Naive

(Basado en hechos reales)

CAPÍTULO I

-Realmente me gusta. Mucho.- dice sin sacar la vista del atardecer que tienen enfrente.

Tú apartas la mirada del libro que estabas leyendo y alzas las cejas, interrogativa. Él había estado tanto tiempo callado que casi habías olvidado que estaba ahí contigo. Casi, pero no del todo.

-¿Quien?- le preguntas.

Un nudo va tomando forma en tu estomago. Tratas de ignorarlo mientras te sientas derecha y pasas un mechón de pelo, que se escapó de tu recogido, detrás de tu oreja.

-Tú ya sabes quién. Te he hablado de ella desde hace tiempo.

Ah, ELLA.

La sensación de descompostura en tu estomago aumenta y tratas de atribuírsela a la lasagna del almuerzo. Esos no pueden ser celos. Eso seguro no es angustia.

¿O sí?

¡Por favor, pero si esa lasagna sabía extraña! Sí, seguro que fue el almuerzo.

-Ah, sí.- respondes dubitativa. No quieres escucharlo hablar de ella, pero es tu deber como amiga mostrarte mínimamente interesada. Así que haces un par de preguntas de rigor:- ¿Y a qué viene esa declaración tan repentina?- te ríes -¿Sucedió algo nuevo?

Él frunce el ceño, aun mirando el horizonte. Está cada vez más oscuro y deberían ir volviendo, pero tú estás muy interesada en lo que él tiene que decir, por lo que te quedas contemplando su perfil hasta que vuelve a hablar.

-No sé. Es todo. Es... ella.

Mantienes el rostro pétreo y alejas las ganas de estrangularlo ¿Eso le parece una explicación lógica?

Sueltas una risita, que esperas que haya sonado simpática, y vuelves a acomodar el mechón detrás de tu oreja, aunque éste no se ha movido ni un centímetro.

-A ver, analicemos esto- le dices y ahora él voltea a verte


El picoteo de una lechuza contra tu ventana te distrae de tus estudios, así que dejas los apuntes de Leyes Mágicas II y te levantas de la cama para destrabar el pestillo y dejarla entrar.

"Ey, linda ¡Tanto tiempo! ¿Qué es de tu vida? "

Suspiras decepcionada.

No es de él.

Es de un chico que conociste en Las Tres Escobas algún tiempo atrás. Sin siquiera considerar contestarle, dejas salir nuevamente la lechuza, cierras la ventana y te recuestas.

Ha pasado un largo rato desde la última vez que estuviste con un hombre, pero, a decir verdad, no te interesa.

Sólo hay una persona que te interesa.

Patético.

Suspiras de nuevo.

Te cubres con las mantas hasta la cabeza.

Quieres desaparecer.


"Interesante. Que le guste la música que me gusta. Que se vista sencillo. Que no use demasiado maquillaje. El tipo de chica con la que puedes estar en silencio sin sentirse incomodo. Que esté siempre a mi disposición."

Entre los dos llegaron a la conclusión que eso es lo que él busca en una mujer y tú no puedes dejar de pensar en ello.

¿Acaso eres poco interesante?

A los dos les gusta la misma música. Eso fue una de la primeras cosas que los llevó a ser amigos en la universidad.

Tú te vistes... raro. Sencillo pero ligeramente elegante. Sencillo pero femenina. Los colores que usas son todos neutros. Eres sencilla. Sabes que eres sencilla.

Con respecto al maquillaje, tienes que admitir que no puedes vivir sin él, te sientes desnuda. Pero aun así nunca pasas de delineador, máscara de pestañas y base. A menos que tengas una fiesta (entonces tus ojos llegan a parecer a los de un panda de tanta sombra que te aplicas)

Silencio... tienes un lema: No decir nada a menos que tengas algo serio que decir. Por lo general cumples ésta regla. Cuando estás con él sus silencios no son para nada incómodos. Al menos para ti.

Y terminas de maquillarte como panda (Sí, tienes una fiesta) y te miras fijamente en el espejo.

A él no le gustan las chicas con mucho maquillaje, piensas.

Pero tú no te consideras del todo bonita sin él. Incluso a veces te desprecias teniéndolo puesto.

Aun así, a él no le gusta y tú quieres gustarle.

Tomas la varita y te aplicas el hechizo desmaquillante.


No recuerdas bien como sucedió.

Fue una casualidad provocada por exceso de personas y falta de camas.

No recuerdas bien como sucedió pero terminaste durmiendo en una cama con él y Blaise.

Y él estaba completamente ebrio y tú no tanto, pero una buena dosis de alcohol recorría tus venas.

Y en un momento lo abrazaste y él te correspondió. Y tú te sentiste excitada cuando él comenzó a besar tu cuello. Y lo abrazaste más fuerte. Y él coló su mano bajo tu remera y acarició tu espalda. Y tú rodeaste su cuello con tus brazos y esparciste besos por su rostro pero sin tocar su boca. Y él tomó tu barbilla y plantó un beso en tus labios.

Y el aliento de ambos sabía a alcohol.

Y las cosas continuaron subiendo de temperatura.

Y, no muy amablemente, le exigieron a ese tercer amigo que los deje solos.

Pero ese tercer amigo estaba prácticamente en coma alcohólico y no se fue.

Y tú te negaste a hacer algo con ese tercero a veinte centímetros de ustedes.

Y durmieron, sin más.

No recuerdas bien como sucedió, pero él... él no recuerda nada en absoluto.


Y le ruegas a Blaise que no diga nada. Tú también te callas y lo que pasó en esa fiesta, queda en esa fiesta.

Pero por un momento te permitiste ilusionarte y ahora duele incluso más. Así que, cuando lo ves nuevamente, simulas que nada sucedió y continuas escuchando como él te habla de ella.

Y duele.

Mucho.


-Besé a Theodore. El otro día. En una fiesta.- le cuentas y esperas ver su reacción.

Por lo general no le cuentas sobre tus affaire (y no sólo porque tu vida amorosa es prácticamente nula), pero haber besado a Theo te hace sentir culpable (lo cual, en parte, tiene que ver con que Theo tenga novia) y sientes que debes confesarlo.

Besar a Theodore es una de las primeras cosas que haces con otro espécimen del sexo opuesto desde que te diste cuenta que estabas total e irremediablemente enamorada de él y te sientes culpable.

¡Culpable!

¿Por qué?

No has hecho nada malo, ¿o sí?

La cuestión es que te sientes culpable, piensas que lo traicionaste y que debes contárselo.

Y la culpabilidad es sólo una de tus razones (la otra razón raya en lo idiota y egoísta), porque, aunque no te lo quieras admitir ni a ti misma, te has cansado de escucharle hablar de ella y lo que realmente quieres es pagarle con la misma moneda.

Aunque no estas segura que a él le afecte de la misma manera que te afecta a ti.

Así que te confiesas y esperas su reacción.

Ves como endurece el rostro y evita mirarte mientras guarda silencio. También apartas la mirada y sigues caminando.

Y sonríes sin que él te vea.

Y algo cosquillea en tu interior.


Exhalas el humo del cigarro de tus pulmones y juntas un poco más las solapas de tu túnica para evitar que entre el frío.

Auto-conservación, piensas, auto-conservación.

Das otra calada a tu cigarro y miras por la ventana del pub. Exhalas el humo y enseguida acercas el cigarro a tus labios para continuar intoxicandote.

Compruebas que te quede más tabaco en la cartera.

Miras de nuevo por la ventana.

Contienes un gemido de frustración y le das la espalda al bar.

Auto-conservación.

No sueles fumar muy seguido. Es un habito que comenzó en la universidad. Sólo un par de cigarros al día, pero no se te ocurrió una mejor escusa para escabullirse cuando viste que ella entraba en el pub donde ustedes estaban pasando el rato.

Y continuas de espalda al pub no queriendo ver como la mira, la sonrisa en su rostro (Esa que aparece cuando está muy contento. Esa que adoras). No quieres ver como acerca más su silla a la de ella y luego pasa el brazo por el respaldo.

No quieres verlo. Con imaginarlo ya es suficiente.

Auto-conservación.

Debes protegerte a ti misma, no dejar que esto te afecte (más de lo que realmente te afecta).

Pero más que nada (y a pesar de que suene cursi y estúpido) no quieres ver la sonrisa (que tan bien te hace) en su rostro. Mientras la mira a ella.

Él. Sonriéndole. A. Ella.

Porque esa sonrisa es una de las cosas mas hermosas que viste en tu vida y no quieres que su belleza quede mancillada por el recuerdo de él ofreciéndose a ella.

Porque esa sonrisa es tuya y aunque nunca puedas tenerlo a él, siempre tendrás su sonrisa...

Sí.

Cursi y estúpido.

Inhalas más tabaco y continuas dándole la espalda al pub, reuniendo el valor para volver a entrar.


Continuará.