" JURO SOLEMNEMENTE QUE MIS INTENCIONES NO SON BUENAS."

Bienvenidas/os a esta aventura que hoy empiezo. Este será mi primer Fanfic, nunca he escrito nada y no se muy bien cuanto me llevará acabarlo porque seguramente será bastante largo, pero os lo prometo: NO será un Fic sin terminar.

Esta es una historia que lleva rondando bastante tiempo en mi cabeza y que poco a poco ha ido tomando forma, así que decidí empezar a publicarla. En su inicio el Fic está inspirado en una de mis películas favoritas: V de Vendetta, pero ambientada en el mundo de Harry Potter. Intentaré mantenerme fiel a casi todo lo que conocemos de la saga, hasta el día de la batalla final en Hogwarts, a partir de ahí me permitiré el placer de cambiar algunas cosas para crear mi historia. Los protagonistas serán Hermione y Snape (el culpable que ha desencadenado esta locura). Severus encaja a la perfección entre mis gustos personales, aunque entre mis favoritos también están Draco Malfoy y Tom Riddle/Voldemort. (Vamos que ya os podéis hacer una idea de como sera el Fic... xD) Pero también quiero escribir sobre varios personajes, así que también habrá varias parejas secundarias que ya conocemos y otras nuevas que crearemos juntos.

Summary: Tras la derrota de la Orden durante la batalla de Hogwarts Voldemort controla todo el mundo mágico a base de toques de queda, manipulación de los medios de comunicación, amenazas y miedo, mientras que los supervivientes rehicieron sus vidas como pudieron bajo su régimen. Iréis descubriendo este nuevo mundo junto a Hermione, que será rescatada durante la noche por un héroe misterioso seis años después de La segunda Guerra Mágica.

¿Quien sobrevivió y que fue de ellos? ¿Cómo es Hogwarts? ¿Voldemort ha ganado realmente? Pronto lo sabréis.


IMPORTANTE

(Por favor leer antes de empezar con el Fic)

Disclaimer: Los personajes pertenecen a J.K Rowling creadora del magnífico universo de Harry Potter, yo solo jugaré con ellos para crear esta historia.

Advertencia: El FanFic en ocasiones contendrá lenguaje adulto y malsonante, escenas violentas o muertes, escenas sexuales explícitas (lemmons) y spoilers de la saga H.P, ya que mi historia transcurre después del séptimo libro. Si decides continuar con la lectura es que aceptas esto.


- EL REGRESO DEL PRÍNCIPE MESTIZO -

'' Seduce mi mente y tendrás mi cuerpo, encuentra mi alma y seré tuya para siempre.''

...

1. TRES LOBOS Y UN CORDERO

1 de Mayo de 2004, Londres.

Un nuevo mes llegaba y otra vez la ciudad amanecía nublada. Esto no era nada inusual, pero si lo era el hecho de que desde hacía mucho tiempo el clima londinense era deprimente y no a causa de su típica lluvia. Lo cierto era que durante los últimos años gran parte del país se había visto afectado por continuas sequías. Como consecuencia, apagados colores marrones, azules y grises oscuros teñían el paisaje. Jardines y parques estaban cubiertos por una capa de césped reseco y amarillento. Las copas de los árboles habían perdido la mayor parte de sus hojas y las flores se habían marchitado. Era extraño porque durante el día el sol apenas calentaba ni se distinguía en el cielo, ya que permanecía escondido entre densas nubes grisáceas. No hacía sol pero tampoco llovía, no había viento pero si una continua y fría neblina que persistía durante la noche, haciendo caer varios grados la temperatura. Y en el ambiente se notaba una especie de carga eléctrica acumulada, como si de un momento a otro fuera a estallar una gran tormenta que nunca llegaba.

El tiempo era extraño, si. Y sin embargo parecía reflejar a la perfección las sensaciones de tensión, pesimismo y tristeza que compartían la mayor parte de la población muggle y mágica. Con una diferencia, los primeros solo podían intuir que algo "malo" sucedía, los segundos sabían que la sensación de desesperanza y ese clima se debían a que los dementores (criaturas invisibles para los no mágicos) se estaban reproduciendo.

...

Esa misma noche, una bruja llamada Hermione Jean Granger se arreglaba en su pequeño apartamento para acudir a una importante cita de trabajo con su jefe.

Llevaba un vestido de tirantes negro hasta las rodillas con algo de vuelo y distraída miraba a través de la ventana con el ceño fruncido esa blanca neblina que parecía adherirse al cristal, mientras que sus manos subían lentamente por sus piernas, acomodando unas medias para combatir la fría noche.

Apartó su mirada de la ventana buscando los zapatos de tacón a juego con su vestido, se los puso y se miró en el espejo.

Había optado por dejarse el pelo suelto, con sus moldeados y largos bucles castaños cayendo en cascada sobre sus hombros y su espalda. Le daba seguridad poder esconderse tras su abundante (pero controlada) melena en un momento dado, pues aún se sonrojaba como una niña cuando se ponía nerviosa y esa noche no podía mostrarse débil. ¡Tenía que conseguir ese puesto! Estaba harta de llevar cafés y paquetes de aquí para allá, ella podía hacer mucho más. ¿Acaso no hubo un tiempo en que fue considerada una inteligente bruja con un futuro prometedor? Solían decir que era la mejor de su generación, ¿Verdad?

Pero eso fue hace muchos años y entonces... todo cambio. Se dijo mentalmente.

Hasta hace poco daba gracias por seguir con vida (a pesar de su monótona y vacía existencia) y por tener un empleo "un poco muggle" pero en el mundo mágico al fin y al cabo, pero ahora tenía un objetivo: Un ascenso laboral. Esa era la oportunidad que tal vez la sacara del letargo en el que estaba sumida.

¡Y no voy a desaprovecharla! Se juró, terminado de maquillarse y mirando su reflejo para examinar el resultado.

Sencilla pero elegante.

Nunca le había gustado usar potingues en exceso, así que solo se había aplicado un poco de máscara de pestañas y colorete suave, por lo que su aspecto era muy natural. Pero faltaba algo... Analizando la triste y apagada expresión de su rostro trató de sonreír, sin éxito. Entonces, un recuerdo de su niñez vino a su mente.

FlashBack

Era pequeña, tenía diez años...

No había querido coger el autobús escolar. Corría y corría por una de las largas y típicas calles residenciales de las afueras de Londres, tan rápido como le permitía la pesada mochila llena de libros que llevaba en su espalda. A ambos lados, hileras de casas con sus bonitos y cuidados jardines de vayas blancas pasaban a gran velocidad, pero para ella solo eran una mancha borrosa en su mirada. Se conocía tan bien el camino de vuelta a casa que no necesitaba verlo y eso era una ventaja porque con los ojos empañados por las lágrimas apenas podía ver. Sus pies se movían solos por inercia y su cabeza llena de pensamientos iba a estallarle.

¡Estaba harta! Se había rendido. A pesar de que sus padres siempre le habían enseñado a ser fuerte y a luchar por lo que quería... ya no podía más. Después de todos sus esfuerzos por lograr tener amigos había fracasado, pero eso fue algo que aceptó hace tiempo. Se acostumbró a estar sola rodeada de gente. Su única compañía eran los libros, fieles e incansables compañeros de aventuras por los que sus padres le habían inculcado el mismo interés y amor que ellos les tenían. Con los años dejó de importarle no ser "apreciada" por los otros niños pero si lo hacía el hecho de que se burlasen de ella.

Al principio ella valiente y audaz (como los personajes de sus historias) se defendía y trataba de "dialogar" pero después se limitó a esconderse de ellos en los lavabos del colegio y más tarde en la biblioteca para evitar una pelea. No porque le dieran miedo, si no porque había empezado a notar que sucedían cosas raras a su alrededor cuando ella se enfadaba. Primero fueron cosas sin importancia: Aspersores que se activaban solos empapando a los niños que se metían con ella en el recreo, mientras que ella misteriosamente quedaba completamente seca. Puertas de aulas que se cerraban de golpe, impidiendo a los matones seguirla. Se decía que todo tenía una explicación lógica: Posibles fallos eléctricos o corrientes de aire, pero la última vez... fue diferente.

Supo que algo raro le pasaba cuando un niño mayor (especialmente molestó) le empujó en el patio del colegio, ella cayó al suelo manchándose el vestido y haciéndose un feo corte en la rodilla. El se reía y varios amigos suyos que habían visto lo sucedido empezaron a unirse a sus burlas. Entonces enfadada ella se levantó del suelo, le miró y sin saber como el niño salió despedido hacia atrás, como expulsado por una fuerza sobrehumana y poderosa, hasta chocar bruscamente contra un gran contenedor de basura. El golpe fue tan fuerte que había dejado una profunda abolladura sobre la chapa del contenedor. El niño quedó aturdido un par de minutos. Cuando se recobró del susto se tocó la parte posterior de la cabeza, se miró la mano llena de sangre y empezó a llorar y gritar como un loco, mientras la sangre fluía libremente, tiñendo de rojo toda su ropa. Ella se quedó allí de pie, en shock. Los profesores (oportunos) empezaron a acercarse hasta ellos y el grupo de niños se apresuró a echarle la culpa.- ¡Ha sido Granger!,¡Esta loca!, Esa niña rara... ¡Ataco a Mike!, Si, yo lo vi. ¡Tiene superpoderes!,¡Ha sido ella!

Ese día la directora llamó a sus padres, les explicó que al parecer había vuelto a meterse en una pelea y que esta vez había respondido a las provocaciones de un compañero de manera agresiva, por lo que tal vez tendría que abrirle un expediente académico disciplinario o incluso expulsarla.

Su padre sorprendido y preocupado iba a regañarle pero su madre le frenó, compuso una sonrisa y miró a la directora. - No justifico la violencia por violencia pero me pregunto si no fue necesario. Hermione es una niña estudiosa y pacífica pero tal vez se vio obligada a defenderse. Ambas sabemos que los niños pueden ser... crueles. ¿Expulsarla a pesar de su excelente media académica? Gracias a la cual ha recibido tantas becas este colegio... No, no lo creo. ¿Y abrirle un expediente disciplinario por este incidente? Si, tal vez sea lo correcto... pero supongo que entonces también se le abriría uno al centro, ¿No? Porque si me permite la pregunta... ¿Dónde estaba usted? o ¿Los tutores encargados de la seguridad de los alumnos a su cargo? Supongo que muy ocupados, ya que ninguno ha sido capaz de evitar que mi hija haya "atacado" a un muchacho mayor que ella, que a esa hora se suponía que debía estar con los alumnos de su edad en clase.

Al final el incidente quedó en eso, un incidente aislado. Los adultos pensaron que simplemente fue una tonta pelea infantil, que ambos se empujaron y cayeron al suelo lastimándose. Ella nunca les contó lo sucedido a sus padres. No quería defraudarles o preocuparles más, pero de una cosa estaba segura: Ellos tenían razón, ella había hecho eso... Desde entonces huía de todo contacto con los niños de su edad porque le daba miedo que algo malo pasará de nuevo. Lo bueno era que ellos parecían haberse cansado de acosarla continuamente (o tal vez le tenían demasiado miedo) pero a veces cuando se juntaban dos o tres y se sentían más confiados seguían susurrándole insultos o burlas cuando no había adultos cerca.

Así que era habitual que como ese día llegara a casa llorando y diciendo que no quería volver allí.

Hugo, su padre, que era un hombre cariñoso, jovial y optimista pero íntegro y lógico en exceso, le abrazó y limpió sus lágrimas. Tomó su carita entre sus manos y tratando de consolarla le dijo. - ¿Dejar el cole? ¡Pero si te encanta aprender cosas nuevas! Venga princesa, no llores... ¡Recuerda que trabajando duro y con una buena sonrisa puedes cambiar el mundo! Y tu tienes la sonrisa más dulce del universo. Esos niños son tontos si no lo ven pero créeme yo se de lo que hablo. " - Le aseguraba guiñando un ojo e intentando animarla como buen dentista.

Ella solía sonreír pero esa vez no lo hizo. Estaba cansada de ser la niña rara y solitaria con la que todos se metían pero con la que nadie quería juntarse.

Su madre Jean, una mujer brillante, feminista y con un fuerte carácter rebelde pero indulgente y empática acudió al rescate. Sonriendo con dulzura y acariciando cariñosamente el brazo de su marido dijo. - Hugo querido... cambiar el mundo tal vez es mucha responsabilidad para una niña de diez años ¿No?

El se encogió de hombros sin saber muy bien que decir, a veces se le olvidaba que su pequeña genio era solo una niña.

- Hermione cariño, lo que papá quiere decir es que ambos adoramos verte sonreír pero a veces... es normal que no te apetezca. Aun así, nosotros siempre te querremos y estamos seguros de que no hay nada que te propongas que no vayas a lograr. Y lo que ahora te parece el fin del mundo... pasará.

- He intentado hacer amigos, he sido paciente. ¡Pero nada ha cambiado! ¿Por que sigo sin lograrlo? ¿Soy... soy rara, mamá ? - Preguntó ella aún preocupada de rodillas sobre la alfombra del salon.

- ¿Rara? No mi vida. - Aseguró su madre, agachándose hasta su altura y sonriendo dulcemente.- Lo que pasa es que el resto del mundo es demasiado normal, demasiado gris y tu estas llena de colores Hermione. Pero, ¿te cuento un secreto? Cuando te sientas mal o estés triste y pienses que todo es demasiado gris, unos labios pintados de un bonito color rojo pueden hacer que te sientas mucho mejor.- Le dijo tendiendo su mano hacia ella con una enigmática sonrisa.

Ambas pasaron el resto de la tarde jugando, comiendo chocolate, maquillándose mutuamente y riendo. Especialmente ante la reacción de su padre, que interesado por el alegre alboroto había acudido hasta su habitación y rio como un loco al ver el desastre que ella había hecho sobre el bello rostro de su madre, pero cuando ambas empezaron a perseguirle por casa tratando de pintarle las uñas... las risas se multiplicaron por tres.

Esa tarde de otoño, entre juegos y maquillaje los tres se consideraron los más afortunados del mundo y ella fue por unas horas menos adulta y más niña.

Fin del FrashBack

Sonrió con cariño ante el recuerdo, pensando en como un par de años más tarde su vida dio un giro radical. Concretamente el 19 de Agosto de 1991, justo un mes antes de cumplir los doce años, cuando recibió el mejor regalo de cumpleaños de su vida: Su carta de Hogwarts.*

Antes de que la nostalgia y la tristeza la embargaran se obligó a enfocarse en el presente.

¡Conseguiré ese ascenso! Se dijo con convicción. Decidida tomó un pintalabios en su mano y lo pasó suavemente sobre sus labios que se tiñeron de un vivo color rojo rubí, (muy Gryffindor) entonces el suave sonido de la televisión llamó su atención.

En el único noticiario que se emitía estaban hablando de nuevo sobre la terrible guerra, los muggles y el caos que reinaba antes de la llegada del Señor Oscuro. Alabando así el nuevo imperio de paz y seguridad instaurado en toda la comunidad mágica, creado gracias a el y a sus fieles mortífagos. A los que en la actualidad se les habían sumado un sinfín de mercenarios, buscavidas y carroñeros con ''la misión'' de contribuir a mantener controlada a la población (y por supuesto, sacar el mayor beneficio posible de ello y de su alianza con Lord Voldemort). Hermione odiaba aquella cantidad de mentiras, no podía evitarlo. A pesar del tiempo y de las veces que había oído las mismas palabras... le hervía la sangre. Apagó la tele con rabia. En su casa al menos no tenía que fingir.

Miró el reloj distraída…

- ¡Oh dios! No, no, nooo.- ¡Llegaba tarde! Y además estaba a punto de comenzar el toque de queda. Tenía que darse prisa. No era recomendable andar sola por la noche y mucho menos pasado el toque. Cogió su varita, su gruesa gabardina color crema y echó a correr hacia la puerta de su apartamento.

...

Hermione caminaba a buen paso, aferrada a su gabardina con una mano mientras que en la otra mantenía firmemente cogida su varita. Hacía frío y estaba un poco asustada, no había nadie en las calles a esas horas por culpa del maldito toque. Todo estaba completamente en silencio, tan solo se oía el taconeo de sus zapatos sobre la vieja calle de adoquines.

Aunque todo estaba tranquilo, ella tenía la mala impresión de que aquella era solo la calma que precedía la tormenta. Se sentía vigilada desde las sobras que rodeaban la larga calle, vagamente iluminada por unas cuantas farolas. Sospechaba que la seguían.

Quizás se estaba volviendo paranoica pero su instinto nunca le había fallado, así que sin previo aviso echó a correr en dirección a una de las calles laterales, que resultó ser un oscuro callejón.

Dudando se adentró en el buscando refugiarse en sus sombras, mientras miraba continuamente hacia atrás para asegurarse de que no la seguían. Por ello no vio al hombre contra el que chocó de lleno, cayendo al suelo por el fuerte impacto y sintiendo como la varita se le escapaba de entre los dedos.

- ¡Eh cuidado! ¿Llevas prisa guapa? - Escuchó que le decían, aún aturdida por el golpe.

- Perdone, yo…- Se disculpó algo confusa, recogiendo su varita con rapidez y guardándosela en el bolsillo antes de levantarse y mirar a su interlocutor.

- ¡¿Pero que tenemos aquí?! Si es una preciosa brujita... - Comentó el hombre con sorna, inclinándose sobre ella.

Maldición... Pensó Hermione con fastidio, ya que a pesar de sus esfuerzos por esconderla no le había pasado inadvertida.

- Suerte que no te ha visto con eso en la mano uno de esos asquerosos muggles. ¿Verdad? Pero ya ha sonado el toque de queda preciosa y es peligroso andar a estas horas por la calle tu solita…- Dejó caer aquel individuo corpulento que apestaba a tabaco y alcohol. - Especialmente siendo tan guapa como tú.- Añadió, recorriendo su cuerpo de arriba a abajo con una mirada lasciva.

Aunque aquel tipo parecía una clara amenaza pero al estar solo no le supondría un problema hechizarle para defenderse si era necesario. Con esta idea en mente trató de tranquilizarse y parecer relajada. Quizás si me muestro segura y calmada me deje en paz... Se dijo a sí misma metiendo con lentitud la mano de nuevo en su bolsillo para sujetar firmemente su varita, lista para reaccionar ante la más mínima amenaza.

- ¡Oh! Lo sé, señor. Pero vera... yo iba a ver a mi abuelo, el vive muy cerca de aquí y me esta esperando. - Mintió. No tenía porque darle ninguna explicación a ese hombre pero aún así quería dejar claro que alguien la esperaba y que se preocuparía si no llegaba. Esa explicación le pareció más adecuada que la de ir a reunirse con su jefe a esas horas de la noche. - Esta muy enfermo y me necesita...

De repente, sintió como unas sucias manos que venían desde atrás le sujetaban fuertemente sus muñecas y se las pegaban con brusquedad a la espalda.

¡Joder!

Estaba tan concentrada controlando al hombre que tenía delante, que no se había dado cuenta de que otro (probablemente el que le había seguido desde la calle principal) entraba en el callejón y se acercaba sigilosamente a ella por detrás para inmovilizarla. Huyendo había terminado en la boca del lobo, bueno más bien un lobo la había guiado hacía esta como a un vulgar y estúpido corderito mientras que otro la esperaba dentro para comérsela. La situación se complicaba por momentos.

- ¿Qué opinas Freddy?- Preguntó el grandullón que continuaba frente a ella al que estaba sujetándola, cada vez más pegado a su cuerpo.

- Que es… ¡Una mentirosa de mierda Jack!- Respondió, pegándose con un brusco movimiento aún más a ella. Pasó la nariz por su mejilla y lentamente deslizó su mano por su cadera hasta detenerse en el bolsillo donde guardaba su varita, que tomó y arrojó lejos.

- Por favor yo… no…- Empezó a decir ella, ahora si, muy asustada al verse desarmada.

- Ssshh veras preciosa, resulta que yo también tengo un amigo que está muy enfermo… ¿Cierto Pete?- Preguntó mirando con burla hacia otra zona del callejón.

- Cierto Jack, cierto… Creo que tengo fiebre. - Escuchó responder con sorna.

Un tercer hombre larguirucho salió de entre las sombras dejando escapar una serié de risitas que delataban su embriaguez. Acercándose hasta ellos la miró con avidez y pasó entre sus mugrosos dedos uno de los suaves rizos de Hermione. Riendo burlonamente le dijo. - Veras muñeca estoy muy caliente desde que te vi contoneándose por la calle, menuda suerte tiene tu abuelo. Pero supongo que no le importara que nos atiendas un poco a nosotros primero...

La situación era critica y empezaba a cundirle el pánico. ¡Maldita sea! Estaba acorralada entre esos tipos. Contra uno habría podido, contra dos habría tenido quizás una posibilidad, pero contra tres inmovilizada y sin varita no tenía escapatoria posible. Trató de removerse pero solo consiguió empujar un poco a uno y darle un codazo en el estómago al que la sujetaba por la espalda.

Al segundo, dos de ellos la aferraron con más firmeza de los brazos haciéndole daño mientras que Jack, el hombre corpulento contra el que había chocado y que parecía ser el jefe, le soltaba una fuerte bofetada en la mejilla.

- ¡Quieta zorra! ¡Mira Freddy! La gatita saca las uñas...- Se mofó mirando su escote a través de la gabardina entreabierta por el forcejeo.

- Si, parece que vamos a tener que enseñarle quien manda aquí. Saltarse el toque no esta nada bien guapa, pero ya veras... Nosotros vamos a enseñarte a respetar y cumplir la ley.

¿La ley? Pensó Hermione, nadie imponía "la ley" a no ser que fueran los mortífagos,(quienes pertenecían a la elite y no solían ocuparse de perseguir a los civiles) o los carroñeros (y por su apariencia estaban más cerca de serlo) pero no podía tener tan mala suerte. Estos últimos ahora tenían libertad total para usar "los métodos" que considerasen más adecuados y eran más sádicos que los primeros, aunque no solían emplear la magia, (era sabido que no la dominaban) según ellos era porque preferían el contacto físico o "el estilo muggle" como ellos lo llamaban, para prolongar así el sufrimiento de sus victimas, a las que siempre atacaban en grupo para asegurase la victoria.

- ¿Sois... carroñeros?- Preguntó asustada, ya que a pesar de todo siempre quería saber.

- Exacto preciosa y tu estas detenida.

- ¡Oh! Yo... lo siento mucho. No... no lo sabía. Por favor... ¡Dejadme marchar! No volverá a suceder. Se me hizo tarde... lo siento. Respetaré el toque ¡Siempre lo hago!

- Eso esta muy bien pero como comprenderás al pillarte incumpliendo el toque de queda no podemos dejarte marchar así como así y menos después de resistirte a la autoridad. Pero si te portas bien con nosotros tal vez seamos buenos contigo y no te encerremos...

- Si, por supuesto. Por favor... no volverá a suceder. ¡Por favor! No sabia quienes erais... ¡Lo siento! Por favor...- Suplicaba. Sabía que probablemente no la dejarían irse sin un castigo pero al menos si se mostraba arrepentida tal vez podría evitar ser encarcelada de nuevo. Las historias que aun se oían de los prisioneros eran terribles y todavía tenía pesadillas de la última vez que estuvo en una celda...

- ¡Oh si querida! Si que lo vas a sentir... eso te lo aseguro.

Entre carcajadas los tres empezaron a arrastrarla hacia el fondo del sucio callejón.

- ¡¿Que?! ¡Nooooo! Eso no, no me hagáis daño. No, por favor. ¡Ayudaaaa! ¡SOCORRO! ¡No! ¡Soltadme! ¡Dejadme! ¡Por favor, que alguien me ayudeee! - Gritó forcejeando desesperada presa del pánico al intuir lo que esos cerdos se proponían e intentando contener las lágrimas. No iba a llorar, tal vez apenas quedaba en ella algo de la bruja que fue pero aún era una Gryffindor y no les daría esa satisfacción.

Hacía años que ya no lloraba, sus lagrimas se gastaron con sus amigos y sus padres, la gente que se las merecía, la gente a la que ella quería y a la que perdió.

oOo


*Sobre la carta de Hogwarts: Recordar que los nacidos a partir del 1 de septiembre van a Hogwarts durante el año que cumplen doce años en vez de once, como le pasó a Lucius Malfoy o a la propia Hermione que cumplía años diecinueve días después de esta fecha y por eso no recibió su carta hasta un año más tarde, cuando pudo asistir al colegio con doce años recién cumplidos.


Bueno pues aquí tenéis el primer capítulo. Espero que os haya gustado y que sigáis leyéndome. ¡Besos!


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