Azul cobalto contra azul celeste

Golpeó con toda su fuerza al obstáculo que tenía enfrente, siempre le emocionaban los entrenamientos porque podía relajarse o incluso descargar todo su energía. Recordó a una persona y con toda su fuerza volvió a pegarle a su oponente ficticio. La odiaba a muerte y nunca le perdonaría lo que le hizo. Se secó el sudor de la frente y regresó a su tarea anterior, golpe tras golpe y aún sentía la necesidad de desquitarse.

- Listo Butch - dijo el hombre a través del cristal -. Es todo por hoy.

Frunció el ceño levemente frustrado y salió de la cabina de entrenamiento. El profesor Utonium le extendió una botella de agua y se lo agradeció con una sonrisa. Ese hombre prácticamente lo veía como un padre, lo había ayudado a salir de las calles, le había dado un refugio y un lugar al que llamar hogar.

- La próxima semana celebraremos que cumplirán veintiún años - dijo el científico llamando su atención -. ¿Qué quieren de regalo?

El chico soltó un risa nasal sin ser burlona y lo volteó a ver divertido.

- ¿No cree que ya estamos grandes para fiestas y regalos? - dijo sin esperar respuesta.

Bebió todo el líquido de la botella y vio de reojo al hombre que sonrió abiertamente.

- Perfecto, no tendré que gastar este año - respondió divertido Utonium -. No sabes que feliz me hace saber que no quieren nada.

- Tacaño - soltó en broma el joven -. Bueno, hasta mañana profesor, iré a descansar.

Salió del cuarto y literalmente voló a su habitación, se quitó la ropa mojada de sudor y quedó en boxer frente al espejo de cuerpo completo. Se miró el rostro con el ceño fruncido y maldijo ser casi idéntico a ella. Se metió a la ducha y relajó sus músculos con el agua caliente. Después de veinte minutos salió con una sola toalla cubriendo de sus caderas hasta los muslos, se dejó caer en la cama y observó el techo como si fuera el objeto más interesante y sorprendente de la tierra.

- Mereces estar muerta.

Y sonrió con malicia pero sus ojos reflejaban traición. Cerró los párpados y quedó profundamente dormido pensando en la causante de todos sus más grandes temores y más grandes atrocidades.


Gruñó enojado por la noticia. Odiaba las fiestas de gala a nombre suyo, y para rematar su enojo, se separarían. Boomer iría a representarlos en el lanzamiento de un nuevo videojuego acerca de ellos, Butch iría a la inauguración de un restaurante y él tenía que ir a una conferencia de prensa y a una entrevista junto al Alcalde. Suspiró frustrado y cerró los ojos cansado, ya comenzaba a odiar la vida de un héroe reconocido y sin identidad secreta. Un recuerdo de ella llevando todos los asuntos muy bien lo hizo fruncir más el ceño, él era mucho mejor que ella, de qué se quejaba.

- ¿Entendieron lo qué tienen que hacer? - preguntó el profesor Utonium.

Los tres asintieron como niños pequeños. Inmediatamente se levantó de su lugar y se encerró en su cuarto. Se dejó caer sobre la cama cansado, sintió que de alguna manera alguien le robaba su joven energía y rió burlonamente de sus absurdos pensamientos. Abrió el mueble que estaba a lado de la cama y de este sacó un listón rojo, aspiró su aroma y sonrió con ironía.

- No sabes que reconfortante fue destruirte completamente - dijo al aire, como si quisiera que le llegara el mensaje a la persona -, tal vez hubiéramos llegado a ser algo de no ser porque me abandonaste.

Apretó el objeto con fuerza recordando lo que había sucedido ese día. A pesar de los cinco años que habían pasado seguía doliéndole internamente su partida, aunque no lo admitiera frente a sus hermanos. Guardó de nuevo el objetó y sonrió con amargura.

- Eres una tonta, si me hubieras elegido, tal vez ahora estaríamos juntos - volvió a hablar solo.

- El "hubiera" no existe - escuchó una voz muy cerca de él.

Sonrió.

- Me estoy volviendo loco.

- Si - secundó la misma voz.

Cerró los ojos con una sonrisa y tomó una siesta. Necesitaba descansar.


Sonrió falsamente hacia todas las cámaras fotográficas del lugar, ya era costumbre así que no le fue difícil fingir amabilidad. Estrechó la mano del programador de juegos y todos aplaudieron. Posó desde varios ángulos promocionando el juego y lo entrevistaron como nunca.

Media hora después, agradeció haber logrado escapar del lugar, se sentó en una banca del parque más lejano a las afueras de la ciudad y suspiró cansado. Odiaba ser famoso ahora. Pasó sus dedos entre sus rubios y suaves cabellos, alborotándolos. Dejó caer la cabeza hacia atrás y admiró el cielo estrellado que la noche mostraba ante él. Se sintió vacío, antes, aproximadamente tres años atrás, había estado en una situación familiar junto a ella, frunció el ceño al recordarla. Se supone que la había olvidado.

Escuchó unos pasos acercarse pero ni se inmutó, tal vez si mostraba el rostro se lanzarían contra él para pedirle una fotografía o un autógrafo. Escuchó las risitas de un niño seguidos de una mujer con una risa levemente familiar. Le dio curiosidad mirar y grande fue la sorpresa al verla frente a él, con un niño no mayor a cuatro años corriendo hacia ella con un leve tambaleo. El niño era rubio, y mientras corría gritaba con su tierna voz que le hizo sonreír inconscientemente. La mujer rubia lo levantó y lo cargó en sus brazos, hizo un gesto de despedida hacia el otro lado del parque junto con el niño y por casualidad volteó a ver a un hombre de cabello entre rubio y castaño, delgado y de cuerpo corpulento. Se despidió de los dos rubios y se fue del lugar.

No despegó la mirada de la chica, no se había dado cuenta de su presencia en el lugar ni que estaba casi en frente de ella y eso de alguna manera le molestó e indignó.

Observó al niño querer bajarse de sus brazos y ella se lo permitió. Con mucho cuidado lo dejó en el suelo e inmediatamente comenzó a correr hacia él, era muy pequeño de ojos azul cobalto y el cabello despeinado, le pareció de alguna manera tierno.

- Makoto no corras mi amor, te puedes caer - la mujer rubia elevó la voz.

El niño se giró hacia ella y al parecer sonrió pues ella lo hizo.

- ¡Mamá!

Esa palabra le hizo abrir los ojos exageradamente.

¿Habría escuchado bien? ¿Le dijo mamá? El pequeño, ahora identificado como Makoto, corrió de nuevo en dirección a él. Solamente hasta que vio tropezar al infante, reaccionó. Con su super velocidad corrió hacia el niño y evitó su caída. La mujer dejó caer su bolso y se llevó ambas manos a la boca.

- Tú... - fue lo único que pudo articular.

Se vieron a los ojos, azul cobalto contra azul celeste. Era algo porque sorprenderse, el destino podía ser caprichoso.


Este ha sido el primer capítulo, espero les haya gustado y lo hayan entendido.

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Se despide amistosamente de ustedes, su escritora Neith15.