fabray, mi necesidad volviéndose más fuerte cada vez que ella se pasa por mi casa.
La señorita Fabray es la mejor amiga de mi hermana y asistente de mi padre desde hace mucho tiempo. Mi padre ha querido ascenderla, pero ella se niega diciendo que aún no termina su carrera, sólo es un poco mayor que yo, tiene veintisiete años. Es hermosa, rubia, con una sonrisa encantadora y ojos color esmeralda en lo que te pierdes. Viene de una familia muy humilde, así que tengo entendido que se ha esforzado mucho y he insistido a mi padre que le suba al menos el sueldo.
Como ya lo dije, es muy guapa pero hay algo en ella que me hace humedecer cada vez que está a un brazo de distancia, causando que mi cuerpo tiemble con necesitad. Quizás es su cuerpo delgado y tonificado, sus ojos que derriten el alma completamente o su enorme polla (la que fácilmente puedo reconocer cuando utiliza pequeños shorts). De cualquier manera, quiero saltar sobre sus huesos. De verdad.
Por supuesto que la señorita Fabray no está interesada en mí. O al menos pretende que no lo está.
Para ella, solo soy la hermana menor de su mejor amiga e hija de su jefe. Aunque en los últimos cuatro años he crecido de una figura plana a una mujer joven plenamente desarrollada. Tengo un par de pechos firmes de copa D que adoro acariciar y toquetear cuando me masturbo y un culo bien formado que todas mis amigas envidian y algunas otras y otros desean. Los chicos siempre quieren agarrar mi trasero, y los pervertidos más viejos no pueden quitar su mirada de él cuando camino cerca. No soy una zorra, pero me gusta tentar. De acuerdo, quizás eso me empuja más cerca a ser un poco zorra, pero soy muy selectiva sobre con quién duermo. No follo a perdedores y siempre he estado interesada más en mujeres que en hombres, de hecho sólo me he acostado con dos hombres en mi vida, sus nombres son Jesse St. James y Noah Puckerman, el primero es mi exnovio y el segundo mi mejor amigo, pero eso es historia aparte.
¿Qué puedo decir de esto? Pienso firmemente que las mujeres son más dinámicas en la cama, se van renovando, en cambio los hombres son monótonos y a la mayoría no les gusta el juego previo. Hay más en el sexo que sólo clavar tu polla en un agujero húmedo y empujarla adentro y afuera. Ellas saben cómo comer a una mujer apropiadamente, cómo hacer que una ronda de sexo dure hasta bien entrada la noche y debo decirlo, la señorita Fabray tiene cara de poder durar una larga jornada de trabajo duro. A diferencia de los dos chicos que he follado. Unos cuantos empujones y se vienen sobre mí. Ugh. Y la señorita Fabray, el objeto de mi deseo, es la única que parece que no puedo atraer para jugar al trencito dentro de mis bragas.
Pero eso no me detiene de quererlo.
Hay rumores de que la señorita Fabray no es presa fácil y que es muy selectiva a la hora de follarse a alguien, mi hermana me cuenta muchas cosas sobre ella, hace aproximadamente un año terminó con su relación más larga que comenzó desde que tenía quince años. Mi hermana dice que su exnovia Katherine la engañaba cada que podía, dice que hasta se le llegó a insinuar a ella, pero bueno, así me ha dejado el camino libre la tipa esa. Una vez escuché como mi hermana platicaba con mi madre y decían que Katherine se podía follar hasta un arbusto en forma de pene, que chica más desagradable. No entendía que clase de mujer podría querer serle infiel a una mujer como Quinn Fabray, una estúpida zorra aparentemente.
Me había alegrado en secreto cuando escuché la noticia que Katherine por fin había dejado de rogarle a la señorita Fabray para que regresara con ella. Eso me había dado el empujón que necesitaba para seducirla. No sabía cómo ni cuándo, pero sabía que algún día ella sería mía.
Por el último par de meses, le he enviado señales. Papá la invita a cenar los domingos, para ponerse de acuerdo en cosas del trabajo y mi hermana la invita cada tercer día, así que la veo mucho tiempo. La señorita Fabray siempre hace lo mejor para ignorarme, pero la mujer está sola y así se siente. Lo sé. Puedo verlo en sus ojos, carcomiéndola. Sin embargo, su polla parece estar peleando con su cerebro siempre que dejo caer mis insinuaciones. Retorciéndose y llenándose cuando me inclino demasiado cerca.
Supongo que ella tiene que pensar que soy intocable. Siendo que soy la hija de su jefe y todo eso.
Mi papá no aprueba que me vista como una puta (sus palabras, no las mías). Y no lo necesito. Puedo tener a cualquier hombre y cualquier mujer también, incluso en mi mejor domingo y cubierta de la cabeza a los pies. Acabo de graduarme de una buena escuela Católica y solía vestir el uniforme a cuadros estándar, una falda corta y ajustada, y una blusa blanca. Cuando la señorita Fabray venía a casa durante el día, me cambiaba mi sostén blanco por uno negro y desapuntaba los tres primeros botones de mi camisa, así ella podía ver la línea bronceada de mi escote. Siempre alejaba su mirada como si estuviera siendo castigado por una monja invisible o algo así. ¡Dios! ¡Es tan frustrante! Debería dejar de hacerse la difícil.
O si venía en la noche, me cambiaba a un traje de deporte ajustado que perfilaba la forma de mi cuerpo. Especialmente mi trasero firme. Me gusta menearlo sugestivamente siempre que mira en mi dirección. Y ella siempre se sonroja y después desvía la mirada.
Pero lo que me gusta incluso más es ver a cualquier persona con la que esté teniendo sexo gritar. Siempre que cabalgo la dura polla de un hombre o rozo mi centro con el de una mujer y los tengo bajo mi control, sollozando de placer, eso me hace sentir fuerte y poderosa. Como una diosa.
Hace dos semanas, mis padres hablaron sobre enviarme a la Universidad de Brown. Con mis buenas notas y los créditos que había ganado, mi aceptación había sido un golpe letal. Mi mamá y papá asistieron a la escuela hace mucho cuando, conociéndose en primer año, y habían decidido que querían que siguiera sus pasos.
No me importaba. Pero tenía un pequeño asunto sin terminar.
La señorita Lucy Quinn Fabray. Quería tenerla antes de que me fuera a la universidad.
Ya que la señorita Fabray siempre había ignorado mis insinuaciones, había decidido que soy la que iba a hacer el primer movimiento. La seduciría si tenía que hacerlo.
Esta tarde, tenía la casa toda para mí.
Mi papá y mamá estaban en un evento de caridad en el club o algo así. Termino con la limpieza de mi habitación y me refresco con una ducha, miro afuera de la ventana y reconozco el auto de la señorita Fabray aparcado en frente de nuestro garaje. Para mi suerte, la mujer de mis fantasías lascivas está aquí para regresar el cortacésped de mi papá.
En segundos, me pongo un top blanco sobre mi cabeza, sin sostén, bragas negras, y completo mi outfit con una minifalda a juego. Un rápido cepillado de mi cabello y luego bajo las escaleras, apenas capaz de contener mi excitación, la anticipación elevándose, mi coño poniéndose pesado y doloroso con cada paso.
La señorita Fabray lleva el cortacésped hacia el garaje cuando me ve salir de la puerta de la cocina, dándome una mirada antes de apartar sus ojos.
—Hola, Rachel, ¿Tu papá está en casa?
Me paseo sin prisa, poniendo un balanceo extra en mis caderas. —No. Papá y mamá fueron a Crown Point. No regresarán hasta más tarde.
—Oh, bien. Entonces solo pondré esto aquí –dijo dejando el cortacésped dentro del garaje –Dile a tu papá que lo limpié y cambié el aceite. Este cortacésped necesita mantenimiento.
—Seguro… Um, señorita Fabray—Hago un puchero, mordisqueo mi labio inferior y juego con el borde de mi falda—. Me pregunto si podría darme una mano.
Ahora me mira, esos ojos cafés oscuros parecen estar llenos de preocupación y un poco de algo más. —¿Tienes algún problema?
—Hice algo estúpido con el fregadero de mi baño. No drenaba, así que usé una percha de alambre para tratar de limpiarlo. La maldita cosa se rompió por la mitad y no puedo usar el fregadero en absoluto. Papá me dijo que lo dejara en paz así él podría arreglarlo mañana. Pero estaba impaciente e hice la cosita más lenta —Enredo mis dedos juntos en frente de mí, lo que solo hace crecer más mi escote para que la señorita Fabray se lo comiera con los ojos—. Ahora la tubería de abajo está goteando. Pensé, quizás, ¿podía arreglarlo? Papá va a tener un ataque cuando averigüe que lo he empeorado.
Su ceja se arquea una fracción. —Niños —murmura—. ¿Cuándo van a escuchar? —Asiente—. Solo agarraré una caja de herramientas de mi camioneta y veré qué puedo hacer.
—Gracias, señorita Fabray. La aprecio mucho en estos momentos —Le doy mi sonrisa más grande y que parece inocente.
—Seguro. No hay problema.
Vuelvo a mi cuarto, con la señorita Fabray a remolque, y abro la puerta de mi habitación. Una rápida inclinación de mi cabeza y la dirijo hacia mi guarida. —Mi baño está por aquí.
La señorita Fabray me pasa y deja su caja de herramientas sobre el piso de baldosas, así puede examinar el fregadero. Mientras está distraída, me inclino contra la puerta, y muy lentamente aprieto el pequeño botón en el pomo para cerrarla y luego me apresuro a unirme a ella en el baño. Agachada, abre el gabinete y mira en la oscuridad, sus cejas se juntan.
—No veo nada goteando. —Su tono es acusador.
Me inclino contra el marco de la puerta— ¿Segura? Deber ser la otra tubería.
Tomó menos de un segundo que ella se dé cuenta que me había inventado todo. Agarra su caja de herramientas, su cara oscureciéndose mientras me mira. —Esto no es gracioso, Rach.
Bloqueo su camino, bajo mi voz a un ronroneo seductor. —No, no lo es —Me levanto sobre la punta de mis pies, me inclino hacia adelante y pongo mis labios sobre los suyos, mis brazos deslizándose alrededor de su cuello mientras oprimo mis caderas contra él… haciéndole saber cuánto la quiero.
La señorita Fabray se aleja algo contrariada, sus manos rodeando mis antebrazos y alejándome más. —Rachel…por favor –sé que intenta detenerme pero la corto rápidamente.
—No le diré a nadie. Será nuestro pequeño secreto —La beso otra vez, lamo sus labios, saboreando su sabor, el almizcle.
Su cuerpo se tensa en respuesta y su cara se oscurece de nuevo. —Rachel, esto está mal.
— ¿Por qué? ¿Por qué eres la mejor amiga de mi hermana o por qué eres asistente de mi papá?
—Por las dos cosas, además de que eres demasiado joven.
Me acerco más mientras está distraída, empujándome contra su cuerpo. —Silencio. Tengo dieciocho. Simplemente piensa lo bueno que podría ser esto, además no eres tan grande, sólo tienes veintisiete —Froto mis labios sobre los suyos otra vez, mordisqueo su labio inferior y lo trazo con la punta de mi lengua. Libero un brazo de su agarre y deslizo mi mano abajo hacia su entrepierna, el triunfo me llena cuando la encuentro duro bajo sus vaqueros. Su polla salta contra mi mano al primer toque, y aprieto su erección. Me muero por tenerla golpeando en mi interior.
Deslizo mi lengua en su boca y le doy un beso ávido, dándole tanto como estoy tomando. Saboreo su sabor, vainilla y un toque de almendras. Sabe juvenil a decir verdad.
La señorita Fabray ya no estaba resistiéndose. Me regresa el beso. Tímido al principio, aventurándose en mi boca, con indicios de lengua. Esta es la mujer que conozco, tranquila y de toque suave.
Pero luego el beso cambia. Profundo, fuerte y casi me hace caer sobre mis rodillas. Ella es algo agresiva, demandante, sacando mi deseo mientras sus manos vagan, aprietan y pellizcan. Joder.
Esta mujer sí que sabe cómo besar. Empuja su lengua en mi boca mientras yo acaricio su erección a través de la pesada tela, mi centro humedeciéndose con cada segundo que pasa. Joder, la quiero, en mí, sobre mí, detrás de mí.
Su respiración es pesada mientras murmura contra mi boca, diciéndome lo mucho que me quiere, su chica sucia, y su polla está tan dura contra mi palma que sé que está diciendo la verdad. Su voz retumba a través de mí, como el gruñido de un gran gato, encendiéndome cada vez más. La respuesta de mi cuerpo es desenfrenada, mis pezones duros, mi vagina apretada y los jugos empapando mis bragas.
Gimo cuando rompe nuestro beso, pero me calmo cuando veo que simplemente está dejando la caja de herramientas sobre el suelo, lo que me da la oportunidad de cerrar la puerta del baño detrás de mí. No hay manera de que vaya a dejarla escapar ahora.
Quinn parpadea y se congela por un momento, una mirada de duda destella sobre sus rasgos, haciéndome saber que parecía tener segundos pensamientos. —Rachel…
Salto sobre ella antes de que pueda decir otra palabra y envuelvo mis manos alrededor de sus hombros, susurrando contra sus labios. —Será nuestro pequeño secreto. Nadie necesita saberlo. Ahora bésame. Por favor.
Su mirada esmeralda me perfora y se detiene otro momento antes de hacer lo que pido, darme el mismo beso duro y hambriento como antes. Sus manos vagan por mi espalda, luego agarra mi culo y la recompenso machacando mi pelvis contra la suya. Su erección se establece fácilmente contra mi montículo, mi centro gritando por ser llenado. Estoy más allá de caliente, estoy jodidamente en llamas, hasta podría incendiar la casa.
Quiero que me folle hasta sacarme los sesos. Dos veces o más.
La libero por un momento y la empujo hasta que está sentada sobre el inodoro. Ahora que he hecho espacio para montar a horcajadas sus muslos, ruego por lo que quiero. —Tócame.
Necesito sus manos sobre mí más de lo que necesito respirar.
Su atención está fijada en mi pecho y no parece que vaya a moverse pronto. Agarro sus manos, esas manos suaves y delicadas, y las pongo sobre mis pechos, mis pezones endureciéndose y ella tocándolos a través de la tela. La señorita Fabray deja salir un gemido bajo, sus palmas cubriendo mi carne amplia agradablemente. Me aprieta. Gentil y duro, alternando, amasando y jugando. Dándome un poco, pero ni de cerca lo suficiente.
—Quítatelo. Quiero sentirte sobre mi piel —Su voz es profunda, casi gruñendo.
También la quiero.
Antes de que pueda rogar, saca mi top sobre mi cabeza y su mirada parece quemar cuando me ve por primera vez en topless. Como una adicta que hubiera sido privada por mucho tiempo y de repente le ofrecieran una solución. Acuna mis pechos otra vez, sus dedos rodando y pellizcando mis pezones.
Gimo, el placer disparándose a través de mi cuerpo, estableciéndose alrededor de mi centro. Que se sentía tan malditamente bien y me aprieto contra su erección, el bulto ajustándose contra mi montículo. —Lámelos, chúpalos. Por favor.
La señorita Fabray baja su cabeza y toma un pezón en su boca, su lengua tentando, presionando y sus dientes mordisqueando. Tiro mi cabeza hacia atrás y grito. Joder. Su boca. Arqueo mi espalda, mi pecho empujando hacia adelante, mi cuerpo apretado mientras me chupa muy en serio. Está lamiendo mi pezón hacia la izquierda y hacia la derecha. Adoro lo que está haciendo, especialmente cuando muerde la punta de mi botón duro. Estoy mojando mis bragas, mi centro deseando palpitante. Nunca he estado así de deseosa por ningún otro chico o chica. Solo con ella, con Quinn Fabray.
Libera un pezón y se gira hacia el otro. Agarro su cabeza y enredo mis dedos en su corto y desordenado cabello rubio antes de bajar mi cabeza y presionar mi cara contra su cuello, inhalo una bocanada de su esencia. Dios, no puedo tener suficiente de ella. Huele a sudor, perfume y su propio almizcle, justo como me gusta. Sus dientes ejercen presión sobre mi pecho, un indicio de dolor escabulléndose a través de mí, y me encojo.
—Sí —digo—. Más. —Mucho más.
Lo hace de nuevo. Más duro esta vez. Juro que casi me causa un orgasmo instantáneo. No creo que pudiera estar más húmeda, querer más, estoy tan lista para follar. Adoro cuando muerden mis pezones. O marcan mis pechos con sus dientes. Se siente tan territorial. Como alguien marcando a su puta perra. Me estremezco de la cabeza a los pies cuando chupa mi carne profundamente en su boca. Joder. Se siente como si mi columna fuera a derretirse en cualquier momento. Como cera sobre alquitrán caliente. Para el momento en que ha terminado, mis bragas están saturadas con mis jugos.
La señorita Fabray traga y sigo el camino de sus ojos con mi mirada. —Eres tan bonita, Rachel. Una niñita muy bonita, ¿no? —Aprieta los globos de mi culo.
Me gusta su cumplido. Suena sincero y me estremezco ante el pensamiento de nuestra diferencia de edad aunque es poca, me calienta mucho más ser llamada una niñita.
Pasa sus manos sobre mis muslos. Sus manos suaves y cálidas, perfeccionadas por la delgadez de ellas. Continúa su viaje hacia arriba, los dedos tentando la coyuntura de mis muslos. —Dios. Estás mojada.
—Me quemo por ti —Exhalo.
—Hmm —Levanta mi minifalda y desliza sus manos debajo de la seda de mis bragas. Una maldición florece en sus labios—. Tan liso.
—Me gusta liso. Es más limpio, ¿sabes?
La señorita Fabray hace un sonido extraño en su garganta, sus ojos se amplían por un momento mientras toma un respiro profundo y ágil.
Rio y me levanto de su regazo antes de tirar de mis bragas por mis piernas. Un destello más tarde y pierdo mi falda también. Un chasquido de mi pie y la pateo de mi tobillo, dejándome desnuda ante la mejor amiga de mi hermana, agarra mi culo, atrayéndome más cerca. Posa sus labios sobre mi vientre, sus dedos van a mi coño, tentando mis labios más bajos. Me oprimo contra ella, volviendo su palma buena y húmeda con mi crema.
—Siéntate sobre el fregadero —Ordena.
Me alejo, más que lista para su boca sobre mí. No he tenido una buena ronda de sexo oral en un rato.
Caigo sobre la esquina del fregadero y abro mis piernas ampliamente. Gime otra vez ante la vista de mi coño húmedo esperando por ella. Como le había dicho, me rasuro hasta que queda liso. Separo los labios de mi sexo, exponiéndome hasta que el aire frío toca cada parte de mi lugar secreto, hasta que estuve segura que veía mi pequeña entrada rosa.
Dios. Un pensamiento repentino hace que mi corazón palpite. Si la señorita Fabray era tan grande como se sentía, ¿realmente encajaría en mi sexo pequeño y apretado? Me gusta un polla grande. Sin mentiras. Me gusta la sensación de ser estirada y llenada. Tengo este enorme vibrador que llamé el Sr. Rosa. Es de 33 cm de largo y me ha hecho chorrear muchas veces si lo atasco y toco mi cerviz, masturbándome profunda y duramente. He tenido muchas horas divertidas con el Sr. Rosa cuando mis padres no están en casa. Incluso aunque el Sr. Rosa es divertido, nada vence a una polla real. Es dura, pero flexible al mismo tiempo. Además, me encantaría que me follaran tan profundamente que pueda sentir sus bolas presionando contra mi clítoris.
La señorita Fabray hace un ruido con su garganta. —Rosada y linda —Me dice.
Mi corazón se hincha con orgullo. De acuerdo, mi coño también.
Frota los labios de mi sexo con sus dedos antes de bajar su cabeza y lamerme, su lengua viajando de mi entrada a mi clítoris. ¡Oh sweet Jesus! Lo que hizo envía un alto octanaje de lujuria a través de mí. Maúllo como una gatita mientras me come como una profesional.
Sin prisas, realmente tomándose su dulce tiempo como si estuviera saboreando fruta prohibida y madura. Mordisquea, chupa, lame y magulla los labios de mi sexo con sus dientes. Tirando. Pellizcando. Probando. Saboreando y sacando más de mis jugos. No me importa. Me gusta un poco de dolor. Su lengua está en todas partes. Sobre mi clítoris. Sobre mi apertura. En mi interior. ¡Dios!
Estoy delirante. El placer es increíble y enredo mis muslos alrededor de su cabeza mientras me aseguro en la esquina del fregadero con una mano. Me lleva incluso más lejos. No puedo creer que su lengua pueda llegar así de profundo, pero no voy a quejarme. Incrementa su ritmo, dándome todo lo que necesito y estoy elevándome más, el placer derramándose a través de mí. Y solo sigue subiendo, mi cuerpo estremeciéndose con cada respiro, el éxtasis llegando más. Incrementa su ritmo, su lengua trabajando más duro y dándome más.
—Estoy cerca.
Tararea contra mi clítoris, las vibraciones viajan a través de mí y mis nervios se encienden, empujándome sobre el borde hasta que estoy corriéndome, gritando su nombre. No, no solo su nombre. Su primer nombre sale de mis labios. —¡Joder Lucy!
Quinn gruñe contra mi centro lamido continuando, follándome hasta que me corro una segunda vez, mi cuerpo estremeciéndose y temblando con placer. Lame mi centro, y mis jugos cubren su cara.
—Lucy —Sollozo—. Mierda, Lucy.
Lanza su lengua contra la capucha de mi clítoris. —Te gusta. —Su voz es ronca, sexy y necesitada—. Pequeña zorra sucia.
—Joder sí —Estoy sin respiración, jadeando.
Se inclina hacia adelante, la boca abierta, pero lo detengo. —Ahora es mi turno.
La señorita Fabray se congela por un momento, luego se levanta, se desabotona su cinturón. Me deslizo del mostrador y hago sus manos a un lado para ayudar, tirando de sus vaqueros una vez abiertos. Mi boca se hace agua cuando veo que no trae ropa interior, su miembro balanceándose libre tan pronto sus pantalones están abajo. Dios.
Es tan grande que imaginé que no puedo esperar a tener mis labios alrededor de ella. Es gorda, gruesa y larga, la cabeza ligeramente más grande que una ciruela. Los testículos de la señorita Fabray son grandes, altos y parecen pesados. Lamo mis labios, imaginando su sabor. Sin dejar pasar otro segundo, la empujo hacia atrás hasta que está sentada en el inodoro otra vez.
Caigo sobre mis rodillas y no vacilo, tragándolo tanto como puedo, saboreando el primer indicio de almizcle, calor y dulzura salada que emana de su eje. Bajo mí, se sacude y tiembla cuando envuelvo mi mano alrededor de su miembro, subiendo y bajando su tronco caliente mientras chupo la cabeza de su miembro como si mi vida dependiera de ello.
—Oh, Rach —Toma mi cabello, y un indicio de dolor punzante se funde a través de mí—. No sabía que eras tan buena, más por favor —Flexiona sus caderas, empujando su excitación más profundamente en mi boca.
Lo libero con un ruidoso pop. —He tenido mucha práctica.
Me da una mirada sorprendida, sus ojos ampliándose, su boca abriéndose. Quizás no creía que yo era sexualmente activa. Incluso aunque soy una zorra de corazón, he engañado a muchas personas con mi fachada fría y angelical.
Lo chupo otra vez, queriendo impresionarla con mis habilidades duramente ganadas. Pronto está jadeando, ambas manos metidas en mi cabello. Su respiración jadeante se ha reducido a una cadena de cortas arcadas mientras muevo mi cabeza de arriba abajo. Acaricio sus testículos mientras hundo mi boca hasta que la punta de su miembro empuja la parte posterior de mi garganta. Estoy enojada porque no puedo tomarlo todo. Es tan largo y grueso que realmente tengo que estirarme para acomodar su alarmante circunferencia.
—Eso es, lamela toda, siempre haces que me endurezca hasta límites insospechables —Sus dedos se entierran más profundo, como si me urgiera a tomarlo todo, darle más—. Tómala.
El pecho de la señorita Fabray se levanta, la expresión en su cara se endurece como si estuviera tratando duramente de evitar su orgasmo. Y no quiero que se corra todavía. No antes de que haya tenido su miembro en mi interior. Profundo. Duro. Una y otra vez.
Le doy una última chupada larga y saco el grueso tronco de mi boca y me levanto para montarlo a horcajadas. Debe haber adivinado qué va a pasar, el tiempo, la expresión de querer en su cara se vuelve preocupación.
Las dudas probablemente están arrastrándose de nuevo a su mente, así que la calmo. —Te quiero. Te he querido por mucho tiempo. Profundo y duro en mi interior. No quiero irme de casa antes de que te tenga.
—¿Irte de casa? —Su voz es profunda y ronca, su miembro todavía dura entre mis muslos.
—Voy a Brown este otoño —Giro mis caderas, lanzando un gemido desde el interior de su pecho, y mi coño se contrae, doliendo por tenerla dentro de mí.
Su expresión cambia de atormentada a compresión nueva ante porqué repentinamente estaba atrapándola en mi baño. Una brizna de angustia destella sobre su cara, pero se recupera rápidamente, mordiendo su labio inferior cuando giro mis caderas.
Sin que otro momento pase, aplasto mi boca contra la suya, besándola. —Te necesito. Fóllame, por favor —Arqueo mi espalda y me muevo hasta que puedo estrujar los labios de mi sexo sobre sus testículos, luego lentamente avanzo poco a poco a lo largo de su eje duro y venoso hasta que alcanzo la punta, muevo mis caderas y baño la cabeza de su verga con mis jugos. Vuelvo a bajar hasta sus bolas, poniéndola húmeda y lustrada con mis jugos. Como un cremoso pastelillo. Pero me gusta este más que cualquiera de una pastelería.
La señorita Fabray sisea de placer, su cabeza cayendo hacia atrás y sus ojos se cierran.
En la vida cotidiana es una mujer tranquila. Calmada. Culturizada.
En el sexo, es exigente con un toque de suciedad. Y adoro las charlas lascivas. También me alaba, alternando entre decirme lo bien que la hago sentir y lo sucia que debo ser por tentarla. Saboreo cada palabra. Especialmente cuando agarro su pene y lo posiciono en mi entrada. Una mirada soñadora se filtra en sus ojos mientras bajo sobre él, tomándolo centímetro a centímetro grueso.
Mi coño se resiste primero, pero estoy determinada a tomarlo todo. La cabeza se su polla me abre, un dolor inicial se instala seguido por la sensación de estiramiento que podría llegar a ser aditiva. Jadeo cuando mi coño traga la punta. Tomo una bocanada de aire, luego me hundo hasta que mi coño engulle su erección completa y rígida. Nuestros pubis se besan, sus bolas rozan mi perineo y me deleito con la sensación de ser llenada por ella.
Dura. Caliente. Palpitante. Jodida polla gruesa en mi coño.
Le sonrío y la beso, mis labios solo rozando los suyos. La tengo. Finalmente la tengo después de todos estos años de deseo.
Me muevo arriba y abajo, follándola con empujes lentos y superficiales. Mis tetas rebotan mientras me muevo, mi respiración jadeante acoplándose con la de ella.
—Toma mi polla, Rachel. Tómala toda.
Me empujo hacia abajo y ella gime mientras yo grito. Nos besamos mientras la cabalgo como toda una vaquera.
La señorita Fabray agarra mi culo y tira de mí hacia abajo con fuerza, forzándome a gritar. Gira sus caderas como si estuviera buscando una penetración más profunda, pero ya estoy tan llena, estirada y marcada más allá de mi imaginación. Oh, joder cuánto adoro esto. Mi clítoris se frota contra la piel por encima de su polla, su suave abdomen tentando mis labios desnudos, su verga tocando todos los lugares secretos en mi coño.
La señorita Fabray jadea. —Necesitamos más espacio. Vamos a tu cama. Quiero follarte más duro.
Empujo hacia abajo una última vez, mi espalda arqueada y mis manos aseguradas sobre sus rodillas detrás de mí. No quiero dejarla ir. Me levanto un poco y luego empujo hacia abajo de nuevo, girando mis caderas, sacando un poco de placer antes de que ceda. —Bien. Lo que sea que hagas, no pares. Te sientes tan jodidamente bien.
—Te sientes tan malditamente bien también, nena.
Nena. Me gusta la manera en que me llamó "nena". Tan intimo como si fuera su amante verdadera. Disfruto las charlas lascivas, pero también me gusta esto. Ella ya no piensa que solo soy una niñita. Enreda sus brazos alrededor de mi cintura y usa su otra mano para soportar mi peso, agarrando mi culo. Me levanta, abre la puerta del baño, y camina hacia la cama. Mi coño se aprieta alrededor de su polla con cada paso, aumentando mi placer. Mi espalda golpea el colchón y luego ella está sobre mí, su polla todavía profunda dentro de mi coño. Aprieto mis músculos, presionando su barra dura.
Gime, apretando los dientes, seguido por un rugido profundo que puedo sentir de la cabeza a los pies. —Chica traviesa —Empuja más profundo, golpeando sus caderas y meciéndose, mis tetas se mueven.
—Azótame —Gimo, joder, se siente tan bien—. Soy una chica traviesa y merezco ser castigada —Lo quiero, lo anhelo, tomaré lo que sea que me dé.
La señorita Fabray palmea mi muslo exterior, el delicioso picor se desliza a través de mí y mi coño se pone incluso más húmedo alrededor de su polla dentro de un latido de corazón. Parece notar que su polla está bañada en mi crema.
—Dios. Te gusta ser azotada, ¿no? Zorra sucia.
—Sí. Me gusta una buena azotada. O dos, tal vez más —Aprieto mis piernas alrededor de ella, con su eje todavía duro en mi coño.
Balancea su brazo y su palma conecta con mi culo, una palmada dura y firme. Tiro mi cabeza hacia atrás, desnudando mi garganta, retorciéndome, mi cuerpo temblando de placer y dolor y no puedo contener mi sollozo. —Oh, Quinn. Eso se siente tan bien. Fóllame, fóllame ahora.
Golpea su polla dentro de mí y me folla como una demente, su verga golpeando mis terminaciones nerviosas sensitivas, mi punto G cantando y tentándome más cerca a correrme.
—Fóllamefóllamefóllame…. —No puedo dejar de rogar, de querer.
—Tómala —Palmada—. Toma mi jodida polla —Está empujándome, cada vez más y más rápido.
Adoro su polla gruesa y gorda. Y adoro ser follada por alguien que sabe cómo usar el miembro extra que tiene.
Agarro su cara y la beso. Ella envuelve mi cabello alrededor de su mano, halándolo mientras me besa con el mismo calor. Su lengua empuja entre mis labios, follando mi boca de la misma manera que está follando mi coño. Mi cuerpo se aprieta como un arco, mis manos vagando a sus hombros, mis dedos enterrándose en su piel mientras sus jodidos empellones me empujan a correrme, el placer levantándose duro y rápido. Ya no puedo controlar mi cuerpo, mi coño se aprieta alrededor de ella como si rogara por que fuera más profundo, más duro.
Mi orgasmo me golpea en el interior, siguiendo su camino a través de mis venas y robándome la respiración. Me corro tan duro que chorreo, mis jugos bañando su verga y ella nota otro de mis talentos de chica, jurando en asombro.
—Eres una de esas…
—Sólo si alguien me folla bien y duro —Entierro mis uñas en sus hombros, inclinando mis caderas para encontrar su próximo empuje—. Y tú me follas más que bien.
—Nena —Golpea en mi interior—. Tu jodido coño. Tan mojado por mí —Me besa mientras empieza a machacar su polla en mí con empujes firmes.
—Oh —Maúllo otra vez. Acaba de hacerme correr, pero quiero hacerlo otra vez. Si sigue así, voy a tener que cambiar mis sábanas. Lamo sus labios, chupo su carne inferior—. Eres sorprendente. He soñado con esto por mucho tiempo. Tenerte así. Dentro de mí.
Sus ojos color esmeralda ahora llenos de deseo y desenfreno total se posan en los míos, una expresión de incredulidad destellando sobre su cara. —¿De verdad?
—Joder sí, ¿Tú no?
—Yo… —Traga saliva con fuerza—. Pensé en ello. Pero no podía entretenerme con mi fantasía. Eres prohibida.
—¿Quién dice?
—Tu papá, y bueno… tu hermana un poco.
Lo detengo. No quiero escuchar sobre mi papá o cualquier persona que pertenezca a mi familia mientras estoy llena con su miembro dentro de mí. —Todos tienen un secreto, y este será el nuestro —Engullo su polla con mi coño otra vez.
Ella gime en respuesta. Parece que no puede ser objeto de burla. —Mierda. Nena. Joder.
Me meneo bajo ella. —Haz que me corra. Me follas tan bien.
La señorita Fabray gruñe y me martillea con su miembro, rápido y duro, hasta que estoy viendo mariposas pululando en mi visión. Dios. Es el cielo. Murmuro, incitándola a que me tome más duro hasta que un violento clímax me acecha. Floto en una tierra de locura mientras ella sigue el ritmo, retirándose y avanzando, llenándome una y otra vez.
Cuando finalmente floto de vuelta a la realidad. Me doy cuenta que hace muecas, su cuello apretado, su cara tensada y puedo decir que está por correrse.
—Córrete en mi boca, por favor –suplico llena de lujuria.
Se retira de mi sexo y se masturba, apuntando la cabeza hacia mi pecho. Abro mi boca, la lengua afuera, esperando por el delicioso néctar que me llena de placer. Se acaricia una vez. Dos veces. Y chorrea, chorros de semen salpican mi boca, mi barbilla y gotean por mi cuello. Grita mientras se corre. Una mujer gritando mientras tiras blanquecinas interminables llenan mi boca, la música más hermosa para mis oídos. Recojo el semen con mi dedo y lo deslizo entre mis labios, saboreando el sabor dulce salado, la textura cremosa. Adoro su esencia y me inclino hacia adelante para chupar su carne hasta que no queda nada. Mientras se suaviza, la libero.
Sostengo su mirada, mi lengua saliendo para capturar cualquier gota persistente de mi nuevo placer favorito.
—Gracias —susurro, mis labios frotando la piel sensible—. Por hacer mis sueños realidad.
Ella no pareció esperar mi agradecimiento sentido. Acaricia mi rostro, una caricia gentil, y sonríe antes de excusarse para ir a limpiarse en el baño.
Me muevo mientras está lavándose las manos en el fregadero y salto en la ducha, dejando que el calor me relaje mucho más.
Una vez terminada, abro la cortina y me doy cuenta que la señorita Fabray se ha ido. Sin despedidas ni nada.
Pero no había esperado que se quedara aquí tampoco. Apuesto a que en el fondo estaba siendo sacudida por mis maquinaciones para meterla en mi cama. Quizás lamenta caer por la tentación que presenté. Follar a la hija de su jefe y hermana de su mejor amiga. Lo que la hace una perra lasciva. Pero yo no lo lamento. Obtuve lo que había querido por tanto tiempo. Soy una zorra astuta.
