En sus memorias
Disclaimer: Kurumada es el autor y propietario de Saint Seiya. Las situaciones descritas en adelante, esas sí son completamente producto de mi extraña cabecita.
Advertencia para los lectores: Los personajes pueden presentarse OOC, hay OC implicados, algunos de los cuales he tomado prestados de otros fics, eso sí con autorización de sus propietarios, llegado el momento señalaré cuáles son y a quién pertenecen.
Prólogo.
Con los primeros rayos del sol, aparecieron también los primeros hombres: constructores, escultores, ayudantes o peones, todos con sus instrumentos de trabajo para comenzar a reparar cada uno de los derruidos templos. Se necesitaría tiempo pero sobretodo paciencia para devolver el esplendor que desde la antigüedad poseía cada edificio. Pero la espera era lo de menos, había razones de sobra para estar contentos.
Luego de largas e intensas negociaciones, Athena había logrado la libertad de sus guardianes dorados y aunque en realidad buscaba la resurrección de todos sus santos, pues muchos de ellos habían muerto durante la intervención de Ares, lograr el regreso de los guerreros de la orden dorada se consideraba un verdadero triunfo.
Por supuesto luego de su vuelta a la vida, de pasar el shock que supuso y de aclarar algunos asuntos pendientes entre los camaradas, se honró a cada uno de los santos de plata y bronce, cuyas almas no retornarían del viaje a su próxima vida.
Si era injusto que sólo los dorados volvieran la alegría de su presencia opacaba ese pensamiento, desde los sirvientes hasta los guardias, agradecían a los dioses la oportunidad para convivir con los recién vueltos a la vida.
Claro que no fue fácil, ni todo dulzura, porque hay heridas que no cierran fácil ni rápido, sin embargo cada día dolían un poco menos y eventualmente cicatrizarían.
No fue sorpresa que en un principio la confusión creara una extraña atmósfera entre los habitantes, muchos se recluyeron en sus templos o en algún rincón del santuario, sintiéndose incapaces de mirar a los otros, pero poco a poco gracias a la paciencia y habilidad de los niños de bronce y de la propia Athena, quien se tomó como asunto personal hablar largamente con cada uno de sus guardianes, los progresos para lograr que ellos vieran una oportunidad para vivir, producto del amor y gratitud de su diosa por su sacrificio y no por capricho de adolescente tonta, habían conseguido cambiar los semblantes confusos por otros más esperanzados.
Así desde los habitantes de las doce casas hasta soldados y doncellas salieron de su letargo, ahora poco a poco la vida comenzaba a resurgir en el Santuario…
