Hallo owo

Esta es una historia que se me ocurrió hace unas semanas xD trataré de sacar lo mejor de mí, y que a la gente le guste cómo escribo. Sacaré mi lado más… ¿escritor? Bueno, eso al menos trataré. Porque, como alguno de mis profesores dicen… (?) "Para ser escritor hay que gustarse y gustar a los demás" xDDD parece que estoy sermoneando…

Disclaimer~: Inazuma Eleven pertenece a Level-5, yo sólo inventé esta historia.

El joven pelirrojo caminaba por entre las calles de aquella ciudad, Inazuma Town. La mochila le pesaba, y tenía la mala suerte de llevar a unos niños detrás que no dejaban de insultarle indiscriminadamente. Él se limitaba a caminar y tratar de ignorarles como podía, pero evidentemente, era difícil ignorar a alguien cuando te va persiguiendo por las calles de una ciudad mientras la persona te insulta. Por suerte, él tenía muchísima suerte. Y su suerte se llamaba Paciencia. Y conocía perfectamente a alguien que ya se habría echado a golpearles e insultarles tal y como ellos hacían. El nombre de ese "alguien" que llegaba a tener tan poca paciencia como para describir su personalidad de tal forma no era ni más ni menos que Nagumo. Al pensar en cómo sería que Nagumo, o mejor dicho, Burn, golpeara a alguno de aquellos chicos que le estaban molestando y haciendo la vida imposible, hicieron que Hiroto sonriera sin darse cuenta.

-Eh, idiota, ¿de qué se supone que te ríes ahora? –Preguntó uno poniéndose delante del oji-verde y bloqueando su camino.

-Creo que se ríe de nosotros… -Dijo otro chico, haciendo crujir sus nudillos de forma amenazante.

-Yo no me he reído de ninguno de vosotros en ningún momento –Replicó Hiroto, intentando calmar las cosas. No le gustaban demasiado las peleas, que digamos.

El grupo de matones rió secamente e hicieron ademán de golpearle, en lo que Hiroto, al no tener más remedio, comenzó a correr algo asustado, mientras el grupo corría tras él. La gente les miraba extrañadas, comprando comida, muebles, ropa. Pero la mayoría desviaba su mirada para mirarles a ellos. No le gustaba eso. Nada de lo que pasaba. ¿Pero por qué sucedía todo eso? ¿Qué les había hecho? ¿El simple hecho de no tener familia biológica significaba una invitación a faltarle al respeto? ¿No era suficiente ya perder a tu familia?

-¡Te encontraremos, bicho raro! –Gritó el "líder" del grupo, cuando al fin consiguió despistarlos tras colarse en un jardín y esconderse tras un pequeño arbusto lo suficientemente grande como para taparle.

Después de que pasaran un par de minutos, salió de su escondite. Estaba completamente seguro de que el grupito de matones se había marchado. Se sentía aliviado, ya nadie le molestaba. Se fijó a su alrededor. ¿Dónde estaba? Parecía una mansión vieja y abandonada. ¿Debería entrar? Bueno, se había colado en el jardín de su mansión… Lo menos que podía hacer era entrar a pedir disculpas.

Se acercó a la puerta, mejor dicho portón, y le dio un par de golpecitos suaves. Nada más tocar aquel portón viejo de madera que había adquirido un color podrido, sintió un escalofrío, y una extraña sensación en el estómago. Esa sensación era como si el estómago se encogiera de miedo. Se mareaba, no le gustaba nada de lo que estaba pasando. Es más, ¿qué se suponía que estaba pasando? Nadie abría, no había señales de vida por ninguna parte. Pero sentía que allí había alguien. No sabía dónde, pero lo percibía. Estaba allí. Hasta le pareció notar la respiración de alguien. Una respiración que notó en su cuello.

-¿H-Hola? –Preguntó en un tono tan bajo que pareció un simple susurro.

Tragó saliva. Ni una respuesta. Un impulso hizo que empujara un poco la puerta hacia dentro. Para su sorpresa, el portón se abrió lentamente, haciendo crujir la vieja madera. Sus ojos se quedaron en blanco al ver el interior de la casa. Los muebles, aparte de estar totalmente llenos de polvo, parecían ser de hacía unos cuarenta o cincuenta años. Las escaleras viejas tenían una alfombra. La mitad de ésta estaba rota. ¿Qué pasaba allí? Era la típica mansión de los años ya pasados. Aquello no era para nada moderno, y parecía deshabitado.

Entró al gran salón. Sentía que algo le llevaba. Él desde luego no quería estar allí. Miró hacia los lados, divisando algunos cuadros y fotos enmarcados. Se acercó a ellos con la esperanza de que aquella mansión fuera simplemente propiedad de gente aficionada a las cosas viejas. Pero sintió otro mareo al ver la foto. En ella había una gran familia, todos con ropa elegante. Pero la foto estaba en blanco y negro, indicio de que no era muy reciente. ¿Y la fecha? Ahí estaba, en una esquina de la foto. 1896. ¡¿Qué? ¡¿Era tan vieja? ¿Cómo podía estar una mansión de tales años todavía presente? Bueno, si lo pensaba un poco, esa mansión podría haber sido herencia, ¿no? Y esa foto… Una foto de antigua familia. No conocía a nadie. Bueno, era normal que no lo hiciera, ¿no? Era gente que había nacido mucho antes que él.

Esta vez se acercó a un cuadro. Reconoció de inmediato a la persona del cuadro: Esa persona era el niño pequeño que aparecía en la foto antes vista, pero en el cuadro estaba más mayor. Ahí se veía al chico en color, era normal, pues ese cuadro estaba pintado a pincel. Cabello verde, sujeto a una coleta. ¿Típico de aquellos años? No lo pensaba; había visto a gente llevando aquel estilo. Sus ojos eran oscuros, parecían negros. ¿Lo eran? No podía verle bien. El mareo le impedía pensar mucho. Llevaba ropa que en aquellos años debía de ser la más cara de las tiendas. Un niño bien, ¿eh? En una esquina, al igual que en la foto en blanco y negro de la familia, allí estaba la fecha del año en el que se hizo el cuadro del niño. 1904. Ocho años después de la foto familiar. Y al lado, en letras pequeñas, había algo escrito. "Señ… ito… Mido… awa…" No podía saber exactamente lo que ponía, primero: Porque era vieja, y la pintura a penas se podía leer. Y segundo: El ya mencionado mareo continuaba haciendo presencia.

-Creo… Creo que no está bien que yo… que yo esté aquí… -Murmuró, y se dirigió hacia el portón por el que había entrado.

Cuando se acercó al gran portón, sus pies se paralizaron. Aquello era muy raro. El portón de repente se cerró solo. No quería estar allí, no podía. Estaba asustado. De pronto, comenzó a escuchar una voz. ¿Una voz? No, era una risa. Parecía la risa de un niño pequeño e infantil. Sus carcajadas resonaban por toda la mansión.

-¿Ha… Hay alguien ahí? –Preguntó asustado. Utilizar la típica frase de "Hay alguien ahí" que se utilizaba en todas, o casi todas las películas, hicieron que el crío que reía por toda la mansión soltara más risas por todo el hogar.

El pelirrojo comenzó a escuchar un suave susurro:

-Juguemos… Juguemos… -El niño repetía aquella frase todo el rato. Pero ahora Hiroto no tenía para nada ganas de jugar. Lo único que quería era volver atrás en el tiempo, dejar que esos chicos le dieran una paliza y se fuera tranquilamente a casa a explicar que unos matones le habían golpeado.

Nunca había sentido más miedo en su cuerpo. No podía moverse, y dudaba que fuera capaz de entrelazar un par de frases, ya que no se veía capaz ni de hablar. Sentía que algo se acercaba. Algo en lo que no confiaba. Volvía a sentir una presencia, pero no era la misma que antes. Cada vez más cerca, más y más cerca… Acechando, ya estaba allí, le estaba mirando.

-Vamos a… jugar… vamos… -Esta vez ya no era un susurro, ahora su voz sonaba claramente. ¿Acaso era alguien que le estaba gastando una broma? Su voz no le sonaba, era dulce, calmada.

-Déjame… Déjame ir… -Dijo el oji-verde con la voz temblorosa. ¿Quién era? ¿Qué quería?

-Vamos a jugar… -Replicó la voz. El sujeto se desveló. Pero de una forma un poco extraña… ¿Acababa de traspasar la pared? ¡Un fantasma!- Juguemos…

El niño fantasma era el mismo que había visto en la foto de familia, y en el cuadro. Era… ¿Realmente era un fantasma? Llevaba un balón de fútbol levitando a su lado mientras repetía frases con el verbo "jugar". No sabía qué quería. ¿Era una trampa? ¿Qué hacía allí un fantasma? ¿Realmente existían?

-¡No! –Gritó Hiroto. Acababa de recuperar la movilidad, y no iba a pasar un segundo más en aquella extraña mansión, y menos con un fantasma pululando entre las habitaciones buscando alguien con quien jugar.

Rápidamente, el pelirrojo empujó el portón de madera y salió corriendo de la mansión. No lloraba, pero lo deseaba. Tras salir de la propiedad, se dio la vuelta. El portón ya se había cerrado, y oía llantos. Pero no los oía por el oído, notaba llantos en su corazón. Miró a una de las antiguas ventanas. Le pareció ver una cara que le miraba curioso. Una casa llena de fantasmas… era demasiado para él. No quería volver allí. Y tenía bastante claro que no lo haría.

Continuará~

Wow, me sorprendió lo que escribí. ¿Os gustó? Desde luego, hay muchas cosas que al principio no se entienden xD pero espero que en varios capítulos las cosas se vayan aclarando un poco…

Bye~!