Disclaimer: One piece no me pertenece, así como sus personajes, su completa autoría corresponde a Eichiro Oda.
Advertencias: Planeo que este fic sea de acción, tortura, tensión, "escenitas", etc. Me considero bastante blanda escribiendo, pero aún así, si no creéis que vayáis a poder soportalo no leáis.
Parejas: only MihawkxZoro
Notas: Bueno, los que me conocéis ya sabéis que soy una flipada de la época clásica, y era inevitable que sacara con el tiempo un fic así xD. Para complicar mas la cosa añadiré frases hechas en latín y alguna que otra palabra, siempre aclaradas a final del capitulo o en el mismo en boca de algún personaje (y yo que pensé alguna vez que el latín no me iba a servir xDD).
También los apellidos he decidió ponerlos en latín, igualmente aclarados.
Y con esto solo me queda deciros que espero que disfrutéis este fic y que para aquellos que están sembrados en historia... perdonadme si cometo algún fallo garrafal; algunos técnicos serán a posta para el desarrollo de fic, como por ejemplo los trajes de gladiadores, parte empollados y parte a mi manera.
¡pero tampoco hay que se tiquismis! 300, Troya, incluso Agora han cambiado cosas. Creo que a una humilde aficionada se le permite algún que otro cambio ¿no?
Recordad: Pensamientos dispuestos en cursiva.
Capitulo 1
Pisaba fuerte en la tierra, apuntando con fiereza al enemigo con sus temibles ojos amarillos. Cargaba con su propio cuerpo y el agua de lluvia, le faltaba aliento y sangre, no dejaba de ver el prematuro final que le acechaba; sin embargo su espada se alzaba una y otra vez.
Los mantenía a raya con forme se acercaban, pero estaba rodeado y sin posibilidad de escapar; tan evidente era ese hecho que sus contrarios se permitían el lujo de pararse a mirarlo con sonrisa burlona.
Sus gritos y el acero chocando no paraban de sonar como si se tratase de una melodía con un final desafinado.
Sus manos se separaron de su espada a la vez que el caía al suelo. Con la mirada nublada la buscó para atacar otra vez pero justo cuando la divisó y quiso alcanzarla su mano fue aplastada de un pisotón.
-¡ah!- lanzó un bramido de dolor y miró al soldado con rabia e intentando recobrar el aliento.
-tu padre, hermanos y amigos perecen en el campo; tu madre, hermanas y amigas están siendo abrasadas junto con los escombros de tu ciudad; no te queda nada ¿para que luchas?
Tomando una bocanada de aire se incorporó en su cama. Tenía el pulso nervioso y estaba bañado en sudor frío. Miró a todos lados y echando un suspiró de resignación más que de alivió dejó su cuerpo caer sobre la cama.
-lo peor no es que esa pesadilla me lo haga recordad todo todas las noches.- pensó.-lo peor es que al despertar me encuentre otra vez en esta maldita celda.
Ya habían pasado muchos años desde que pasó a convertirse en esclavo de los romanos, apenas tenía diecinueve cuando llegó a Roma y ahora… no lo sabía con exactitud pero no llegaba a la cuarentena.
Tal vez lo mejor hubiese sido, en ese caso, suicidarse. Tenía varias formas de hacerlo, no le hubiese resultado un problema, aún así ansiaba tanto saborear la libertad que se veía incapaz de hacerlo.
Si, su esperanza seguía viva por poco que fuera. Aunque ciertamente era un esclavo también era gladiador y con sus combates en la arena ganaba dinero, dinero con el que podría comprar su libertad.
Por otra parte los años que llevaba allí eran mucho más que los que había previsto; según sus cuentas… no, sus cuentas daban igual, era todo más claro, por mucho dinero que tuviera solo saldría de allí si al emperador le daba la gana, y la experiencia le decía que dicho y célebre hombre tenía especial interés en avivar su sufrimiento.
Aún así eso no era el final.
-¡arriba excrementos de cerdo!-gritaban los soldados aporreando las puertas con brutalidad. Ese era el despertador y por tanto la hora de levantarse.
Tenía que admitirlo, antes de ese cambio drástico en su vida nunca se hubiese imaginado que la vida de gladiador fuese tan rutinaria y monótona:
Te levantabas, desayunabas una miseria, entrenabas hasta la extenuación, comías una miseria, entrenabas hasta vomitar y volvías a tu celda donde cenabas una miseria.
La única diferencia era que si al día siguiente había combate en el circo romano la noche la pasabas con una esclava.
No es que se sintiera el hombre más noble del mundo al domar a una mujer por la fuerza, pero había que ser sinceros: para el mínimo placer que le concedían en ese duro día a día rechazarlo no era de persona muy inteligente o cuerda.
Él caso es que a resumidas cuentas la línea de su vida iba lenta, hacía delante y sin ninguna curva que le hiciera latir el corazón, aunque fuera solo un poco más; cada vez se sentía más desgastado. Hasta que llegó la noche en la que se citó con el destino.
-¡se acabó por hoy!- avisó el legionario.- ¡volved a las celdas cerebros de gusanos!
Soltando las armas del entrenamiento y recibiendo lo que podrían llamar su cena, los cansados guerreros pusieron pies en marcha a sus celdas.
-no has estado muy lucido hoy en el entrenamiento Mihawk.- le dijo con sorna otro gladiador.- si estas así para mañana puede que yo acabe con tus días.- avisó relamiéndose.
-mantén tu lengua dentro de tu boca Ener, no vaya a ser que te la corten.
Ener, al contrario que él, no era un esclavo de guerra sino un asesino romano que hasta el momento había evadido su muerte gracias a sus dotes de lucha y a los espectadores del circo, que por lo general eran quienes decidía si el gladiador debería morir o vivir. Se suponía que estaba cumpliendo condena, pero claramente para él esa vida era un regalo ya que no solo le permitían matar, sino que además lo convertían en un espectáculo. Era una persona, si se le podía llamar así, que para Mihawk no merecía más atención que la mínima que le tenía que ofrecer en la arena.
Las puertas de las celdas fueron cerradas una a una de un golpe siendo los gladiadores encerrados de nuevo.
El moreno quedó sentado en la cama, comiendo sin ninguna pasión un trozo de pan y mirando a través de los barrotes de la ventana el manto de estrellas y como se filtraba la luz de la luna hasta caer en el suelo de piedra. A sus oídos llegaba el cantar de los grillos, pero por lo demás era un silencio absoluto, tranquilo, dándole la sensación de infinita soledad.
Su puerta de abrió de improviso sacándolo de sus pensamientos y recuerdos.
-que lo disfrutes escoria.- rió el legionario empujando a alguien de una patada y cerrando seguidamente la puerta.
Mihawk miró aquel cuerpo tirado en el suelo intentando incorporarse. Frunció el ceño, aunque estaba donde no llegaba la luz resaltaba demasiado que no era una mujer, si no un muchacho que por el camino le habían despojado de cualquier tipo de ropa. Dedujo que sería un reciente esclavo que se negaba a cumplir órdenes y decidieron darle una lección pasando una noche con los gladiadores.
Fuera como fuese él no tenia la culpa de la desdicha de ese joven, así que sin más se levantó para tomarlo.
El otro ya casi incorporado se levantó de sopetón al ver como el mayor se acercaba. Retrocedió, pero su espalda dio con la pared impidiéndole huir y seguidamente se vio acorralado por el mayor. El de los ojos amarillos colocó su codo en la pared al lado de la cabeza del otro y con la otra mano atrapó su cadera atrayéndolo más hacia él.
El joven intentaba apartarlo colocando sus manos en el pecho descubierto del gladiador y le apartaba la cara cuando intentaba besarlo.
El mas mayor, cansado del forcejeo, agarró su barbilla pero aun así el beso no llegó.
-¡ah!- en acto reflejo se apartó del muchacho y se llevó la mano al ojo donde exactamente le había escupido. Aprovechando esto, el joven se separó de la pared alejándose de él.
-imbécil, aquí no puedes huir- fue hacia él y golpeándole el rostro con le dorso de su mano lo tiró al suelo, cayendo justo donde le daba la luz de la ventana y descubriéndose así todas las heridas y magulladuras de su piel, en especial una cicatriz que le atravesaba el pecho, y el verdoso color de su pelo.
Con su labio inferior sangrando miró a Mihawk con rabia, este, por su lado alzó la ceja extrañado.
-¿un galo?- dijo por lo bajo. Tenía las facciones de un galo, eso sin duda, pero no llevaba el pelo largo ni barba, aunque pude que para lo segundo fuese demasiado joven.-entiendo, si eres esclavo de los romanos iras como los romanos.
-vas te faire encule! bâtard!- escupió al suelo.
El mayor se acercó a él y le agarró del cabello haciendo que se levantara por la fuerza, el joven mantenía su mirada de ira agarrando el brazo del otro.
-por lo que veo no me comprendes.- le hizo andar hasta la cama y soltándole el pelo y de un empujón le echó sobre ella. El peliverde intentó incorporarse pero Mihawk ya estaba encima de él sujetándole la frente para hacerle tumbarse; quiso darle un puñetazo pero solo fue una excusa para que el mayor le agarrara de las muñecas inmovilizándolo solo con su mano izquierda mientras que su derecha ya se paseaba por el cuerpo del menor. Estaba muy delgado, puede que llevara varios días sin comer.
-ne me touchez pas!- gritaba arqueando el cuerpo, resistiéndose a los tocamientos del otro. El moreno acercó su rostro al de él que le apartó la cara apretando los labios, negándose en rotundo a que lo besara.
Esa vez, en vez de forzarlo, el mayor le lamió la sangre de la herida que el mismo le había echo y le besó la mejilla, apartándose y volviéndole a besar, bajando cada vez más hasta llegar a la curva de su cuello donde empezó a dejar marcas.
-non, je ne veux pas- el forcejeo se volvió más agresivo y aunque no conseguía deshacerse del agarre de Mihawk le detuvo medianamente los pies haciendo que este llegara al colmo de su paciencia y pusiera al muchacho cabeza abajo.
Seguidamente, quitándose la toga, atrapó sus caderas. El peliverde se incorporó intentando liberarse de las manos de su opresor y repartiendo codazos que nunca acertaban.
El mayor le agarró nuevamente del pelo para hacer que se arrodillara dejándole en una postura indecorosa. Notó perfectamente como el muchacho empezó a temblar al notar su miembro viril ya en su entrada y como empezó a murmurar muy bajito en su idioma como si le pidiera ayuda alguna divinidad.
Por un momento pensó en detenerse, ese muchacho seguramente ya era tomado por su amo varias veces a lo largo del día. Pero él… no era ningún santo.
-¡ah!- soltó un alarido el joven al notar como su interior era invadido.
Sin esperarse más Mihawk empezó con las estocadas a la vez que el otro se aguantaba los gemidos dentro de su boca. Algo en su pecho le dolía, no entendía muy bien que era ¿su culpabilidad? No, no podía ser, había tomado a mujeres miles de veces apartando sus sentimientos y dejando paso a su necesidad ¿por qué esa noche… con ese joven?
Cuando terminó con el muchacho cayó exhausto sobre él. Entonces lo vio: el cuerpo del peliverde seguía temblando en sobremanera mientras sus ojos como platos echaban silenciosas lagrimas. Su boca estaba abierta intentando recuperar el aliento.
El ver esa imagen aumentó la presión de su pecho. Con el máximo cuidado que había mostrado en años salió del interior del joven que echó un pequeño quejido y sentándose a la orilla de su cama tapó el cuerpo desnudo del otro con su manta.
El muchacho no le miró, solo se acurrucó de lado bajo la manta, aún así no dejaba de temblar. El de los ojos amarillos alzó su mano y la colocó sobre el brazo del joven, frotándolo por encima de la manta; no estuvo seguro pero parecía que eso le tranquilizó un poco.
Suspiró y le observó con pena. La diferencia que había entre ese chico y las otras mujeres era más clara de lo que pensaba: le recordaba a él mismo. Si, ese chico era igual que el cuando tenía su edad, aunque él se podría decir que tuvo más suerte porque fueron contadas veces las que abusaron de él antes de convertirse en gladiador.
Volvió a suspirar, recordando todo, el dolor, la perdida, su libertar huída… y las veces que necesitó un poco de consuelo como el que él le estaba dando al peliverde.
El joven dejó de temblar y al rato supo que se había dormido por su respiración profunda y tranquila.
Él, por su parte, se volvió a colocar la toga y se acostó en la cama espalda con espalda al chico dejando que Morfeo se lo llevara consigo una noche más.
-¡arriba carne de carroña!- los gritos y porrazos de legionarios le levantaron como cada mañana. Miró su cama encontrándose completamente solo, seguramente le tendrían que devolver el esclavo a su amo a primera hora de la mañana.
Negó con la cabeza intentando espabilarse. No era momento de pensar en ese chico sino en el combate que tenía pro delante.
Tras un corto entrenamiento antes de entrar en la arena les pasaron sus vestimentas de lucha. Un taparrabos de cuero protegiendo sus partes nobles bajo la toga, armadura en el brazo derecho, escudo en el brazo izquierdo y una espada.
Ya con sus atuendos de combate esperaban en fila, bajo el coliseo, a que terminaran con el espectáculo de los leones.
-¡atentos!- dijo el entrador de gladiadores.- los leones hoy están hambrientos y devoran con rapidez, así que ya mismo os tocará a vosotros.
Esas palabras le hicieron pensar en aquel chico del pelo verde otra vez ¿y si él estaba ahora en la arena huyendo de las fieras? No, no podía ser, su castigo ya fue la noche con él pero… ¿y si su amo solo quería humillarlo antes de darle muerte?
-¡basta!- se reprendió así mismo-¿Qué mas te da ese chico? Solo es un esclavo mas y si no te concentras serás tu el que acabes muerto.
-¡bueeeeenos días compañeros!-saludó una voz con infinita alegría y optimismo siendo la atención de todas las miradas con algo de molestia.
-¡tu!- le gritó el entrenador.- la próxima vez que llegues tarde hablare con el mismo emperador para que te eche a los leones a ti solito.
-no creo que sea menester molestar al gran señor con alguien como yo.
-lo que sea, pero no vuelvas a llegar tarde.
-a sus ordenes.- el entrenador pasó de largo dejando al gladiador de cabello rojizo libre de su mirada llena de odio.- uff… como se ha puesto.-dijo acercándose al lado de Mihawk.
-deberías tomártelo un poco en serio Shanks, si no por ti o por el entrenador al menos por nosotros que llevamos entrenando desde que el sol se desperezó mientras tu dormías en una mullida cama con dos o tres mujeres acompañado de un buen vino toda la noche.
-lo siento amigo, la suerte nos escoge ella sola. Pero si te sirve de consuelo no tengo tanto dinero como para pagar lo que has dicho. Las mujeres que puedo pagar son más "exóticas" de lo que mi gusto puede soportar.
-¿no te ayuda tu fama en la arena?
-las mujeres son más materialistas que la fama y yo si no fuera un hombre pobre no estaría aquí.
Tal y como él decía, Shanks no era un esclavo de guerra, tampoco era un criminal como Ener, tan solo era un romano libre con poco dinero que luchaba para conseguir su pan de cada día.
Para Mihawk aquel era un hombre que merecía su respeto, y era el único que realmente le hacía disfrutar un combate entre gladiadores a la par que ambos eran los únicos que conseguía subir hasta el declive máximo la euforia del público. Por eso se salvaban cada vez que les tocaba pelear contra el otro, porque aún perdiendo alguno de los dos, peleando, daban un espectáculo estupendo y los espectadores no se arriesgaban a perder un buen rato. Incluso el emperador, siempre deseosos de un derramamiento de sangre nunca se había puesto en posición de matar a uno a otro.
Además de todo eso, Shanks no le trataba como un esclavo, si no como una persona y un rival digno
-¿Cómo vamos en victorias y derrotas Mihawk?
-¿lo preguntas para molestarme?
-claro que no, sabes que hemos combatido tantas veces que pierdo la cuenta.
-esta bien.- resopló.- me ganas por una.
-vaya, vaya, eh.
-no luzcas tan satisfecho, por regla de tres el próximo combate lo ganare yo.
-Bueno, entonces será pronto. Algo me dice que hoy tú y yo nos enfrentaremos.
-lo mismo dijiste la semana pasada.
-¿ah, si?
El momento de los leones pasó y ahora era su turno. Puestos en fila salieron a la arena donde el sol les golpeaba en picado.
Mihawk, con sus ojos entrecerrados miraba como se acercaban al emperador que observaba desde su privilegiado sitio con una gran sonrisa de deseo porque la masacre comenzara.
Odiaba a ese hombre con todas sus fuerzas. Era arrogante, interesado y sin escrúpulos; bien pensado solo una persona así podría ser emperador, pero eso no era todo. Sabía que el emperador disfrutaba con el sufrimiento y sobre todo con el suyo. Nunca supo porque pero era un hecho, desde que pisó Roma aquel hombre lo había puesto en su punto de mira.
Cada vez que lo veía una idea se hacía clara en su cabeza: "nunca vas a volver a ser libre".
-¡ave* Doflamingo!- saludaron los gladiadores al emperador.- ¡morituti te salutan!*
-ave.- contestó el llamado emperador con desgana.- venga, empezad ya, estoy ansioso.
Y finalmente, tras un sorteo salieron los primeros combatientes.
-¡en el primer combate…- gritó el pregonero.- se enfrentara aquellos que siempre esperáis! ¡Los gladiadores más fuertes de toda Roma! ¡Mihawk Falco* contra Shanks Ígneo*!
El público gritaba extasiado.
-te lo dije amigo mío.
-sea.- Mihawk volvió a mirar al emperador, este se abanicaba con una sonrisa totalmente tirado en su asiento. Su sola presencia le cabreaba. Entonces lo vio y abrió los ojos; al lado del emperador estaba aquel chico del pelo verdoso.
Continuará...
Notas Finales: ave- hola.
morituti te salutan- los que van a morir te saludan.
Falco- Halcón (creo que esta era evidente).
Ígneo.- es una de las formas que se puede decir Rojo en latín, como se acerca más al significado de fuego pues me quedé con este. Se supone que no debería tener acento porque es latín, pero yo lo pongo para que nadie lea igneo en vez de ígneo xDD.
Respecto a Zoro.- es un galo, y como los antiguos galos son los contemporáneos franceses, pues habla francés xD no mas. Si me preguntáis porque lo pongo francés es por su apellido, Roronoa es japonizado, pero el apellido es francés ¡si no me creéis miradlo en la wikipedia!
Y hasta aquí el primer capi. No han pasado muchas cosas pero espero que al menos estéis animados para seguir leyendo x3.
