La insistencia de golpes en la misma herida y el aumento de furor en cada uno de estos, explotó un alarido que a su vez generó una acida sonrisa en el mayor. Aplicó una fuerza brutal para zafarse de la ligadura que lo sostenía lejos del piso, empeorando así sus lesiones.
El contrario fue astuto al dañar sus piernas, sin embargo su objetivo de evitar que huyera con estas heridas no sirvió. Al tocar el piso, se las arregló para salir corriendo de la habitación seguido de su hermano mayor, quien a su paso gritaba maldiciones y órdenes para que regresara, así como amenazas.
El prolongado silencio que Zeno impuso, había servido para que él y sus dos acompañantes escucharan todo lo anterior. Silva estaba turbado por la inesperada intromisión de su padre a lo igual que Kikyo, pero solo ella impacientó al escuchar el desgarrador grito de su hijo. A Zeno le sorprendió que la habitual tranquilidad de Silva continuara dominando, a pesar de estar consciente de la aterradora magnitud que tuvo ese grito. Incluso Zeno estaba asombrado por el alcance de este.
No pidió el consentimiento de ellos, pero valoró su falta de objeción como una vigorosa concesión con la que decidió retirarse.
–¡Padre, no puedes hacer esto! –Zeno giró sobre sus tobillos y encaró intimidante a su nuera. Dejando de seguirlo a zancadas quedó a sólo un metro mostrando la misma expresión desafiante que él–, su entrenamiento no puede interrumpirse.
–Kikyo –comenzó solemne–, él mismo ya lo interrumpió.
Por unos segundos se dijo a sí mismo que tal vez fue muy apresurada su decisión; aclaró su garganta y cerró sus ojos.
–Pronto lo reanudará –dijo la mujer. Zeno se dedicó a examinar esa aseveración.
El eco de un portazo deambuló por el pasillo y, con ello, aullidos provenientes del tercer nieto de Zeno–. ¡No pienso hacerlo, estúpido cerdo!–. Quien parecía perseguirlo, hizo dúo en quejidos, rugiendo que volviera. Mismo que seguramente suscito al chiquillo al que perseguía el desgarrador grito quejumbroso.
Dio la espalda a la mujer –Vaya que está controlada la situación –dijo disimulando su sorna. Siguió su camino dejando atrás a Kikyo–. Killua irá conmigo –antes de doblar a otro pasillo la miró de reojo matando lo que ella estaba a punto de decir–. Me encargaré de su entrenamiento. Es esencial que aprenda a infiltrase y me parece perfecto llevarlo a donde me han contratado; Oportunamente las condiciones de ese lugar son ideales para lo que planeo.
La disputa seguía en pie cuando llegó al cuarto de Killua y los gritos tenían una intensidad mayor. Milluki se veía agotado de tener que lidiar con su hermano menor y Zeno no lo culpaba por ello. Parecía decidido a tirar la puerta; su ira era casi tangible.
–Millu, apártate –tocó su hombro haciendo saltar a su nieto–. Deja que yo me encargue…
–Hazlo pagar, abuelo. Se escapó cuando le estaba dando su castigo por ser tan imprudente con su entrenamiento y ahora se niega a salir. Papá no piensa hacer nada y mamá-… –Zeno entrecerró sus ojos como una amenaza. Milluki se interrumpió a sí mismo y se apartó de la puerta.
Con gesto ordenó a su segundo nieto que se marchara, este gruñó frunciendo los labios y dio media vuelta.
–¡Bien, Pero después me las pagará caro! –chilló alejándose del lugar.
–Inténtalo, idiota –se escuchó del otro lado de la puerta a Killua.
Esperó a que Milluki se alejara antes de tocar la puerta. No recibió respuesta; miró al suelo y siguió el caminito de golpes y abolladuras marcados en la oxidada puerta, seguramente unos eran de cuando Illumi intervino la primera vez que Killua actuó así.
–Milluki se ha ido –llamó con dos golpecillos a la puerta. El sonido del seguro siendo removido fue la respuesta.
–Entra –Killua ya se había relajado, se notaba por el tono de su voz.
De nuevo miró el caminito de golpes y antes de abrir la puerta que emitió un chirriante sonido, volvió a cuestionarse si su decisión fue muy apresurada o no. Lo primero que percibió fue el olor de la sangre de Killua. Prácticamente la existencia del piso se había perdido con tantos juguetes cubriéndolo, algunos cuantos destrozados haciendo más bulto. La única parte en que podía apreciarse el suelo era ante la televisión y consolas de juego; el lugar se dividía con los distintos estuches de videojuegos formados en una figura irregular rodeando el espacio, unos estuches sobre otros haciendo una pequeña fortaleza. Y frente a Zeno su nieto que, con cuatro años, era el mayor problema que Silva y Kikyo habían tenido y no podían controlar.
No sabían que hacer en esa situación. Illumi y Milluki jamás fueron rebeldes en aspecto alguno, ni tuvieron comportamientos como los que mostraba Killua. El único problema que habían tenido era lo que pasó con Alluka, cosa que llevó al comportamiento de Killua en ese momento. Para mala suerte del menor de sus nietos, Kalluto de sólo dos años de edad, Kikyo impondría un régimen más estricto con él para prevenir lo que ahora sucedía con Killua.
–¡Abuelo! ¿Cuándo volviste?
–Hace unas horas –respondió girando su dedo.
–Ayer te fuiste a las diez… –reflexionó unos momentos– el trabajo fue muy fácil; no tardaste nada –concluyó con desánimo añadiendo un quejido. Conociéndolo seguro esperaba una buena historia del trabajo que Zeno hizo– Aburrido.
–Killua –el albino ya había comenzado a adentrarse a su cuarto–, irás conmigo a mi próximo trabajo –se quedó estático procesando la información que acababa de recibir, pero no reaccionó hasta que Zeno añadió–: Salimos en ocho minutos.
El pequeño de golpe corrió al baño y con la misma velocidad volvió al cuarto goteando el agua que uso para lavar descuidadamente su sangre. Tiró ropa al suelo en busca de las prendas que él quería vestir. Zeno viendo las prendas regadas por el piso prestó su atención a los juguetes rotos y notó un detalle en particular: todos los juguetes que rompió eran lo que su madre le obsequió después de que encerraron a Alluka.
–¡Hey! ¿Debo llevar algo?
–Nada –el albino dio una mirada confundida preguntando si hablaba en serio. Zeno tenía entendido que lo que ahora estaba aprendiendo era el manejo de armas– ¿Estás listo? –Killua asintió.
La presencia llegó de golpe. Zeno ya se lo esperaba, aunque no estaba muy seguro de que realmente Silva fuera a actuar cuando antes se mostró desinteresado en el hecho de que se llevaría a su hijo. Pero bien, el que estuviera ahí demostraba que el tema si le concernió.
–Killu, adelántate –ordenó. Atendió el pedido caminando con lentitud a la puerta aún aturdido por lo que estaba pasando. Zeno se dio cuenta de esto–. Quiero medir tu velocidad, te alcanzaré enseguida –señaló de manera en que para el prodigio eso fuera un reto y obedeciera.
Y de esta manera ató bien sus agujetas antes de salir disparado del lugar con una sonrisa indescifrable.
Silva imponía su presencia con gran determinación. Zeno subestimó la importancia que su hijo le había dado a ese tema. Estaba más serio e intimidante que Kikyo.
Y a diferencia de ella que (principalmente por caprichos) se dejaba llevar, él no era imprudente con sus acciones ni explosivo; si tomaba el control sobre algo era por ser un detalle difícil o importante.
Defendió esa actitud suya rompiendo el silencio con una simple pregunta:
–¿Estás seguro?
Zeno se había preguntado lo mismo tres veces en esa hora; la primera antes de entrometerse en la discusión que tenían Silva y Kikyo respecto a lo sucedido y hasta ese momento se lo cuestionó por cuarta vez en cuanto escuchó la pregunta.
–Dime qué piensas tú…
Esa respuesta intrigó más a Silva.
–No se puede hacer mucho –dijo.
Zeno cayó en cuenta de que ese desconocimiento de no saber qué acciones tomar era la razón de que Silva no dijera nada antes.
–Ya veo.
Silva relajó su postura y miró con atención al espacio que Killua recorría en ese instante. Zeno imitó su acción y siguió al niño con la mirada.
–Es más rápido que hace dos meses –señaló Silva como si fuera algo que le doliera admitir.
–Tiene un gran potencial –afirmó.
–Eso lo hace un problema mayor –repuso. Zeno gruñó para ratificar.
–Un gran problema –reiteró.
–Milluki le duplicó los castigos al ver a su madre perder la cabeza con Killua. Creía que el enojo se le pasaría rápido y no habría problema; creía que no le importaría que encerráramos a Alluka –para Zeno lo que su hijo decía era una coartada–, que lo comprendería.
Volvió su vista al contrario sólo para encontrarse su entrecejo fruncido.
–Silva, sabías que Killua le daría importancia –en aceptación de lo que Zeno había dicho cerró sus ojos y suspiró admitiendo que había fallado.
Silva cruzó sus brazos y volvió a seguir el movimiento de Killua–: Realmente mejoró –Zeno se desperezó para alcanzar con más facilidad a su tercer nieto.
–¿Por qué aceptaste el trabajo que Illumi rechazó? Tú nunca aceptas trabajos que requieren bastante tiempo y no te dan el objetivo claro a matar.
–Por la misma razón por la que me dejarás llevar a Killua a ese trabajo –contestó–. Porque con ello lo entrenaré –concluyó.
Para cuando Zeno alcanzó a Killua, ya estaba por llegar a la salida.
Killua estaba tan disgustado que inevitablemente hizo un mohín y, por inercia, escudriñó la ropa expresando su desagrado.
Un conjunto que al parecer de Killua una de las dos prendas era como una falda. Una falda superior que, Killua observó sin prisas al calmar su enojo, lo sorprendió al no saber qué clase de prenda era realmente; una prenda morada (el detalle de color era lo único que agradaba) con algunos estampados de círculos y las orillas forradas del mismo color que los círculos. Y debajo de ello un blanco pantalón y playera de algodón que le hicieron perder los nervios al rozar los verdugones hechos de los castigos de su hermano.
Dio una mirada de rencor a su abuelo; el gestó fue ignorado por el anciano. ¿Cómo podía hacerlo vestir eso? ¿Cómo su abuelo podía vestir eso también? Aunque la vestimenta de Zeno era un tanto distinta a la de Killua.
Un ahogado gemido salió de rendición. No pensaba reclamar nada… no cuando lo sacó de casa en el momento en el que estaba a punto de ceder y rendirse; porque de repente las razones que lo llevaron a rehusarse a entrenar parecían ilógicas. Sentía la necesidad de hacerlo, pero perdió sentido, tanto que parecía que jamás existió el porqué.
Tenía sus ideas claras cuando se rebeló en contra sus padres. Incluso se atrevió a retar a Illumi; desafiar a Milluki era una cosa, pero encarar a Illumi ya era otro tema. Terminó desmayándose por el golpe que le dio por no acceder. Silva dejaba que los hermanos mayores de Killua se encargaran de reprenderlo (Milluki era quien más disfrutaba de ese trabajo) y la razón de ello era que su madre llevaba sus acciones a otro nivel. Y su padre evitaba involucrarse en esos casos–: Es por que Silva es un hombre ocupado –fue la explicación de su abuelo.
–Abuelo, ¿Qué es eso?
Zeno gruñó.
–Parte del trabajo –Killua sólo atinó a emitir un sonido confundido–. Los trabajos ahora son fáciles –Killua se señaló–. Sí, por eso te he traído.
–¿Entonces regresaremos para el anochecer? –era lo último que quería.
Su abuelo terminó de emperifollar sus prendas (porque al parecer también eran de su desagrado) y dio la espalda.
–Killu, dime la razón por la que has venido –guardó silencio–. Mi objetivo al traerte aquí es que te infiltres.
–De un trabajo fácil me dejas algo aún más fácil –musitó.
–Tal vez, pero aun tienes que aprender cosas –volvió su mirada a su abuelo con interés–, dime que sabes sobre eso.
Killua respingó antes de tartamudear; no se esperaba un "examen" teórico. Tragó y respiro profundamente levantando su dedo índice.
–Lo primero es saber la vestimenta y costumbres del lugar al que vayas –deslizó su mirada por la ropa que traía. Su abuelo asintió–. Segundo es conocer el comportamiento habitual de las personas –indicó alzando un segundo dedo–. Una vez conociendo esto uno pasa desapercibido actuando de manera natural a los demás.
–Bien. Eso es lo básico pero en este caso no será lo común. Tengo entendido que en este lugar la cifra de los habitantes no llega ni a ciento cincuenta, por ello quiero que en el tiempo que estemos aquí logres congeniar con algún ciudadano sin que note que eres de fuera.
–Sigue siendo fácil.
–Lo difícil será como lograrás relacionarte con ellos. Preguntabas si volveríamos hoy a casa ¿esto responde tu pregunta?
Killua vaciló unos momentos. Se había olvidado de esa pregunta por completo; la dificultad incógnita que le dijo su abuelo atrajo toda su atención.
Recordó la palabra clave. El tiempo que estemos aquí. Lo tomó de dos maneras el tiempo que estuvieran ese día o tiempo que fuera más allá de ese día.
–¿Por cuánto tiempo será? –cuestionó disimulando su ignorancia.
Zeno comenzó a avanzar.
–Eres muy distraído –señaló–. Una semana es lo único que puedo confirmar por ahora.
Killua esbozó una sonrisa y apretó sus puños tratando de contener la emoción; tanto que los nudillos se le pusieron blancos. Cerró los ojos un suspiró profundamente antes de seguir a Zeno.
–Entonces… –comenzó casual rascando su nuca.
–Ahora mismo iremos a la aldea.
–¡¿Ahora mismo?!
–¿Te echas atrás?
–No –ladró– ¡Por supuesto que no!
–Bien, ya que lo único que harás será observar desde lo lejos.
–Observar –repitió no creyendo que realmente ese sería su trabajo.
–Tienes que ver a que dificultad me refiero.
Ofendido por la subestimación que le daba su abuelo, rebuscó entre los árboles una rama resistente. La mayoría de árboles sólo tenían vástagos y frutos apenas madurando. Las ramas que poseían algunos árboles eran delgadas o no muy grandes. La vegetación hacía honores al clima húmedo del lugar.
El clima era totalmente distinto al de la República Padokia; aunque también en la Montaña Kukuroo, por su altitud, difería la temperatura un poco de la de la región Dentora. Aun así solía ser prácticamente la misma para toda la región. Lo cual quería decir que estaban considerablemente lejos de casa. Killua podía jurar que habían viajado a otro continente, de no haberse dormido en medio del viaje lo habría asegurado por completo. Apenas subieron al auto que los esperaba, todo el cansancio acumulado por la privación de sueño que tuvo por sus castigos emergió y lo hundió, irremediablemente, en el océano del sopor, pero aun así esa constante vigilia consiguió agotarlo más y perder la conciencia por completo.
Para cuando despertó, el pasto húmedo fue lo primero que sintió; por un momento pensó que lo que había pasado era un sueño y seguía en algunos de los alrededores de su casa. El increíble agotamiento que tenía cooperó a esa idea hasta que el rabillo de su ojo captó la figura de su abuelo. Estaba agotado de dormir; calculó que durmió un día entero.
Una rama resistente. Por fin había encontrado lo que buscaba. Su facilidad de remontar los árboles le permitió escalar hasta la rama con tal rapidez que hasta tiempo para acomodarse tuvo.
–Yo me quedo aquí –anunció.
–Killu, tienes que ir para que entienda…
–¡Podré solo! –interrumpió.
–Sé que podrás.
–¿Entonces, cuál es el problema? –volvió a cuestionar indignado.
Zeno alentó su paso.
–Eres tan imprudente, quisquilloso y caprichoso –dijo, casi pudo escuchar un, igual que tu madre–. Confiaré en que podrás solo pero no quiero ninguna queja –advirtió.
Killua sonrió victorioso, se estiró llevando sus manos a su nuca para hacerse una almohada con estas mismas y dejó caer su peso al tronco. Sintió la presencia de abuelo desaparecer y con más tranquilidad cerró sus ojos para descansar.
Pasos… y al final fue el crujido de una rama justo abajo del árbol donde estaba. Killua se alertó de inmediato y con sigilo se pasó de una rama a otra para ver qué o quién merodeaba.
Un traje como el que él llevaba fue lo primero que captó su mirada. A diferencia del suyo, era azul y con otro tipo de diseño los forrados amarillos. Bajó la guardia por ese simple detalle. Era uno de los habitantes del lugar y significaba que tenía lo oportunidad perfecta para congeniar y terminar su trabajo, lo que le permitiría descansar el resto del tiempo que se quedaran ahí. Volvió a la rama inicial quedando a la vista del intruso.
El andante era muy joven, tal vez uno o dos años menor que Milluki, eso sorprendió a Killua. No había visto a niños tan cerca en toda su vida, a excepción de sus hermanos. Milluki tenía once años e Illumi dieciséis, así que como tal no podía considerarlos a ellos como jóvenes, y sus dos hermanos menores sólo lo eran por dos y tres años.
El rubio parecía tan sorprendido como Killua; más que sorpresa el rostro del otro expresaba horror. Killua sonrió esperando no haber arruinado todo, volvería a casa de ser así.
Killua alzó la mano para saludar. El contrario se alteró, exclamó, y por fin entendió a qué se refirió su abuelo; literalmente, lograr relacionarse era el problema.
No entendió nada de lo que dijo, era otro idioma; efectivamente estaba lejos de casa, tan lejos que ni aunque fallara su abuelo lo regresaría a casa. De momento se relajó, hasta que las constantes exclamaciones y exagerados movimientos del rubio le recordaron que aún tenía que congeniar con él; indicó repetidamente con su brazo la rama y luego el suelo. Sus quejas estaban bañadas en un tono de preocupación y angustia que Killua interpretó como una orden de bajar del árbol.
Al segundo de empezar Killua su descenso, el rubio cerró sus ojos con un chillido y torpemente se alejó a una corta distancia del árbol con los brazos extendidos; confundido por esa actitud, Killua se preguntó si el otro le había ordenado permanecer en lo alto pero ya estaba a la mitad de su camino al suelo y decidió tomar el riesgo completo y terminar su breve y vertical travesía.
Sus extremidades tocaron la superficie. Killua tuvo que inclinar su cabeza atrás para mirar la cara del chico; seguía con sus ojos cerrados, su entrecejo fruncido igual que sus labios y sus facciones trémulas, igual que sus aun extendidos brazos. Segundos después el rubio entreabrió sus párpados e incrustó su mirada en el tronco para inmediatamente afincar sus ojos en Killua, que recibió en sus hombros las manos del niño al ser asido y no se movió ni un milímetro al rápido examen del que fue objeto; su sosiego salió en un suspiro. No pudo evitar quedar perplejo ante esa acción de angustia del rubio.
Simplemente era algo nuevo que alguien realizara un acto de preocupación por causa suya, a menos que se alarmara por algo así. Aunque era normal por el simple hecho de que ese chico era alguien común. Killua no había conocido nada ni a nadie fuera de su familia, los empleados, la montaña, el asesinato y el entrenamiento que cursaba para ello, contando con la insensibilidad de su familia en esa área; en ese ambiente de vida no había lugar para la compasión, pesadumbre o preocupación, y menos en un tema tan simple como lastimarse al bajarse de un árbol.
Por primera vez en semanas rio, con sorna, pero rio. El rubio parecía ofendido y expresó su desaprobación con palabras que Killua no entendió. Fue el golpe que lo llevó de vuelta a la realidad y cesó su risa.
¿Cómo se suponía que lograría su objetivo en tan pocos días? No aprendería otro idioma en una semana. Otro golpe (ahora de lógica) atacó; no sería una semana, sería más tiempo el que se quedarían. Definitivamente fue muy distraído, aunque no tampoco estaba al tanto de las circunstancias antes.
Se contentó por tal hecho.
Seguía escuchando al otro hablar; creyó que imaginó haber escuchado dos palabras parecidas a papá y la otra a mamá, pero habían sido demasiado claras esas dos palabras. Negó con la cabeza, era obvio que le estaba preguntando sus padres.
El rubio abrió tanto los parpados que parecía que sus ojos saldrían su órbita. Murmuró ciertas cosas y lo soltó. Siguió hablando. Killua se sintió incomodó por tal situación en la que estaba; miró atento al niño en un intento de entender alguna otra palabra, lo cual no pasó y por eso agradeció su largo discurso que evitaba que tuviera que responder algo; por alguna razón se estaba quejando. Más incomodidad se agolpó.
Fingió estar asustado. No tuvo otra opción, el contrario lo examinó descaradamente y sostuvo contacto visual; esperaba una respuesta. Entró en pánico, pero conservó la compostura, el aparentar estar atemorizado ya era mucho. También mantuvo la mirada sin vacilar.
Relajó su postura cuando el rubio suspiró y dio media vuelta. Habló de nuevo y señalo el árbol. Miró sobre su hombro y Killua osciló; la mirada del rubio lo seguía. Lo primero que se le ocurrió hacer fue asentir, acto que fue respondido por el otro dando nuevo un suspiro. Salió corriendo.
Killua se preguntó cómo se suponía que aprendería ese idioma.
