Cápitulo1: "El préstamo de la Voz"
Perdida en el tiempo.
Olvidada en mitad de ninguna parte y de todos los lugares a la vez.
Es inmortal en el tiempo y el espacio.
¿Quién o qué soy? ¿Dónde y cuando existo? ¿Por qué estoy aquí?
Se perdían sus acertijos en la oscuridad que la rodeaba, nunca sería nada, jamás podría ser algo o alguien, porque no tenía la oportunidad de hacer cualquier cosa para remediar su situación. Caía o tal vez se hundía, quizás solo flotaba o puede que estuviese volando; aunque si carecía de cuerpo como ella pensaba no podría hacer nada de aquello; pero si pensaba existía ¿no?
- "Debo intentar sentir algo más, ver, oír, tocar, saborear, oler, hablar, caminar, correr…" – se perdían sus pensamientos en una espiral infinita. – "Seré la magia, el poder y la fuerza, seré la alegría, la fe y la esperanza, seré algo o alguien importante para aquello o aquellos a los por los que mi alma luche por seguir adelante." – disfrutaba usando eso que la especie humana llamaba "imaginación" para sentir todos sus pensamientos mucho más reales.
- ¿Te pondrías un nombre? – preguntó una voz irrumpiendo en sus pensamientos rompiendo su soledad por primera vez desde el comienzo de su infinita existencia.
- Seré Luna, porque la especie humana ama ese satélite nocturno, pero a la vez tendré un nombre menos ambicioso… ¿pero cual escoger? Hay tantos. – respondió ella a la voz que la había interrumpido.
- ¿Te gustaría ser Scarlet? – preguntó la voz de nuevo recibiendo una afirmación por parte de ella. - ¿querrías ser una bruja?
- ¿Bruja? – preguntó a la voz con curiosidad al no saber que significado tenía aquella palabra. – Quiero ser humana. – espetó sin esperar a la respuesta de la voz.
- Una mujer humana con poder, magia y fuerza es una bruja. – explicó la voz a la existencia pensante que atendía expectante. - ¿quieres conocer todo lo que existe en el universo y el infinito? – preguntó de nuevo y recibió otra afirmación. – pero sabes que los humanos no recuerdan todo con tanta claridad como tú o que si te convierto en un ser humano serás mortal y cuando mueras volverás aquí, sola para el resto de la eternidad, ¿aun así quieres ser humana? – Ella pensó durante unos momentos sobre aquello.
- Aun así, aun si quedase aquí por el resto de la eternidad, sola, como dices; durante toda una vida humana, lo que para mí no implica mucho tiempo, habré sido uno de ellos, habré visto lo que ellos ven, habré tenido una cara, un cuerpo, tal vez entable amistad con alguno de esos extraños seres o descubra por fin el significado de la palabra amor, la cual no entiendo, porque yo no puedo sentir… - comenzó a enumerar razones por las cuales quería ser uno de los miembros de aquella especie aunque la experiencia una vez terminada le causase más dolor que alegría. – Por todo ello y mucho más deseo ser un ser humano aunque sufra siendo uno de ellos.
Después de esa conversación la voz desapareció y en mitad de la nada donde esa existencia incorpórea habitaba apareció un cuerpo humano. Con una nota al cuello que decía: "Modelar al gusto del alma que lo habite, instrucciones: meter el alma en el cuerpo y esperar a que la luz cese" Se le ocurrió una duda, ¿dolería? ¿Dolería meterse en el cuerpo? ¿Dolería que este cambiase para transformarse en lo que ella deseaba ser? Pero le dio igual, no temía al dolor, porque nunca lo había sentido.
Y así fue como se metió en aquel extraño cascaron humano, su piel se tornó suave y de un tono rosa blanquecino que incitaba a que la mirasen; su nariz se perfiló delicada ofreciéndole la capacidad de percibir olores; su boca se abrió y sus labios tomaron consistencia, rojos como dos pétalos de rosa e igual de suaves aunque ni muy grandes ni casi inexistentes, eran perfectos y casi tan tentadores como el resto de lo que se estaba formando; después fue el turno de sus senos, ella no los imaginaba muy prominentes pero si quería que le diesen cierta sensación de curvas a su cuerpo humano igual que sus caderas; manos y pies pequeños pero resistentes, piernas y brazos fuertes pero de aspecto delicado; por fin llegó el turno de su cabello, lo deseaba negro, pero también quería que tuviese reflejos rojizos, como mechas del color de su sangre y al final lo único que quedaba por escoger fueron los ojos.
- Hay tantos colores y formas. – se dijo escuchando su voz humana por primera vez con las pequeñas orejitas que aquel cuerpo poseía. – Me gustaría que fuesen el reflejo de mi "alma" pero…
- Te sugiero que te decidas pronto, pues en pocos minutos llegaras a una dimensión y a un mundo desconocidos para ti donde mayormente solo hay humanos. – dijo la voz y ella abrió los ojos sin pensar aun en el color. – es perfecto, ese color es perfecto para tu "alma". – dijo la voz y ella pudo ver una luz antes de caer suavemente sobre algo frío mullido.
Su cuerpo se estremeció y tembló de manera incontrolada por un instante al sentir aquella superficie fría y suave al contacto con su piel. Después de aquello algo se acercó muy deprisa hasta ella, pero no lo vio muy bien, porque sus ojos aun no estaban acostumbrados a tanta luz.
- ¿De donde has salido? – preguntó una voz asustada e intrigada, procedente de aquel que la observaba. - ¿Quién eres?
- Luna… me llamo Luna Scarlet. – contestó frotándose los ojos al observar frente a ella uno de esos seres a los que tanto envidiaba y apreciaba. - ¿Dónde estoy?
- Está en el reino de Esfera, en las afueras de la ciudad del Principio y el Fin. – contestó el chico tirándole una cosa por encima. – Tápese, no sé como ha llegado aquí Luna, pero debería ponerse algo de ropa para no coger algún resfriado.
- ¿Ropa? ¿resfriado? – preguntó Luna tapándose con lo que él le había tirado cubriendo su recién estrenado cuerpo. - ¿Qué significado tienen esas palabras? – preguntó y él la miró completamente atónito.
- Ropa es… son… es algo de tela u otros materiales que se usa para abrigarse y no enfermar. – explicó y Luna sonrió gentilmente como agradeciéndole la explicación. – Y un resfriado es una enfermedad que causa dolores, hace que el cuerpo se caliente mucho y que casi no te puedas mover. – intentó simplificarlo al máximo y Luna sonrió aun más radiante al joven, que se sonrojó, estaba poco acostumbrado a que le sonriesen de esa manera.
- Tus mejillas están más rojas que antes, ¿eso es parte de un resfriado? – preguntó con inocencia y él se sonrojó aun más si cabe. – está empeorando… déjame comprobar algo. – pidió levantándose por fin del suelo dejando caer la capa, por lo que el chico se giró dándole la espalda.
- ¡Tápese! – gritó y Luna retrocedió asustada por el grito, pero comprendió que debía cubrir su cuerpo con aquella tela. Lo intentó, pero no conseguía que la tapase del todo. - ¿Está ya vestida? – ella no contestó y emitiendo un sonido de frustración del que se rió al instante decidió probar su magia. Con susurrar que quería ropa sobre su cuerpo apareció un vestido blanco de manga larga con pequeñas flores violetas bordadas en los puños de las mangas, en el cuello barco de la prenda y en el bajo de la falda que le cubría hasta los pies, con una cinta también violeta atada en la espalda con una preciosa lazada perfecta. En sus pies aparecieron unas zapatillas muy cómodas de color violeta y sobre sus hombros abrochada al cuello con un broche lleno de piedras de brillantes colores, apareció una capa blanca, muy cómoda y calida. – Magia… - dijo el joven que se había girado al no obtener respuesta y había visto como de la nada había aparecido aquella ropa cubriendo el cuerpo de Luna.
- Ahora estas del color de mi ropa, ¿estas bien? – interrogó ella acercándose al chico que retrocedió y callo sentado sobre la mullida y húmeda hierva. – Déjame comprobar que estás bien, por favor. – suplicó ella con una sonrisa triste agachándose hasta quedar a la altura del joven. Él cerró los ojos con fuerza por el miedo que le daba aquella bruja, pero al abrirlos comprobó que ella simplemente había posado su mano sobre la frente de él apartándole el flequillo con cuidado.
- Estoy bien. – contestó el joven agarrando la muñeca de la joven para apartar la mano de la bruja de su frente, pero al sentir esa suave piel y esa fina muñeca apresada por su mano fuerte y algo ruda, volvió a recuperar el color rosa tostado de sus mejillas y la miró a los ojos. – Son violetas, pero también son azules. – susurró y ella le miró confusa inclinando levemente la cabeza hacia la izquierda.
- ¿Qué cosa es de tal color? – preguntó y él soltó su fina muñeca para que la joven terminase lo que fuese que le estuviese haciendo. Pero nada más soltar su muñeca de la mano de la joven salió una luz plateada que le cubrió la cabeza con una brisa tibia. - ¿mejor? – preguntó con la sonrisa más radiante e inocente que un cuerpo humano puede mostrar. – Aun no sé su nombre, ¿Cómo os…?
- Samuel Rogers – dijo él poniéndose en pie ayudándola a levantarse, había algo en la mirada de la joven que le incitaba a protegerla. - ¿Tenéis donde pasar la noche? – preguntó Samuel agarrando con delicadeza la mano de la joven, intentando que no notase su falta de delicadeza como la vez anterior. – Porque está comenzando a caer la noche y no es recomendable para alguien con magia quedarse a la intemperie con todos esos cazadores de magia pululando por aquí. – le dijo caminando hacia una pequeña casita rodeada por una tapia baja, junto a una muralla de tres o cuatro metros de alto al final del prado de hierva verde y mullida.
- Debo preguntar. – dijo ella y él se detuvo en seco al oír la voz de la joven bruja, para mirarla a la cara, descubriendo la preocupación de su mirada. - ¿Qué te harán los cazadores de magia si me encuentran en tu casa? – preguntó acariciando el dorso de la mano de Samuel con su fino pulgar; el interpretó que para tranquilizarlo, ella lo hacía porque le gustaba poder sentir con aquello que llamaban tacto.
- ¿Te preocupas por lo que me pase a mí y no a ti? – preguntó soltando la mano de ella, quien alzó su mirada azul violácea hasta los ojos del chico que la miraba enfadado y triste, pero ella no sabía porque esa mirada le hacía sentir un nudo en la garganta que le impedía hablar.
- "Sus ojos son grises; no es excesivamente ancho de hombros; sus manos son un poco ásperas y duras, pero calidas y fuertes; su pelo rojo como la sangre es suave, pero mucho más corto que el mío." – pensó distraída sin decir o hacer nada mientras Samuel esperaba una respuesta coherente a su pregunta. En aquel momento lo notó, a la espalda del chico, cayeron del cielo tres hombres y un ser blanco. – Magos y espadachines. – murmuró agarrando la mano de Samuel y tirando de él corrió hacia esos tres extraños. – Samuel, no debes asustarte, pero puede que esos hombres tengan magia como yo. – Samuel agarró más fuerte la mano de Luna y aceleró el paso para ir a la par que ella. – Deberías ir hacia tu casa.
- No dejaré sola a una persona que ni si quiera sabe que significa la palabra ropa. – dijo Samuel muy serio y Luna sonrió corriendo sin cambiar el rumbo ni soltar la mano de Samuel.
- Mira Kuroncete, una linda parejita… - dijo un hombre de cabello rubio, pero mientras decía aquello se colocó medio disimulando entre los otros dos y los dos que corrían. – Hola. – saludó con amabilidad el rubio de ojos azules una vez Luna se detuvo a unos tres metros de ellos, dos metros del rubio.
- Eres… un mago. – dijo Luna feliz por la sensación acelerada en su pecho que respiraba agitado, tras la carrera. – Un mago que viaja entre dimensiones. – dijo eufórica con una de sus sonrisas radiantes de felicidad e inocencia, porque había encontrado a alguien que sin que esa persona lo supiese, ella conocía casi desde el mismo día de su nacimiento.
- Supongo que podría llamarse así. – contestó con una medio sonrisa falsa que entristeció un poco a Luna. - ¿Vosotros quienes sois? – preguntó al ver como el chico que acompañaba a Luna los miraba desconfiado.
- Yo me llamo Luna Scarlet, este es Samuel Rogers. – dijo ella tomando la mano de su compañero con delicadeza, para comprobar que seguía junto a ella. – Y vosotros sois: Fay, Shaoran, Kurogane y Mokona Modoki. – sonrió ella avanzando un paso hacia ellos, pero Fay retrocedió. – Deberías haberte dado cuenta de que soy… te costó mucho estudiarme. – le dijo con dulzura a Fay que abrió los ojos como platos y dejó de retroceder alarmando a Kurogane que llevó su mano a su catana.
- Espera… - pidió Fay avanzando hacia Luna. – Eres el ser que se creó a raíz de todos los recuerdos de los humanos. – dijo Fay un poco cohibido, sintiéndose pequeño frente a aquella "persona" tan poderosa. – Pero se supone que no tienes cuerpo y habitas entre el tiempo y el espacio. Junto a… - se detuvo al notar que ella lo ignoraba mientras paseaba su mirada por su rostro con unas leves lágrimas en el rostro.
- Has sufrido tanto, Yuui. – murmuró de forma que solo él la oyó, pero al oír aquel nombre el viajero se estremeció levemente. – Vuestros recuerdos son tan poderosos y dolorosos, solo erais dos niños. – murmuraba llorando y de cada lagrima que caía de sus ojos y tocaba el prado surgían hermosas flores blancas. – Fay pensó en ti hasta el final y no te guarda rencor… él nunca podría… - El rubio estaba estático, la tristeza le invadía el pecho, pero a la vez se sentía aliviado. – Concéntrate en él y en mí, o en la esencia de cualquier persona que conozcas y luego en mí; yo soy parte de todos ellos aunque no lo sepan. – le dijo ella abrazándolo y al segundo el mago la abrazó también acariciando con sus manos el largo cabello de la chica. – No estás solo, no como yo.
- Luna… - la llamó Samuel algo temeroso de que ahora que ella parecía haber encontrado a alguien que conocía lo olvidase allí en mitad del prado, pero lo que más le preocupaba era que la encontrasen los cazadores de magia. – Podéis venir con nosotros a mi casa, aquí corremos peligro. – Dijo Samuel tragándose todo su orgullo invitando a los desconocidos también. – Total, Duna me va a matar igualmente por llevar magos a casa. – dijo apartándose el flequillo de la cara, para ver como Luna le sonreía desde los brazos del mago rubio.
- Sam y Fay tienen el mismo corte de pelo, Puu. – Mokona rompió el silencio y Luna se rió soltándose con cuidado de los brazos de Fay para coger a Shaoran y a Kurogane de las manos guiándolos tras ella, por el prado. – Mokona también quiere mimitos, Puu. – dijo saltando sobre la cabeza de Fay que la abrazó con una sonrisa sin pizca de falsedad. – Fay está contento, Puu. Kuro-rin se va a poner celoso, Puu. – le dijo y el guerrero la fulminó con una mirada asesina, antes de notar como Luna le sonreía.
- Si quieres yo puedo llevar a Mokona y Fay puede ir con Kurogane, pero es que yo quería estar un ratito contigo antes de que volváis a poneros a perseguiros y pelear. – dijo ella con su sonrisa inocente y el guerrero apartó la mirada un poco sonrojado pero se topó con la mirada de Fay que aun le hizo sentirse más contra la espada y la pared. – Shaoran, ella está bien y te echa de menos. – le dijo al chico que la observaba en silencio desde hacía un rato, ambos se dedicaron una gran sonrisa. – Samuel, ¿podrías explicarle a Shaoran un poco más sobre tu mundo? Por favor. – le suplicó con una de sus sonrisas inocentes.
- Cla… Claro. – dijo él algo sonrojado esperando a que Shaoran se pusiese a su altura encabezando la marcha hasta su casa.
- No quería que se sintiera excluido, es un alma muy sensible, como tú. – le dijo a Kurogane que la miró perplejo. – ¿Me llevas a caballito? Es que siempre me ha gustado ver cuando llevabas a Tomoyo a tu espalda, parecía divertido. – le dijo ella con una gran sonrisa.
- Siempre has estado sola en aquella oscuridad, viendo nuestros recuerdos, viendo como todos eran felices o desgraciados sin poder hacer nada, ¿verdad? – preguntó Kurogane sorprendiéndola. - ¿no podías desconectar y dejar de observar esos recuerdos? – preguntó y ella se detuvo sonriendo, miró a Fay de reojo porque el mago iba con Mokona un poco más atrás que ellos. Acarició la mejilla de Kurogane, sorprendiéndolo y reconfortándolo.
- Si hubiese desconectado nunca hubiese podido ver vuestro viaje, ni vuestras vidas. – sonrió y Kurogane pareció más confuso. – Y en un principio se supone que no estaba sola, pero eso es algo en lo que no me gusta pensar, como a ti no te gusta pensar en cosas relacionadas con tus sentimientos, ¿verdad, Kuro-tan? – preguntó cambiando de tema sin que él lo notase con una sonrisita traviesa, pero Kurogane solo gruñó fingiendo estar enfadado. – Lo suponía, cuando se trata de correr detrás de alguien siempre corremos detrás de la misma persona. – dijo riéndose, por lo que Kurogane volvió a gruñir. - ¿al final me llevaras a caballito en tu espalda? – preguntó con una mirada expectante, por lo que el espadachín tiró de su brazo y Luna saltó, él la agarró por las pantorrillas mientras ella sonreía feliz. – Tener un cuerpo humano es genial. – murmuró jugueteando con el pelo de Kurogane mientras miraba hacia el horizonte con una gran sonrisa. La suave brisa acariciaba su cara, el olor de la hierba húmeda le hacía cosquillas en la nariz y el viento le traía a sus oídos las voces de Shaoran y Samuel que charlaban amistosamente.
- Luna Scarlet, es un nombre interesante. – dijo Fay alcanzando al espadachín y a la chica que había conseguido arrancar una sonrisita al hombre que la llevaba a su espalda. - ¿Cómo se te ocurrió llamarte así? – preguntó el mago a la chica que alzó la vista hacia el satélite plateado que esa noche tenía forma de C.
- A la luna la aman o alguna vez la han amado todos los humanos de los que tengo recuerdos, yo quiero ser como ella un faro de luz entre toda la oscuridad pero que cuando falte el vacío que deje esté cubierto de estrellas. – respondió sin apartar la vista de la luna, mientras Kurogane y Fay la miraban asombrados. – Scarlet me lo sugirió la voz.
- ¿Voz? ¿de quien? – preguntó Fay un poco alarmado, ya que si esa "voz" había dado un cuerpo que pudiese aguantar el poder de Luna debía ser alguien o algo muy poderoso y puede que peligroso. – Mokona, ¿podrías preguntarle luego a Yuko si ella sabe algo de esto?
- No era la voz de Yuko. – respondió Luna sin apartar la mirada del cielo nocturno. – parecía un eco, una existencia que se desvanece en el tiempo y el espacio. – respondió Luna abstraída del mundo mientras miraba aquella C plateada que adornaba el cielo. – Si fuese "ella"… no, me habría destruido en vez de concederme mi mayor anhelo. – susurraba mientras jugueteaba distraída con el pelo negro de Kurogane.
- Tierra llamando a Luna, baja ya de tu mundo y de la espalda del tipo que da miedo y entrad a casa antes de que los cazadores de magia pasen por aquí en su guardia. – dijo Samuel un poco molesto. – Duna quiere conoceros y Shaoran agradecerá dejar de ser el centro de atención de mi hermanita, la loca. – dijo mirando algo territorial al hombre que cargaba a Luna sobre su espalda. – El rubio y el hombre de negro ya entran, deja de atosigar al pobre muchacho. – pidió con un grito hacia dentro de la casa donde se oían gritos de emoción de lo que parecía una manada de mujeres histéricas.
Una joven de la edad de Shaoran, aproximadamente, salió al umbral de la casa y gritó emocionada mientras Kurogane bajaba a Luna de su espalda. La chica se abrazó al cuello del mago rubio gritando eufórica y pletórica con la emoción de esconder en su casa a unos magos forasteros tan apuestos. Llevaba su pelo color naranja rojizo recogido en una coleta alta, que se lo apartaba de la cara pero dejaba ver que lo tenía muy largo, porque aun estando recogido le llegaba por debajo de sus omoplatos; su flequillo estaba cortado recto a la altura de sus finas cejas. Debajo de estas se encontraban dos ojos de un gris verdoso que miraban todo con emoción, una fina nariz, una boca de labios rosáceos, piel de color rosa tostado como la de su hermano y un cuerpo muy desarrollado para su edad.
- ¡Es tan, pero tan apuesto! – gritó abrazada a Fay que sonreía un poco incomodo ante el contacto directo de la joven. - ¡Un espadachín! – gritó al ver a Kurogane, soltando a Fay, saltó sobre el hombre de pelo negro y ojos rojos. - ¡Es tan fuerte! Te podrías parecer un poco a él, Sam. – dijo la chica reparando por primera vez en la joven de cabello negro con mechas rojizas, que la observaba desde la espalda de Kurogane. - ¿Eres la hermana de este espadachín? – preguntó la joven a Luna que negó con la cabeza algo impresionada por ese comportamiento humano tan interesante. - ¿Eres su novia? – preguntó, Kurogane gruñó y Fay se rió con picardía.
- ¿Novia? – preguntó mirando a Sam que esperaba también una respuesta. – Fay, ¿Qué es una novia? – preguntó al mago al darse cuenta de que Sam no iba a responder.
- Una novia es aquella persona por la que un hombre siente un amor especial y por eso la cuida, la protege e intenta no separarse de esa persona, porque sino ambos sufrirían. Y mientras están juntos pasan la mayor parte del tiempo creando recuerdos preciosos en común. – respondió Fay y ella asintió. – Por ejemplo… mmm… no se me ocurre un ejemplo. – les dijo a Sam y a Kurogane.
- Ya lo he entendido, no necesito un ejemplo, tengo unos cuantos muy claros. – dijo ella mirando hacia el umbral donde apareció Shaoran. – Sakura y Shaoran, el rey Yasha y la reina Ashura o Fay y Kurogane. – murmuró para sí haciendo reír a Mokona, a Sam y a Fay, mientras Duna soltaba apenada a Kurogane que fulminó a la pensativa chica con una mirada llameante y asesina, mientras Shaoran intentaba no reírse y que nadie notase su sonrojo. - ¿me he equivocado?
- Creo que le hubiese quedado más claro si en vez de decir "persona" cierto rubio hubiese dicho mujer. – dijo entre risas Samuel, sacando a Luna de sus pensamientos. – Aunque he de admitir que hacéis buena pareja. – dijo tomándole el pelo a los dos viajeros, para desahogarse porque estaban todo el rato junto a Luna. Fay paró de reír un poco avergonzado y sonrojado, mientras que Kurogane sin previo aviso le dio una colleja a Sam.
- Entonces… ambos están libres. – afirmó Duna intentando volver al ataque. - ¿entonces quien eres? ¿por qué estas todo el rato con ellos? – preguntó Duna temiendo aun que fuese la novia de Fay.
- Es algo así como mi hermana. – dijo Fay abrazando a la joven que sonrió, mientras Kurogane caminaba hacia la casa, con Duna pegada a él como una lapa. – Kuro-pon, no te pongas celosito que solo es mi hermanita pequeña. – dijo el mago corriendo detrás de Kurogane hacia la casa, detrás de él entró Shaoran temiendo que destrozaran la casa o que Kurogane se hartase de su anfitriona e hiciese algo que la ofendiese. Se quedaron Sam y Luna fuera de la casa, ella subida en una pequeña tapia que rodeaba un jardincito junto a la casita, mirando de nuevo el cielo nocturno y él se apoyó contra un árbol que crecía a pocos metros de la valla dentro del jardín; mirándola confundido, embelesado, feliz, intrigado, temeroso… y sintiendo mil emociones más con solo mirarla, mientras ella estaba abstraída mirando el cielo.
- Deberíamos entrar, los cazadores de magia… - no terminó la frase pues Luna cayó de la valla hacia dentro del jardín, Sam, se lanzó para cogerla pero se pasó con el impulso y ella calló sobre él. – Luna… Lu… - la llamó pero ella estaba profundamente dormida.
- Buena captura, hermanito. – dijo Duna con una sonrisita mientras él se levantaba del suelo con la chica dormida entre sus brazos, Samuel vio a su hermana y a los extraños asomados a la puerta. – Veo que te ha caído simpática, a pesar de ser una bruja de esas a las que tanto temes. – dijo la muchacha con una sonrisita cargada de ironía cuando Sam aun cargando a Luna, pasó junto a ella por el umbral de la puerta. Su rostro mostraba una madurez casi excesiva para alguien de su edad.
La tumbó en su cama, en el piso superior de la casa y bajó a ayudar a su hermana y a los forasteros a poner la mesa y a hacer más comida porque eran bastantes más de los que Duna esperaba. Pero mientras en las sartenes y los cazos se cocinaba la cena, Luna soñaba que volvía a estar rodeada de oscuridad, pero no estaba sola, sino que estaba con aquello a lo que tanto temía que regresara junto a ella, temía que "ella" volviese a aquel lugar perdido en el tiempo, olvidado en mitad de ningún lugar y de todas partes. El regreso de aquel ser tan opuesto a ella como la muerte y el nacimiento, como el amor y el odio, como el cielo y el infierno. Ella y ese ser una vez fueron un solo ente, pero desde hacía milenios se había separado por un motivo para ella importante, para el otro ente insignificante, pero suficiente como para que las dos criaturas más poderosas del universo decidieran dejar de hablarse o tener nada que ver la una con la otra.
El pecho humano del cuerpo de Luna descendía y ascendía agitado por la pesadilla entremezclada con recuerdos, no de los humanos, sino los suyos. Recuerdos de discusiones pacificas llevadas a cabo hacía eras, milenios…recuerdos felices que ahora dolían como cuchillas. Samuel y Fay subieron para despertar a Luna, pero no fueron capaces de pasar de la puerta, porque Luna para intentar protegerse de aquella pesadilla había creado un escudo mágico alrededor de su cuerpo.
- Kurai, no… por favor… - decía dando vueltas y retorciéndose sobre la cama. – Los humanos no merecen la destrucción… ellos no son todos malos… por favor… atiende a razones. – suplicaba mientras su frente se cubría de un sudor frío.
- ¡Luna! – gritó Sam al ver como el cuerpo de la joven se contorsionaba como intentando liberarse de unas ataduras invisibles. – Mago, haz algo. – le dijo a Fay que miraba con impotencia la escena, como él. – Por favor, no dices que es como tu hermana, pues haz algo. – le dijo agarrando a Fay del cuello de su ropa.
- Ella es mucho más poderosa que yo, es uno de los dos seres más poderosos del universo. – dijo Fay mirando apenado a Sam. – Mi magia no es comparable a la suya, es como comparar una pulga con una ballena jorobada, no tiene sentido. – le dijo a Sam que le soltó al escuchar a Luna gritar aterrada.
- Si solo pudiese entrar, podría despertarla. – decía Sam preparándose para lanzarse contra el escudo, pero Kurogane lo agarró. Él, Shaoran y Mokona habían subido tras escuchar el grito de Luna, temiendo que les hubiese pasado algo a ella, a Samuel o a Fay. – Suéltame, sé que puedo hacerlo, no dejaré que sufra por un maldito sueño. – dijo intentando liberarse de los brazos de Kurogane. – Lo he oído, ella sufre sola, viendo todos los recuerdos de los humanos, ve como somos felices, sufrimos, amamos, odiamos… pero ella está sola, eternamente sola. – le dijo a su captor con desesperación, pero Kurogane le soltó ante el grito de terror de Duna al ver a Luna.
- ¡Kurai! No… no los destruyas… destrúyeme a mí… sé perfectamente que eres mi hermana. – gritaba mientras en su cuerpo humano comenzaban a notarse algunas marcas de arañazos y moratones como de cadenas, sin embargo nadie veía que era lo que hería tanto a la chica. – Por favor… ellos ya han sufrido suficiente, no los destruyas. – lloraba la chica sin poder abrir los ojos, mientras sus heridas sanaban y aparecían otras nuevas, Sam ya libre y cansado de ver como ese algo invisible hería a Luna se abalanzó sin previo aviso contra el escudo. Sintió mil dolores al chocar contra este, como si cuchillas electrificadas atravesasen su piel, pero aun así sacó toda su fuerza para pasar. - ¡Kurai! ¡Detente! – esos gritos de dolor de Luna hicieron que el escudo de magia se desvaneciera el tiempo suficiente como para que Sam pasase.
- Lo logró. – dijo Fay sorprendido y agotado sentado en el suelo, con una de las fuertes manos de Kurogane apoyada sobre su hombro derecho. Sam se dio cuenta de que el mago le había ayudado a cruzar aquella barrera aun sabiendo que podrían morir ambos en el intento. – Levanta del suelo… tienes que despertar a mi hermanita. – le dijo Fay antes de desmayarse por el cansancio, justo en el momento en el que Kurogane se agachó temiendo que eso ocurriese y lo agarró evitando que el rubio se diese un cabezazo contra el suelo.
- ¡Luna! – gritó Sam arrastrándose hasta la cama, casi sin poder moverse. - ¡Luna Scarlet! Despierta maldita sea. – gritó agarrándose a los pies de la cama para levantarse pero algo le golpeó.
- "Ella es mía, patético ser inferior" – oyó Sam una voz parecida a la de Luna pero cargada de odio y rabia. – "Yo la liberaré de ese cascaron humano, ella no debería estar encerrada en ese cascaron." – volvió a oír en su cabeza, pero al no soltarse de los pies de la cama, lo que fuese que producía esa voz en su cabeza le golpeó de nuevo en el estomago.
- Arg… - se quejó Sam sin soltar la cama. – Ella no te pertenece y si quiere ser una humana será porque ha visto algo bueno en nuestra especie. – le dijo a la voz, agarrado al somier, avanzando un poco más hacia la cabeza de Luna que ya no sufría heridas solo gritaba entre sueños. – Tal vez seas su hermana, pero no eres su dueña. – dijo agarrándose con fuerza al somier mientras tosía tras un nuevo golpe de aquel ser invisible. – Kurai, ella lucha contra ti, ¡mira! – le gritó Sam ascendiendo hacia la cara de Luna.
- ¡Kurai! – gritó Luna con lágrimas en los ojos. - ¡Déjalos a ellos! ¡Mátame a mí en su lugar! – gritó Luna mientras Sam daba patadas al aire intentando liberarse de lo que fuera que le tenía apresados los tobillos y le impedía acercarse un poco más a Luna para despertarla.
- "No sois tan débiles como pensaba." – se rió en la mente de Sam la hermana de Luna. – "Pero aun así, no tienes ningún derecho a estar cerca de ella." – le dijo muy enfadada soltando durante un breve instante los tobillos del joven, que se abrazó a Luna. – "¡Te mataré! ¡Suéltala!" – aquellas palabras parecían ladridos que taladraban el cerebro de Sam, pero consiguió llegar hasta el oído de Luna.
- Despierta, vuelve con nosotros, no te dejes arrastrar por Kurai. – Le decía Sam en el oído a la chica que dormía respirando agitadamente. – Si yo que soy un simple humano sin ningún poder especial puedo aguantar sus ataques, tú… ¡tú puedes plantarle cara y vencer! – gritó al sentir como algo le quebraba los huesos de sus manos produciéndole un dolor horrible justo antes de lanzarlo contra los pies de la cama.
- "No deberías haberte metido, estúpido" – dijo la voz de Kurai en la cabeza de Sam que estaba al borde de la inconsciencia por el dolor de sus lesiones. – "Seré misericordiosa y acabaré rápido con tu patética vida" – proclamó Kurai con una voz que irradiaba diversión.
- ¡Samuel! – gritó Luna abriendo los ojos. - ¡Kurai! No te atrevas a tocar o dañar de nuevo a ese humano. – dijo Luna intentando sentarse en la cama.
- "No te metas, idiota" – le dijo Kurai haciéndole un par de arañazos a Luna, que frunció el entre cejo. – "Estas tan mona cuando te enfadas" – se burló Kurai de Luna que alzó su mano hacia el techo enseñando tres dedos. – "¿me estas dando un ultimátum? ¿tú a mí?" – preguntó Kurai casi riéndose.
- Cuando el ultimo de mis dedos se cierre, abriré la mano, Kurai. – dijo haciendo que las risas del ser invisible se oyeran hasta en las mentes de los que estaban fuera de la barrera mágica. – Y cuando la abra, la luz de la luna inundará a habitación. – Kurai insultó a su hermana. – Sé que eso te dolerá, pero también sé que no te matará. – dijo cabizbaja Luna dirigiendo una mirada de pena a Sam que luchaba por mantenerse consciente. – "paciencia, pronto dejara de doler. Enseguida terminará todo." – transmitió ese pensamiento a la mente de Sam que la miró como si temiese que ella fuese capaz de auto destruirse para salvarle de Kurai.
- ¡Luna! – gritó una vez cayó el ultimo dedo y Luna abrió la mano. Después de aquello un grito de dolor se oyó por todas partes, pero la luz plateada que Luna era demasiado potente, era tan potente como para hacer que todos los que estaban en la casa y aun estaban conscientes de lo que ocurría cerrasen los ojos, incluso Sam se llevó una de sus quebradas manos a la cara para evitar que aquella luz le dañase los ojos. Una vez el grito de dolor se extinguió la luz se fue apagando progresivamente hasta no dañar los ojos de los presentes pero si causarles un calor placentero que incluso despertó a Fay. – Luna, ¿estás bien? – preguntó Sam sin poder moverse ni un poco porque ahora que la adrenalina había dejado de correr por sus venas le dolía todo el cuerpo.
- Lo pregunta el idiota al que ha machacado un ser invisible. – dijo Duna entrando en el cuarto secándose las lágrimas. - ¿Qué o quien demonios ha sido eso? – preguntó a Luna que intentó acercarse a Samuel, pero la hermana de este no la dejó. – Responde, Luna.
- Eso, era mi hermana… - dijo ella con una mirada ausente llena de pena. – debe haberse dado cuenta de que he salido de "casa" y no le ha sentado nada bien. – explicó suavizando un poco la historia, pero Fay ayudado por Shaoran se sentó junto a ella en la cama. – Debería haberme quedado allí, solo he puesto en peligro a todos los que me rodeen de aquí hasta que muera. – dijo con un hilillo de voz y los ojos vidriosos mirando las sabanas manchadas con su sangre y la de Samuel. – Lo siento. – se disculpó y Duna se lanzó contra ella para abrazarla llorando.
- Tenía tanto miedo de que te fueses a morir, el idiota este es demasiado duro como para morir por una simple paliza, pero tú… - sollozaba Duna abrazada al pecho de Luna que estaba sorprendida ante la actitud de la pelirroja. – La próxima vez que te duermas estaré contigo, porque veo que este inútil bueno para nada no es capaz de cuidarte como debería. – dijo cambiando de actitud a una más decidida e implacable, mirando con reproche a su hermano.
- Si no tuviese todos los dedos de las manos rotos te estrangularía por menospreciar mi esfuerzo. – dijo Sam forzándose para hablar, por lo que Luna le dirigió una mirada de alivio. – Y tú, eres una bruja boba, ¿quien se queda dormida en una tapia y después pone una barrera en la habitación mientras la atacan? – le preguntó tosiendo y cerrando los ojos por el dolor que este acto le producía. – Fay casi se muere de agotamiento abriendo una maldita grieta en esa barrera para que yo pudiese pasar, mi hermana y Kurogane estaban al borde de un infarto y Shaoran no sabía como tranquilizar al bicho blanco, a Mokona. – le dijo sorprendiendo a todos de que supiera sus nombres. – Por personas como tú existen los psiquiátricos. – dijo muy enfadado, recibiendo la mirada asesina más feroz que su hermana, Fay, Kurogane, incluso Shaoran y Mokona podía lanzar. – No me miréis así solo intento que esta loca no vuelva a decir cosas como las que dijo. ¡Así asustas a cualquiera! – le gritó y Luna sonrió lanzándose contra él para abrazarlo como había hecho Duna con ella. - ¡Ay! – gritó haciendo reír a todos.
- Una venganza muy dulce e inocente por parte de Luna. – murmuró Kurogane que se había quedado al margen de la conversación el máximo de tiempo posible con Mokona sollozando aterrada entre sus brazos. – Ahora, deberíamos curarle las heridas al enano… - se calló al ver como Luna cogía las manos de Samuel entre las suyas y con una luz plateada como la de antes pero más pequeña y controlada curaba las manos rotas del chico. - ¿Has pensado en hacerte medico? – preguntó el espadachín a Luna y Duna estalló en carcajadas. - ¿qué es tan gracioso? – interrogó Kurogane enfadado, preguntando lo que todos se preguntaban.
- Samuel es el medico del rey del reino de Esfera. – dijo haciendo una pequeña pausa entre sus carcajadas. Mientras Luna sonreía curando los moratones y las heridas que Kurai le había causado a Samuel. – Espero que nadie haya visto la luz o haya oído los gritos de la hermana de Luna o los de Luna. – dijo fingiendo abatimiento la chica pelirroja, observando atentamente a su hermano, mientras este intercambiaba dulces sonrisas con Luna. – Deberíamos preparar la habitación de nuestros padres para que alguien duerma allí esta noche. – dijo Duna mirando a Kurogane y a Fay de una forma traviesa que les causó pavor, aunque no lo mostrasen. – Echaremos a suertes a ver quien duerme con quien, porque somos seis humanos y una bolita muy mona para una casa con tres camas y un sofá cama. – dijo asustando a todos los presentes.
- Yo podría dormir en el árbol del jardín si hiciese falta. – dijo Kurogane, pero tanto Duna como Fay hicieron pucheros. – aunque si Fay quisiese podría dormir con la preciosa Duna. – Samuel y Fay se negaron en rotundo, pero aquellas palabras no tuvieron el efecto deseado por Kurogane, ya que ahora Duna lo miraba suspirando. – ¿No sería mas coherente que Luna durmiese con Duna? – dijo Kurogane pareciendo un adulto responsable, pero sonando desesperado.
- Yo no pensaba dormir, pensaba pasarme la noche comprobando que Fay y Samuel no sufriesen algún dolor durante la noche. – todos la miraron como si esperasen que ella fuese la primera en decir que se decidieran cuanto antes porque quería descansar, no obstante mantenía su sonrisa radiante a pesar de estar notablemente cansada.
- Yo dormiré con Kuroncete en el sofá cama, Mokona y Shaoran a la habitación de Duna, Duna y Luna que duerman juntas en la habitación de los señores Rogers y Samuel que duerma en su cuarto. – organizó fay haciendo acopio de toda su serenidad y seriedad. – El que se queje tendrá que dormir conmigo, todos excepto Duna. – advirtió al notar como la peli naranja abría la boca. – está bien, que descanséis.
Así fue como cada uno se fue sin rechistar a sus respectivas camas y aunque Kurogane se quejó se dio cuenta de que Fay lo había echo a propósito para que de todas maneras acabasen durmiendo juntos, con la amenaza de cambiarle el compañero de cama a Luna consiguió acallar al espadachín, que dejó muy claro que parte de la cama era de cada uno y no debía ser cruzada. Mientras tanto Duna le prestó ropa para dormir a Luna, un camisón malva con una luna pintada en la manga derecha del camisón que como el vestido le cubría hasta los pies, aunque el cuello del camisón era como los de los uniformes de marinero. Duna se empeñó en que Luna debía apartarse su precioso flequillo largo de la cara y le hizo un recogido a un lado que parecía una mariposa roja y negra gracias a que Duna había usado uno de los mechones rojos del pelo de Luna. En cuanto Duna estuvo dormida fue corriendo a mirarse al espejo del baño, ya que quería ver su cuerpo, por primera vez. ¿Se reconocería en el espejo? ¿Le gustaría como había quedado su "obra" o se arrepentiría de no haberse pensado mejor el color de sus ojos? ¿Se enfadarían con ella si alguien la pillaba despierta?
Nota de Lokaria Akire:
Espero que os halla gustado, es una historia que tenía a medio escribir pero no me atrevía a subir. Os advierto de que de aquí en adelante hay un poco (bastante) de Shonen ai entre mis queridisimos Kuro-pi y Fay. Cualquier queja, duda, comentario serio o absurdo, sujerencia u otros... Intentare subir todos los fines de semana, pero os advierto ke soy un desastre(hacedne caso, no os sorprenda si de prometo os encontrais un capitulo a mitad de semana y nada hasta dos semanas despues, solo e dicho que lo intentaré)
Dejad un R&R yo intentaré solucionar lo que sea.
Nos leemos, Lokaria Akire.
