Todo es propiedad de George R. R. Martin
A/N: ¡Estoy de regreso!
Lo siento mucho, pero he estado un poco ocupada con la uni y temas personales. Sé que tengo dos fics que actualizar, pero estoy con un bloqueo importante.
Como saben, la séptima temporada de GOT se estrenará en pocas semanas, y bueno ... Amo Gendrya y quise hacer mi aporte.
Solamente tengo dos cosas que decir:
1) Dudé mucho de escribir esto. No me siento cómoda escribiendo un fic de GOT, creo que la vara en cuanto a escritura, descripciones, personalidades esta MUY ALTA, y no lo sé, sentía que mi fic no iba a encajar, porque he visto otros que en verdad captan la esencia de GOT y al leerlos es como mirar una obra paralela de George, pero bueno. Pido disculpas por cualquier palabra que quede fuera de contexto, y también si no usé mayúsculas para los títulos como "Mi Señora, o Mi Señor". Busqué algo de información en Google, e hice lo que pude.
2) No soy una lectora de los libros. He leído solamente un par de partes de Arya (mi personaje favorito) y entiendo el "enfado" que puede haber en cuanto a las diferencias, no vengo a discutir eso. Mi fic está basado en la serie de HBO, pero tiene algunos datos del libro.
También quiero pedir un favor: la edad de Arya es algo que me tiene MUY CONFUNDIDA. Quiero decir, sé que tiene 9 años en los libros (si no me equivoco) cuando abandona Invernalia con su padre y hermana, pero en verdad estaría MUY AGRADECIDA si alguien me aclara que edad tiene (tanto en los libros como en la serie) cuando conoce a Gendry y a la Hermandad.
La edad de Arya no está aclarada en este capítulo, pero quiero aclarar que en este fic no habrá nada explicito (si busca un raiting M, olvidenlo), así que me gusta la idea de que Arya tenga 10-12. Algo muy inocente y puro, con sentimientos confusos ya saben.
Por último, creo que esto durará 2 capítulos, 3 como máximo.
Espero que les guste.
I can be your family
Arya se removió en el suelo rocoso y áspero, anhelando encontrar su sueño pronto. La lluvia los había acompañado durante tantos días seguidos que ya no podía recordar el número exacto y ahora que finalmente había cesado, descubrió que necesitaba del sonido de las gotas de agua chocando contra el suelo para poder dormir. O tal vez era el hecho de que la cueva amplificaba las risas de los miembros de la Hermandad sin Estandartes, quienes bebían junto al fuego, disfrutando de la poca cerveza que les quedaba.
Arya torció sus labios en una ligera mueca mientras se incorporaba, descansando su espalda contra una gran roca. Sus ojos analizaron la alegre escena frente a ella y cuando su mirada dio con el muchacho de ojos azules, rápidamente volteo su vista. Su mandíbula se tensó con fuerza, mientras apretaba su puño y trataba de hallar algo mejor en lo que enfocarse. Podía sentir la mirada de Gendry puesta en ella, de hecho, la había sentido durante todo el día desde que él hizo público sus deseos de unirse a la Hermandad. Él había hecho sus mejores esfuerzos para acercarse a ella y tratar de conversar, aunque a Arya no le interesaba oír nada más. Había puesto la distancia más larga posible entre ellos, evitaba hablar con él, caminar a su lado, incluso chocar miradas. En un principio él entendió el mensaje y dejó de buscarla, pero a las pocas horas reanudó su tarea y ahora la miraba con tanta fuerza que sentía que quemaba.
— ¿La pequeña dama no puede dormir? —ella levantó la vista y observó a Tom Siete, sonriendo mientras sostenía su arpa —. Me temo que no tenemos té de esencia de sombra nocturna, pero podría tocar una canción para ti.
—No quiero oír una estúpida canción —le espetó con rabia y cuando el hombre dio un paso hacia atrás, volvió a fijar su vista en el suelo mientras sus brazos rodeaban sus piernas, plegándose en un intento por proteger su espacio personal.
Arya esperaba una respuesta de Tom, pero la risa de Anguy llegó primero.
—Ya déjala tranquila, la pequeña dama no está de humor —su voz sonaba tan divertida –como si aquello fuera una broma– que reavivó su ira—. Le ofrecí practicar con el arco y lo único que obtuve es un gruñido. Si no te apartas puede que incluso comience a morder. No queremos descubrir si los rumores de que Los Stark se convierten en lobos son ciertos.
Las risas no tardaron en oírse y Tom finalmente se alejó de ella. En otra situación, Arya se hubiera regodeado con la idea de que la comparen con un lobo, un animal salvaje, fuerte y respetado, pero en su interior no podía dejar de sentirse disgustada por causarle entretenimiento alguno a los hombres que alejarían a Gendry de su lado.
«No es culpa de la Hermandad, Gendry decidió abandonarme».
Tuvo que recordarse a sí misma que él decidió aquello por su cuenta, y casi sin pensarlo en su mente aparecieron todas las personas que la habían abandonado. Yoren, Pastel Caliente, Jaquen H'ghar, y ahora Gendry.
—Tom, toca una canción para nuestro nuevo hermano —Anguy propuso con una sonrisa, y los demás dejaron salir pequeños canticos y aplausos para alentarlo.
Algo dentro de Arya se revolvió al oír esas palabras. Cada risa y rostro alegre de los hombres a su alrededor la hacía sentir humillada, derrotada. La ira se acumuló en su interior con tal rapidez que al tragar saliva sintió un nudo en su garganta, y lágrimas amenazando con salir.
«No, no voy a llorar. No por esto —la última vez que había derramado una lágrima fue cuando ejecutaron a su padre, ni siquiera cuando presenció las torturas en Harrenhal lloró. Aquello no era nada comparado con los horrores que había visto, Gendry no era merecedor de sus lágrimas—. No soy una tonta e indefensa niña, soy un lobo».
Se puso de pie tan de prisa y con tanta rabia que por un momento pensó que todas las miradas estarían enfocadas en ella, pero los demás seguían cantando y riendo como si nada. Dejó de cerrar con fuerza sus puños y se pasó ambas manos por sus pantalones, sintiendo una leve molestia por la presión que había ejercido sobre sus dedos. Ni siquiera volteó la vista hacia atrás, solamente caminó directo hacia el exterior.
Ya veía los árboles que la rodeaban y sentía la brisa fría de la noche, cuando una mano se posó con determinación sobre su hombro.
—Lo siento, pero ya conoces las reglas, niña —la voz de Lim sonaba ronca y podía percibir a la perfección el olor a hidromiel saliendo de su boca—. Sabes que no tienes permiso de deambular tú sola por el bosque, en especial cuando cae la noche.
—Necesito hacer pis —Arya mintió, haciendo un esfuerzo por mantener al margen más bajo el enfado en su voz— ¿Acaso requiero tu permiso para eso también?
Lim aflojó el agarre en su hombro, pero aun así no parecía muy convencido acerca de dejarla ir.
— ¿Sigues pensando que voy a escapar, no es así? —Arya acusó con su mirada, torciendo su mueca en una pequeña y burlona sonrisa—. Pues no lo haré. Incluso si robara uno de sus caballos, no tengo comida o una espada y no se con certeza en donde estamos.
Ambos permanecieron en silencio, hasta que finalmente Lim suspiró.
—No te alejes demasiado —le advirtió—. La noche es oscura, y alberga cosas aterradoras.
«Las personas son quienes albergan cosas aterradoras, no la noche».
Se abrió paso lentamente, haciendo su camino cuesta arriba y dando pequeños saltos para pasar por encima de las zonas con pequeñas corrientes de agua que corrían en dirección contraria a la suya. Un golpe de frío inundó su cuerpo, enviándole un escalofrío que le recorrió la espina dorsal. Si bien había soportado heladas peores en Winterfell –su hogar–, allí tenía lujos que ahora ni siquiera podía imaginar en disfrutar: una gran chimenea en su recamara, abrigos y muchas pieles de animales para cubrirse por la noche. Con la Hermandad nunca le faltaba comida –por más que sea un pan viejo y duro, o cualquier animal que Anguy pudiera cazar– ni agua, pero la ropa y las espadas eran limitadas hasta que se hospedaran en alguna otra posada en la que tuvieran conocidos.
Siguió caminando hasta que ya no oyó las risas ni los cantos, y la luz de la fogata apenas se distinguía. Encontrándose sola, en medio de la inmensidad del bosque, Arya sintió deseos de huir de allí, de tomar un caballo y galopar lejos de todos.
«Incluso si robara uno de sus caballos, no tengo comida o una espada y no se con certeza en donde estamos».
Aquello que le había dicho a Lim era cierto. Por más que odiaba admitirlo, estaría muerta al tercer día si escapaba de la Hermandad.
La tranquilidad de la noche se vio interrumpida por unos aullidos lejanos, y Arya levantó su cabeza, sin poder distinguir de que dirección provenían. Casi en forma inconsciente pensó en Nymeria, su loba huargo a la cual había ahuyentado arrojándole piedras para que no sea sacrificada por órdenes del Rey y su esposa.
«Cersei.»
Ese nombre le provocó un nudo en el estómago. Cerró sus ojos un momento, y comenzó a caminar nuevamente.
—Cersei.
Decirlo en forma alta y clara era un alivio. Hubo un tiempo –en Harrenhal– cuando solamente se atrevía a susurrarlo. No era tonta y sabía que si alguien la oía diciendo los nombres de la familia real estaría en muchos problemas. Ahora nadie estaba allí para escucharla, y los miembros de la Hermandad tenían tanta simpatía por los Lannister como ella.
—Joffrey.
Los aullidos desaparecieron en un segundo, y Arya deseó que los Dioses la estuvieran oyendo, aunque no estaba segura de seguir creyendo en ellos.
«Solo hay un Dios, y su nombre es Muerte…»
Eran palabras de Syrio Forel, pero por más que lo intentaba no podía recordar el sonido de su voz.
«Y solo hay una cosa que le decimos a la Muerte…»
—Hoy no —completó la frase en voz alta, pensando en el hombre que dio su vida para protegerla.
Arya apretó sus puños, y aclaró su garganta. Tenía que hablar claro, porque cada nombre que diga, cada sentencia disfrazada de plegaria sería escuchada por el único Dios que conocía: la Muerte.
—Ser Meryn Trant.
Caminó entre los árboles, acariciando la corteza con su mano y sintiendo cada pliegue del tronco.
—Ser Ilyn Payne.
Su corazón dio un vuelco, y no cerró sus ojos porque sabía que si lo hacía los vería a todos en su mente: Joffrey, la Reina, y Sansa.
—El Perro —se apresuró a decir, casi gruñendo, para alejar el recuerdo de su hermana.
Mycah, su amigo Mycah. Ya no recordaba como lucía su cabello, o el color de sus ojos. La única imagen que tenía en su cabeza era la de su cuerpo desangrándose, montado en la parte trasera del caballo del Perro, como si fuera un cerdo que acaba de cazar.
—La Montaña.
Las ramas crujían bajo sus pies, y ella no parecía darle importancia al frío calando entre sus huesos, o al hecho de que con cada paso se alejaba más de la cueva. Continuó unos segundos más, luego se detuvo y exhaló con fuerza, percibiendo el vapor blanco que salía de su boca y danzaba en el aire por un par de segundos antes de desaparecer.
—Polliver.
Su mano izquierda se dirigió a su cadera, a ese costado donde solía llevar a aguja, el regalo que Jon le había dado antes de partir hacia el muro. Pero ya no la tenía, y esa sensación de protección que le daba la espada se había convertido en un fantasma ahora.
Su lista había terminado, y una sensación extraña se acunó en su pecho, haciéndola sentir cansada, sin energías. Tenía ganas de recostarse sobre el suelo y dormir hasta la mañana siguiente, pero tan pronto se detuvo pudo sentir el frío y la oscuridad de la noche que había evadido por un par de minutos. Estaba temblando, aunque no sabía con certeza cuando comenzó a hacerlo.
Un crujido se oyó, rompiendo con el silencio del ambiente y Arya se tensó. Luego volvió a escuchar el aullido de un lobo, con más claridad, pero seguía estando demasiado lejos para saber de dónde provenía. Comenzó a caminar en sentido contrario para regresar, y al volver a oír los aullidos cerró sus ojos y por un momento se sintió como en los sueños que tenía en que no era Arya Stark, sino una loba. Pero todo pensamiento desapareció tan pronto su cuerpo chocó con algo, demasiado blando para ser la corteza de un árbol. Asustada, dio un salto hacia atrás y antes de tener la oportunidad de poder abrir sus ojos, sus pies ya se habían enredado y estaba sentada en el suelo.
«Hoy no»
Se repitió a sí misma. Sus ojos se enfocaron en las botas de alguien, y cuando quiso levantarse para salir corriendo, unas manos la apresaron, tomándola por los hombros.
«Hoy no, hoy no, hoy no, hoy no»
—Arya.
Alivio. Eso fue lo que inundó su cuerpo tan pronto escuchó esa voz que conocía tan bien. Subió su vista y encontró esos ojos azules que parecían brillar aún más bajo la luz de la luna.
— ¿Te encuentras bien? —Gendry ahora estaba agachado frente a ella, tendiéndole su mano para ayudarla a incorporarse.
Arya abrió su boca para responder, pero entonces recordó la razón por la que se había alejado de los demás en primer lugar.
Se puso de pie a una velocidad que creía imposible, tan rápido que hizo tuvo que hacer un esfuerzo para no volver a caer.
— ¿Qué haces aquí? —espetó, no haciendo caso a su pregunta. Su voz sonaba con tanta rabia que casi no podía creer que todo ese rencor estuviera dirigido a Gendry, el único amigo que le quedaba luego de que Pastel Caliente decidiera abandonarlos.
Él levantó su pie para acercarse, pero debió haber visto la incomodidad en su rostro, porque un segundo después dio un paso hacia atrás.
—Todos están enloquecidos, buscándote —aquello era un reproche, pero tenía un tinte de preocupación también—. Lim te dijo que no te alejaras demasiado.
—Pues exageran —lo cierto es que recién en ese momento Arya se percató de que tan lejos había ido. Ya no veía las llamas de la fogata, o los caballos varados en la entrada, solamente había árboles a su alrededor.
—Estás temblando —Gendry observó, y ella no sabía cómo lo había hecho porque apenas podía verlo entre tanta oscuridad.
—Estoy bien —respondió—. Estoy acostumbrada al frío.
—Además hay lobos por aquí —él continuó—. Los oí aullar mientras te buscaba.
—No les temo a los lobos.
«No tengo por qué temerles. En mis sueños, soy uno de ellos.»
—Pues deberías —por supuesto que él insistiría, después de todo no era más que un toro terco, muy terco—. Yo les temo.
—Eso es porque eres un cobarde.
Tiempo atrás, Gendry se reiría al escuchar eso. Le haría cosquillas o la llamaría "Mi Señora" para molestarla, pero ahora ambos sabían que algo había cambiado entre ellos.
—Arya, yo… —el muchacho apenas pudo pronunciar dos palabras, cuando ella ya estaba caminando de regreso, alejándose de él.
—Debemos regresar, tú mismo dijiste que estaban buscándome.
—Arya, por favor, escúchame —Gendry alcanzó su ritmo rápidamente, y ahora ambos caminaban a la par.
Ella aceleró su paso y logró llevarle ventaja, decidida a no hablarle. Luego de unos segundos se detuvo en seco. En unos días estaría reunida de nuevo con su familia, y no volvería a verlo, todo lo que vivió no sería más que un amargo recuerdo.
—No quiero oírte, tú me has traicionado —volteó rápidamente, para poder verlo a los ojos—. Pensé que te quedarías conmigo y…
— ¿Serviría a tu hermano, como herrero? —Gendry completó la frase y ella permaneció en silencio—. Estoy cansado de servir a las personas, Arya.
—Si te quedas en la Hermandad los servirías a ellos también.
—Es diferente. Ellos serían mi familia —Arya no necesitaba escuchar más, ni quería hacerlo por lo que volvió a darla la espalda y siguió caminando—. Nunca tuve una familia.
Volvió a detenerse al oír esas palabras, sintiendo como un nudo se formaba en su garganta y casi le impedía respirar, y se volteó para verlo. Podía sentir las lágrimas formándose en sus ojos, pero no le importaba. Su pecho le dolía, sentía su traición quemándole a carne viva y quería que se detuviera. Deseaba no haberlo conocido jamás.
—Yo puedo ser tu familia —era la confesión más pura que había hecho en su vida. Esa era ella, bajando la guardia y dejando de lado la armadura que había construido para que el mundo no la dañe más.
Por un segundo todo se detuvo. Podía oír las voces de los demás, llamando su nombre, pero ella solo estaba pendiente de cuál sería su respuesta.
—No serías mi familia —la voz de Gendry estaba quebrada—. Serías "Mi Señora".
Ambos permanecieron en silencio, y Arya tuvo que morder su labio con fuerza para no llorar. Eso era todo, él la había abandonado. Le abrió su corazón, y aun así decidía abandonarla.
Justo cuando comenzaba a sentir el sabor de la sangre de su propia boca, las voces de la Hermandad llamándola a gritos volvieron a llenar el ambiente.
«Pronto estaré de regreso con mi familia»
«Voy a olvidarme de todos: Gendry, Pastel Caliente, Jaquen H'ghar. No serán más que un recuerdo pasajero.»
—Bien —ella volvió a hablar. Su voz destilaba rabia, decepción y dolor al mismo tiempo—. De todas formas, no me importa, pronto regresaré con mi familia.
Esta vez no aumentó su velocidad, simplemente caminó en silencio de regreso a la cueva. Podía escuchar los pasos de Gendry detrás de ella, pero él no se acercó para estar a su lado, solamente permaneció a una distancia prudente.
Cuando llegaron a la entrada, todos estaban agrupados y Anguy estaba ensillando los caballos, listos para salir a recorrer las profundidades del bosque. Los hombres voltearon a verla, logró escuchar algunos suspiros de alivio, pero antes de que pueda decir algo, Lim ya estaba frente a ella.
— ¡Te dije que no te alejaras!
Arya lo miró sorprendida. Era la primera vez que le levantaba la voz, al menos desde que sabía que era una noble y la hija de Ned Stark. Se preguntó si al hombre realmente le preocupaba, o solo le interesaba la recompensa que obtendría por ella.
«No seas tonta –se maldijo en sus pensamientos–. Sólo me están vendiendo.»
Gendry apareció tras ella, y cuando todos permanecieron en silencio Arya pensó que notarían la discusión que habían tenido. Sus sospechas se hicieron ciertas, porqué tan pronto Lim se percató de sus ojos cristalizados, se abalanzó sobre Gendry, tomándolo por el cuello.
— ¡¿Qué le has hecho?! —exigió saber, estampándolo contra la pared rocosa de la cueva.
Lim ya lo había enfrentado de esa forma. Incluso una vez Arya le había preguntado a Tom porqué el hombre odiaba a Gendry. Él le había respondido que Lim no odiaba a Gendry, solamente encontraba inapropiado que un bastardo se relacione en forma tan "confiada" con una noble. Pero por más que ella pensaba y reflexionaba en aquello, no encontraba cual era el problema en que Gendry y ella sean amigos. Ambos habían pasado por mucho, y solo podían confiar el uno en el otro.
Anguy y Tom corrieron para separar a Lim antes de que cometa una locura, pero antes de que pudieran siquiera tocarlo, ella tomó la palabra.
—Suéltalo ahora —ordenó.
Los miembros de la Hermandad la trataban con el respeto que merecía una dama –a pesar de que ella se molestaba por ello–, y cuando se alojaban en una posada no permitían que duerma junto a los hombres. Pero esa era la primera vez que le daba una orden directa a uno de ellos. No era Arry –como solían llamarla ante extraños para ocultar su verdadera identidad–, era Arya Stark de Invernalia, ordenando a un hombre que suelte a Gendry. Porqué aun cuando estaba herida y no quería volver a verlo, seguía defendiéndolo.
Para su sorpresa Lim obedeció y liberó a Gendry, para luego dirigirse a ella.
—Pido disculpas, Mi Señora Stark —el hombre hizo una leve reverencia ante ella, y Arya hizo un esfuerzo en permanecer seria y actuar como una noble por una vez en su vida—. Pensé que Ser Gendry la estaba molestando.
«Ser Gendry»
Arya tuvo que contenerse para no dejar salir una risa burlona. Gendry ahora era un caballero. No dijo nada más, simplemente entró a la cueva y se sentó frente al fuego, y encontrando exquisito el calor que emanaba.
Permaneció despierta durante mucho tiempo más, incluso cuando todos los demás cayeron rendidos luego de beber tanto. Cuando sintió que sus parpados no podían permanecer abiertos, susurró los nombres de su lista, y una vez que acabó buscó a Gendry con la mirada. Lo encontró en la dirección contraria a ella, durmiendo solo en un lugar alejado del fuego.
Gendry siempre dormía a su lado, aunque Arya no estaba segura de cuando comenzó a hacerlo. Tal vez había sido cuando descubrió que era una chica. Mientras viajaban hacia el muro, no le dio demasiada importancia. Solamente se preocupaba de permanecer cerca de Yoren. Luego, en Harrenhal, cuando los pusieron en la misma celda ella dormía abrazada a él. La prisión no era más que un par de cercos al aire libre, y no había techo alguno ni paredes que los protegieran de la lluvia y el viento, por lo que ella se aferraba a él para mantener el calor. La primera vez que lo hizo y lo sintió removerse, se arrepintió y pensó en alejarse, pero entonces él simplemente la rodeo con su brazo y la acercó aún más, sin decirle una palabra. Luego de eso, el dormir junto a él se volvió tan natural como respirar y comer. Odiaba cuando debía pasar la noche en una posada y no se le permitía dormir junto a los hombres. En varias ocasiones se escapaba y al amanecer la encontraba junto al muchacho, durmiendo tranquilamente. Lim siempre se enojaba y hacía lo imposible por separarlos, diciendo que aquello no era apropiado para una dama, pero ella simplemente le respondía que no era una dama y que allí solamente era Arry, un niño huérfano.
Arya se levantó y caminó en silencio hacia donde estaba él, mientras todos los miembros de la Hermandad dormían. Cuando se acercó a Gendry, se percató de que el muchacho ya estaba dormido, aunque sabía que despertaba con facilidad.
Suavemente lo pateó en su pierna izquierda, y en cuestión de segundos él abrió los ojos.
— ¿Arya? —Gendry murmuró, con voz ronca, sin entender demasiado.
—Hazte a un lado —ella le ordenó.
Él la observó, y luego guio su mirada a su alrededor.
—Aquí no se siente el calor del fuego —susurró—. Es mejor que duermas junto a la fogata.
Pero ella no quería hacerlo. Sabía que él se había ido allí para no molestarla y darle su espacio, y no le importaba dormir lejos del calor de las llamas. Se cruzó de brazos, y luego de unos segundos Gendry comprendió que no cedería, por lo que se hizo a un lado, dejándole espacio.
Arya se recostó dándole la espalda, y él no intento acercarse. Ella imaginó que el sólo dormir a centímetros de distancia sería suficiente, pero se equivocaba. Estaba cansada, y solamente quería cerrar sus ojos y descansar, por lo que lentamente volteó y se acercó a Gendry. Cómo si él lo estuviera esperando, pasó su brazo detrás por detrás y la acercó aún más.
Lo último que Arya vio antes de cerrar sus ojos fue la pequeña sonrisa en el rostro de Gendry.
«Solo por esta vez –se dijo a si misma, mientras se acurrucaba contra su cuerpo–, es solo por esta vez.»
