Este fic inicialmente lo presenté en la página de Elaine., por ello dejo los agradecimientos iniciales. Sin embargo, en el interés de continuar esta historia que deje inclusa, y al dar con este rincón de ávidos lectores, pues heme aquí. Espero recibir rewies (o cómo se escribe) jejejeje. También, por si a alguien se le hace familiar la historia, tal vez, modifique algo de los capítulos anteriores, estoy en etapa de revisión. Adelante y espero sea de su agrado. Gracias

UNA ROSA PARA SIEMPRE

Capítulo I

Un viaje inesperado

por Angelysoul

Era una mañana cálida de verano, el sol prometía que ese día haría muy bien su trabajo pues ninguna nube se asomaba en el cielo. Tras dos años de vivir en Chicago, Candy ya conocía los calores que hacían en la temporada. Lunes por la mañana y el tiempo no espera.

- Vaya que me desvelé anoche - hablaba consigo misma mientras se preparaba rápidamente un té de manzanilla.

Sus ingobernables rizos parecían más rebeldes que nunca, húmedos todavía por la ducha que acaba de darse ante el agobiante calor. La noche anterior, Candy había pasado una velada en la mansión de los Andrey, la tía Elroy festejaba un año más de vida; Candy sabía que su presencia no era bien aceptada, sin embargo Albert había insistido para que acudiera, después de todo era parte de la familia y la única heredera, además de Archie.

Un año había pasado desde que ella supiera quien era en realidad su benefactor, el abuelo Williams. Fue una gran sorpresa enterarse que todo ese tiempo fue Albert quien siempre estuvo a su lado como hermano mayor, cuidándola, algo que, por cierto, todavía hacía.

En aquella ocasión cuando le fue revelada la verdad, Candy desistió, al menos de la forma legal, el dejar de ser parte de tan prestigiada familia, era lo menos que podría hacer por su amigo, estar a su lado en las buenas y en las malas. Por fortuna, y conociéndola, él le dio toda la libertad de continuar con su vida como mejor le pareciere, hecho que hasta la fecha significaba constantes fricciones con la tía abuela.

Lo único que no le gustaba a Candy de que se le relacionase con su familia adoptiva, era de los privilegios que en ocasiones se le daban en el hospital que ahora trabajaba, pero aún así ella se empeñaba en realizar las labores como las demás y mantenerse con su salario. Sin embargo, la ayuda que siempre recibía de Albert la utilizaba para pagar la consulta o las medicinas de aquellos que no contaban con dinero, y siempre se las ingeniaba para que no se enteraran los pacientes. Pero bueno, se hacía tarde y tenía que cumplir con sus deberes. Una hora después, nuestra rubia amiga se dirigía como de costumbre al hospital Santa María, ubicado en el centro de la ciudad, no muy lejos de su departamento.

La mañana transcurrió con sus habituales rutinas: atender a pacientes de los pabellones, auxiliar en una que otra emergencia médica, acudir al llamado de un médico...en fin, una mañana de mucho trajinar. Cuando menos lo pensó ya era la hora del almuerzo y Candy se entretenía desinfectando el instrumental quirúrgico, la preparación que tuvo en el Hospital Santa Juana, le había servido mucho. Ahora ya no sólo atendía a los pacientes, sino que colaboraba en la sala de operaciones, trabajo que le daba muchas satisfacciones y en ocasiones mucha impotencia cuando no se podía hacer demasiado. La ciencia médica todavía estaba muy limitada, pero los doctores hacían su mejor esfuerzo.

- Candy...- una rolliza enfermera pelirroja entró a la habitación - te buscan.

- Gracias Jenny, ¿sabes quién es de casualidad? - dejó los instrumentos en una caja luego de secarlos y para terminar luego de enjuagarse las manos.

- Un joven, pero no recuerdo su nombre. Tengo poco aquí así que no identifico bien a tus amigos todavía - sonrió tímida.

- Está bien - se quitó una especie de mandil médico y si dirigió a la puerta con su habitual sonrisa - Veré quién es. Gracias Jenny - salió de la habitación.

En el pasillo, un joven de ojos fríos y cabello corto castaño, de la misma edad de Candy, esperaba impaciente y mirando despectivamente a su alrededor; al ver a la chica aproximarse, fue a su encuentro.

- No sé como insistes en trabajar en estos lugares tan deprimentes, sabes que no es necesario...

-A mí también me da gusto saludarte Neil, ¿cómo has estado? - respondió sarcástica ante su visitante.

- Vengo a hablar contigo, ¿podemos salir de esta inmundicia por un momento?

Candy se puso rígida, molesta ante tanto despotismo de parte de su "primo" y por su falta de sensibilidad a un lugar tan sagrado como un hospital. Molesta, se dio la media vuelta dispuesta a marcharse.

- Tengo cosas que hacer Neil...

- ¡Espera!- le ordenó, pero al escuchar su propio tono y ver el reflejo de enojo en la cara de ella, Neil trató de suavizar su tono.- Eh, es...serán sólo unos minutos.

- De acuerdo, sígueme.

Caminaron a través de un pasillo que conducía al jardín posterior del hospital, un área donde las enfermeras y doctores trataban de despejar un poco su mente. El lugar estaba lleno de árboles, era el paisaje para las habitaciones de los doctores y enfermeras residentes del hospital, había tan sólo un par de mesas en el lugar, pues raramente se podría ver algún médico deambulando, tan sólo una que otra enfermera que aprovechaba para almorzar. Se sentaron en una banca bajo un árbol. Candy con un suspiro entrecruzó sus manos en su regazo esperando a que Neil le explicara la razón de su visita.

-¿Y bien? - preguntó cansada del largo silencio mientras se sentía observada por esa egoísta mirada.

- Candy, querida, anoche no tuvimos oportunidad de hablar, pero...

-No me llames así - le cortó.

Más que molesto, él se tragó su siguiente comentario. De hecho, desde que se había enamorado de Candy, era con la única persona que ponía a raya sus pedantes modales. Aún así, con determinación se puso de pie.

- Creo que ya es tiempo de hablar de nuestra boda. Nuestro compromiso no debe seguir posponiéndose.

Sin más Candy dio un salto y con voz sorprendida respondió.- ¡¿Qué?¡ ¡¿nuestra boda?!, ¡¿nuestro compromiso?! Por Dios, hace mucho tiempo que dejamos eso. No sé porque insistes, desde un principio Albert no apoyó la absurda idea tuya y de la tía abuela de que contrajéramos matrimonio. No entiendo por qué vienes ahora a decirme esto.

Calmando su turbación ante la reacción de ella, logró fingir indiferencia a su respuesta. -Albert no es quien para decidir si nos hemos de casar o no, apenas lleva un año al frente de la familia Andrey y no sabe cuáles son las mejores decisiones. La tía abuela sabe que nuestro matrimonio tiene muchas ventajas, una de ellas es que la fortuna no se pondría en riesgo.

- En verdad que no entiendo tu actitud, hace mucho tiempo que dejé en claro mis sentimientos por ti, Neil. ¡Nunca podría casarme contigo!- trató de calmar su genio que estaba fuera de sus casillas, pero no pudo evitar darle la espalda y marcharse a toda prisa de su presencia que le resultaba demasiado incómoda.

Esa noche, Candy recordaba los sucesos del día, ¡¿Neil y ella casados?! Era absurdo. Debía hablar con Albert de nuevo y dejar claro que ella era libre y que nadie iba a tomar decisiones por ella.

Unas semanas después, pareciera que dicha plática dio resultados, al menos en esos días Neil no la había molestado de nuevo. Esa tarde al volver del trabajo a su casa, encontró una carta en el correo, al revisar su remitente no pudo evitar un grito de alegría.

-¡Es de Paty!, ¿qué dirá? - a toda prisa entró a su casa, dejó su bolsa y abrió la carta y comenzó a leer las líneas que le envió su amiga.


Las últimas presentaciones habían sido un rotundo éxito, pensó el señor Hattaway, y tenía puestas todas sus esperanzas en Hamlet para los próximos reconocimientos que se entregarían al gremio teatral por parte de un reconocido grupo de críticos ingleses; por fortuna, había vuelto al grupo Terruce Grandchester y estaba seguro que su representación les daría el máximo reconocimiento de la crítica. Ya lo había logrado dos años atrás con su actuación como Romeo.

Ese día Terry estaba muy impaciente, entre los ensayos y atender a Susana, quedaba agotado, pero no eran tanto los ensayos lo que le provocaba esa sensación de cansancio. Él sabía la verdadera razón: la madre de Susana había puesto un ultimátum, la fecha de la boda no podía posponerse más. Sólo Dios sabía como había evadido todos estos meses el fijar semejante compromiso, tener que superar el dolor que le causó el separarse de su verdadero amor no había sido fácil, todavía no era fácil. Un sonido de la puerta de su camerino lo distrajo de sus pensamientos, al ver la espigada figura que entraba no pudo evitar levantarse de gusto.

- Madre, que bueno que has venido...- la abrazó cual más que un chiquillo perdido en busca de consuelo. Su carácter arrogante no cambiaba con el resto del mundo, de hecho su cinismo era mayor que cuando era más joven. Pero con ella ya no podía ser así, ella era la única que ahora podía comprenderlo.

- Terry...- lo abrazó cual madre cariñosa con su hijo - en serio que tenías ganas de verme ¿eh?

Ante su muestra de debilidad, se incorporó y la invitó a sentarse; discretamente ella sonrió al notar su actitud, sabía que su orgullo nunca cambiaría. Platicaron largo rato sobre el trabajo, la vida diaria hasta que le contó las recientes fricciones con la señora Marlowe.

- ¡Por Dios! ¿cuándo va a dejarte en paz esa mujer?- se levantó furiosa la madre de Terry - ¿Es que no se da cuenta de lo que estás sufriendo al lado de su hija? Tú no tienes la culpa de su accidente, ¿cuántas veces tendré que decírtelo para quitarte ese absurdo cargo de conciencia que te ha hecho la vida tan infeliz?

- Mamá, Susana es una buena mujer, podremos tener un buen matrimonio- dijo cansado.

Ella lo miró con escepticismo, "tal vez sea una buena mujer, pero no la amas", pensó mientras veía el sufrimiento en los ojos de su hijo. Tras la fuerte recaída que tuvo Terry con el alcohol luego de su rompimiento con Candy, fue su madre quien realmente le ayudó a recuperarse cuando quiso volver al teatro. Ella estuvo siempre a su lado, ignorando su altanería y actitud grosera. Realmente se había ganado su respeto, esta vez ella estuvo a su lado y luchó por sacarlo adelante.

- No se puede ser feliz al lado de alguien egoísta, una mujer que ama quiere la felicidad de su hombre antes que la propia...- ante su impulsivo comentario, soltó un suspiro de resignación - Perdón, hijo no quise ser imprudente.

Terry fingió que la platica no había sucedido.- ¿Sabes? En unas semanas voy a Inglaterra...

Sorprendida Eleanor Beaker, miró a su hijo esperando una explicación.- ¿Inglaterra?

- Si, presentaremos Hamlet dentro de un Festival en tributo a William Shekaspeare...Es un honor que nos hayan invitado.

- Conozco ese festival...¿verás a tu padre?- dijo sin más.

- No lo sé. Hace tiempo que no he sabido de su vida. Además, no creo que quiera verme, eso es seguro

Tras esa plática, la madre de Terry dejó el camerino y al joven actor perdido en sus pensamientos.

- Si tan solo pudiera olvidar - dijo en voz alta el joven en un suspiro - Tarzán pecoso... - suspiró evocando a los recuerdos - Volver a Inglaterra, de nuevo. Londres, el colegio, si pudiera verte de nuevo...¿por qué no tuve el valor de detenerte? - se reprochó furioso al recordar los hechos de hace poco más del año.


Varios días después, en Chicago, Eliza Legan platicaba con la tía abuela Elroy en la mansión de los Andrey.

- Tía abuela, tengo buenas noticias para ti...- dijo jubilosa de sus constantes intrigas - en los próximos días, toda la gran sociedad de América sabrá de la boda de Candy y Neil, saldrá en las mejores publicaciones de las grandes ciudades de los Estados Unidos.

- Esa es una excelente noticia, Eliza. Ya es hora que esa chiquilla siente cabeza de una buena vez - tomó con sobriedad su té - Deberá ser el acontecimiento del año.

- Claro tía abuela, así será. Aunque claro, no se podría comparar, por ejemplo, si se anunciará mi boda, pero sin duda será un gran acontecimiento para la familia, considerando que por fin lograremos que se borre en lo posible las vergüenzas que Candy nos ha hecho pasar ante la sociedad. Espero que Neil se encargue después de controlar esos constantes caprichos de Candy, y que el tío abuelo tanto le complace.

- William Albert tendrá, esta vez, que aceptar esta unión. Es por el bien de la familia- aseveró la tía abuela.

Eliza recordó las tantas veces que Albert había puesto un alto total a los planes de la tía abuela, tan bien fraguados por Eliza.

- Ojalá así sea tía abuela. al menos con un anunció público no podrá negarse. - sonrió con maldad al tomar con finos modales su taza de té - ¿dónde quedaría el nombre de la familia?


Ajena a los nuevos planes de su familia adoptiva, Candy continuaba con su rutina diaria de trabajo, y ese día realmente que hubo mucho que hacer. Estaba tomando un descanso cuando el director del hospital la mandó a llamar, inmediatamente dejó el café que tomaba y se dirigió a la oficina del médico, sabía que al hombre no le gustaba esperar.

Tras tocar la puerta, escuchó una severa voz que le indicó que pasara. La oficina era muy espaciosa, con una serie de inumerables reconocimientos colgados en la pared que hablaban de la brillante carrera del hombre canusio que se sentaba tras un amplio pero sencillo escritorio, en el que destacaban los retratos de su esposa y su hijo.

- ¿Mandó a llamarme doctor McCarter? - preguntó respetuosa la rubia. Conocía la fama de gruñón que tenía el médico, pero también conocía su calidad profesional y entrega a su oficio.

- Siéntese - dijo sin apartar la vista de unos expedientes que leía.

Luego de unos minutos de interminable silencio, el hombre se aclaró la garganta como quien fuera a dar un largo discurso, se quito los lentes y estudio el rostro pecoso que tenía enfrente.

- Enfermera Candice, sé que se preparó en el área quirúrgica y que está lista para algo más que simples vendajes y tomarles la temperatura a los pacientes.

- Sí señor. Tuve un curso completo en el Hospital Santa Juana.

- Sí - comentó pensativo el doctor - supe de esos cursos capacitando enfermeras para la guerra, eso ya no es un secreto. Esa maldita guerra, ¿cuándo irá terminar? ¿quieren más gente, más jóvenes, enfermeras? Son unos locos.

Candy permanecía callada ante los comentarios tranquilos y reflexivos del hombre.

- Pero bueno, son opiniones que no vienen al momento - dijo sin más y se puso de pie rodeando el escritorio, mientras Candy le seguía con la mirada desde su lugar - - Enfermera Candice, sé muy bien su origen familiar y el prestigio de la familia de la cual es parte...

- Doctor...yo -

- No me interrumpa - la vio apenas de reojo avanzando por la habitación - Consideré pertinente notificarle que en unos días un grupo de enfermeras será enviado a Europa, se rumora que el conflicto pronto terminará, pero mientras tanto los heridos siguen cayendo...

Candy guardo silencio a la expectativa de lo que pudiera decirle.

- El caso enfermera, es que por supuesto usted no irá en la comitiva, solicitaron apoyo las autoridades por parte de este hospital, pero le diré que usted, por su posición privilegiada no ha sido considerada en ningún momento - el hombre de mediana estatura se dirigió hacia el gran ventanal - Consideré prudente informarle esto yo mismo antes de que comiencen una sarta de rumores, y la verdad es que yo no quiero tener ningún lío con los Andrey.

Sorprendida de lo que el doctor le estaba informando, Candy no pudo evitar una reacción de protesta, estaba consciente de que muchas envidiarían su suerte, pero no soportaba que de nuevo su apellido adoptivo le impidiera cumplir con su deber.

- Perdone doctor McCarter, pero considero que no se debe tomar mi apellido en cuenta al momento de juzgar mi trabajo.

- Y no lo hago -respondió secamente el médico - De su trabajo no tengo queja, al contrario, sé que los pacientes le toman aprecio y que se desempeña de una manera por de más eficiente y ejemplar; sin embargo, enfermera Candice, no debe olvidar que hay clases y eso conlleva privilegios. La verdad que no concibo la razón de que se dedique a este trabajo, Y aunque es una loable labor, usted forma parte de una familia importante y eso, sabemos que le da ciertas concesiones.

- Hago esto porque me gusta doctor...

- Sí - la interrumpió - pero el señor William Andrey se molestaría mucho si la considerara para semejante misión...

Candy dijo segura - Habló con Albert. El ya sabía de esta comitiva ... - dedujo seria, pensando que hablaría muy seriamente con Albert.

La charla terminó y la rubia no tuvo más remedio que abandonar esa oficina sin poder decir nada más.


Al día siguiente, Candy tuvo su primer día libre y decidió a temprana hora ir a la mansión de los Andrey a las afueras de Chicago. Tomó un taxi. No era una idea que le agradará, sabiendo que ahí estaría la tía abuela y, peor aún, la misma Eliza. "Vaya familia", pensó Candy.

Al dejarla el chofer frente a la puerta de la casona, Candy notó el auto de los Brither, Annie estaría allí sin duda. Como si la hubiera llamado con el pensamiento, Annie apareció por la puerta acompañada de un elegante joven de cabellos castaños.

- ¡Archie!, ¡Annie! ¡qué gusto encontrarlos aquí!.

- Esto sí que es una sorpresa - le respondió sonriente Archie saludándola luego de Annie fuera corriendo a su encuentro.

- A veces es bueno visitar a la familia, ¿no creen? - dijo alegre.

- Me alegro de verte - le dijo Annie tomándole del brazo llevándola al interior de la casa - Sabíamos que hoy es tu día libre y Archie y yo habíamos decidido ir a visitarte.

- Sí, - confirmó él - pero veo que te nos has adelantado.

- Bueno, lo importante es que nos vimos. Por cierto ¿dónde está Albert?

- Con George y la tía abuela, en los jardines, discutiendo los eternos asuntos familiares.

Atravesaron la casa hasta salir por una puerta que daba a unos enormes jardines posteriores, un lugar que parecía un paraíso lleno de flores y árboles, donde el fuerte calor se podía olvidar fácilmente gracias a lo fresco del lugar. Al verla Albert fue a su encuentro.

- Pero que visita tan agradable - la saludó.

La tía abuela, al instante contrajo más su gesto de disgusto, George en cambio se puso de pie respetuoso al recibir a una de las herederas de la familia. Albert la invitó a desayunar en el jardín junto con la tía abuela, Annie y Archie, lo que hicieron con agrado aunque con la constante tensión de la presencia de la tía Elroy. Al término, educadamente, Albert se despidió un rato de la tía abuela y se dirigió con los jóvenes a pasear por los jardines. Lejos de los oídos de la adusta mujer, Candy tocó el motivo que le había llevado a la casa que le incomodaba visitar.

- Candy - fue Albert reflexivo para contestar a lo que ella le contará con evidente molestia - creo que como miembro de la familia te he dado toda la libertad que has pedido, pero mi deber como cabeza de los Andrey es que todos estén siempre bien. Creo que ya hemos tenido suficientes desgracias en la familia como para permitir que otra suceda.

- Pero dijiste que nunca intervendrías, que al menos, los privilegios que obtuviera no los podría evitar por el apellido que me has dado.

- Sé que estarás molesta conmigo un tiempo, pero es por tu bien. Aún con toda la libertad que te he dado, de ninguna forma permitiré que te vayas a esa estúpida guerra. Con la pérdida de Stear es más que suficiente - dijo Albert serio, con un tono que no admitía discusión.

- Albert, yo no he dicho si me iré o no, lo que me molesta es que hayas hablado con el doctor McCarter.

Albert ya esperaba esa reacción de su protegida desde el momento en que habló con el director del hospital, lo que hizo sin dudar luego de que oyera rumores de que solicitarían más enfermeras para el frente; sabía que no debía, pero Archie y ella eran prácticamente su única familia y fue algo que no pudo evitar.

- Tienes que aceptar que tú y Archie son los herederos de la familia, y que de ninguna manera permitiré que la vida de uno de ustedes esté en riesgo. Además, no tendría cara para decírselos a la señorita Pony y a la hermana María. Eres mi responsabilidad.

Sin embargo, Candy siguió disgustada con Albert los siguientes días, menos mal que él estaría fuera de la ciudad unas semanas, en las que se les pasaba el coraje; entendía sus razones, pero no podía evitar su disgusto. Él viajaría a México, un largo viaje para visitar unas minas en aquel país, una de las nuevas adquisiciones de la familia.

A pesar de su discusión con su benefactor, Candy estaba feliz, Patty estaba por llegar a la ciudad, Patty volvía, luego de más de un año de ausencia tras la muerte de Stear, estuvo un tiempo en Florida, pero hoy había decido de nuevo visitar a sus amigos, ahora que la herida no dolía tanto.


Esa tarde en la estación del tren, nuestra rubia amiga esperaba con impaciencia escuchar el sonido de la locomotora y al hacerlo no pudo evitar correr hacia la vía y ver cómo, poco a poco la enorme máquina iba tomando forma y sonaba más fuerte su pitar, hasta detenerse en la estación.

Candy vio como una jovencita tímida de lentes bajaba del vagón, pero estaba distinta, en un año sí que había cambiado, era un poco más alta y su cabello había crecido y estaba recogido con un elegante moño, su rostro tenía algo más de color y estaba más delgada. Vaya, esa era Patty, cuan cambiada estaba, pensó Candy yendo a su encuentro. Se fundieron un fuerte abrazo sin evitar derramar las lágrimas de alegría.

- ¡Oh! Candy, ¿cuánto sin verte?

- Pero estás cambiadísima - se apartó para observarla - y estás más guapa que nunca.

Patty rió con cierta pena - Tal vez sea el clima que me ha sentado bien, hay un sol envidiable.

Luego de eso, se dirigieron al apartamento de Candy. En su carta, Patty le había pedido que si en su estancia en Chicago no sería mucha molestia que la aceptará en su apartamento, iría por primera vez sola y no sabía dónde hospedarse. Candy aceptó encantada, sería agradable tener a una amiga en casa y no platicar como loca con las paredes, lo que hacía desde que las mascotas se quedaron en la mansión de los Andrey donde había más campo y árboles para disfrutar.

Esa noche mientras cenaban juntas y conversaban sobre sus respectivas vidas, Patty guardó silencio pensando si era el momento o no de comentarle a Candy sus verdaderos motivos para visitarla.

- Patty, ¿qué pasa? - le notó Candy la tensión de su amiga.

- Bueno, yo...- titubeó nerviosa - la verdad que no se cómo empezar Candy...

Candy trató de que su amiga se relajará, había cosas que nunca cambiarían, pensó.- Por el principio, supongo - le dijo sonriendo.

- Bueno, sí, cierto - tomo aire y lo soltó de pronto - Vuelvo a Inglaterra.

Nuestra amiga se quedó de una pieza al escucharla, sabía del fuerte conflicto en Europa, que si bien no había afectado fuertemente a aquel país; pero que Patty quisiera volver en ese momento era una locura.

- ¿Volver?

- Bueno, no es exactamente volver para quedarme, al contrario: Mi familia ha decidido establecerse en América. Mi regreso es por eso, para arreglar algunos asuntos de unas propiedades de la familia, no piensan deshacerse de ellas, pero sí verificar que todo quede legalmente definido para que sigan siendo de la familia, tú sabes, hay que hacer unas cuantas firmas, papeleo legal y demás - Patty no apartó la vista en la mesa mientras le explicaba a su amiga los motivos para volver a su país de origen - La abuela ya no puede viajar, yo soy su heredera y mi obligación es dejar eso arreglado, no hay nadie más en la familia para ello.

- Pues me has tomado por sorpresa. Nunca pensé que en estos momentos tuvieras que volver a Inglaterra. Es algo peligroso ir a Europa en estos tiempos.

- Bueno, tendré que ir- sonrió con su acostumbrada timidez...- Me preguntaba si podrías acompañarme.

Candy tardó en asimilar lo que le decía y mucho más en responder.- ¿Escuché bien? ¿quieres que vuelva a Inglaterra?

- Si no puedes...

- No, no Paty, no es eso es solo que, bueno, es que me has tomado por sorpresa.

- Entiendo, si no quieres acompañarme o quieres pensarlo...

Candy, con ese sentido de amistad no pudo negarse a la petición de su amiga.- Me parece bien, te acompañaré a Inglaterra ¿cuándo partimos?


- ¡¿Inglaterra?!, ¡¿ que van ir a Inglaterra?! - Archie se levantó con gran sorpresa e incredulidad al escuchar la noticia de Candy - ¿pero es que se han vuelto locas las dos? No es el momento más adecuado para visitar ningún país de Europa.

Candy y Paty fueron muy temprano al siguiente día a visitar a Annie y Archie, en la casa de los Briter en Chicago, un territorio mucho más amistoso para nuestra pecosa amiga. Desayunaban tranquilamente en el jardín, luego de la efusiva bienvenida que le hicieran a su amiga del colegio, quien rato después les contó sus planes de volver a Inglaterra causando la reacción esperada en sus amigos.

- ¿Cómo es posible que tengas que ir a Inglaterra ahora Paty? - preguntó con gran preocupación Annie - Es muy peligroso.

- Sí, eso me sorprende de ti - la secundó Archie.

- Bueno, es un asunto familiar como les explique. No hay opción.

Archie camino de un lado a otro como fiera enjaulada, como si buscara la forma de evitar ese viaje que consideró totalmente absurdo, sobretodo viniendo de alguien como Paty, si fuera una idea de Candy no le hubiera sorprendido demasiado...¡pero de Paty!.

- Albert no aprobará semejante viaje, lo sabes.

- Oh, vamos Archie, esto no es asunto de Albert - contestó Candy desesperada que de nuevo quisieran impedir tomar sus decisiones - Sólo es un viaje para acompañar a Paty, no quiere ir sola y la comprendo; ustedes saben la situación de aquellos lugares, creo que es lo mejor acompañarla.

- Pero son solo un par de mujeres...- dijo Annie con angustía.

- No cambias Annie - le sonrió Patty - Somos un par de mujeres que sabemos defendernos solas, o ¿ya olvidaste las lecciones de nuestra amiga?

- No...pero

- Esto lo sabrá Albert...- dijo Archie pensando en voz alta.

- De acuerdo, está bien que se lo digas cuando vuelva porque nosotras ya estaremos en camino - le sonrió Candy sabiendo la ventaja que tenía de que Albert no volvería dentro de varias semanas.

Candy y Paty se dirigían por una amplia calle rumbo al hospital Santa María, comprendían la actitud de sus amigos y les daba gusto saber que había gente que las quería y se preocupaba por ellas. Pero estaban decididas, ese día Candy solicitaría los días de vacaciones que no había tomado y en una semana partirían rumbo a Europa y para eso tomarían el tren rumbo a Nueva York, esa era la única parte que no le gustaba a Candy, tener que volver a esa ciudad aunque fuera por unas horas.

A toda velocidad, Neil conducía rumbo a la mansión de los Andrey, lo que se acaba de enterar no era posible que fuera verdad. La gran reja de la entrada fue abierta al instante por un sirviente al escuchar los impacientes sonidos del claxon, para dejarle pasar como un endemoniado, frenar sin miramientos frente a la gran puerta de cedro y salir del auto gritando como energúmeno.

- ¡Archibald!... maldita sea, ¡Archibald! - entró furioso cuando un sirviente le abrió la puerta.- Maldita sea, ¿dónde estás Archibald?.

- ¿Qué es ese escándalo? - con gran sobriedad, la tía Elroy apareció por una gran puerta dirigiéndose hacia el enorme y elegante vestíbulo.- Neil, ¿qué es lo que te pasa? ¿por qué entras con esos gritos?

- Tía abuela, ¿dónde está Archie? Necesito hablar con él. - dijo ignorando los comentarios de la adusta señora.

- Primero me explicas los motivos de...

- ¿Qué sucede Neil?- apareció Archie bajando las escaleras interrumpiéndola.

- Dime que Candy no se ha ido a buscar a ese infeliz, la he ido a buscar al hospital y me han dicho que tomó esta mañana un tren rumbo a Nueva York.

- Sí, se fue está mañana.

La tía abuela volteó a mirar a Archie con una cara de terror, totalmente escandalizada sin poder articular palabra; por unos instantes pareciera que todo mundo se quedó sin palabras, Archie pensando como defender a su prima, la tía totalmente sorprendida que no se le informará de la decisión de un miembro de la familia y menos de que éste se había ido para un encuentro amoroso, ¡qué horror!, pensó alarmada. Neil por su parte, sentía una furia enorme.

- Se fue, lo sabías y no dijiste nada Archibald - le reprochó la señora.

- Ella le dejó una carta a Albert quien es el indicado.

- Pero él no está aquí, debiste decírmelo.

- Lo siento - dijo fingiendo pesar, sabía que la tía hubiera impedido hacer ese viaje, y aunque lo hubiera gustado que Paty y Candy no lo hicieran, nunca traicionaría la confianza de su amiga.

- Se fue, se fue a Nueva York con ese bastardo- dijo Neil rabioso.- con nuestro compromiso anunciado, ¡maldición!, ¡maldito sea ese desgraciado bastardo, actor de quinta!.

- Controla tu lenguaje, Neil,- dijo la tía Elroy- y tu Archie, explícame qué pasa con Candy, ¿se ha ido con ese joven acaso?

- No, sí fue a Nueva York, pero sólo para tomar un barco rumbo a Inglaterra, acompañará en ese viaje a Paty, será por un breve tiempo.

Archie esperó que esa explicación la tomará con alguna consideración la tía abuela, sabía que eso era mejor a que pensara que se había fugado, aunque en el fondo pensó Archie que eso hubiera sido algo bueno para su amiga, sabía que aquel aristócrata del cual ya no mencionaba su nombre, no dejaba de vivir en el corazón de Candy.

- ¿Y nuestra boda? ¿cuánto tendremos que posponerlo? Ya ha salido publicado en los mejores periódicos - dijo Neil todavía sin recuperarse del coraje

- ¿En serio? ¿ya lo publicaron? - preguntó complacida la tía.

- Sí, el día de hoy.

- Neil, ¿has anunciado tu compromiso con Candy? Pero eso no es verdad, tú no tienes ningún compromiso con ella.

- Lo tiene Archie. Eso ha sido algo que sólo se ha pospuesto a pesar de lo que diga Albert, él debe entender que Candy debe sentar cabeza de una vez por todas, ya que parece que él tampoco quiere hacerlo, pero bueno, es hombre y todavía está tiempo, pero Candy...

- Ella tiene derecho a tomar esa decisión- dijo Archie con vehemencia.

- Es mujer y sólo tiene el derecho de estar al lado de un hombre pudiente y que mantenga el honor de la familia. Está decido Archie. Albert no está en estos momentos y yo estoy al frente de esta familia, dejaremos que esa jovencita realice ese viaje, pero volviendo se casará con Neil.- se marchó sin mirarlos de nuevo desapareciendo por otras de las enormes puertas de esa mansión.


La luna iluminaba con toda claridad la obscuridad del camino que recorría la locomotora. Por la ventana, Candy veía el firmamento totalmente estrellado, a su lado, Paty dormía plácidamente. Candy había tomado muchas decisiones en su vida, pero aquella le inquietaba demasiado, y no era tanto el temor de ir a lugares amenazados por la guerra, sino el miedo a que en esas breves horas que estuviera en Nueva York pudiera toparse con ella o peor aún, con él.

El trayecto parecía no tener fin, y la vez parecía que el tiempo pasaba volando, sin embargo, ¿qué probabilidades había que se encontrará con él en esa ciudad tan grande? Era muy poco probable, pero era probable, pensó. Rato después por fin se quedó dormida.


En aquel elegante restaurante neoyorquino, un joven atractivo de ojos azules profundos tomaba café con la mirada ansiosa sin dejar de observar la entrada hasta que observó la figura alta de un hombre moreno con barba que se dirigía hacia él.

- Siento haberte hecho esperar, pero es que hay gran revuelo en las calles de esta ciudad.

- No hay problema señor Hattaway, Nueva York cada vez parece más endemoniado.

El hombre se dispuso a ordenar un café y colocar el periódico a su lado en la mesa.

- Me permite- le solicitó el joven, que no era otro que Terry, tomando el pliego de noticias

- ¡Oh! Por supuesto, hoy salió una crítica estupenda sobre tu actuación, todos te mencionan para el Festival de Shakeaspeare como el favorito para las interpretaciones de sus obras, aunque algunos están algo escépticos a que todo se lleve a cabo con lo del conflicto bélico.

- Supongo que es normal - contestó Terry buscando con interés la sección de crítica teatral, cuando una página le llamó su atención.

Sus ojos se quedaron absortos, su piel sintió un helado escalofrío, su corazón sintió una fuerte punzada. Simplemente no podía ser, allí estaba ella con un hermoso vestido de flores y sus ojos más brillantes, la foto era en blanco y negro, pero él estaba seguro que esos ojos verdes tenían el brillo más hermoso y esa sonrisa, vaya todo una foto digna del álbum familiar de los Andrey, sin duda.

El señor Hattaway dirigió su mirada a lo que atrajo la total atención de Terry, cuando este no respondió a sus comentarios.

- Linda joven- dijo pensando que Terry sólo la observaba con el interés normal de los hombres hacia una atractiva mujer - Leí la nota, es de una familia de mucho prestigio en Chicago y se casa con otro igual de pudiente, vaya la suerte que tienen algunos, ¿quién podría dejaría escapar una chica así? Yo no lo haría.

"Yo lo hice", pensó con dolor sin poder aceptar lo que leía: "La señorita Candice W. Andrey prepará su ajuar para su próxima boda con su prometido Neil Leagan, sin duda un gran enlace matrimonial entre tan prestigiadas familias". ¿Neil? ¿comprometida con Neil?, pensó incrédulo al leer el frívolo artículo.

- Imposible - dijo en voz alta sin pensar

- ¿Imposible? - preguntó el señor Hattaway notando ya la actitud extraña de Terry - ¿Terry? Estás bien, ¿conoces acaso a esta joven? - como buen actor, captó la tensión del joven.

- Lo siento, señor Hattaway, recordé que tengo que ir a...tengo que...me olvide de que...este...quede de ir temprano a llevar unas cosas a casa de Susana, ¿lo veo en el ensayo? - dejó el periódico en la mesa.

- De acuerdo, ahí nos pondremos de acuerdo para lo del Festival - dijo sin tratar de averiguar más. Conocía a Terry, y sabía que cuando no quería hablar de algo, no lo hacía, y no quería ver uno de esos repentinos estallidos de carácter. Prefería tener un reservado actor a perder dicha joya.

Sin rumbo, Terry vago por la ciudad hasta que fue parar al muelle, solo en aquellas regiones, allí dio rienda suelta a su furia, a su amargura y su tristeza. Dolía, haberla perdido todavía dolía y saber que era para siempre era que quedarse sin vida, hueco.

- Candy...no lo entiendo- unas lágrimas recorrieron silenciosas sus mejillas, retirándolas con furia al recordar.- Con Neil, es imposible...o tal vez no, la gente cambia. No, no es posible, no importa si es con ese maldito o no...Candy.- las lágrimas no dejaron de brotar silenciosas, mientras ese hombre orgulloso se doblegaba ante esa tristeza que pareciera ahora no tener fin.

Nunca supo si fueron minutos u horas las que estuvo allí recordando el pasado, los tiempos buenos y los tristes después de esa separación. "¿quién dejaría escapar una chica así?", había dicho el señor Hattaway. "Yo lo hice, yo soy el único que podría hacer semejante estupidez".

Al volver a su apartamento, encontró la puerta abierta, no se sorprendió al ver a Susana esperándole.

- Me trajo mi madre - dijo como excusa al notar su rostro frío.

Terry trató de no mostrar su molestia, después de todo, ella no tenía la culpa de sus decisiones, él decidió estar a su lado.

- Tengo rato esperándote ¿dónde estabas?

- Por ahí - dijo brusco, para luego al verle su cara asustadiza suavizó el tono - lo siento, estuve dando algunas vueltas para dejar listo de mi próximo viaje a Inglaterra.

- Oh, sí, ese viaje...-hizo una pausa y se atrevió a decir sin mirarle al rostro .-... me preguntaba si podría acompañarte.

- ¿Acompañarme? Susana no estás en condiciones de hacerlo- dijo serio.- Es un viaje muy largo para alguien en tus condiciones, créeme.

- Lo dices porque no puedo caminar, porque soy una inválida.

- Susana, por favor, no empieces- le dijo sin poder evitar el disgusto -sabes que no es por eso, simplemente que es un viaje muy largo y bueno, estaré allá trabajando no tendré tiempo como para poder atenderte.

- Mi madre podría acompañarnos...

- No lo sé, Susana, voy a trabajar no a divertirme, tendría que comentarlo con el señor Hattaway- dijo como pretexto.

Susana sonrió con timidez .- Ya lo hice, me dijo que no hay problema, conoce mi amor por el teatro y bueno, dijo que no me podía negar semejante privilegio.

Terry asintió sin saber que otro pretexto poner, pensaba que con ese viaje a Inglaterra descansaría de la tensión constante que ejercía la madre de Susana, que podría aclarar sus pensamientos y decidir definitivamente el día de la boda. Sin embargo, sin planes se fueron por la borda, y justamente en ese momento que más necesitaba la soledad, no veía la manera de escapar. Los minutos pasaron mientras Susana hablaba y hablaba sobre el próximo viaje, sin ocultar su regocijo de hacer ese viaje al lado de su amado, pero al rato notó la actitud distante de él, la mirada fija en la nada, y al instante adivinó lo que ocupaba sus pensamientos.

- ¿Te ocurre algo? - intentó corroborar su más grande temor.

- Eh...ah, no, no me pasa nada, estaba pensando...en el viaje - dijo sin mucha convicción.

- Eres actor - dijo bajando la mirada y arrastrando las palabras con cierta amargura - pero hay cosas que no puedes fingir.

- ¿De qué hablas Susana? - se puso de pie nervioso.

- La viste, sé que la vista en el periódico, yo también la vi. Se te nota en la cara - trató de calmar sus enormes celos al darse cuenta de la realidad que siempre quería ignorar - ¿Es que nunca vas a olvidarla?

- Susana...

- ¡No!, ¡Susana no! - estalló sin poder ignorar más lo que en realidad Terry sentía por ella - Susana no, nunca dices mi nombre con cariño, se oye frío sin sentido. Nunca dices un "Susie" o "cielo", "amor"...un apodo tierno - sus lágrimas empezaron a caer por sus mejillas - como a ella ¿por qué?

- Cálmate por Dios - se arrodilló para tranquilizar.

- Yo te amo, más de lo que pudo amarte esa mujer...- lo miró con fervor, suplicando.

- Susana.- desvió la mirada.

Continuó ella con desespero - Ella no te ama más ¿qué no lo entiendes? se va a casar con otro, ya te olvidó. ¿Por qué no intentas amarme aunque sea un poco Terry? Ella no te merece, ya te olvidó - insistió y siguió hablando con vehemencia - mintió al decirte que te amaba, fue falsa, te engañó, Candy no es buena para ti...

Terry no soportó más escuchar tanta ofensa contra Candy - ¡Cállate!, No debes ni mencionar su nombre - alzo la voz furioso por la noticia que se había enterado y por la ofensa ante el gran amor que sabía que Candy sintió por él - No sabes ni una maldita cosa de lo que realmente pasó, ella me amó, ¿sabes? - ya había empezado y no pudo detener su amargura y frustración - Me amó lo suficiente como para no dejarme decidir y evitar que las decisiones de aquel día no pendieran sobre mi cabeza, ella tomó la decisión de dejarme a tu lado, ella terminó con todo para que yo no tuviera remordimientos.

De pronto se dio cuenta de la cara desfigurada de Susana al escuchar las palabras de él, pero ya era tarde, ya le había causado dolor - Se casa -dijo con ojos brillosos, reprimiendo las lágrimas - Y no me importa quien es el elegido, siempre y cuando eso la haga feliz. - trató de calmar la mezcla de emociones dolorosos que lo embargaban, sobre todo al ver a Susana - Yo...lo siento, no quise ser grosero. - se incorporó y fue hacia la ventana al ver las desoladas calles.

La mujer en la silla de ruedas lloró en silencio, oyendo repetidamente en su mente las palabras de Terry. Estuvieron buen rato en silencio, hasta que ella habló de nuevo.

- ¿Me llevas a casa? - dijo como si nada hubiera pasado - Le dije a mi madre que me llevarías antes de irte a los ensayos. Tengo que decirle que debemos preparar las maletas, yo nunca he ido a Europa, menos a Inglaterra, a tu patria.

Fingiendo su sorpresa, prefirió seguirle el juego .- Sí, tengo que ir al teatro ya.


Por aquellas transitadas calles, dos atractivas jovencitas miraban a su alrededor.

- ¡Cuánto cambio! - habló sin pensar Candy - La última vez eran carruajes por todos lados, pero ahora veo más automóviles.

- Creo que Nueva York está exagerando en su modernidad.

- Y sin duda el teatro ha contribuido mucho - comentó ya analizando sus palabras.

Patty fingió no notar el comentario de Candy.- Tendremos que buscar donde dormir, el barco parte hasta mañana.

- Sí pero primero debemos comer algo, me muero de hambre - protestó Candy guiñándole un ojo.

Avanzaron unas cuadras cuando dieron con un modesto café, entraron, se sentaron en una mesa y ordenaron comida y comieron como si nunca hubieran probado bocado.

- Si con esto no me reviento, no me revantaré nunca - comentó Patty risueña, volteando hacia la ventana y notar a un señor rodeados de un par de niños con sus padres - Mira, bombones de azúcar, ¿quieres uno?

- Mmmmmm, imposible rechazarlo...- dijo traviesa - Adelántate mientras yo pago la cuenta.

Al mismo tiempo, Terry conducía por su acostumbrada ruta rumbo a la casa de Susana, cuando al dar una vuelta en una esquina, su compañera del asiento de a lado, le señaló al hombre que vendía tan codiciado dulce, pidiéndole uno. Se estacionó y le habló al hombre. Terry le pagaba al vendedor cuando escucho una voz a sus espaldas.

Señor, ¿me da dos, por favor?

Instintivamente volteó para encontrarse con un rostro familiar, pero un poco más femenino, menos infantil. La joven no se percató de la presencia de aquel popular joven de sus años escolares hasta que intentó pagarle al hombre de los dulces.

- Yo los pagaré - escuchó una profunda y atractiva voz. Confusa volteó hacia el dueño de aquella voz tan masculina y se quedó helada al identificar aquel rostro.

- ¡¿Terry?!- chilló sorprendida cuando su voz pudo salir.

- Patricia O`Brien - declaró sin ocurrírsele que Candy estuviera cerca - ¡Vaya sorpresa!

- S..s...sí que lo es. - ¿Qué haces aquí?

Susana notó la familiaridad de Terry hacia la desconocida, sintiendo una punzada de celos como de costumbre hacia toda mujer que hablará con él.- ¿Quién es ella?

- Oh, disculpa, permíteme presentarte a Susana Marlowe, mi...

- Patty...-gritó una voz desde el otro lado de la calle sin permitirle ver bien la persona que hablaban con ella a causa de un árbol que los cubría.

Mortificada, Patty ignoró toda cortesía y se apresuró a irse .- No le diré que te vi. - se dio la media vuelta y cruzó la calle, entonces Terry y Susana distinguieron a la rubia que le esperaba al otro lado de la calle. Con prisa, Patty tomó a Candy del brazo para perderse en una esquina entre la gente.

NOTAS DE LA AUTORA: Hola a todos los Candyfans, después de pensármelo un tiempo me animé a escribir sobre cómo pudo continuar la vida de Candy y algunos de los personajes. Yo también soy una de esas fans que todavía no comprende porque terminó la historia como terminó teniendo a tan cotizado galán. Le agradezco a Alys - autora de "Reencuentro en el Vórtice" a quien realmente admiro por su historia que nos mantiene a la expectativa, y que honestamente me gustaría que las autoras la avalaran como la segunda parte de la serie -, a Elaine por permitirme este pequeño espacio y a todos ustedes que han leído este fic, espero les agrade y trataré de pronto publicar la continuación...Saludos a todos...Candy y Terry juntos por siempre. Angie F. (algely )