Uno…dos…tres parpadeos…
De nuevo Lenny se había perdido en aquellos ojos oscuros, en aquella piel perfectamente tostada por el sol y en los cerrados rizos azabaches que formaban el pelo de su amigo de copas.
—Lenny…estás en las nubes colega…¡Lenny!
Moe le estaba llamando, tratando de sacarle de aquel profundo ensimismamiento. El llamado suspiro y pareció sobresaltarse un poco. Aquel taburete estaba vacío. No había nadie…
Claro…ya había pasado un año de eso. Había perdido la oportunidad de confesar su amor y aunque en su cabeza la imagen de Carl estuviera nítida, el ya no estaba allí.
—Lo siento…¿esta noche no viene Homer?
—No, tiene cena familiar con la parienta y los niños…ya sabes…No sabes como le envidio, no aprecia realmente a la mujer que tiene.
De nuevo Lenny se había perdido en sus recuerdos de Carl, en las sonrisas que le había visto, en el tono grave y pausado de su voz.
Sus ojos quedaron opacos y nublados por la tristeza y esta vez un eructo de Barney fue el que le sacó de aquellas imágenes del pasado.
—Lo siento Chicos…esta noche no tengo ganas de más Alcohol…
Se colocó los tirantes sosegadamente y cogió su abrigo de la percha mientras escuchaba la despedida de sus colegas de tasca.
Con un simple adiós salió del local y tomó la dirección contraría a su casa, mirando al suelo y golpeando cada cosa que veía en el suelo con sus desgastados zapatos.
"No puedo superarlo…no sin haberte dicho lo que realmente sentía por ti. Carl… ¿Por qué tuviste que morir en aquel accidente en la central?"
Otro suspiro escapó de sus labios, y sus mejillas se humedecieron con las lágrimas que circulaban por su rostro y que inevitablemente salía de sus ojos. Es cierto, los hombres no lloran, pero a él ya le daba igual.
Sus pasos le llevaron al cementerio de Springfield, y, como si le invitaran a entrar, la verja negra se entreabrió con una fría corriente de aire y chirrió.
Entró sin pensárselo dos veces y al llegar a la tumba de su mejor amigo cayó pesadamente de rodillas y arrancó el césped que crecía sobre la tierra que cubría el ataúd.
—Carl… ¿Por qué? Yo…yo nunca pude decirte cuanto te quería…cuanto deseaba tu cuerpo, cuanto deseaba abrazarte y susurrarte miles de te amo hasta el amanecer…
Notó como una fría mano se posaba en su hombro y sobresaltado miró hacia atrás.
Nada…Nadie más bien.
—Vaya…debo estar ya demasiado borracho…—murmuró antes de acurrucarse al lado de la tumba, puede que no fuera lógico, pero ese día dormiría allí, al lado de la persona que más había querido y quería.
"Tontorrón…yo también te quiero"
Aquellas palabras sonaron como un susurro en sus oídos antes de que se durmiera dibujando una sonrisa en sus labios.
