¡Mago, arrodíllate ante el semidiós!
¡Semidiós, ríndete ante el mago!
Mortales, magos y semidioses viven en el mismo planeta Tierra, pero han estado separados durante milenios, porque es peligroso que se junten.
Ninguno sabe de la existencia del otro. O eso creían antes.
Ahora que han estado desapareciendo semidioses de forma extraña y varios magos han muerto, es necesario que los magos y los semidioses se den la cara.
¿Van a luchar?
Harry Potter está en sexto año y cree que, después de que el mundo sepa que Lord Voldemort volvió, las cosas mejorarán.
No espera encontrarse con gente que, en lugar de usar varitas, tenga espadas y que acostumbra a decir groserías en griego antiguo y en latín.
- ¡Por los calzones bombachos de Merlín! ¿Quién eres tú?
Percy Jackson y sus amigos se están preparando para la guerra contra Geia.
No sabe que encontrará gente rara que se viste con túnicas y que saca chispas con unos palitos de madera.
- ¡Dioses del Olimpo! ¿Cómo mierda haces eso?
Declaimer: Percy Jackson y Harry Potter son míos, pero se los presto un ratito si me dejan comentarios, eh. Ya, Rick Riordan y J. K. Rowling los crearon respectivamente, aunque la trama sí es mía y los personajes nuevos también.
Advertencias: muerte de personajes, ¿groserías? Creo que pondré lemon. Y spoiler (como que Voldemor se llama Tom Riddle XD) pero aclararé las cosas, así que no es necesario que se vayan o que se pongan a leer los libros.
Capítulo 1. ¿Dónde estás, Percy?
Hace once años...
Cuando Perseus Jackson se perdió, no contaba con más de seis años.
Al niño se le hizo fácil seguir a aquel hombre que le estaba ofreciendo un rico coctel de fresa, mientras su madre estaba comprando verduras en un mercadillo de la Nueva York. Sólo bastaron un par de segundos para que Sally perdiera de vista a su único hijo.
Sally Jackson jamás pensó que su pequeño sol podría resbalarse de sus manos en un parpadeo, pero pasó.
El mundo no se detuvo sólo porque ella se dio cuenta de que su hijo no estaba a su lado jugando en los videojuegos. El tiempo tampoco se detuvo cuando un hombre azotó a un pequeño de cabellos negros y ojos verdes, como el fondo del mar, contra uno de los cubículos del baño de hombres.
Sally trató de no perder la calma mientras llamaba a gritos a su bebé y la amable señora que vendía las verduras hacía lo mismo. "¡Percy, Percy!", "¡Amor, mi niño!", "¿Dónde estás, Percy?".
¿Por qué no regresaba?
Y mientras Sally Jackson buscaba con desesperación al pequeño, no pudo evitar acordarse de su infancia.
Por un instante Sally pudo volver a sentirse niña, sola en casa, mirando la puerta por la que sus padres jamás volverían a cruzar; pensó en la amable mujer desconocida que la abrazó cuando le notificó que el avión de sus padres se había caído. Pensó en el frío que en aquel entonces se había instalado en su corazón mientras se había repetido a sí misma "no hay nada peor que esto".
¡Mentira!
No podía sentir a su hijito Percy cerca de ella. Eso era el peor de los castigos. Percy podría estar sufriendo por su despiste, y ella no estaba con él para salvarlo.
Y cuando varias personas le dijeron que lo vieron alejándose con un hombre desconocido, el alma se le cayó hasta los pies.
...
-No puedo creer que el señor Quirón nos enviara a vender las estúpidas fresas que el Campamento cosecha-se quejó Suria.
Ella era una chica común y corriente que estaba sentada detrás de un puesto de cocteles fresas en el mercadillo de Nueva York. Siendo los dueños los semidioses griegos del Campamento Mestizo, uno esperaba que el puesto de venta de cocteles de fresas fuera algo así como un local bien acondicionado, ubicado en la mejor área del mejor centro comercial de Nueva York. Bueno, estaban en Nueva York, pero el localcito se reducía a ser un montón de cajas puestas unas sobre las otras al aire libre a modo de mesa, con un mantel azul y los cocteles de fresa encima. Ah, sí, en un mercadillo cualquiera con muchos puestecillos acomodados de manera apretada y los pasillitos repletos de gente.
Los vendedores eran cuatro campistas a los que Quirón había encargado "vender todas las fresas a como dé lugar", y ellos estaban haciendo su mejor esfuerzo... con sarcasmo. La chica, llamada Suria Paz, estaba parada mirando con fiereza a toda la gente que pasaba, ya que en su mundo las miradas que decían "Compra cocteles o muere" eran la mejor manera de atraer clientes; ella era una chica de trece o catorce años, con complexión atlética y estatura promedio, su cara era alargada y sus ojos cafés parcialmente rasgados, su larga cabellera era lacia y castaña y estaba atada en una coleta alta. Vestía un desgastado pantalón de mezclilla, un par de tenis rotos y, como los otros tres, una playera anaranjada que decía "Campamento Mestizo". Probablemente su expresión "No me Fastidies" era lo que estaba ahuyentando a los posibles clientes.
La segunda vendedora era Katie Gardner, una niña pequeña, blanca y flacucha de expresión tranquila que estaba acomodando los cocteles de fresa una y otra vez para darles mejor presentación. Su rostro ovalado y bonachón decía que tenía nueve años aproximadamente.
El tercer vendedor era Michael Yew; era un pequeño niño de nueve años que, a diferencia de Suria, estaba frente al puesto, obsequiando sonrisas y un pedacito de fresas como prueba a toda la gente que veía. Sus ojos color miel eran grandes, llenos de vida, su pelo era castaño oscuro y su rostro era tan fino que podría decirse que era guapo.
El último vendedor era un adolescente moreno que, sentado junto a Suria y con los pies sobre la mesa improvisada, leía una revista llamada ShonenJ con interés. Él no pasaba de los trece, sus ojos también eran grandes, pero grises, su piel era morena y su rostro ovalado; además, su pelo era negro como la noche, un poco largo y ondulado. Se llamaba Rick Russell.
A simple vista, los cuatro no parecían ser chicos del otro mundo, pero ningún cliente se podía imaginar que ellos eran semidioses, hijos de un mortal y un dios griego; aunque aún así, ni si quiera ellos podían creerse que tuvieran que vender cocteles fresas para poder mantener su Campamento de semidioses. Vendían cocteles de fresa porque uno: fresas era lo que cosechaban más en su campamento; y dos: hacía un inusual calor, así que la gente prefería comprar cocteles fríos a simples fresas.
Antes de que alguien pudiera replicarle a Suria, un hombre joven con corte de tazón se acercó al puesto.
-Quiero una de esas cosas que venden, ¿eso le gusta a los niños muggles, verdad?-preguntó con acento británico.
- ¿Niños qué?-preguntó Katie con curiosidad.
-Ah, sí, esto les encanta a los niños-respondió Michael simpático, haciéndole una seña a Katie indicando "yo me encargo"-. Es su fruta favorita, ¿cuántos cocteles se va a llevar?
-Uno-contestó el hombre dubitativo-. ¿Cuánto cuesta?
- ¡Llévese uno por el módico precio de un dólar!
El hombre recibió su coctel y le pagó a Katie mirando su dinero con un poco de confusión, como si nunca hubiera manejado un dólar. Luego se fue rápidamente. En todo ese tiempo, el chico de cabello negro, Rick, lo miró con el ceño ligeramente fruncido.
-Hay algo extraño en ese hombre-comentó Rick pasando una hoja de su reista ShonenJ.
- ¿Acaso dijo "muggle"?-inquirió Suria molesta-. ¿Qué es eso?
-Es británico-dijo Michael como si fuera obvio-, los británicos son raros.
Pero Katie tenía la boca ligeramente abierta.
-Me pagó con un billete de mil dólares-susurró anonadada.
- ¿QUÉ?
- ¡Genial!
- ¿Ese hombre está loco?
-Iré a devolvérselo-dijo Katie con convicción.
-Pero...-Michael iba a protestar, sin embargo Katie salió al pasillo y empezó a irse para buscar al británico.
-No te alejes demasiado-dijo el chico de cabello negro, Rick.- Si no lo encuentras, regresa.
Katie asintió y se perdió entre la gente. Unos minutos de aburrimiento sin clientes después, Suria volvió a quejarse.
-Soy hija de Ares, la líder de la cabaña-continuó Suria con enojo.- ¿Por qué Quirón me envió a mí a vender tontos cocteles de fresa y no sólo a los hijos de Deméter?
-Porque estaban ocupados limpiando su casa por lo de la broma de la cabaña Once-replicó Rick sin despegar la vista de su revista ShonenJ-. Es una suerte que dejaran que Katie Gardner viniera con nosotros-. Katie era una hija de Deméter.
-Fue gracioso-terció Michael sin mirar a Rick-, jejeje, su cabaña llena de estiércol...
Suria sonrió con burla al recordar que esa mañana escuchó los gritos y chillidos de la cabaña de Deméter porque su hogar estaba repleto de estiércol; el olor era insoportable. Rick se removió en su asiento, buscando una mejor postura.
-Dijiste que querías salir al mundo exterior, ¿no?-comentó él.
-Pero en una misión, Rick, -Suria miró mal a un niño que se acercó a husmear en sus fresas. El niñito huyó de ahí.- no a vender fresas. Además, no entiendo qué hace él aquí-señaló a Michael, que parecía un modelo de revistucha ofreciendo fresas.
-El negocio necesita una cara linda que lo represente-replicó el niño mirando al cielo con pose de superhéroe, Suria hasta juró que una brisa le agitó el pelo y se imaginó la musiquita heroica de fondo-. Y tú, cariño, eres una amarguetas.
Suria lo fulminó con la mirada y aplastó una fresa con el puño.
- ¿También vendemos jugo de fresa?-preguntó Rick levantando un poco la vista y mirando el jugo que salió del puño de Suria.
-Dije eso porque se van a acabar nuestras fresas si las sigues regalando a la gente, idiota-Suria insultó a Michael Yew, hijo de Apolo.
- ¡Al menos no los espanto con mi carota!-pero Michael no se quedó atrás.
-Katie ya se tardó-musitó Rick con sorna. Luego algo a su izquiera llamó su atención. Un pequeño alboroto estaba surgiendo a unos treinta metros, la gente estaba inquieta en ese punto. Un policía avanzó por el pasillo y gritó:
- ¡Cierren las entradas! Se robaron un niño, ¡cierren las entradas!
Suria y Michael ni se enteraron, ellos seguían discutiendo, pero Rick alzó la mirada de pronto y se incorporó.
-Dejen de pelearse-le ordenó Rick a Michael y a Suria. Michael lo miró con enojo, pero no le replicó.- ¿Escucharon? Se robaron un niño.
-Tenemos que ayudarlo-se apresuró a decir Michael mirando a Suria, olvidándose de su pequeña discusion.
-Somos simples semidioses, no la liga de la justicia-replicó Rick sin inmutarse, que se hubiera puesto serio era porque Katie aún no regresaba no por el niño perdido. Michael lo miró con rebeldía y desdén, sin la simpatía que había mostrado con los clientes.
La gente a su alrededor comenzó a agitarse con preocupación y escucharon cómo la policía cerraba las principales entradas del lugar.
En ese momento la alarma interna del chico se encendió de inmediato.
Peligro.
-Buscaré a Katie, ustedes dos quédense aquí-ordenó Rick a los otros dos y dejó su revista ShonenJ sobre las fresas. Michael arrugó el morro.
El chico de pelo negro, Rick, dejó a sus compañeros y fue por Katie. Se movió entre la gente como sabueso y no tardó en dar con ella. La encontró parada junto a los baños públicos. No había nadie cerca.
- ¿Katie...?-la niña tenía una expresión ausente y manchas de coctel de fresa tanto en el rostro como en su playera, por eso Rick supo que algo no estaba bien. Entonces escuchó ruidos dentro del baño, alguien ahí se movía de forma apresurada. Rick entró, siguiendo sus instintos de semidiós porque pensó que lo que sea que había dejado a Katie tan impresionada estaba ahí.
Katie se quedó afuera, sin dar señales de haberlo visto.
En el baño estaba el hombre británico que les había comprado un coctel de fresa y que también les había pagado con un billete de mil dólares, sólo que ahora estaba un poco diferente. El corte de su cabello ya no era estilo tazón, sino que lo tenía más corto, aspero y un poco canoso como si se lo hubiera transformado para no ser reconocido; sin embargo, su rostro era el mismo. Además, con un brazo estaba cargando en a una niña dormida; una pequeña de cuatro o seis años que tenía un vestidito rosa muy cursi y un cabello castaño perfectamente peinado en un moño que daba la impresión de que era una peluca. Al parecer estaba por salir.
Rick miró a la niña. De inmediato supo que ella no era una simple niña y su mera presencia le trajo viejos recuerdos de la playa, del agua salada.
- Quítate-ordenó el británico con aspereza.
- ¿Le tiró el coctel en la cara a mi compañera? ¿Por qué?-preguntó Rick mirándolo con fijeza.
-No estaba rico-el hombre se acercó para tratar de hacerlo a un lado. Su actitud que pretendía ocultar su prisa, hizo sospechar a Rick.
-La niña antes no estaba con usted. Y ¿qué le hizo a mi compañera?
Entonces ambos hicieron el mismo movimiento a la vez. Metieron la mano en el bolsillo y sacaron algo. Rick encontró una cuchilla larga, hecha con bronce celestial, y el hombre sacó una varita de madera, un arma que al semidiós le extrañó.
- ¿Qué clase de semidiós es usted?-inquirió Rick para hacer tiempo y planear su ataque.
Aunque en realidad estaba preguntándose por qué el hombre usaba una varita y no un arma convencional como una espada, una navaja, una lanza o un escudo. Sí, su cerebro en un segundo se hizo a la idea de que aquél no era un hombre común. Sus acciones (haberle hecho algo a Katie), actitud (su prisa mal disimulada) y la varita-arma lo delataban. Por principio, Rick sabía que él no era un monstruo porque ya se hubiera transformado, y también que la niña tampoco era normal. Que no hubiera reaccionado aumentaba las probabilidades de que en realidad estuviera inconsciente y de que fuera el niño perdido. Lo más seguro era que el británico también fuera un semidiós, aunque Rick no pudiera saberlo a ciencia cierta, pero ¿para qué querría secuestrar a la niña (o niño, si sus sospechas se confirmaban)?
El hombre no contestó.
Lo que sucedió a continuación, pasó sólo en unos cuantos segundos. El británico apuntó hacia Rick y de su varita salió un chorro de luz roja; el chico no se detuvo a examinar ese ataque, lo esquivó haciéndose ligeramente a un lado y echándose hacia adelante como en una batalla corporal, con su mano libre sujetó la muñeca con la que el británico sustenía la varita y se lo dobló hacia atrás, aprovechándose de que con la otra mano el hombre estaba sujetando el cuerpo de la niña. Que el hombre no respondiera pronto, le dio a entender que no estaba acostumbrado a una lucha cuerpo a cuerpo como todo semidiós.
Rick escuchó un estallido detrás de él, la luz roja había chocado contra la pared y la había rajado un poco. Antes de que Rick pudiera pensar qué había sido eso, el hombre intentó apuntarlo con la varita otra vez, aún con la muñeca doblada hacia atrás y Rick puso el filo de su cuchilla en su cuello. En ese momento la puerta se abrió, hubo un fuerte ruido de cadenas y el hombre gimió.
Rick se aprovechó de ese momento para clavar su cuchillo en el antebrazo con el que el hombre sujetaba su varita, la cual cayó al suelo.
Suria y Michael habían llegado.
Suria, la hija de Ares, la guerrera por excelencia, estaba parada en la puerta y era quien había herido al británico en las costillas con su arma: unas cadenas que tenían un par de filosas cuchillas en la punta. Michael Yew, hijo de Apolo, estaba en el pasillo atendiendo a Katie Gardner.
Rick sacó su cuchilla de la carne, soltó al hombre y le arrebató a la niña de un tirón. En menos de un segundo el hombre se estaba doblando de dolor, bañando en sangre gracias a las heridas de su costado y de su antebrazo.
- ¿Quién eres?-demandó Rick sin alejarse por si el hombre intentaba levantar su varita y atacarlos a distancia. Como pudo, cargó a la niña sujetándola por la cintura con una mano-. ¿Cómo puedes hacer eso con una varita?
No obstante, no pudo obtener respuesta. El pie del hombre tocó su varita, se escuchó un leve estallido y luego... el británico ya no estaba ahí.
Los tres semidioses se miraron entre sí, preguntándose con los ojos la razón de lo que había sucedido. Sólo sabían una cosa: ese británico no era un semidiós normal.
No obstante, la prioridad en esa ocasión no era saber qué había sucedido. Las prioridades eran Katie y la niña. Katie seguía sin salir de su letargo y la niña, sin despertarse. Bueno, no era tan niña. Cuando los tres miraron hacia abajo, vieron que se le había caído la peluca y que su cabello en realidad era negro, rebelde y corto.
-Supongo que ese es el niño perdido-comentó Suria mientras enrollaba sus cadenas-. ¿Vive?
Rick puso al niño en el piso y le tomó el pulso.
- Sí, vive. Suria, busca al britanico. Puede que se haya escondido por aquí-ella asintió y se puso a abrir los cubículos del baño. Rick miró a Michael-. ¿Qué le pasó a Katie?-El chico de Apolo estaba agachado sobre Katie, examinándola.
-Un brebaje para dormir-respondió Michael con alivio-, supongo que el británico lo mezcló con el coctel y se lo dio al chico-señaló al niño-, pero a Katie se lo tió en la cara.
-Porque seguramente ella lo interrumpió cuando estaba disfrazando al chico con un vestido-supuso Rick sin moverse de su sitio junto al niño-. El niño se durmió, pero como Katie no lo ingirió, su cuerpo se quedó en un estado vegetal. Es lógico que el británico quisiera disfrazar al niño si quiería salir desapercibido, la pregunta es ¿Por qué y para qué?
Nadie sabía la respuesta.
Suria no encontró al hombre. Había desaparecido en la nada.
La policía no tardó en llegar. Más bien, para no levantar sospechas, Suria se encargó de ir a avisar que su amigo Rick había encontrado a un niño inconsciente en el baño de hombres. La historia que contaron fue cortesía de Rick, y fue la siguiente: Rick y Michael habían entrado al baño, encontraron a un hombre con actitud sospechosa que estaba cargando a una niña dormida, a la que se le cayó la peluca; ambos, sabiendo que se habían robado a un niño, atacaron al hombre, Michael se enredó en sus pies para hacerlo tropezar y Rick sujetó su espalda; lograron quitarle al niño con mucho esfuerzo, pero el ladrón se les escapó y corrió hasta perderse de vista. Ah, y también dijeron que Katie se había desmayado por el susto, ya que ella y Suria habían estado afuera del baño.
No podían contar la verdad, no podían ir por ahí diciendo que eran semidioses y que podían usar armas de bronce celestial. La gente no les creería.
Sin embargo, Rick no pensó lo mismo de la madre del pequeño niño. Ella llegó con la policía y abrazó a su aún inconsciente hijo de una manera tan amorosa que a Rick le dolió. La madre agradeció, con lágrimas en los ojos, que le hubieran devuelto a su niño con vida. Y cuando miró a Rick, éste notó algo más en sus ojos. Era como si con ellos ella le estuviera diciendo: "a mí no me engañan, ustedes son semidioses", y Rick por primera vez dudó de la eficacia de la niebla, ese velo que cubría los ojos de los mortales y hacía que éstos, en lugar de ver cosas relacionadas con los dioses y el mundo de la antigua Grecia, vieran cosas que sus mentes sí podían procesar como un hombretón feísimo en lugar de un cíclope y cosas similares. Al parecer, ella podía ver a través de ese velo aunque era mortal.
Aunque, para su alivio, ella no habló.
El pequeño grupo de semidioses hizo todo lo posible por huír de ese asunto lo más rápido posible. En menos de una hora se encontraron a sí mismos subiendo las cajas de fresas y cocteles de fresas en la camioneta del Campamento, para después buscar otro mercadillo en el cual poder vender con más calma.
Katie reaccionó justamente cuando Suria arrancó la camioneta, pero no dijo gran cosa porque estaba desorientada y somnolienta, un efecto secundario del brebaje. Volvió a dormirse en menos de dos minutos, en los brazos de Rick, que iba como copiloto.
- ¿Ese británico era un monstruo?-aventuró Michael, por primera vez sin mirar mal a Rick. Estaba en la segunda fila de asientos de la cabina de la camioneta.
Rick negó.
-Me pareció que era un semidiós.
-Uno de Hécate-afirmó Suria al volante.
-Ellos no usan varitas.
-Pero sí hacen hechizos parecidos a los que él hizo. Y también eso de desaparecer así como así puede que sea uno de sus trucos.
Rick no replicó. Punto para Suria.
- ¿Ese niño... es un semidiós?-volvió a preguntar Michael.
Rick afirmó con la cabeza.
- ¿Cómo lo sabes?
Rick evadió la respuesta. Tener que explicar lo que él podía hacer como semidiós era un tema incómodo. Aún no se acostumbraba a su propia particularidad de semidiós: poder detectar la esencia de los semidioses (un poder inusual, incluso entre ellos). También pensó en que la madre del chiquillo podía ver a través de la niebla, pero eso decidió guardárselo para sí y preguntarle directamente al señor Quirón.
-Los semidioses nos llevamos muy mal sólo con otros semidioses como para querer secuestrarlos-contestó con sorna.
-Deberíamos decirle a un sátiro que vaya por él-dijo Suria.
Rick negó.
-Es muy pequeño, aún no sabe quién es-argumentó con cansancio-. En cuanto un semidiós conoce más sobre su pasado y gana experiencia, corre más peligro.
-Alguien lo quiso secuestrar...
- Ese alguien no es muy brillante-replicó Rick, pensando que sería grandioso poder dormir como Katie Gardner-. Su plan me pareció muy tonto, ahora que lo pienso, demasiado improvisado, al azar.
-Ese tonto hizo cosas que nosotros nunca hemos visto.
-Seguramente es hijo de Hé... cate-especuló Rick, separando cuidadosamente el nombre. Un semidiós debía de tener mucho cuidado con nombrar a los dioses-. Ella ha de tener problemas con el padre divino del niño...
- ¿Por qué lo dices?
- ¿Cuántos enemigos mortales tenías tú a los seis años? Y no cuentes al señor de los Helados, que no te quería regalar uno.
-... Ninguno.
-Entonces el problema es con el padre divino. Si éste se preocupa por su hijo (cosa que será cierta, si H pensó en secuestrar a su hijo), lo cuidará o se lo encargará directamente al señor Quirón.
Los párpados ya comenzaban a pesarle a Rick por el cansancio. Suria lo miró con un dejo de reproche.
-Deja de preocuparte por niños ajenos-murmuró Rick.
No dijo en voz alta que el arma del británico lo había dejado inquieto, y también lo que podía hacer con ella. No dejaba de preguntarse por y para qué querrían secuestrar a un semidios, porque sospechaba que ese hombre no era el único. Aunque tenía una vaga idea de la razón del secuestro: la presencia del niño era como la presencia de la playa, del agua salada. Como un niño del mar.
...
Lejos de ahí, un hombre que estaba postrado en una cama, estaba echando a volar a una lechuza con dirección a Londres. Era la carta con el informe de lo que había sucedido con el intento de sustracción del pequeño de cinco años.
El hombre, apellidado Dawlish, se había curado a sí mismo las heridas que esos chiquillos le habían provocado. Su asistenta, una joven que había contratado antes de mudarse a Nueva York para poder cumplir su misión, lo estaba atendiendo como si fuera un rey que venía de la guerra. Él se dejaba consentir, sin querer pensar en que después su jefe lo iba a regañar por haber fracasado en una misión tan importante y secreta; además, había tenido que desobedecer la orden de No Magia para No Llamar la Atención para, primero, quitarse de encima a ese chico y después, huír de ahí antes de que el Ministerio de Magia de Estados Unidos interviniera.
-... Y el Ministerio de Magia inglés debería de hacer una ceremonia, ¿no cree?-parloteaba alegremente la joven mientras le zurcía el almohadón-. Mañana se cumplen cinco años de que Quien-usted-sabe cayó, no es cualquier cosa. También creo que deberían de traer a Harry Potter a vivir entre los magos, no es justo que viva con muggles-hizo una mueca-. Los magos lo trataríamos como le corresponde.
Dawlish hizo una mueca de dolor.
-Dumbledore se niega, no sé por qué-añadió de mal humor-. Vete, necesito descansar.
La chica hizo un mohín, pero lo dejó solo.
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..
...
¡Hola mundo!
Después de meses reaparezco en Potterfics, ¡ehhhh! No me reprochen nada, es que estaba ocupada cumpliendo retos en Fanfiction . net. Pero bueno, eso es otro asunto.
Vengo con un crossover Percy Jackson-Harry Potter, pero no se molesten, este no va a ser el típico encuentro ni nada por el estilo, ya verán lo que les tengo preparado. Lo que sí, es que se ambientará en sexto año Hogwarts y en la guerra contra Geia.
¿Por qué metí dos personajes nuevos? Clarisse no siempre fue la jefa de la cabaña cinco, y yo necesitaba a alguien como Suria que supiera de armas para salvar a Percy. Sobre Rick... después sabrán. Descuiden, a) ellos no serán protagonistas, y b) tardé meses en diseñarlos por lo que no son ni Mary Sue ni Gary Stu.
Dawlish aparece en el libro de HP y la Orden del fénix. Michael Yew en PJ Último Olímpico y Katie Gardner en casi toda la saga de Percy Jackson.
¿Comentarios? Este es un cap de prueba, la continuación depende de si tiene mucha respuesta.
Cuídense,
Ab Freiheit.
