Konnichiwa! ;D
Primero que nada; este es un fanfic dedicado a la persona que me pidió escribir sobre esta pairing; Vicki27 (Vicki-chan); ella es una niña súper linda, a la que aprecio mucho, y sí no fuera por ella este fic no existiría (aunque creo que me pasé con el drama, puede que no le guste u_u, o que tal vez no me haya quedado bien T-T, ya lo juzgarán).
Vicki-chan, sí no te agrada la trama, nada más dime y me ideo otra mejor; y por cierto; creó que el final será diferente a como lo esperabas; gomen! U_U
Aclaración: la pareja principal es GokuHaru; pero este fic está muy cargado de MukuHaru; hecho que probablemente disguste a más de uno; explicó.
La razón de que Mukuro sea el de la discordia es:
1.- En enero (cuando pensaba publicar este fic y no pude ¬¬) coloqué a votación a: Bel, Hibari y él.
2.- El ganador por 6 votos fue Mukuro; el segundo lugar fue Hibari (5 votos) y el tercero; Bel (3 votos).
Muchas gracias a las(os) lectoras(res) que me dejaron un PM con su personaje para el papel del prometido; gracias.
Segundo; nadie, ningún personaje que salga en este capítulo o en posteriores me desagrada; todo lo que pase, es con el único fin de seguir con la trama que mi mente.
Aclaración: El nombre; Primavera de mi corazón me suena a una novela corena; "Otoño en mi corazón" que por cierto, no he visto. El título que escogí tiene sentido en un juego de palabras con el nombre de Haru; aunque eso se verá mucho más adelante; se los aclaró con adelanto :D
Sin más rollos (los demás los pondré en el siguiente capítulo); espero les guste este fragmento introductorio.
Disclaimer: KHR! no me pertenece; es de Amano-sensei.
Capítulo Introductorio - El pasado de Haru
[Gokudera]
Mi vida es… insignificante.
[Mukuro]
¿Lastima? ¿Compasión?
[Haru]
Se fuerte
El frió cala hasta las entrañas de aquellos que transitan las calles de Tokio; duelen los dedos del viento helado que acaricia la piel como una cuchilla; la nieve se hace presente en todas las calles, las banquetas han sido barridas para mantener el aire citadino que inunda la ciudad con sus luces.
Algunas personas dentro de sus casas, disfrutan de una caliente taza de cocoa; los niños sonríen ante sus padres; pero aquella criatura de tres años que camina tomada de la mano ancha de un hombre, lo único que hace es contener el humo que amenaza con salir de sus morados labios por el gélido ambiente.
Siente sus piernas desfallecer; sus fuerzas la dejan lentamente, transformándose por un dolor que le recorre los huesos, los músculos, la piel; de aquellos pequeños labios se logró formular una pregunta inocente.
—¿A dónde vamos, padre? —.El hombre aprieta la pequeña mano, no se sabe sí es para darle fuerzas o para que se calle. Desde hace unos días su progenitor actuaba extraño, la veía con frialdad; y ese día por la mañana recuerda que le dijo; "sígueme". Después de esa frase, no habían vuelto a hablar, y el tibió corazón de la niña se oprimía ante la incertidumbre.
—Casi llegamos —fue la escueta respuesta; la pequeña sabía que su padre no la veía, aun así, dio un leve asentimiento.
Pasaron unos minutos, los cuales sintió como horas antes de lograr divisar una extraña construcción que jamás había visto en su diminuta vida; pues siempre se la pasaba encerrada en la habitación de su casa. Sus ojos cafés se iluminaron ante la vista; daba miedo, pero al mismo tiempo era hermosa.
Titubeante, alzó su manita, y señalando con el dedo índice se atrevió a preguntar.
—¿Qué es eso, papá? —el señor no contestó; tocó la puerta oscura, de talla barroca que indicaba el inició de aquel lugar.
La niña esperaba escuchar algo, pero lo único que pudo oír fue el sonido hueco de la mano de su padre chocar contra aquel portón. Unos pasos se percibieron desde dentro, la puerta rechinó al abrirse; mostrando a una mujer delgada de vestimenta oscura con el único detalle que en su cuello llevaba un semicírculo blanco, así como en el contorno de aquel rostro arrugado, pero afable que ofrecía la mujer.
—¡Oh! Urami-san —expresó con una ligera sorpresa al ver al hombre, luego pasó su vista a la pequeña que sonreía inocente; el rostro de la mujer se oscureció por segundos, antes de cambiarlo por una sonrisa.
—¡Hola! Soy la hermana Yasashii; es un placer conocerte —sonrió con amabilidad ante la pequeña desconfianza de la niña, la menor sonrió, soltando el agarré que tenía en el pantalón de su padre; y haciendo una linda reverencia ante la monja.
—Urami Haru-deshu —pronunció torpemente; la mujer sonrió. Cargó a la niña entre sus brazos, pues era pequeña, y al sentir lo helado de su piel abrió sus ojos en horror, acuñando su mirar sobre el hombre.
—¡Por dios! ¡Está congelada! —exclamó sin llegar a lo dramático, pero sí en reclamó ante el padre de la castaña; el señor encogió los hombros, restándole importancia al hecho de que a su hija le da casi una neumonía.
—No es mi problema; la traje, así que no me molesten más. Dígale a mi hermano que la puede tener; una mocosa no sirve de nada, sí fuera un varón lo pensaría; pero es más fácil para mi vivir sin un estorbo a mi lado.
La religiosa cabeceó en negación, la niña se removió de los brazos cálidos de la monja, corrió hacia su padre biológico y con agua en sus ojos cuestionó.
—¿Te vas? —levantó sus manos para ser cargada por el señor, pero este se giró sobre sus talones; sin importarle nada.
Al notar que la niña estaba por seguirle, la miró amenazante.
—No me sigas; eres una desgracia en mi vida; eres el fruto de aquella perdida mujer; ni siquiera sé si soy tu verdadero padre; eres una hija natural. Mi hermano cuidaré mejor de una chiquilla como tú. No soy tú padre —las palabras habían salido como veneno que escocía el pequeño corazón de la infanta. Ella no entendía bien el significado de todas las palabras dichas, pero las lágrimas se acumularon en sus ojos; no entendía, pero en su pecho sentía el rechazó, le dolía.
Solamente alcanzó a ver la silueta de su padre perderse entre la lejanía, ni siquiera le podía ver bien, debido a que el agua en sus ojos hacía todo borroso; sintió un abrazó por detrás; y una confortante voz decirle.
—Todo estará bien…
[***]
Los días pasaron, no quería comer, no dormía bien. Su mente repetía la escena de aquel día nevado, y la ancha espalda de su progenitor alejarse. Cada vez que despertaba sus ojos estaban húmedos, y dolían. Tenía unas ojeras marcadas; y el rostro pálido; parecía un cuerpo vacío.
La monja a cargo de la pequeña la veía con preocupación; no sabía qué hacer. Temía que si dejaba a la niña así, esta moriría de depresión.
Corrió para ver a la madre superiora. Al entrar una seca voz le concedió el paso. La anciana mujer entró respetuosamente.
—Vengo a pedirle un favor —. La mujer de alto rango curvó la ceja sin decir nada, pero otorgando la palabra.
—Es la niña de los Miura, no come, no duerme, nada; apenas tiene tres años. Por favor, permítame comunicarme con sus tíos —la superiora le lanzó una aguda mirada, la mujer se corrigió —perdón…, a sus padres. Permítame hablar con ellos, para que por lo menos la vengan a ver una sola vez.
La mujer detrás del escritorio suspiró cansada.
—De acuerdo. Una vez, después de todo, esa niña será la sucesora de una de las familias que está iniciando una gran carrera política; no puede morirse aún.
Un escalofrió corrió por la monja; pues aquella superiora no era una verdadera religiosa, sino una rígida institutriz disfrazada con el hábito.
—Gracias… —susurró, saliendo con presura de la estancia.
[***]
Apenas había hablado con los Miura. Los padres adoptivos fueron al convento para ver a su hija; al verla ambos expresaron un rostro desencajado.
—Esa…esa no puede ser la niña que adopte. ¿Qué diantres hacen aquí? —gritó una mujer de negras hebras, con porte indignado salió de la habitación.
El señor por el contrario sonrió con tristeza susurrando.
—Tanto querías a tu padre, pequeña… —apretó sus manos al recordar que aquel, era nada menos que su hermano.
"Azumamaro... eres un imbécil"
El hombre se acercó cauto ante la morena; los apagados ojos de la niña se posaron sobre los oscuros del desconocido, este le regaló una sonrisa fraternal.
Ella desvió la mirada como si aquella presencia no existiera. Sus pensamientos se centraban en uno; desesperanza.
Miura curvó sus labios en melancolía; acarició los cabellos chocolate de la pequeña; luego acarició el frágil rostro.
"Se parece tanto a ella cuando éramos pequeños, pero…"
Sin pensarlo abrazó a la inmóvil y ajena infanta a él.
No sentía nada, sólo vacío; pero… repentinamente algo cálido recorrió sus frías mejillas. Dudó en levantar la vista, pero lo hizo.
Aquel café sin vida, empezó a recobrar su luz lentamente. Eso…eso que sentía ¿eran… lágrimas?
Alzó su manita, tocó una gota de aquel líquido.
—¿Por qué…? —preguntó débilmente, el señor miró esos ojos chocolate, con un pequeño brillo que se asomaba por salir; y abrazándola con firmeza respondió.
—Eres mi hija. Lloro porque te quiero. Eres mi hija, Haru —esas palabras bastaron para que aquel infante corazón sintiera felicidad, para que aquellos oris recobrarán su luz, y para que empezará a llorar amargamente, como la vez que la dejo su padre.
Las horas pasaron, la niña quedó se dormida en los brazos de su nuevo papá. El hombre joven, de apenas unos 28 años sonrió; finalmente tenía una hija. Se entristeció al saber que no era suya, porque su esposa no podía engendrar; pero al menos era la hija de la mujer que había amado, y que nunca fue suya. Él también dudaba de que fuera de su misma sangre, dudaba de que fuera su sobrina, la hija de su hermano; pero al menos era de ella; de aquella mujer que por dinero y caprichos abandonó el amor, y escogió el dinero.
Dejó sus pensamientos al sentir que algo se movía entre sus brazos. Observó los parpados infantiles abrirse con lentitud, la niña se frotó los ojos; y al ver que no había sido un sueño, se lanzó al pecho de su papá con alegría, sonriendo brillantemente.
—No fue un sueño, fue verdad —brincó en la cama; el señor sonrió.
—Me alegra que estés feliz —le revolvió los cortos cabellos castaños y carcajeó un poco al ver el sonrojo en la niña; era la primer muestra de afecto que sentía. Entendió que eso era ser querido y rió.
La atmosfera familiar fue interrumpida por una voz quejumbrosa.
—Llevó aquí medio día por esa mocosa, y me harté. Vámonos —demandó a su esposo, este le otorgo la razón con algo de culpa.
Los ojos cacao le suplicaron quedarse, él tan sólo le acarició el cabello y dijo.
—Se fuerte, este lugar será tu hogar por varios años. Sí eres una buena niña, un día saldrás de aquí y vendrás a vivir con nosotros. Lo prometo. —ante lo dicho, ella confió en aquellas palabras, y sin preguntar asintió. Esperando por ese momento en que pudiera sentir el calor de una familia, mientras viviría en aquel lugar llamado convento; obedeciendo.
Es algo confuso, y estará más; pero espero les haya gustado. Por sí tienen dudas de qué va la trama; visiten mi profile o; les dejó el link de un slideshow que hice en mis ratos libres (intentó de opening o ending –como lo vean –del fic).
h t t p : / / w w w . youtube . com / watch?v = aSUTB2blpas
El pasado de Mukuro es muy corto, y el de Hayato; es un flash chibi. Pero, todo a su tiempo ^^ (en algunos días, tal vez... actualice "Incantesimo Lunare"; no me he olvidado de ese fic -ni de los demás-.)
¿Reviews? Así me ayudan a saber si les agrada o no el fic n_n; gracias.
Ja ne~!
