Capacidad frustrada


Es relativamente sencillo imaginar qué hubiera sido la vida de Juan sin (gafas de gente decente y/o...) que hubiera llamado a Maria esa tarde fatídica.

Quizás sus padres seguirían vivos. Probablemente no.

Pero. ¿Al menos hubiera conservado a Vicky?

Tampoco es seguro. Los milicos no querían que los guerrilleros se multiplicaran. Si Juan hubiera tenido un par de años más, lo desaparecían.

No. Su vida familiar estuvo destinada al fracaso, empieza a creer en los sollozos de su abuela, que no quiere prender la radio ni usar los pañuelos blancos de las locas en la plaza.

Tarda su buen tiempo no culpar a Maria y por ende, al afecto que le tenía. Incluso si ella o sus padres levantaron el tubo y buchonearon. No podían saber.

Su mamá hubiera dicho que eran cagones, como su abuela. Gente decente, que solo piensa en sí misma y su propio bienestar. No en una lucha. O en compañeros.

Pero bien que si fueron ellos, se acordaron de buchonear. Maria tal vez pensó que lo ayudaba. Los guerrilleros no son para criar hijos. Así pensaba la gente decente.

Maria casi lloró, al menos. Se mojó la cara con lluvia y lo vio alejarse en el coche policial.

Tal vez a ella y a lo que fuera que hubiera dicho su familia decente, le debía Juan el seguir vivo, tener fútbol los domingos, asado y papas fritas, un Dios al cual rezar que no era Perón y ese sentimiento de opresión constante, de pérdida y desaparición de los registros, ahi donde ya no escucha el llanto de Vicky ni su madre le pasa un revólver o su padre un documento falso.

Los militares secuestraron su capacidad de imaginar mejor. Una cualidad de la democracia.