N.A: Este pequeño oneshot está dedicado a mi querida Emilda :') en agradecimiento por su constante apoyo a mi trabajo. Sabes que te estimo mucho, me alegra que lo que hago te guste. Y por eso quiero regalarte este Faren (Farlan x Eren), la pareja crack más besha visualmente (?) Ok no xD Me pregunto si hay algo de ellos por ahí... Bueno, tú debes saberlo mejor que nadie, porque tú AMAS este ship XD Así que, sin ningún fin más que engreírte he creado esto :D No sé si hacerle continuación, queda completamente en tus manos.

Espero que te guste n_n

Creo que reconoces la imagen que puse de portada xD el dibujo es mío, solo le aumenté un filtro.

Disclaimer: Shingeki no Kyojin no me pertenece, el autor es Hajime Isayama. La letra incluida no es de mi autoría.

Advertencia: Siendo Faren, es crack y AU. Es mi regreso al AU luego de escribir como tres canonverse xd Por cierto, está muy inspirado en la canción "Non, Je ne regrette rien" de Edith Piaf y "La chica de la boutique" de Heleno. Si alguien quiere oírlas, las recomiendo absolutamente.


UNA OPORTUNIDAD.

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Tenía las manos frías, y buscaba abrigarlas friccionándolas y exhalando su aliento, atravesando este la tela de los guantes que usaba esa noche. Llevaba puesta una gabardina verde, con la capucha cubriendo sus cabellos de la nieve además de sus orejas, las cuales había dejado de sentir por culpa de las corrientes de aire.

Se arrepentía profundamente de haber salido esa noche. En realidad no tenía muy sustentados motivos para abandonar la tibieza de su pieza de soltero. Porque estaba soltero desde hacía casi nueve meses. Un tema espinoso del que no trataría con nadie en caso se le preguntara, pero sería lo suficientemente astuto y atento para aclararle, con todos los modales que aprendió en su vida, que no deseaba hablar de ese asunto. No era un tipo grosero, de ningún modo.

Como fuere, ahí estaba. Su aliento no había hecho ningún progreso en su temperatura, por lo que optó por meter sus manos en los bolsillos afranelados del saco. Se negaba a volver a su hogar, porque ya había hecho el camino hasta ese punto y sería más problemático regresar sin siquiera haber hecho algo. Mientras seguía su camino por la acera, recordó la –según sus ingenuos pensamientos– "poderosa" razón que lo llevó a salir: quería comprar un regalo de Navidad. Y ya era imposible no pensar en su ex.

Porque aquella fecha festiva era esa misma noche, y era casualmente también la fecha del cumpleaños de su antigua pareja. Luego de pasar cerca de cinco años juntos, de ser una pareja estable e incluso dar el paso de la convivencia, todo se disolvió. La costumbre, arguyó el ingrato, y que no deseaba ligarse a nadie, no de ese modo, más aun si habían caído en una monotonía que solo él percibía. Y Farlan, al amarlo tanto, fue incapaz de rehusarse a sus palabras. Simplemente le dejó ir.

Había pasado mucho tiempo, y sentía que con el transcurrir de los días lo iba superando. Es más, faltaba una nada para superarlo completamente, ya que pasaba tiempo con amistades y mantenía su mente ocupada. Sin embargo, no podía dejar de lado una costumbre: el regalo de cumpleaños; y la nostalgia le invadía en esa fecha específica. Ya no eran pareja, pero ese no era motivo para perder contacto por completo. O eso se decía a sí mismo como un pretexto masoquista para volver a verlo.

Y he ahí la "poderosa" razón de su exposición al inclemente frío de invierno, la nieve y el gentío que avanzaba a empujones. Sabía que a Levi le gustaban las esferas de nieve que regalaban como souvenirs, y tenía planeado comprarle alguna. Levi le miraría extrañado al recibirlo en la puerta de su casa, pero de igual modo le dejaría pasar, porque pese a su aspecto huraño era sumamente amable a su manera. Más de lo que le agradaría, imaginaba Farlan, porque esa amabilidad le lastimaría, sería un latigazo cargado de remembranzas de momentos juntos. Había puesto todo su empeño en olvidarlo y lo había logrado hasta cierto punto, gracias a que había evitado verlo durante todo ese tiempo. Sin embargo, temía un poco por su reacción al momento del reencuentro. Mentiría si dijera que no le causaba cierta expectativa. Incluso miedo. Porque siendo su cumpleaños, un escalofrío serpenteaba por su espalda al imaginarse llegar y ver a alguien más acompañándolo.

Con la mirada clavada en el suelo que pisaba, veía sus pies hundiéndose en la pequeña capa de nieve que iba formándose en el asfalto. Recordó entonces que Levi tenía pies pequeños y se echó a reír, evocando aquel instante en que se lo mencionó, y el ofendido le dejó en claro que no quería volver a oír sobre ese aspecto de su anatomía con un certero coscorrón. Adorable coscorrón al tener que ponerse de puntitas para alcanzar la cabeza de Farlan.

Asustado de ponerse emotivo y abrumado por los recuerdos que amenazaban con atormentarlo, sacudió la cabeza y encogió los hombros, cubriendo aun más su cuello con la capucha de la gabardina en el proceso. Pensándolo bien, no era malo recordarlo. No era malo recordarlo con cariño. No era malo porque eso le dejaba en claro que no había rencor de su parte. Y si no había rencor, no había por qué estar ansioso. No había nada que temer. Debería tratarlo como al amigo que aspiraba a ser. Que su relación culminara no debía ser razón para poner barreras entre ellos.

Recobrada su seguridad, afianzó una sonrisa en su rostro y apuró el paso, casi al punto de trotar. La gente iba despejándose y eso le permitía caminar a gusto. Tenía planeado comprar una bola de nieve, así que ya tenía una idea de qué tiendas visitar, entre sus posibilidades barajaba algunos bazares o boutiques, y quería hacer un recorrido para hallar el modelo más bonito de toda la ciudad.

Ocupado en pensar qué modelo podía regalarle, uno que no fuera repetido, mirando las vitrinas que se ofrecían a sus ojos, chocó con una mujer se interpuso en su camino. Trastabilló y alcanzó a apoyarse en el muro que tenía a su lado, y la mujer alcanzó a extenderle una disculpa por su andar despreocupado. Farlan solo asintió con una sonrisa algo torpe, aún preso del susto de estar a punto de caer, y dio un paso más, pero no alcanzó a dar otro. Había quedado estático observando algo. O más bien a alguien.

Frente a sus ojos se presentó la criatura más hermosa que jamás creyó podría existir en toda la faz de la tierra.

Un chico de buena estatura, casi tanta como la suya, de cabello castaño, iba caminando de espaldas, saliendo de una de las boutiques del lugar, con la vista centrada en la fachada de la tienda. Tenía los brazos estirados, y al observarlo mejor comprendió que sus manos imitaban el lente de una cámara. Como si el muchacho analizara lo bien que había quedado alguna cosa que hayan colocado en la parte exterior. Recuperó la conciencia en cuanto vio que el chico movía los labios.

—¡Perfecto, Connie! —exclamó el chico, y le regaló una sonrisa preciosa, exhibiendo todos sus dientes. A quien sea que estuviera refiriéndose le hizo una señal de aprobación con el pulgar—. ¡No creí en ti, pero te quedó estupendo! ¡La pintura se ha fijado en el nombre!

A causa de su escrutinio descubrió más características del muchacho. Tenía la piel tostada, a diferencia de la suya que era algo más clara; unos veinte años, deducibles al no tener muy marcadas sus facciones; un cuerpo de cierta contextura, no era corpulento, pero tampoco flacucho. Pero lo mejor llegaría a continuación.

El chico, aún sonriente, al querer revisar cada aspecto de la fachada, terminó posando su vista en Farlan. Le vio algo perplejo, parpadeando muchas veces, sin comprender por qué se había quedado ahí parado, completamente tieso. Sus brazos cayeron despacio a sus lados para luego colocarse sobre sus caderas en jarras. La sonrisa fue desvaneciéndose de a pocos.

Farlan pudo ver sus ojos. Enormes, preciosos. La forma perfecta de coronar una creación maravillosa. Su color, semejante al de las esmeraldas, lo cautivó de inmediato.

Otro chico, uno rapado y más bajito, de brillantes y saltones ojos, salió de la tienda, sonriente, y al reparar en Farlan también clavó sus ojos en él.

—Eren, ¿quién es él? —preguntó el chico, aproximándose a la oreja del que, dedujo Farlan, debía ser su amigo.

—No lo sé... —respondió "Eren", intercalando su mirada entre Farlan y Connie, rascándose la nuca—. Salí a ver qué tal nos había quedado esto y él ya estaba ahí...

—¿Será que quiere comprar algo?

Farlan espabiló al fin, luego de varios minutos de contemplación ininterrumpida. Se aproximó con cautela al par de amigos, aún sosteniéndose en el muro con una mano. No tenía forma de saberlo, pero tenía una expresión bastante curiosa. Parecía como si algo le hubiera sido revelado súbitamente.

—Oye, te está mirando a ti... —dijo con sorna Connie, dándole un codazo a "Eren"—. Te dejo, atiende a tus pretendientes. Como siempre. —Y se marchó a trote, dejando a su amigo con las palabras en la boca, balbuceando al no tener forma ya de retenerlo.

Eren frunció el ceño al ver al extraño acercarse en dirección a él, además de cruzar sus brazos sobre su pecho. Llevaba un suéter azul holgado, además de unos jeans sencillos y un mandil verde. Inclinó la cabeza en un intento por descubrir qué estaba a punto de decir aquel sujeto que, con todo el descaro del mundo, persistía en mirarlo.

—¿Sí? —espetó, algo furioso. Supuestamente debía mantener una sonrisa amable con los posibles compradores, pero ciertamente ya estaba muy harto de muchos de ellos. Estaba harto de su desvergüenza, de sus mal disimuladas intenciones.

—H-Hola... —susurró Farlan, desviando la mirada al no soportar lo pesada que se sentía la de Eren. No soportaba el escrutinio de esos ojos hermosos—. Vine a comprar algo... ¿Tienen esferas de nieve?

—Claro. Pasa —respondió secamente Eren, encaminándose al interior de la tienda, sin siquiera volverse a ver si Farlan lo seguía.

Ya adentro, Connie lo recibió con la misma sonrisa, muy convencido de que sus deducciones eran completamente ciertas. El ceño fruncido de Eren le confirmaba que el sujeto estaba interesado en él y ya le había hecho alguna especie de propuesta.

Eren apoyó su brazo sobre el mostrador y su quijada sobre su mano, aguardando a que Farlan termine de limpiarse los zapatos en el pequeño tapete que había en la entrada. Este, luego de hacerlo, se quitó la capucha que cubría su cabello y se deshizo de la gabardina, además de la nieve que la estaba cubriendo para luego sacudir sus cabellos claros con sus dedos. Estaban más alborotados por culpa de la capucha, pero mantenían cierto orden al ser algo cortos.

Solo entonces Eren reparó en su figura. Sin gabardina la estatura de Farlan era mucho más notable, podía verse fácilmente que era más alto que él. Además, luego de quitarse el abrigo pudo ver que debajo de este llevaba una camiseta de mangas largas blanca, y pudo ver también que era bastante delgado, pero aparentemente firme. Luego su atención fue capturada por sus cabellos: su tono era de un rubio cenizo, muy particular, muy diferente del suyo. Muy bonito, se atrevería a admitir.

—Vengo a comprar una bola de nieve —dijo Farlan, y Eren se dio cuenta de que se la había pasado mirándolo. Un ligero rubor cubrió sus mejillas y desvió su vista a la vitrina detrás del mostrador—. Me gustaría ver qué modelos tienen.

A Connie se le borró la sonrisa en el acto. Al parecer el tipo realmente iba a comprar algo y no solo buscaba un pretexto para hablarle a su amigo. Eren se ofreció a buscar los modelos que tenían disponibles en la bodega y volvió al poco rato con cinco cajas pequeñas, las cuales dispuso sobre la mesa. Desempacó cada esfera y la depositó sobre el mostrador, exhibiéndolas para Farlan.

—Son todas las que tenemos —declaró Eren, y no pudo evitar quedarse mirando los ojos distraídos de Farlan. Era extraño, casi curioso. Al principio había sentido cierta aversión al creerlo un descarado que solo quería insinuársele, pero al descubrir que estaba equivocado se figuraba a un Farlan diferente. Los labios fruncidos y las cejas curvadas en expresión de duda, de vacilación, le hacían ver casi ingenuo.

Connie sopesó la situación y vio que el comprador no iba a decidirse pronto. Tenía mucho trabajo por hacer y poco tiempo, por lo que decidió dejarlo con Eren y dirigirse al almacén para hacer un poco de orden por allá. Después de todo, quedaba más tranquilo luego de despejar sus dudas con respecto a sus intenciones.

Una vez solo, luego de vacilar un buen rato –o eso le pareció a él–, Eren se atrevió a preguntar:

—¿Cómo te llamas? —le dijo, en un tono que pretendía sonar casual. Había reunido el valor suficiente para preguntarle, pero no para encararlo.

—Farlan. Mi nombre es Farlan —respondió él, curioso por la pregunta. Estaba inclinado hacia el mostrador revisando cada una de sus posibles compras—. Tú eres Eren, ¿verdad? —dijo, deteniendo sus ojos en el rostro levemente colorado del chico.

—Sí... ¿lo oíste de Connie?

—Así es.

—¿Por qué una bola de nieve? —cuestionó, algo intrigado. Por lo general las personas se decantaban por un objeto más costoso. Aunque menos significativo. No podía negar que las bolas de nieve le agradaban, podían colocarse sobre la mesa y de ese modo se recordaba siempre a la persona que la había obsequiado. ¿Entonces Farlan se la iba a regalar a alguien que quería lo recuerde? Con esa duda pululando su mente, se animó a volver a preguntar—: ¿Es para tu novia?

—No, no. No es para mi novia... —rió, algo melancólico—. Larga historia.

—¡L-Lo siento! —exclamó, cayendo en la cuenta de que se había propasado. Después de todo, no era más que un empleado haciendo preguntas impertinentes y sumamente personales—. Lamento haberte preguntado eso...

—No importa. Ya está. Es pasado. Es absurdo complicarse. —Farlan encogió los hombros, restándole importancia, y volvió a ocupar su atención en su futura compra.

Sobrevino un silencio incómodo. Por una parte, Farlan intentaba concentrarse en su elección, se forzaba a mantenerse enfocado en los detalles de cada esfera, pero cada tanto sentía el impulso de volverse para ver el rostro de Eren al parecerle este muy atractivo; no podía dejar de estar consciente de su presencia a su lado, y eso lo ponía nervioso. Eren mientras tanto le lanzaba miradas de soslayo, convencidísimo de que no lo notaba –aunque así era–, y sentía un pequeño paro cardíaco cuando Farlan se movía un ápice, porque temía ser descubierto. Mientras más lo observaba, más se convencía de que no podía ser una mala persona. Era diferente.

—Bueno... —dijo al fin Farlan, quebrando el tenso ambiente—. Creo que me llevaré esta. —Y señaló una esfera que tenía como decorado la Torre Eiffel—. Envuélvela, Por favor.

Con torpes movimientos, Eren tomó la esfera entre sus manos y la volvió a meter en su caja, cubriéndola primero con una bolsa protectora. Cogió un trozo de papel de regalo y procedió a decorarla.

—No —atajó Farlan—. Es para un hombre —le dijo al ver que tomaba entre sus manos un papel rojo.

—¿Cuál te gustaría? —respondió Eren, sorprendido de su revelación. Ese descubrimiento le produjo una variación del latir de su corazón por un brevísimo instante—. E-Escoge... —Frente a Farlan colocó una tablilla en la que se exhibían un grupo de modelos de papel de regalo.

—¿Cuál te gusta a ti? —preguntó. Ya estaba bastante tenso por el silencio y el haber tenido que escoger con la cabeza en otro lado como para dilatar más el asunto. Además, algo le decía que debía preguntarle—. Escógelo tú.

—¿No te importa? —cuestionó Eren, con una ceja arqueada y con los dedos tomando el papel de su gusto.

Farlan negó con la cabeza y le dedicó una sonrisa tierna. Le recordó incluso a cómo era que lo trataba su mamá de niño.

Tomó el papel y con gran habilidad –obtenida luego de mucho tiempo de práctica– cubrió la superficie de la cajita con él. Para finalizar su obra, le colocó un pequeño lazo hecho de cinta brillante en color azul. Prácticamente le hizo el decorado que a él le habría gustado le hagan a un regalo suyo.

—Muchas gracias. —Farlan tomó la cajita entre sus manos y examinó el trabajo—. Te quedó muy bien. Aunque creo que hay algo que le hace falta... Si la llevo así se verá muy desnuda... ¿Qué me sugieres?

—Una bolsa estaría bien —propuso, y de pronto cierta incomodidad invadió su pecho. De pronto el regalo se había vuelto algo muy personal, y sentía que lo estaba entregando para ser obsequiado a la persona equivocada.

Abandonó el mostrador y buscó entre sus estantes alguna que combine con el papel que había empleado. Y mientras procuraba hallar un color apropiado, sintió la urgencia de volver a preguntar, sin importar si era impertinente o no. Se incorporó y se volvió intempestivamente en dirección a Farlan.

—Entonces, si no es para tu novia... ¿Es para tu novio? —soltó al fin, luego de contener el aire por los nervios que le provocaron siquiera plantearse el preguntárselo.

—Eh... No, no es para mi novio —contestó Farlan, nuevamente con esa sonrisa. Sin embargo, Eren sintió algo de culpa al ver cierto hálito de tristeza en sus ojos. Como si nuevamente hubiera pecado de indiscreto. Mientras se culpaba internamente por su curiosidad, Farlan continuó—: No tengo novio. Terminamos hace mucho. Es por su cumpleaños.

—Y-Ya veo.. Lamento si soy inoportuno... —Eren se veía tan arrepentido, con la cabeza gacha y los puños apretados, que no hizo más que conmover a Farlan, a quien en ese momento le pareció absolutamente adorable. Tuvo incluso el impulso de tomarlo entre sus brazos, sin importar si se interponía entre ellos el mostrador.

—Eren —dijo Connie apareciendo de pronto, sobresaltándolos a ambos—, me voy a casa. Se está haciendo tarde y ya va siendo hora de cerrar la tienda. Hay que llegar a tiempo.

—Bien... ¿Tienes prisa? —Eren estaba nervioso, y Connie lo notó. Sus manos inquietas lo delataban.

—La verdad, sí. Mis padres quieren empezar con la cena temprano, así que debo darme mucha prisa en cerrar la tienda.

—Yo... podría... Yo podría cerrar solo —susurró Eren, evitando a toda costa ver a Farlan—. Si tienes que irte, ve. —Un impulso misterioso lo había movido a decir aquello. Algo en su interior le gritaba que debía seguir un momento más en la tienda.

—Y... —dijo Connie, clavando su mirada algo desconfiada en Farlan.

—Ya terminamos con esto. Solo hace falta que pague —se apuró a decir.

—Bien... Nos vemos... —Tenía que moverse o sus padres se enfadarían, aunque alguna mala espina le advertía que algo ocurría en su tienda.

Nuevamente solos, Eren colocó la caja decorada en el interior de la bolsa y se la extendió a Farlan. Pronto abandonó el mostrador y tomó una barra de hierro para empezar a jalar de las cortinas de hierro que asegurarían su tienda, además de unas llaves que colgó en su mandil.

—¿Cuánto sale en total? —dijo Farlan, pero no tomó la bolsa, sino que se acercó a Eren para intentar ayudarle al ver que hacía grandes esfuerzos por hacer caer la delgada pared de metal. Eren, al sentirlo cerca, pegó un brinco e hizo acopio de toda su fuerza para halar pronto de la cortina y acabar pronto con esa incómoda situación.

—Te daré una boleta, espera un momento. —Y corrió al mostrador de nuevo, sacando de un cajón un taco de hojas amarillentas.

—No quiero ser inoportuno, pero quisiera saber algo... —Eren asintió distraídamente mientras se ocupaba de escribir la boleta—. ¿No tienes que llegar temprano a casa para ver a tu familia?

—Oh, no... —respondió él, con una sonrisa nostálgica—. Ellos fallecieron hace ya muchos años. Connie sí los tiene, por eso me ofrecí a ayudarle. Navidad es un día para pasar en familia.

—¿Entonces estarás solo hoy?

—Sí. No importa, a veces me encuentro con mi hermanita. Este año está acabando sus estudios, así que no podré verla, pero ya me comuniqué con ella más temprano. Ya me acostumbré.

—Eren. —Nuevamente. Otro impulso. Algo le decía que se anime a hablar. Quizá sería ese lado empático suyo, su amabilidad, o su necesidad de compañía al imaginarse esa noche en soledad. O quizá el querer saber de Eren, el querer disfrutar de la compañía de un ser tan hermoso—. ¿Quieres salir conmigo?

—¡No podría! —exclamó escandalizado, dejando a un lado el bolígrafo—. ¡Hoy tienes que entregar ese regalo!

—¿Crees que a mi ex le importará si le regalo algo o no? Debe estar bastante bien. Supongo... —susurró, agotado—. Venga, yo tampoco tengo a nadie con quién pasar estas fechas. ¿Qué puede salir mal?

—No te conozco.

—Pues conozcámonos hoy.

—Ya le compraste el regalo. Será un gasto absurdo.

—Tienes razón. Pues... Te lo regalo a ti entonces —dijo, y le extendió la bolsa—. Feliz Navidad, Eren.

No tuvo modo de objetar. Farlan lo había atrapado.

Se quedaron observándose un momento, pero ya no se sentía aquel ambiente tenso, más bien se respiraba cierta complicidad. Terminaron de cerrar la tienda entre miradas indiscretas, soslayadas, todas acompañadas de un toque rosa en sus mejillas y una vergüenza que no se iba. Como dos niños.

Salieron del local y, muy cerca el uno del otro por la gente que corría a su lado, apresurada por llegar para la cena, doblaron en cualquier esquina, sin tener un rumbo fijo. La gabardina de Farlan era realmente cálida, Eren apenas llevaba su suéter y sentía que terminaría muerto por hipotermia, pero afortunadamente lo tenía a su lado. De a pocos la multitud fue desapareciendo, pero esa no fue razón para distanciarse ni un poco. Siguieron recorriendo las calles, admirando el decorado, sonrientes por lo emotivo de las fiestas. De pronto en la mente de Farlan ya no había ni un rincón ocupado por Levi, todo había sido acaparado por la conversación trivial con Eren, aunque a él le sabía sustancial para poder dibujarse su personalidad mentalmente.

Cansados de andar alrededor de una hora, y ya sin tener muy claro a dónde habían dado a parar, tomaron asiento en una plaza, más exactamente en la fuente que quedaba al centro. Esta ofrecía un espectáculo maravilloso, dibujando formas con el agua que salía despedida. Unas pequeñas gotas los alcanzaron, pero no fue motivo más que para echarse a reír.

—Es Navidad, deberíamos inventarnos una cena —rió Eren, observando a unos pocos transeúntes que corrían desesperados buscando un taxi—. ¿Por qué esperan al último momento? Si no fuera así, Connie y yo no tendríamos tanto trabajo hoy y podríamos hacer todo con más orden.

—Me siento culpable, porque yo hice exactamente lo mismo —dijo Farlan, y se unió a él en risas—. Lo siento. Es una mala costumbre. Aunque yo sí soy anticipado, solo que...

—¿Es por tu ex? —inquirió, muy curioso. Ciertamente el asunto le interesaba. No era un cotorra. Le agradaba su intento de llevarse bien con alguien con quien ya había terminado una relación.

—Digamos que sí... Es una larga historia, ¿quieres oírla?

Eren asintió. Farlan no supo bien por qué, pero sintió que podía confiar en él, que no le reprocharía nada, que no le recriminaría algún error cometido como sí habían hecho sus otros amigos. El chico parecía ser poseedor de una inteligencia particular, no la típica que se limitaba a las ciencias y los estudios. Eren parecía un hombre de instinto.

—Estuvimos juntos cinco años —empezó—. Yo era feliz. No lo sé, yo creí que estábamos bien, pero él lo llamaba costumbre y tedio. Fueron cinco años, después de todo. Creo que nos distanció que ambos empezáramos a trabajar a la par de los estudios, porque entonces no teníamos tiempo para nada. Apenas nos veíamos por las noches y se limitaba a corresponder un beso mío. Con el tiempo, creo, se acostumbró a mi ausencia. Creo que yo también me acostumbré a la suya. Pero lo veía en las noches, así que al abrazarlo me convencía de que lo amaba.

—¿Y ahora lo extrañas?

—Han pasado nueve meses. —Se detuvo un momento repasando mentalmente la cantidad de tiempo, y se le ocurrió algo capaz de alejar ese ambiente tenso que iba formándose entre ellos de nuevo—: Es como haber parido el dolor, ¿no crees?

—Más bien lo abortaste —bromeó en respuesta Eren.

—¡Tienes razón! —rió Farlan, rascándose la nuca.

—¿No le guardas rencor?

—En eso iba pensando mientras caminaba. No lo he visto todo este tiempo, y temía lo que pudiera pasarme al ocurrir nuestro reencuentro. No estaba muy motivado de ir a verlo, ¿sabes? Ni siquiera me anuncié en su casa. Habría sido muy descortés. Pero, respondiendo a tu pregunta, no le guardo rencor. Es absurdo odiar a alguien que amaste, o al menos así lo veo yo. Es como tirar a la basura todo lo que forjaste junto a esa persona por un sentimiento pueril. Si fue bueno mientras duró, no me arrepiento de nada.

—Exactamente —felicitó Eren—. No tiene sentido arrepentirte de lo que pudiste o no hacer. Lo hecho, hecho está. La vida sigue. Y no lo digo porque crea que debas olvidarlo, creo más bien que deberías recordarlo con cariño, como la experiencia de vida que es, y aprovechar lo que aprendiste.

—El pasado es pasado —sentenció Farlan—. ¿Sabes francés?

—Un poco, apenas un par de palabras, todo porque tenía que atender a algunos extranjeros.

—Dijiste que querías ir a cenar. Vamos a comer algo y luego hacemos otra cosa, ¿te parece?

—¿Qué cosa? —cuestionó receloso Eren.

—Es una sorpresa. Confía en mí. Es Navidad.

Con el ánimo renovado, Farlan tomó la mano de Eren –que no se había atrevido a tocar hasta ese momento–, y se echó a correr, arrastrándolo a su lado. Eren hacía lo posible por seguirle, pero el piso resbaloso le hacía temer precipitarse de narices contra este.

No tenía grandes expectativas con respecto a la cena. Sabía de antemano que ninguno tenía dinero, por lo menos no lo suficiente para costearse una cena en algún restaurante, mucho menos con el alza de precios por causa de las fiestas. Sin embargo, eso no fue impedimento para pasarlo excelente. Farlan lo llevó hasta una pequeña tienda de comida rápida y pidieron un par de hamburguesas además de bebidas y algunos bocadillos. No querían detenerse a comer en el local, por lo que continuaron con su marcha, guiados por Farlan, siempre en medio de risas y empujones, abriéndose paso por las calles, resbalando, casi patinando en la acera. En muchos momentos uno tuvo que sostenerse del otro para no terminar sentado en el frío asfalto. Y entonces se producía algo semejante a una caricia, porque uno prolongaba el agarre en el brazo del otro más de lo necesario. Y ninguno era tan tonto como para no notarlo, pero se sentía tan maravilloso poder permanecer así que procuraron guardar silencio.

—La hamburguesa se enfriará y el queso ya no sabrá tan bien —se quejó Eren, nuevamente arrastrado por Farlan.

—Ya estamos cerca. Espero no te decepciones, es un lugar sencillo.

Tal como decía, no era un lugar deslumbrante, pero en medio de sus monedas contadas les pareció estupendo: un karaoke. Farlan le dedicó una sonrisa que lo invitaba a acompañarlo al interior, afianzando la mano que lo sostenía, queriendo brindarle seguridad. Bastó eso para que Eren accediera a adentrarse en el lugar.

Tomaron asiento sobre una pequeña mesa apartada de la multitud, porque había mucho público dispuesto a disfrutar de otra forma las fiestas. El mullido sofá los recibió gustoso, y se hundió bajo él al caer Eren pesadamente sobre este, luego de un par de carcajadas por tener lo justo para pagar la entrada. Farlan tuvo claro entonces que Eren se veía precioso cuando sonreía.

—¿A qué hemos venido? —dijo, aún con su sonrisa en los labios y empujándole un hombro a Farlan a modo de fingido reclamo.

—Genio, ¿a qué se viene a los karaokes?

—¡A cantar! —chilló, algo sorprendido—. ¡Yo no pienso cantar!

—No pienso obligarte, Eren —aclaró, golpeándole la nariz con su dedo índice—. El ambiente es alegre aquí, y la gente está más metida en su conversación que en los demás, ¿ves? Disfrutamos de la música, el lugar parece de fiesta y pagamos poco, ¿no es genial?

—¿No piensas cantar ni una vez?

—No. Canto espantoso. No es algo que se me dé bien.

—Pero.. Si los demás cantan en masa, nuestra voz no se dejará oír.

—Y eso estaría muy mal. ¿Qué sentido tiene cantar si nadie te oye? Es como una protesta.

—Solo por placer.

—¿Qué? —Farlan ya tenía entre las manos su hamburguesa y se encargaba de desenvolverla, pero se detuvo al oír a Eren.

—Cantar algo ayuda a desahogarse. Yo he cantado cuando he sufrido. También canto cuando estoy feliz, y eso me ayuda a liberar energía.

—En realidad sí hay algo que quisiera al menos oír. —Terminó de quitarle el envoltorio a su comida y la depositó sobre la mesa—. Por eso te pregunté si sabes francés. Me basta con que entiendas lo que dice.

—Bueno, ¿y qué hacemos? —dijo, volviendo a sonreír. Tomó su soda entre las manos y dio un largo sorbo.

—Esperaré a que la pongan. Y si no lo hacen, le sugeriré a alguien que la ponga... Oh, espera, no hace falta. Ya empieza.

—Farlan, espera, mira... —Eren intentó atajarlo, exhibiéndole su muñeca, pero Farlan lo ignoró y rodeó sus hombros con su brazo, acercándolo a su cuerpo.

Non, rien de rien, non, je ne regrette rien
ni le bien qu'on m'a fait, ni le mal
tout ça m'est bien égal
Non, rien de rien, non, je ne regrette rien
c'est payé, balayé, oublié, je me fous du passé
(No, nada de nada, no, no me arrepiento de nada
ni el bien que me han hecho, ni el mal
todo eso me da lo mismo
No, nada de nada, no, no me arrepiento de nada
está pagado, barrido, olvidado, me da lo mismo el pasado.)

—Farlan —insistió Eren en medio de una pausa. Tener tan cerca de Farlan le inquietaba, pero tampoco deseaba apartarse. No podía creer cuánta confianza le había brindado a ese desconocido, era simplemente increíble. Pero, para qué negarlo, le gustaba. De un modo misterioso, extraño. No se limitaba a algún aspecto físico; no negaba por supuesto que Farlan era bastante atractivo, pero no se trataba de eso. Quizá había sido su conversación, el que se haya atrevido a invitarlo a salir, que le permitiera pasar Navidad acompañado. O quizá todo en conjunto.

Divagando sobre esa súbita confianza y en cuánto arriesgaba al pasar tanto tiempo con ese extraño, se dio cuenta de que la canción la conocía y en realidad le gustaba. Pero pronto recordó el motivo por el que quiso frenar a Farlan: estaba a punto de hacerse medianoche. Farlan seguía ensimismado en la música, ni siquiera se había percatado de las personas a su alrededor que ya se ponían de pie para hacer el conteo regresivo. O eso pensaba Eren.

—Veinte, diecinueve... —susurró Farlan, clavando sus ojos en un sorprendido Eren—. ¿Qué, creíste que no me daba cuenta?

—No, pero...

—Estaba atento. Descuida. Diez, nueve...

—Farlan, yo... ¿Sabes? Hay algo que quiero decirte, es decir...

—Pareces una sopa de letras, Eren. Cinco, cuatro...

—¡Farlan! —reclamó, pero las palabras murieron en su boca al ser sellada esta con sus labios.

—¡Feliz Navidad! —exclamó la concurrencia al unísono, sumando al bullicio sus palmas y alaridos de emoción.

Sin embargo, a ellos poco les afectaba el barullo de aquellos que celebraban el nacimiento del Salvador. Ellos celebraban otra cosa: el haberse conocido. Y, por qué no, un nuevo comienzo.

—Sal conmigo —volvió a proponer Farlan, rozando aún sus narices—. Esta vez va en serio.

Eren, abochornado, se limitó a asentir y volver a sonreírle. Tomó entre sus manos el cabello de Farlan y volvió a unirse a él en un beso. Más lento, más prolongado. Más dulce.

¿Por qué no darse la oportunidad de volver a empezar?

Non, rien de rien, non, je ne regrette rien
car ma vie, car mes joies

aujourd'hui ça commence avec toi
(No, nada de nada, no, no me arrepiento de nada
pues mi vida, pues mis alegrías
hoy comienzan contigo.)

.

.

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N.A: Uff, me amanecí, pero aquí está. Espero de todo corazón que te guste, porque es un regalo para ti :'D si quieres conti, haré lo que sea para complacerte (?)

Gracias a quien se haya animado a leer esto xD es crack, pero igual es un ship lindo. Soy más FaRi, por el FaRi doy mi pellejo (?), pero es un caso especial al ser un regalo.

Gracias por leer n_n