Los personajes con nombre propio (excepto uno), parte del trasfondo y cuanto esté relacionado con Harry Potter pertenecen a su autora, J.K. Rowling. No obtengo ningun beneficio material publicando este relato.

Prólogo

Soy Dios. Así me siento y así lo soy. Desde lo más alto de la más alta torre, lo sé todo. Omnisciente. Omnipresente. Omnipotente. Nada escapa a mi visión ni a mi control. Todo da vueltas a mí alrededor. Soy Uno, girando eternamente sobre mí mismo.

La tormenta estalla a mí alrededor. Gime y grita, como mil trompetas pregonando el Apocalipsis. Desata su furia, su ira. La gente corre. Huye. Muere. Soy el rey del mundo, pero en torno a mí, el mundo deja de existir…

La batalla se acerca.

– ¿Por qué lo hice? Porque ya no podía más. Ya no podía callarme. No podía aguantar en lo que se había convertido… Tenía que hacer algo. Lo que pudiese. Por eso lo hice. Fue culpa suya, en el fondo. Por ser lo que era… después de ser lo que fue…

El cadáver yacía en su despacho, en su delicado equilibrio sobre la silla. No había marca alguna. Con sus ojos abiertos, con una expresión de sorpresa, de miedo… de ¿hastío?

Fui yo quien encontró la nota. El resto estaba demasiado ocupado buscando huellas, marcas o cualquier otra cosa, y no repararon en que en la mesa, llena de documentos, había algo que no debería estar ahí. Era un pergamino viejo, escrito apresuradamente con un bolígrafo muggle. Todavía me acuerdo de cómo empezaba… "Soy Dios…"

–Qué cosas ¿no? El Elegido; el Niño que Vivió; vencedor de Voldemort, campeón de Quidditch; jefe de todos los aurores del ministerio, aunque gracias a nosotros; Harry Potter… convertido en un dictador bananero del tres al cuarto… patético… por eso lo maté, porque en el fondo lo admiraba.