Harry Potter NO me pertenece ni sus personajes, es de la propiedad de J.K Rowling.

¡Hola!

Bueno, estoy muy emocionada por publicar mi primer historia en este increíble fandom :). Leo Dramione desde hace años y jamás me había animado a subir nada de lo que siempre he escrito, pero supongo que ya va siendo momento de poder compartir con más personas las locas ideas que rondan por mi mente a veces.

El título del fic se relaciona con la película «Castillos de hielo», de 1978; aunque aún no van a darse los motivos reales por los cuales bauticé esta historia así :) pero les aseguro que va a ser algo que no han leído antes.

Sólo espero que les guste, y que me dejen reviews para saber si les ha gustado c: seguro les resultará tedioso lo que vendrá a continuación como para venir en un primer capítulo, pero habían que explicar varias cosas. Más adelante también se irán enterando de otras.

Sin más para decir, ¡disfruten de la lectura!

Capítulo I: Fría distancia

El polvo que había en el aire era tan denso, que le costaba horrores vislumbrar cualquier cosa por delante de medio metro a la redonda. Lo único que le dio indicios de que aún podía escuchar luego del impacto del Bombarda Máxima, fueron unos pasos a su lado que se apagaron a medida que se alejaron a las corridas de ella.

El ataque fue de terror, y ocasionó la colisión de una de las columnas del pasillo en donde ahora mismo se encontraba. Antes de que el hechizo fuese lanzado, a su alrededor se hallaban otras personas de su mismo bando luchando a su lado; pero ahora, entre la mugre y la tierra que flotaba, no había rastros de nadie.

Ni gritos, ni llantos, ni movimientos... nada.

Hermione agitó la varita en un hechizo que dispersó con velocidad todo el polvo. La escena con la que se topó, le horrorizó de tal forma que casi se da de bruces contra el suelo, pues las piernas le flaquearon terriblemente.

A su alrededor, el techo se había desmoronado por culpa de la caída de la columna. Habían piedras de enorme tamaño por doquier, agujeros en las paredes; el suelo no se veía de tantos escombros que lo tapizaban. De igual forma, no fue eso lo que le arrancó las primeras lágrimas que comenzó a derramar desde el inicio de la guerra que se había desatado en Hogwarts.

Mirando el suelo -hacia su derecha-, y saliendo por debajo de una enorme roca, se podía contemplar el magullado, violáceo y rasguñado antebrazo de una persona.

Sintió que todo le daba vueltas, y una bilis amarga se instauró en su boca. Se hizo a un lado y dejó que el vómito fluyera, mientras su rostro se bañaba de más lágrimas. Para cuando terminó de lanzar, su pulso era frenético y la varita parecía estar vibrando de lo fuerte que la apretaba en su puño derecho.

Se apartó el pelo de la cara y se pasó el dorso de la mano izquierda por la frente perlada de sudor; después lanzó un quejido de dolor: por lo visto, tenía un golpe en la cabeza. Era obvio que no tenía ni idea de cuando se lo había hecho, pero tampoco se detuvo a pensarlo.

Reuniendo todo el valor que pudo, volvió a ponerse en pie y miró a su entorno. En ese instante se dio cuenta de algo extremadamente raro...

A su alrededor, formando un circulo, el suelo no tenía rastro alguno de escombros, abolladuras ni polvo. Era como si una burbuja gigante la hubiera rodeado y protegido de todo... estaba en medio de un pasillo caído y ella estaba intacta. ¿Lo raro? Ella no conjuró nada para protegerse cuando se dio el ataque mortífago...

Despertó ahogando un grito de terror, incorporándose sobre su cama. Enseguida los escalofríos atacaron su cuerpo como si quisieran obligarle a temblar, por más de que estuviera cubierta por gruesas frazadas, una pijama abrigada y un hechizo calentador entre las mantas. Corriendo por su espalda, su cuello y su rostro, las gotitas de agua salina se deslizaban lentamente por su piel, dándole la sensación de que algo mortífero estaba lamiéndole el cuerpo; no era un sudor normal, era más bien ese tipo de sudor que uno sentía cuando tenía miedo, ese sudor frío que te indicaba que algo no andaba bien.

Casi sin pulso, la castaña se pasó la mano por la frente; aquel gesto le trajo un pantallazo del sueño que había retratado en su mente momentos antes, cuando se limpiaba el sudor y la mugre de la guerra.

Sintió la boca seca, y el estómago revuelto. Por ende brincó fuera de la cama y se dirigió a las corridas hacia la salida de su habitación, trastabillando con los bordes de sus largos pantalones de pijama... el regalo de Harry había sido un detalle hermoso, pero eso no significaba que no le quedara enorme. A veces sus amigos no cambiaban en nada.

Bajó las escaleras lo más rápido que pudo, sintiendo la acostumbrada bilis alojándose en su boca, y se adentró bruscamente en el baño. Segundos después, las tosidas de Hermione vomitando se oían por toda la sala de estar.

Se mantuvo allí dentro durante veinte minutos.

Una vez que se sintió medianamente mejor, tiró de la cadena y abrió el grifo de la ducha, se desnudó y se metió de lleno para limpiar todo rastro de malestar. Al salir, se secó y se cambió con unas ropas que había en el vestidor, poniendo en un cubo mágico la pijama que había estado usando antes. Desapareció por arte de magia.

Después de cepillarse los dientes y fijarse de que el color hubiera regresado a sus mejillas, salió del baño.

La sala común de la torre de los Premios Anuales, era una mezcla nítida de la calidez de la Casa de Gryffindor -por el suelo de madera, las alfombras y la cálida estufa que jamás se apagaba en esa época del año-, con la frivolidad de la Casa de Slytherin -paredes de piedra casi mohosa, cortinas pesadas que bloqueaban el paso de los rayos del sol, cuadros cargados y antiguos-. Un estandarte con el dibujo de un león escarlata del lado izquierdo, y una serpiente esmeralda y enroscada sobre sí misma del lado derecho, colgaba de la chimenea. Ambas representaciones de las casas estaban divididas por una doble línea roja y verde.

Frente a la chimenea había una mesa ratona, la cual llevaba encima algunos libros, y tres sofás de tres cuerpos la flanqueaban. En una esquina por detrás de ellos, había una pequeña biblioteca y una mesa enorme con tinteros y plumas, donde habitualmente ella se sentaba a estudiar a la luz del sol del atardecer.

Fuera, comenzaban a oírse los cantos de los pájaros: estaba amaneciendo. Miró el reloj de pared que había encima del marco que llevaba a las habitaciones, y se fijó de que eran las seis y cuarto de la madrugada. No sabía si podría dormirse sin la poción sin sueños ahora que estaba volviendo a tener pesadillas, así que decidió dirigirse hacia los sillones frente a la estufa.

Aquel margen, daba indicio a las escaleras que, al llegar a la cima, se dividían en dos: su cuarto -a la derecha-, y el cuarto de su compañero de torre: Draco Malfoy.

Pensar en Draco Malfoy a metros de distancia de su integridad, le erizó el vello de los brazos: un ex-mortífago por obligación, durmiendo en una habitación apenas separada de la suya.

Era una historia muy larga... pero valía la pena contarla.

La Guerra Mágica que se había situado en Hogwarts, terminó ante la derrota de Lord Voldemort gracias al niño-que-vivió: Harry Potter. Si bien fue una noticia increíblemente buena para la historia del Mundo Mágico y sus habitantes, no se saboreó del todo bien. Fueron tantos los héroes caídos... los valientes que salieron a enfrentar sus miedos y a luchar por su libertad, personas que se fueron pero que no regresaron jamás de aquella guerra. Que no tendrían la oportunidad de festejar al lado de su seres queridos la merecida noticia.

Harry, Ron y Hermione, fueron reconocidos públicamente como héroes. Los tres tuvieron que estar presentes en todo tipo de audiencias en el Ministerio de Magia, en donde Kingsley -el nuevo Ministro-, estuvo junto a ellos para dictar cada uno de los veredictos de todos los que pasaron por aquella sala. Se encontraron los tres de cara a muchos mortífagos, prisioneros de guerra, falsos acusados, familias sangre-pura... y eso incluía, por obviedad, a familias como Nott, Parkinson... y Malfoy.

Nott fue condenado a quince años en Azkaban; pero su hijo, Theodore, fue absuelto de todo cargo, pues aseguraba no haber participado de la guerra en absoluto. Luego de reunir pruebas a su favor, lo dejaron en libertad. Pero a los Parkinson no les fue tan bien... tampoco a los Malfoy.

Los Malfoy fueron todo un reto. Harry se prestó voluntariamente para defender a Narcissa, contando el instante en el que ella le mantuvo secretamente con vida ante el mismísimo Lord Voldemort. Prestó sus recuerdos para probarlo, y Narcissa dio los suyos, dejando a más de uno con la boca cerrada. Aunque no fue enviada a Azkaban, fue sentenciada a cumplir con dos años de arresto domiciliario y le retiraron su varita; hasta no cumplir con su condena, aclararon, no se la iban a devolver.

Después, lo que fue Lucius Malfoy... ninguna persona salió en su defensa. Sin embargo, él colaboró enormemente con la entrega de nombres de muchísimos mortífagos fugados y sus ubicaciones, que los presentes anotaron entre la duda de si aquello era cierto o no. Lo volverían a llevar a Azkaban hasta comprobar si todo era verdad, y si lo era, lo liberarían... pero le darían una condena de quince años de arresto domiciliario. Para finalizar con el mencionado, quebrantaron su varita allí mismo.

Hermione estaba presente cuando hicieron pasar a la sala a Draco Malfoy; a un pálido, ojeroso, despeinado y desalineado Draco Malfoy. Se le había hecho costumbre verlo en el último año de clases así de cambiado, así de muerto... pero aquello era desmesuradamente exagerado. Estaba muy flaco, y a veces daba la impresión de perderse en otras cosas, alejándose de la realidad; lo demostraba cada vez que se quedaba viendo un punto inexistente de la pared, o del piso.

Cuando el rubio tomó asiento de frente a los presentes, un silencio casi insoportable sepultó toda la sala. Kingsley relató brevemente el linaje de Malfoy, su historia familiar, su relación y posición en la guerra. Ordenó a Draco a mostrar la marca tenebrosa en su antebrazo ante todos, y ahí explicó por qué él y su familia fueron encerrados en Azkaban desde que los capturaron tres días después del fin del combate en el colegio. Hermione sabía que los Malfoy habían estado encerrados en la prisión mágica hacía dos meses, a la espera de su veredicto... su piel se erizó al imaginarse a sí misma rodeada de Dementores día a día, en un sucio agujero, sola y sin saber cuando acudirían a ella para decidir qué hacer sobre su futuro: si dejarla encerrada allí de por vida o no.

A Draco le designaron una estadía de dos meses más en Azkaban. Harry también le defendió, alegando que Draco se hizo el confundido al intentar reconocerlo por más de que supo que era él cuando lo capturaron junto con Hermione y Ron en la Mansión Malfoy. Al salir de la audiencia, Draco no se mostró ni un ápice de agradecido por nada con Harry, y Hermione se sintió ofendida. En cambio, la agradecida parecía ser Narcissa, que les inclinó la cabeza débilmente.

Pensar en todo eso, no ayudaba para nada a la castaña... tampoco le quitaba la estúpida inseguridad que sentía al saber que Malfoy compartía la torre con ella.

McGonagall había abierto las puertas de Hogwarts ese mismo año, dos meses después del «caso Malfoy» en el Ministerio. Con ayuda de muchos, levantaron el castillo y lo repararon en su totalidad, construyendo hasta nuevas estructuras para darle una cálida bienvenida a las nuevas generaciones. La nueva directora se lució con la idea de implantar nuevos salones, más pasillos y pasadizos para recorrer con más fluidez el castillo y, como cereza de la torta, invitar a los alumnos del séptimo curso del año anterior a retomar y finalizar sus estudios pertinentes, los cuales fueron interrumpidos por obvias razones.

Hermione fue citada por McGonagall en oficina de director una semana antes del inicio de clases. La noticia de que iba a ser la Premio Anual de ese año no le sorprendió mucho, pero no significaba que no la hiciese feliz, aunque le pareció un poco extraño que la llamase para decirle aquello cuando podría perfectamente sólo mandarle una carta y la insignia por lechuza.

Por eso, ya se estaba preparando para algo importante cuando la directora le anticipó que su compañero, el otro Premio Anual, iba a ser Draco, y que por ende deberían convivir un poco más de lo normal en su último curso.

«No puedo creer aún que hubiera aceptado regresar al colegio...» pensó, entrecerrando los ojos por la comodidad que había encontrado en el sofá delante de la cálida estufa.

Supuso que ya habría pasado media hora, y lo confirmó cuando los primeros rayos de sol se filtraron por los resquicios de las cargadas y oscuras cortinas del salón. Con las nuevas ganas de dormir que le habían dado, le costó un poco levantarse del sillón y correr las telas de un tirón, para que la luz impactara contra su adormilado rostro.

Sabía que tenía ojeras, que estaba mucho más delgada y que parecía un fantasma de lo blanca que se hallaba su piel seca. A Hermione muy pocas veces le había importado su apariencia, y se podría decir que ahora muchísimo menos. Realmente no encontraba más motivos para seguir adelante que sus amigos y su decisión por ganarse un buen futuro para ella, porque ya no le estaba quedando mucho.

Ni siquiera tenía una familia.

Se tensó cuando escuchó el sonido que producía el retrato de la entrada al abrirse. Se recriminó por haberse puesto tan tiesa, y trató de relajarse, girándose sobre sí misma fingiendo tranquilidad, como si no hubiera estado atormentada por los recuerdos instantes atrás. Verdaderamente se sorprendió al ver a Draco ingresando a la sala, vestido con su traje de quidditch y cargando con su escoba sobre el hombro, como quien no quiere la cosa. Hasta se permitió quedar boquiabierta: estaba completamente cubierto de hojas rotas, lodo y una nieve sucia se derretía sobre la tela de su equipo.

Él miraba el suelo, ¿o la punta de sus botas? Quién sabe. Lo que sí sabía Hermione, es que aún no la había visto, y que por ende creía que estaba solo... a lo mejor por eso lanzó su escoba sobre el sofá cansinamente, y empezó a quitarse el desgarrado traje. Avergonzada, la castaña apretó los labios y se volvió a dar la vuelta, con los ojos muy abiertos y cierto calor en sus mejillas.

Bueno, que se hubiera sonrojado no era nada raro... podría haberle pasado con cualquier persona. Es obvio.

Al rato, después de pasos y un extraño aroma en el aire, decidió girar la cabeza sólo un poco para ver si podía irse a su habitación sin que él lo notara.

Las llamas de la estufa habían tomado mucha más fuerza de la normal, y algo ardía dentro de ella. Le llevó unos segundos entender qué era aquello.

―¡MALFOY! ¡T...!

Ahogando un grito de sorpresa y terror, Draco -quien traía ahora el torso desnudo- se transportó de un sobresalto desde sillón en donde estaba acostado, hasta quedar en pie y con su varita dirigida al sitio en donde Hermione se hallaba. Tenía una expresión horrorosa en la cara, y presionaba tan fuertemente el arma que los nudillos se le volvieron blancos.

Hermione se quedó en una pieza, aguantando la respiración a la espera de que algo pasara... no había traído su varita, y se arrepentía tanto que juraba que podría ponerse a llorar de frustración.

El rubio exhaló aire drásticamente, y cuando reparó en que su jodida compañera de torre casi le había matado de un paro cardíaco, bajó el brazo con el que la apuntaba y tiró de manera brutal la extensión de madera al suelo, pasándose ahora la mano por el pelo.

―¡¿Eres estúpida? ―preguntó en un graznido, apretando los dientes ―.¡Estuviste a esto... ― hizo un espacio milimétrico entre sus dedos pulgar e índice frente a su cara ―... de librarte de mí recién! ¡Estuviste a esto de que te mandara un puto Expelliarmus!

La aludida tragó duro, sintiéndose sumamente incómoda con la situación, pero a la ver enojada... él no tenía derecho alguno de hablarle así.

―No quise asustarte...

―Créeme que conseguiste lo opuesto. Te lo juro. ―la cortó Draco, soltando un suspiro después.

―Es que, vi tu... ―se paró a sí misma, pensando con más frialdad. Malfoy sabía que su traje estaba entre las llamas, él mismo se lo había quitado, puesto que ahora estaba medio desnudo delante de ella como si nada -bueno, obviando que estaba jodidamente cabreado-. El hecho de que hubiera reaccionado así de... exagerada, era porque no se había detenido a analizar el asunto.

De pronto se sintió muy estúpida, tal y como él la había llamado minutos antes.

―¿Mi?. ―la incitó a continuar él.

―Olvídalo. ―quiso dar por terminada la conversación, cambiando el tono de su voz por uno más cortante. Con toda la dignidad que pudo recoger, pasó frente a él con paso firme y se dirigió hacia su recámara. Pero de pronto frenó ―.¿Qué hacías fuera de la torre en horario indebido?

Era un Premio Anual, y ella debía dar el ejemplo... por eso es que le estaba haciendo esa pregunta. No podía creer que Malfoy se tomara atribuciones que no le correspondían sólo porque también fuese un Premio Anual, ¡él no tenía que dar una mala imagen a los demás!

Se cruzó de brazos y comenzó a patear rítmicamente el suelo, a la espera. Draco no cabía en sí de asombro, ¿le estaba haciendo un interrogatorio?

―Vaya, ¿no es obvio? He ido a cultivar la paz y la prosperidad al mundo entero, Granger. Montado en mi escoba, por cierto. ―agregó, con un rostro tan sincero que, de no haberlo conocido jamás, a lo mejor Hermione le hubiera creído. La castaña se sonrojó de ira.

―¡No me refiero a eso! ―gritó ya fuera de sí la Gryffindor, poniendo las manos a cada lado de su cuerpo en dos puños ―.McGonagall nos ha dado la tarea de ser responsables y comportarnos, y tú lo único que haces es pavonearte por ahí con la insignia colgada de la túnica como si sólo fuese un pedazo de metal inútil.

―Granger, es un pedazo de metal inútil. ―alzó la voz también, entrecerrando los ojos ―.Y me importa un pimiento lo que me digan tú y esa vieja urraca. Así que te sugiero que no gastes más saliva y te calles.

―Créeme, Malfoy, si esto no me incumbiera a mi por ser tu compañera en esta torre, estaría muy feliz de no cruzarme contigo, y evitaría dirigirte la palabra. ―apuntó la nariz hacia el techo, con orgullo.

―Oh, hieres mis sentimientos. ―puso su mano sobre su pecho, haciendo un gesto teatral. Su expresión cambió radicalmente hacia la seriedad ―.Ah, no... cierto que no siento absolutamente nada por ti a excepción de asco.

Draco sabía que se estaba pasando... sin embargo, él había tenido una pesadilla fatal esa noche, y si bien volar un buen rato le había hecho bien, ahora se sentía igual o peor que cuando despertó a las cuatro de la madrugada.

La muchacha sintió que el corazón se le encogía.

―Creía que los mortífagos no sentían nada por nadie. ―contraatacó con todo el veneno que pudo Hermione.

Había sido un golpe bajísimo, y hasta se sintió irreconocible cuando se escuchó decirlo... pero él le había tratado particularmente mal. Desagradable. Humillante.

―Cuida tus palabras, sangre sucia. ―murmuró, arrugando la nariz... como la primera vez que se lo había dicho en segundo año. Hermione no pareció afectada, por lo que se irguió y arrugó con labios, con suficiencia.

―Que te den, Malfoy.

Draco vio a Hermione partir hacia su cuarto, pisando el doble de fuerte para hacerse escuchar y cerrando la puerta de un golpe estruendoso. Cuando por fin estuvo solo, lanzó un chasquido de rabia: cuando quería, Granger conseguía sacarlo de quicio... era la segunda semana en aquel castillo y ya habían tenido más disputas que en seis años. Aunque bueno, no tan grave como esta que acababan de interpretar, pues él no la había llamado sangre sucia desde... se supone que dos años atrás.

Con gesto fastidiado, levantó su varita que había estado olvidada en el suelo y se volvió a tirar en el sofá, mirando las llamas calmas que danzaban sobre los restos de su equipo de quidditch. Sólo quería terminar ese año de mierda... y luego se iría para jamás regresar. No volvería a ver a nadie que no deseara, y con el tiempo, a lo mejor podría olvidarse de sus actuales fantasmas.

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¿Y bien? ¿Qué les pareció?

Me encantaría que me dejaran su opinión por medio de reviews :) me haría mucha ilusión, además de que me ayudaría pila por ser mi primera historia en este fandom.

Nada más para agregar, estaré por aquí actualizando, ¡nos vemos en la próxima!

Mayqui, ¡cambio y fuera!