Yo no soy la víctima.

Todos nos convertimos en lo que somos debido a las experiencias a las que estamos destinados a vivir… ¿Destinados? Eso está mal dicho; nosotros escogemos el camino que queremos seguir, el destino no existe realmente debido a que nuestro futuro es subjetivo.

Las reacciones que demostramos frente a situaciones de crucial importancia para nuestra existencia forjarán el camino que decidamos tomar. Todo esto es una cadena de sucesos que afectaran tanto tú futuro como el de miles de personas que conozcas o que jamás llegarás a conocer; seguramente te preguntarás a que me refiero, déjame explicártelo de esta manera: en tu caso te hirieron, y tú me heriste a mí, de igual manera yo herí a alguien más, la persona a la que herí tiene tantas posibilidades de lastimar a otros, o de vivir con el dolor interno sin dañar a otras personas que en efecto tendrían las mismas opciones que la persona a la que herí… la cadena del dolor se esparce libremente debido a decisiones tomadas especialmente por personas en las que confías.

Cualquiera que haya experimentado este tipo de situaciones entenderá a la perfección mi situación. Puedes criticarla, no me importa realmente; después de lo que hice y de cómo me llegué a sentir, dudo mucho que alguien pueda superar el rencor que siento por mí misma actualmente.

Podrás pensar que mi vida es una típica historia de amor y desamor que a cualquiera le puede pasar; sin embargo, esta es la historia de una víctima que se convirtió en la bruja negra. Ten en mente que todos somos víctimas en algún punto de nuestra existencia; solo tú puedes escoger por ti misma si tu rol sigue siendo el mismo o si prefieres cambiarlo por uno más emocionante, ya sea para bien o para mal… Yo escogí un camino peculiar, el camino que me trajo a mi realidad actual.


Me llamo Elizabeta Héderváry, nací en Hungría… no estoy aquí para contarte esta clase de información personal; estoy aquí para hablar sobre una experiencia que tuve hace algunos años, dicha experiencia afectó en gran manera la forma en la que veo el mundo…

Como en la mayoría de historias que conoces, debo decir que la mía empieza en el instituto, en un día común y corriente, con personas comunes y corrientes, o al menos eso creía hasta que un hombre se sentó a mi lado.

Yo había terminado mis clases durante ese día, pero me había quedado rondando por ahí para esperar a una de mis amigas, decidí sentarme en una de las bancas del jardín principal… todo parecía estar en orden a mis alrededores, aun habían varias personas caminando de aquí para allá. Una persona se sentó a mi lado, un hombre al que le calculé ser dos años mayor que yo. Le había visto anteriormente dentro de la escuela; sin embargo nunca hablé con él, y seguramente no le hubiese dirigido la palabra si él no me la hubiese dirigido antes.

—Hola, ¿Cómo estás? Soy Vladimir Lupei. —Volteé a verle desorientada, no aparté mi vista de su rostro hasta que mi mente proceso su nombre… Vladimir Lupei, miembro del club de magia. Se decía que él era un rumano que se caracterizaba por ser amable, alegre y travieso, pero jamás imaginé que la persona que me estaba hablando resultaría ser ese famoso Vladimir.

—Hola. —Esa fue mi única respuesta, no me caracterizo por tener conversaciones con extraños, una persona normal se habría dado cuenta que no estaba interesada en entablar una plática; sin embargo, esta persona no parecía normal, y con el tiempo confirmé que realmente no era una persona normal.

— ¿Cómo te llamas? —nuevamente mi mirada se posó en la suya, al parecer tendría que hacerle frente. —Soy Elizabeta. —me dedico una sonrisa, y lo primero que paso por mi mente fue "algún día me pedirás que sea tu novia." No te hagas la idea equivocada… no fue amor a primera vista, como dije anteriormente, yo ya había visto a esta persona antes de tener esta conversación; Vladimir no me gustaba en ese tiempo, solamente fue un presentimiento que tuve al verle sonreír.

— ¿Por qué estás sola? Usualmente te veo con tus amigas, pero no parece que alguna de ellas este por aquí. —Esto se estaba poniendo molesto, no suelo tratar con parlanchines. Siempre pierdo la paciencia y termino agrediendo físicamente a quien me moleste.

—Estoy esperando a una de ellas, ¿dónde están tus amigos? He escuchado que el Magic Trio es inseparable. —Así es… el club de magia estaba conformado simplemente por tres personas, los cuales raramente se separaban cuando estaban dentro de la escuela.

—Lukas volvió a casa hace dos horas porque su hermano se enfermó, y Arthur tenía que reunirse con otros de sus compañeros de grupo para una investigación; iba a volver a casa, pero te vi aquí sola y pensé que talvez te habría pasado algo similar, así que decidí hacerte compañía. —La respuesta de Vladimir me desenfocó, nadie habla con extraños por razones como esas.

—Lamento haberte hecho esperar Eli. —una tercera voz se dejó escuchar, volteé tratando de buscar la procedencia de dicha voz y encontré a Lily. Ella se dio cuenta de que no me hallaba sola por lo que saludó amablemente al hombre que se hallaba junto a mí, el cual respondió a su saludo de una forma muy animada.

—Vámonos Lily, ya es tarde. —Me levanté con la intención de salir de la escuela, y dirigí mi vista una última vez hacía Vladimir, quien se levantó juntamente conmigo.

—Ha sido un gusto conocerte Elizabeta, tengan un maravilloso día. —Lily y yo nos alejamos de él, y cuando estuvimos a una distancia considerable mi querida amiga me preguntó la razón por la que me hallaba con él, al parecer ella tenía más conocimiento sobre ese extraño de la que yo contaba, fue ella la que me dijo que Vladimir era rumano y que actualmente salía con una chica de Belarus.

Los días pasaron y no volví a tener contacto alguno con el rumano, habían pasado más de cuatro meses para ser exactos. Se podría decir que ya había olvidado que el existía…

Una mañana que tenía clase libre debido a la ausencia de uno de mis maestros decidí ir al auditorio, un piano se hallaba en el escenario, seguramente se llevaría a cabo alguna presentación durante esa semana… me senté en el banquillos frente al piano y empecé a presionar alguna teclas, no soy una experta en el piano, pero no tenía nada mejor que hacer y mis otras amigas se hallaban en sus clases así que me quedaría allí hasta el fin de la hora.

No habían pasado ni siquiera quince minutos cuando escuché una voz a mi lado saludándome alegremente, mi sorpresa aumentó al encontrarme con Vladimir a mi lado. Se sentó junto a mí sin mi autorización y empezó a tocar el piano de una forma más avanzada que la mía, aunque aún le faltaba demasiado para que fuese profesional.

—No hemos hablado desde hace mucho tiempo, ¿Cómo has estado últimamente?—Al parecer seguía siendo el mismo metiche que conocí meses atrás. —No me puedo quejar de la vida, mis calificaciones no son las mejores pero no son tan terribles como para preocuparme por ello. ¿Qué hay de ti?—Decidí continuar con la conversación… no perdía nada hablando con él.

Me contó sobre su vida en Rumanía y de su hermano menor, el cual era de Moldavia… me habló sobre sus amigos y las locuras que hacían en el club de magia; también mencionó a Natalya, la chica de Belarus que Lily había mencionado el día que conocí al rumano, parecía muy enamorado de ella cuando la mencionó.

Yo le hablé sobre mis amigas, y sobre el club de natación, del cual yo era parte. Me preguntó sobre mi familia y le dije que era de Hungría, yo solamente era una estudiante de intercambio en esa escuela. Luego me preguntó por mi novio… un tema del que nunca me ha gustado hablar. No mencione nada y decidí permanecer en silencio, el no siguió presionando en cuanto a ello. Antes de habernos dado cuenta la hora ya había terminado, yo volví a mi clase y el permaneció allí, olvide preguntarle por qué no se hallaba en su clase durante esa hora.

Días siguieron pasando, con la pequeña diferencia de que me saludaba siempre que me veía, cuando nos hallábamos solos conversábamos de varias cosas, la mayoría de nuestras platicas no tenían sentido alguno… Un día lo vi llorar, nunca pensé que alguien feliz como el pudiese llorar de esa forma, me acerqué a él y se secó las lágrimas inmediatamente. Quería parecer fuerte, pero sus ojos cristalinos delataban su fragilidad.

—He vivido una gran mentira; Natalya me ha engañado, jugó con mis sentimientos de una forma desalmada y cruel, me abandonó por un lituano. —No soy experta en este tipo de cosas; sin embargo, me han contado que cuando te engañan de esa forma se siente como si todo lo que conoces deja de tener el mismo significado.

No tengo experiencia consolando a las personas; sin embargo, puse una mano sobre el hombro de Vladimir y le pedí que dejase de llorar, le dije que algún día alguien sabría valorarlo realmente… cuando dije eso, no pensé que yo sería esa persona, y que sin duda alguna ese sería un error.


Este capítulo termina aquí… quisiera aclarar que esta historia está basada en hechos reales, y cualquier coincidencia con la realidad se debe a ello.

Esta es solamente la introducción de la historia, así que quiero decir que este fanfic será un conjunto de songfics, todos estarán correlacionados.

Elizabeta es Hungría

Vladimir es Romania

Lily es Liechtenstein

Cuéntenme que les parece todo esto, Hasta entonces Sayonara!