Prologo
Había caminado durante horas por el bosque, jamás había sido muy ágil con nada, se caía con del suelo, así que en aquellas circunstancias estaba llena de rasguños y cortes, no estaba hecha para subir senderos o caminar en esos lugares. Pero no tenía otro lugar al cual ir, su padre había dejado muy claro que no la quería ver de nuevo en su reino y la había enviado a buscar a su madre, diciendo que era el único lugar donde ella podría estar, aun le dolían sus palabras, ella siempre había considerado que sobre todas las cosas, ella era lo más importante para su padre, después de todo eran la única familia el uno del otro. Hasta que llego su abuelo y toda su seguridad se derrumbo, ella sabía quién era su madre y sabía que por la misma razón que la habían echado a ella, habían echado a su madre.
Sus padres se habían conocido hacía más de veinticinco años, ambos eran jóvenes y eran de mundos distintos, su madre era una conocida bruja, hechicera o como quisieran llamarla, odiada por los humanos comunes porque decían que si la aceptaban en su pueblo, el cielo los maldeciría para siempre, así que su padre la había desterrado a unas semanas de haberla llevado al castillo. No sabía cómo había terminado ella en el castillo o como había accedido a criarla cuando era tan obvio que él también odiaba a las hechiceras, suponía que quizás había tenido la esperanza de que ella fuera diferente, una simple humana. Pero ella siempre había sabido que no era así, a veces cuando era una niña usaba sus dedos para encender luces navideñas en la oscuridad de su habitación, jugaba con las luces que salían de sus dedos, sin saber que era magia pura en sus manos.
Sin embargo había confiado en que su padre la amaría y aceptaría como fuera, hasta que su abuelo puso un pie en la casa y se negó a permitir que ella siguiera ahí, su abuelo ya no era el rey, pero seguía manejando a su padre como quería, así que su padre la había desterrado al igual que a su madre. No sabía bien si el camino que seguía era el correcto pero esperaba que fuera así, o moriría en el bosque antes de aprender a controlar sus poderes o encontrar algo para comer. Se detuvo en un claro e intentó enfocarse, pero mientras más lo intentaba más se confundía.
Ahora no sabía por qué camino había llegado. Genial, estaba perdida, quizás había una clase de hechizo que pudiera usar para encontrar su camino a casa, aunque ahora no supiera ni dónde se suponía quedaba eso.
Levanto los dedos, lo único que le salía bien cuando intentaba usar su magia, la luz. Camino a tientas, intentando no caer y decidir qué camino era el mejor. Pero su torpeza era mayor a su magia al parecer, porque con la primera rama cayó al suelo y rompió su vestido, se raspo las manos y las rodillas, empezaba a ponerse furiosa.
― ¡Maldición! ―grito furiosa, se levanto y limpió su vestido, pero era un caso perdido. ― ¡Odio el bosque! ―levanta la mirada al sentirse observada, intenta enfocar la mirada y se topó con unos ojos cafés casi invisibles en la oscuridad. ― ¿Hola?
No era su madre, su padre le había contado que ella era alta y preciosa, con unos ojos verdes como esmeraldas, así que esa persona bajita y de ojos cafés, no era su madre.
― ¿Qué hace en el bosque a estas horas, señorita? ―por la voz sabe que es un hombre, quizás un poco mayor que ella. Oculta sus manos, no quiere que vea el rastro de la luz en sus dedos, probablemente querría matarla o huiría despavorido.
―Busco a alguien. ―responde con tranquilidad, y él se acerca más, dedicándole una sonrisa, pero la sonrisa no es dulce o agradable, parece incluso burlón.
― ¿Puedo ayudarla a buscar? ―pregunta, parece amable pero ella no le cree nada, siente la necesidad de huir.
―No puedes. ―una voz detrás de ella la toma por sorpresa y gira con un brinco, una mujer preciosa de casi un metro ochenta y ojos verdes como una esmeralda, mira al hombre con desprecio, ella no mira al hombre, porque está demasiado ocupada preguntándose si en verdad ella sería su madre. ―Deberías irte antes de que decida que tu vida no vale lo suficiente. ―añade la mujer con voz firme.
Oye como el hombre corre, por las pisadas apresuradas en el pasto. La mujer la mira y sus ojos se vuelven más dulces.
―Te estaba esperando, Isabella. ―ella sigue tiesa en su puesto. ―Tranquila, no te haré daño. Tu padre me aviso que venías en mi búsqueda. Te estuve buscando, sabía que estarías confundida con los senderos del bosque. ―su voz es dulce, maternal, casi siente deseos de correr a sus brazos y llorar porque su padre la echo de casa.
― ¿Tu eres….? ―la pregunta queda inconclusa y flota en el aire, siente la necesidad de buscar algún rasgo parecido al suyo, identificar algo que las haga parecidas.
―Tu madre, sí. ―responde la mujer con una sonrisa, da unos pasos hasta poder acomodar su cabello, pasando un mechón de cabello por detrás de su oreja. ―Charles me hablaba de ti todo el tiempo, eres tan hermosa como él dijo, y tienes los ojos de la miel. ―su padre siempre le decía que sus ojos eran color miel, ella los encontraba muy amarillos para ser color miel, quizás ámbar.
― ¿Cómo logro hablar contigo antes de que yo te encontrara? ―preguntó curiosa, su madre sonrió y le resto importancia.
―La marca le permite hablar conmigo cuando quiera, así como yo hablo con él. ―respondió con tranquilidad, la miro confusa, ¿Qué era una marca?
― ¿Qué es eso? ―pregunta interesada, la mujer le señala un camino y comienzas a caminar por él.
―Todas las brujas las tienen, es la forma de saber que encontraste al amor de tu vida. ―responde con una sonrisa. ―No es muy visible, dame tu mano. ―ella curiosa estira el brazo y su madre la toma, ella sube buscando algo por su brazo y se detiene en el hombro, ella no puede verla pero sabe lo que le enseña, había visto esa marca durante años, creyendo que era una marca de nacimiento, pero ahora resultaba ser un punto para conocer el amor.
―Y si solo las brujas las tienen, por qué él puede hablarte. ―pregunta, su madre la suelta y siguen caminando por el sendero, ahora el sol comienza a salir.
―Cuando una bruja encuentra a ese alguien, la marca se rompe en dos, quedándose cada uno con una parte, es como un vínculo inquebrantable. Y dura para toda la vida, hasta que uno muere y la marca lentamente desaparece del otro, dejando solo el recuerdo de un amor perdido. ―sus palabras sonaban tristes, pero decidió que era suficiente de preguntas sobre la marca en su hombro.
― ¿En serio vives en el bosque? ―su madre le sonrió divertida y asintió.
―Pero no en una cueva como seguro te habrán contado en las leyendas e historias para asustar a los niños. ―responde sonriendo un poco divertida, se detiene y ella lo hace también, su madre toma su mano y ella mira el agarre confundida, cuando levanta la vista están en una especie de cabaña, era grande a su parecer, aunque no tanto como el castillo. En realidad era completamente distinta al castillo, en su decoración y forma, le gustaba mucho más ese lugar.
― ¿Cómo nos trajiste aquí? ―preguntó de pronto curiosa de nuevo, su madre sonrió y soltó su mano.
―Trucos de una vieja bruja. ―contesta divertida.
―No debes tener más de cuarenta. ―comentó haciendo cuentas, ella tenía diecisiete y su padre estaba por cumplir cuarenta, le había dicho que su madre era tan solo unos años menor que él cuando se conocieron.
―Bueno, no exactamente.
―Pero mi padre dijo que tú tenías unos años menos que él cuando se conocieron y él tiene cuarenta.
―Bueno, cuando tu padre me conoció aparentaba menos edad, es una cosa difícil de explicar, pero digamos que la mortalidad es diferente en nuestra especie. ―frunció el ceño confundida y su madre suspiro. ―Cuando tu padre me conoció era una joven bruja, cuando usas tus poderes desde pequeña y los desarrollas, eso despierta una parte de ti que lleva tu vida más lentamente, no somos inmortales, pero tardamos más en morir. En ese entonces tenía veintidós, aunque parecía tener unos quince, al menos tu padre creía eso. Tenía esa extraña idea de que yo era una niña, al menos los primeros cinco años que estuvimos juntos, hasta que él creyó que tenía una edad decente para salir con él, quiero decir, en su mente tenía veinte años, cuando en realidad tenía veintisiete, comenzamos a salir y tres años después me llevo a conocer a su familia, pero creo que esa parte ya la conoces. ―asintió pero aun tenía una pregunta.
―Entiendo casi todo, lo único que jamás me contó fue, el porqué vivía con él y no contigo. ―su madre la miro fijamente.
―Bueno, me entere que te esperaba después de que me echaron del reino. Se lo comunique a tu padre y no tuve respuesta por meses, hasta unos días después de tu nacimiento, sus padres le dijeron que un hijo del rey no podía vivir en una cueva en el bosque, que su lugar era con él. Así que vino por ti, no lo detuve porque creí que estarías segura y protegida entre las paredes del castillo. ―asintió pensativa, entonces recordó que su vestido estaba roto y que necesitaba lavarse los múltiples raspones que había obtenido en su paseo por el bosque.
― ¿Hay un lugar dónde pueda arreglar todo este desastre? ―preguntó señalando su vestido, su madre asintió.
―Tu cuarto será el último del pasillo, hay algunos vestidos para ti y un baño, así que puedes arreglarte ahí. ―le sonrió agradecida y fue hasta el cuarto.
Era mucho para asimilar, no podía creer que en menos de dos días, había cambiado tanto su vida. Tomo uno de los vestidos que su madre había dejado ahí, tomo un baño, limpiando sus heridas y salió del cuarto.
Su madre preparo algo para desayunar y comieron en completo silencio, no sabía que decir o hacer, sabía que ahora solo se tenían la una a la otra y que probablemente eso fuera así para siempre, pero era difícil amar a una mujer que prácticamente era una extraña.
Al menos eso creía.
2 años después.
Jugaba con las luces de sus dedos en lo alto de una colina, la noche estaba sobre ella pero ahora ya no tenía miedo a andar por el bosque, y había aprendido a manejar mucho mejor su magia, podía simplemente aparecer en su cuarto.
Era una noche llena de estrellas y la luna brillaba en lo más alto, le gustaba sentarse por horas a mirar el cielo, en especial cuando su padre iba de visita a la casa, sabía por su madre que era más una necesidad que una visita romántica, la marca les pedía verse, era una urgencia, como si temieran que si no se veían cada cierto tiempo, la otra mitad se desvanecería con el viento.
Así que se veían al menos una vez al mes, sentados en la sala mirándose como si no hubiera nada más en el mundo, los había observado una tarde, no podía creer que todo ese amor que se veía en los ojos del otro, no valiera lo suficiente para luchar por estar juntos. Tampoco entendía como su madre seguía recibiendo a su padre después de tantos años, ella ni siquiera quería verlo, aun sentía un profundo dolor en el pecho cuando lo veía.
Durante las horas que estaba él en la casa de su madre, ella se dedicaba a andar vagando por las orillas del bosque, había encontrado un pueblo del otro lado, uno que no estaba bajo el mando de su padre y por lo cual nadie la conocía o identificaba, así que podía rodearse de lo que conocía, personas normales, caminatas por las calles, hablar con los vendedores del lugar, le gustaba la sensación de familiaridad. No hacía amistades, solo hablaba de vez en cuando con algunos de los habitantes, eran más conocidos y había los que la empezaban a identificar por sus recorridos recurrentes.
Esa tarde no fue la excepción, su madre le había enseñado también a controlarse y que las luces en sus dedos no salieran de la nada, así que nadie sospechaba algo de ella, sus viajes eran variados, a veces iba a comprar algo de comer, otras conseguía algún vestido, pero la mayor parte del tiempo se sentaba en la fuente del centro a ver pasar a las persona, a imaginar que su vida no había cambiado de un día para otro y que después de unas horas podría volver a casa a cenar con su padre, aunque era una momentánea felicidad, cuando terminaba el día se sentía nostálgica por la pérdida de un hogar que en realidad jamás había sido su lugar.
Mientras iba de regreso al bosque, choco con un joven alto que intentaba pasar desapercibido casi tanto como ella, cayó directo al piso y levanto la mirada sorprendida, los ojos verdes del chico se encontraron con los de ella y sintió cómo si todo su cuerpo quemara por unos segundos, quito la mirada y se levantó rápidamente, dejando al joven con la mano estirada para ayudarla.
―Lo lamento, no te vi. ―murmuró con una sonrisa sincera, el joven le sonrió de nuevo encantado con que no lo llamara "su majestad" o lo tratara de usted.
―Ha sido culpa mía, señorita… ―dejo una silenciosa pregunta al final, esperando que la joven le dijera su nombre.
―Isabella, pero puedes decirme Bella. ―respondió ella con la misma tranquilidad que hablaría con cualquier otra persona, no podía negar que la belleza del chico le ponía algo nerviosa, pero de alguna manera se sentía serena por igual.
―Bella, un gusto. Me parece que ibas a las afueras del pueblo. No deberías salir tan tarde sola, es peligroso, no sabes los peligros que hay ahí afuera. Puedo acompañarte si lo deseas. ―ella no lo noto, quizás por la inocencia que aún tenía en el tema de los hombres, pero lo que él realmente había querido preguntar sin hacerlo, era si iba a verse con algún chico y por eso iba sola, si ella aceptaba su compañía significaba que no había otro hombre esperando su llegada.
― ¿Qué peligros hay en el bosque? ―preguntó más interesada en esa parte que en la oferta de un acompañante. Sin embargo él se paró a su lado para comenzar a caminar al lado de ella, cosa que para Isabella paso desapercibida.
―Bueno, hay animales que podrían hacerte daño. Y es un camino lleno de enredaderas, podrías perderte por días antes de que alguien te encuentre. ―ella quería saber si, al igual que en su pueblo, temían de ella, de las brujas.
―No hay animales tan grandes, no he visto ninguno al menos. Y sé perfectamente el camino de regreso a mi casa, me costó pero lo he aprendido de memoria. ―respondió ella con sincera firmeza, él sonrió y ella le miró insistente. ―Debe haber otra cosa a la que le temen del bosque ¿Qué es?
―Bueno, son leyendas, Isabella.
― ¿Qué leyendas?
―Ya sabes, las ideas de las personas de que ahí hay brujas, que si te topas con una estás condenado y que si haces enojar a una se cobrara con todo el pueblo sin importarle si hay niños inocentes. ―en su pueblo también contaban esas historias, no sabía de donde habían salido las ideas de que ellas iban a matar gente a diestra y siniestra, en el par de años que llevaba con su madre, habían visto a hombres y mujeres en el bosque y jamás habían lastimado a ninguno. Bajo la mirada pensativa mientras él continuaba hablando. ―Jamás he visto una, aunque dicen que las brujas podrían engatusarte con su belleza, quizás he visto una y ni lo he notado. ―añadió en tono de broma, ella le miró y le dedico una media sonrisa, si supiera que ella era una, quizás le echarían al igual que lo hicieron antes.
―Quizás. Bueno, debo regresar a casa, puedo ir sola desde aquí. Gracias por las advertencias. ―él asintió, habían llegado a la orilla del pueblo y sin duda no había un hombre esperándola ahí, pero la joven se veía decidida a seguir su camino, sola. Ella estiro la mano para despedirse del joven con un apretón de manos, él correspondió, era raro que las chicas casaderas del pueblo le trataran como si fuera cualquiera, o que pareciera que ni lo conocían, en realidad esa era primera vez que sentía estaba con alguien que verdaderamente no lo reconocía. Apenas sus manos se tocaron ambos sintieron un choque, como si acabara de caerles un rayo a ambos, se miraron confundidos y ella lo soltó de inmediato al notar las luces en sus dedos cambiar, por suerte él no las había notado por la sorpresa. Oculto sus manos con las mangas del vestido.
― ¿Has sentido eso? ―mientras él se miraba la mano ella aprovecho y desapareció, cuando el joven príncipe levanto la mirada, la joven Isabella ya no estaba.
Al llegar a su casa, su madre estaba sentada en el sofá con completa tranquilidad, pero apenas la miro frunció el ceño.
― ¿Qué has estado haciendo? ―le preguntó, ella levanto la mirada confusa por la pregunta, nunca le cuestionaba cuando volvía a casa, sacudió las manos viendo que aún quedaba algo de luz en ellas, supuso que era eso lo que había llamado la atención de su madre.
―Nada, solo fui a caminar y luego mis manos empezaron a brillar. ―respondió escondiendo el resto aunque no sabía porque lo hacía. Su madre se puso de pie y tomo una de sus manos con cuidado, las brujas jóvenes a veces perdían el control de sus poderes, a ella le había pasado, pero ese color en sus dedos le hizo recordar su pasado, el azul claro, que hacía parecer que su hija había tocado el cielo y se había robado un pedacito, pero los ojos inocentes de Bella le hacían notar que no sabía que pasaba, entonces suspiro.
― ¿Has conocido a alguien? ―Bella se preguntó cómo su madre sabría eso, pensó en mentir, pero a veces cuando lo hacía sus ojos se ponían de un color más oscuro y la descubrían.
―Solo hable con un chico que se ofreció a llevarme a casa, pero le he dejado en la orilla del bosque, ni siquiera sé su nombre. ―su madre comenzó a levantar la manga de su vestido a dejar al descubierto la marca en su hombro, cerró los ojos apenas confirmo sus sospechas, la marca se había roto, alguien tenía la otra mitad, su pequeña de tan solo diecinueve años había sido unida a alguien.
―Oh cariño. ―ella intento mirar la marca pero le era difícil por la zona en que la tenía, cuando logró verla, su marca había cambiado, solía ser una mancha sin forma, ahora era un pequeño búho blanco, que parecía estar por la mitad, frunció el ceño y miro a su madre buscando una explicación.
―Yo no he hecho eso, te juro que no he hecho nada. ―murmuró en su defensa, su madre sabía que ella no lo había causado eso, era algo que el destino movía y ninguna podía hacer algo para evitarlo.
―Lo sé, cariño.
Los meses siguientes, Bella tuvo a tarea encontrar al hombre con quien el destino la había unido, temía no encontrarlo jamás y quedarse sola eternamente, pero ni siquiera sabía que le diría al encontrarlo. Finalmente dio con él una tarde por la plaza, pero en lugar de explicarle lo que pasaba, temiendo que al igual que su padre había hecho con ella y su madre, la mandara lejos, decidió simplemente hacer que él quisiera pasar más tiempo a su lado, que si algo se diera entre ambos fuera como lo sería con los humanos y no por que la maldita marca los obligara.
Ambos se escondían cosas, ella le ocultaba sus poderes, él había evitado decirle que pronto sería el rey del reino, quizás porque solo estando apartados del mundo, siendo solo ellos dos caminando por el bosque, solo entonces se sentían reales, no eran lo que otros esperaban, ni representaban lo que otros temían, eran simplemente Bella y Edward.
Podían sentarse en el pico de la colina que ella tanto amaba para ver el atardecer y quedarse ahí hasta que la luna brillaba en lo más alto. Él le había dicho de la extraña aparición del búho blanco en su piel, pero jamás había relacionado el hecho con ella, lo que hacía todo más fácil. Hablaban de todo aquello que no incluía sus secretos, hasta que después de meses de amistad, él decidió romper la tradición, pero tenía una buena razón.
Habían salido al bosque como siempre, caminando sin un rumbo aparente y apenas rozando sus hombros mientras andaban, generalmente alguno rompía la conversación con un tema que habían tocado días antes, pero el silencio se había apoderado de ellos aquel día, encontraron un lugar donde sentarse, donde un árbol los cubría del sol, tenía la forma de una cascada y parecía que al pasar entre sus flores entrabas a un nuevo mundo. Mientras él se recostaba en sus piernas y ella jugueteaba con su cabello. Finalmente el joven príncipe rompió el silencio.
―Debo decirte dos cosas muy importantes, una creo que es buena y la otra no sé cómo la tomaras, así que ¿Cuál quieres primero? ―ella sonrió y lo miró como si lo estuviera pensando.
―La segunda, si la tomo mal quizás la buena lo arregle.
―Eso espero. Porque si odias la primera, dudo que aceptes la segunda. ―ella lo miró realmente interesada, suspiro y decidió hablar de una vez. ―Todo este tiempo te he estado ocultando quien soy realmente. Al principio creí que lo sabías pero lo disimulabas muy bien, luego entendí que en realidad no tenías idea, y no quise que lo supieras porque creía que en cuanto fuera así, cambiaría todo. Empezarías a tratarme como el resto y no me gustaba esa idea. Pero desde hace unas semanas he querido pedirte algo, y sé que no puedo esperar que eso se dé como deseo si tú no sabes quién soy. ―ella sintió una opresión en el pecho, básicamente eso era lo mismo que ella estaba haciendo pero él no tenía idea y se sentía culpable al verlo tan abatido cuando ella no era inocente en absoluto. ―Dentro de unos seis meses, seré el nuevo Rey de Aqueos. ―había esperado muchas cosas, pero que fuera príncipe del lugar no estaba entre ellos. Le miró sorprendida y sin entender muy bien que debería decir ahora.
―Supongo que entiendo porque lo ocultabas. ―murmuró porque en parte ella no podía quejarse de que él le ocultara algo tan grande como lo que ella ocultaba.
― ¿No estás molesta? ―ella sonrió sinceramente, negando con la cabeza. ―Dios, estaba aterrado de como fueras a reaccionar. ―se daba una idea de cómo se debía de sentir el joven de ojos verdes. ―Pero eso no es lo más importante, mi segunda cosa a decir es una propuesta y quizás eso me pone más nervioso que la primera.
― ¿Qué puede ser más importante que tu noticia de que eres un príncipe? ―preguntó intentando bromear, él se sentó para quedar con su rostro más cerca del de ella y poder mirarla a los ojos.
― ¿Qué tú seas una princesa? ―ella lo miró con los ojos como platos, ¿Cómo sabía que ella era una princesa? Sus pueblos no se conocían tan de cerca, jamás la había visto, su padre no le contaba a nadie sobre ella desde que se había marchado. Estaba pensando en todas las posibilidades cuando él saco un collar con un dije de oro blanco, lo miró confundida. ―Sé que tenemos unos meses de conocernos, pero realmente quiero estar contigo, no solo como un amigo. Quiero que seas mi pareja. Ahora mismo no puedo darte un anillo y todo eso, primero debo hablar con tu padre y pedir tu mano, pero con este collar quiero prometerte que pase lo que pase, estaremos juntos, si tú me aceptas, claro.
La propuesta sí era más sorprendente que la noticia de su estirpe, ella había llegado a quererle realmente, en verdad no podía pasar un día sin verle, pero una parte de ella siempre dudaba si el amor que empezaba a surgir no era por eso que los unía, si él no tuviera la marca ¿igual le pediría que estuvieran juntos? Lo peor era que jamás podría responder esa pregunta.
El dije tenía la forma de una lágrima de cristal, era precioso, en verdad le emocionaba pensar que él lo había elegido pensando en ella, lo imaginaba en su habitación pensando las palabras correctas para semejante petición, y su corazón no podía evitar saltar de emoción, sin embargo, la culpa también estaba ahí, él le había dicho todo porque quería iniciar sin secretos, pero si ella decía el suyo, todo sería diferente.
La mirada del joven empezaba a ser ansiosa, solo entonces noto que llevaba más de un minuto en completo silencio. Sonrió y tímidamente asintió, sintiéndose incapaz de decir una palabra, el príncipe correspondió a la sonrisa y rápidamente coloco el collar en su cuello. Ella sintió el pulso acelerado, no sabía si era porque jamás había estado tan cerca de ella, o por no saber lo que le deparaba el destino al aceptar tanto cuando ella no podía contarle la otra mitad de su historia.
―Debo decirte alg…
―Te presentaré a mis padres, después de hablar con los tuyos. Nos casaremos está navidad, en la misma catedral donde se casaron mis padres. Dios, Bella. Me haces tan feliz. ―el joven la abrazo por primera vez, ella escondió su rostro en el cuello del joven y miro por encima de su hombro las luces en sus dedos que brillaban cada que se tocaban, cerró los ojos con fuerza, aterrada por el futuro.
Ella le presento a su madre, diciendo que su padre había muerto años antes y no había vuelto a verlo, Catherine supo de inmediato que su hija no le había contado la verdad al joven príncipe, podía ver el pánico en los ojos de Isabella cuando él les hablaba de la maravillosa boda que tendrían. Pero no podía obligarla a contárselo, ella debía hacerlo, confiaba en que lo hiciera antes de que todo llegara muy lejos. Días después ambas fueron invitadas al castillo, los padres de Edward eran encantadores, pero mientras Cath irradiaba confianza y seguridad, la pobre Isabella temblaba de miedo, sonriendo apenas si alguien la llamaba y evitando decir algo que pudiera delatarla.
Su madre al ser mejor mentirosa, invento una historia para que vivieran en el bosque y para esconder todo su parentesco con el señor Charles Swan, Rey del pueblo al otro lado del bosque. Después de todas las debidas presentaciones que se acostumbraban, todo el festejo empezó a prepararse, corriendo como pólvora la noticia de que el joven príncipe se casaría en unas semanas, ella sabía que debía hablar antes de que las campanas sonaran, así que le pidió verlo en aquel árbol donde le había pedido estar juntos, al verlo bajarse del caballo intento calmarse y no temblar como una chiquilla castigada, él entendería, si la amaba lo suficiente, lo entendería.
Se sonrieron mutuamente mientras él se acercaba y cuando el próximo rey iba a hablar, ella lo interrumpió.
―La última vez me trajiste aquí para contarme quien eras. Y debí hacer lo mismo en ese momento, pero me dio miedo. Pero necesitas saber esto antes de que demos el paso de unir nuestras vidas eternamente. ―él la miro confundido pero asintió, ella suspiro y levanto la mirada. ―Mi padre no está muerto, él no está con nosotras porque nos echó del reino al otro lado del bosque, el reino de Asurya. ―él asintió, creyendo que su secreto era aquel, pero ella siguió hablando. ―Nos echó porque mi madre y yo somos brujas. ―él la miró como si acabara de salirle un tercer ojo.
― ¿Estás intentando jugarme una broma? ―preguntó aun sin creerlo y sonriendo un poco por las palabras de su futura esposa. Ella negó y supo que tendría que demostrarlo.
―Mira. ―se dobló las mangas y dejo, sin querer, a la vista la mitad de su marca, levanto los brazos y de sus dedos salieron luces blancas, movió las manos y las chispas salieron volando, chocando con la punta de las flores que los rodeaban, y comenzando a resbalar por las ramas del árbol como si fuera lluvia, al caer al suelo se apagaban y desaparecían sin más. Él miró todo sintiendo como su respiración se aceleraba al no poder digerir lo que acababa de descubrir, bajo la vista hasta la joven que seguía con los brazos al descubierto, vio la marca en su brazo reconociendo de inmediato la otra mitad de la que él había descubierto hacía meses en su hombro.
― ¿Qué…? ―se acercó para levantar del todo la manga y ver mejor, ella se quedó tiesa al sentirlo tan cerca.
―Es una marca que las brujas tienen, cuando encuentran al amor de su vida la marca se rompe en dos. Por eso tú tienes una igual. ―él seguía con la mirada clavada en la marca y sin escuchar del todo lo que ella explicaba, la soltó y se alejó lo suficiente para no tener que tocarla.
―Pusiste esto en mí para que me enamorara de ti. ―la acuso, ella quiso defenderse pero él no la dejo. ―Todo este tiempo todo lo que sentí era porque tú me habías puesto un hechizo para que me sintiera así, todo es mentira.
―No, yo no lo puse en ti. Es…―sintió una profunda tristeza cuando él dijo que lo sentía no real, pero intento mantenerse firme y explicarle, él estaba tan confundido como ella en un principio, debía darle tiempo, sin embargo él no quería explicaciones.
―Basta. Quiero que me quites lo que has puesto en mí. Todo lo que planeaste se acabó. Hacerme creer que no me conocías, acercarte a mí hasta que me tuviste por completo. No voy a permitir que destruyas mi reino, así que puedes olvidarte de la boda y todo lo que dije que sentía. Porque te aseguro que en cuanto quites la maldita marca yo no sentiré nada por ti.
Lo miró dolida llevándose las manos a la boca por tantas acusaciones, sentía las lágrimas a punto de salir y no sabía que hacer o como explicar todo sin que él creyera que lo estaba usando.
―Déjame explicarte. ―pidió intentando acercarse pero él la empujo como si su toque le quemara.
― ¡No! Quiero que te alejes de mí. Estás maldita, tu padre hizo bien en echarte del reino, las brujas solo pueden llevar destrucción a donde van. No quiero volver a verte en mi vida, Isabella. ―las palabras del joven príncipe la destrozaron, y al no poder explicarse o defenderse, salió corriendo de ahí echa un mar de lágrimas, mientras él intentaba converse de que todo lo que sentía, incluida la necesidad de ir y pedirle perdón, eran obra del hechizo que ella le había puesto. Subió a su caballo y regreso al castillo, sin saber que no eran los únicos presentes.
Los días siguientes, su madre intento calmarla, consolarla y apoyarla, incluso Charlie había sido más indulgente cuando le había pedido que se fuera del reino, pero aquel joven príncipe había sido despiadado con ella, y se sentía furiosa por no poder hacer venganza por el corazón destrozado de su hija. Isabella salía todas las noches, a sentarse en lo alto de la colina que antes había amado, conteniendo las lágrimas y mirando las luces del reino donde el hombre que amaba vivía, su sombra se veía en el pueblo cuando la luna estaba completa, y algunos levantaban la vista para verla, sin saber que la pobre chica estaba profundamente triste.
Él solía verla desde lo alto de la torre del castillo aquellos días, aun quería ir con ella y abrazarla, pedirle perdón y darle el consuelo de su cariño, pero no confiaba en todo lo que sentía, era mentira, se repetía cada que la echaba de menos, no la amaba, ella lo había hechizado, debía ser fuerte.
Una de tantas noches, ella estaba sentada en lo alto de la colina, sus padres estaban en la casa del bosque y el hombre que amaba se había encerrado en su habitación pues después de tantos días la necesidad de verla lo estaba volviendo loco. Los pasos fueron silenciosos y cuidadosos, nadie había esperado semejante emboscada para una joven que apenas había cumplido los veinte años. Cuando levanto la vista por los murmullos que se escuchaban tras ella, ya era muy tarde, hombres y mujeres, temerosos de lo desconocido, habían decidido acabar con el mal que acechaba su pueblo, la joven se puso de pie confundida y los miró con ojos grandes e inocentes.
Entre dos hombres la tomaron como si ella pudiera hacerles daño si no lo hicieran, intento quitárselos de encima pero después de días sin hacer otra cosa que llorar por la perdida, estaba muy débil.
― ¿Qué están haciendo? ―preguntó con la angelical voz de una pobre chica que no entendía la maldad en otras personas. Aun cuando dos de las que más había amado la habían rechazo.
―Eres una hija del mal. ―escucho entre los cientos de murmullos, alguno de ellos le lanzo agua bendita. ―Rogamos porque tu alma sea liberada del demonio y puedas ir al cielo. ―ella frunció el ceño ¿al cielo?
Sin saber porque un terrible dolor se instaló en el pecho del joven príncipe, una ansiedad lo tomo por sorpresa y sin esperarlo se vio corriendo a las caballerizas para tomar su caballo y correr a la colina donde su amada siempre le lloraba.
La madre de Isabella podía sentir un movimiento extraño en el bosque, pero no le daba gran importancia, pues las personas no iban por la noche al bosque. Sin embargo sentía la necesidad de ir en búsqueda de su pequeña, así que le pidió a Charles la acompañara.
Mientras los tres hacían camino a la colina, ella imploraba por piedad a la muchedumbre que se había juntado para acabar con el mal que los había encontrado, creyendo así que la única forma de librar al pueblo de tal desdicha era acabar con ella.
―Me iré tan lejos como deseen, jamás les haría daño. ―pidió intentando sacar sus manos del hombre que había quedado tras ella, sus ojos derramaban lágrimas y estaba aterrada. ―Por favor. ―fue lo último que dijo antes de que la espada del otro hombre atravesara su vientre y un grito de puro dolor rompiera el silencio del bosque, los tres que iban a mitad de camino se detuvieron sorprendidos y Edward sintió como si le desgarraran desde adentro, gruñendo de dolor sin entender que pasaba.
―Bella.
La primera en llegar fue Catherine, pero ya era tarde, su pequeña estaba tendida en el suelo, con los malditos que la habían matado rezando a su alrededor, Charles llego segundos después y se quedó tieso al ver a su hija, pálida en el suelo. Finalmente Edward apareció entre el tumulto y vio la respuesta al dolor que lo estaba matando.
― ¡¿Qué han hecho?! ―el grito de dolor y enojo resonó en el lugar y todos se giraron a mirar a la madre de Isabella. Quien la habían tomado en brazos como si fuese un bebé. ―Malditos. Todos ustedes, todos lo que se atrevieron a semejante bajeza, todos van a pagar por lo que le hicieron. ―los habitantes del pueblo quedaron helados ante la amenaza de la bruja, entonces el hombre que la había matado, el que aún tenía la espada en manos, cayó de rodillas escupiendo sangre y soltando la espada, todos miraron cómo el hombre caía muerto y comenzaron a correr aterrados por la venganza que la bruja había jurado.
― ¿Ella está…?
La pregunta se quedó atascada en la garganta del joven príncipe sintiendo que la parte que los unía se negaba a pronunciarlo. La madre inundada en lágrimas y un profundo odio contra aquellos que la habían lastimado, levanto la vista contra aquellos hombres que la habían lastimado incluso más que el resto, aquellos que no habían aceptado el cariño que ella les tenía.
―Ustedes son tan culpables de esto como ellos.
Edward quiso acercarse, quiso tocarla, pero ella lo miró con una amenaza en sus ojos, Charles aun intentaba procesar lo que estaba pasando cuando ella levanto la mirada y por primera vez en su vida, fue de puro odio.
Desapareció junto al cuerpo de su hija, dejando solo la sangre como prueba de lo que había ocurrido aquella noche. El joven príncipe cayo de rodillas llorando la perdida de la mujer que él mismo había rechazado, queriendo cambiar cosas que ya no había forma de remediar y Charles aun parado, sintió que el mundo le había caído encima, si él la hubiera protegido, si jamás la hubiera echado del castillo, su niña estaría viva. Catherine tenía razón, ellos eran tan culpables como los malditos que habían planeado la emboscada.
Hola :)
Bueno está historia es diferente a todo lo que he escrito así que estoy emocionada, espero les guste. Perdonen los errores apenas terminé Tentación le pediré a mi hermosa Beta que si me ayuda a arreglar está también ;)
¿Qué les pareció? ¿Alguna lista para leer lo que se viene?
P.d. *No todo es lo que parece*
