Disclaimer: Harry Potter no me pertenece. Todo es de J.K. Rowling y de la W.B.
Notas: Este es el regalo de Panchajaviera, más conocida en estos lados como Sophie Deutiers. Con mucho cariño para ti, espero que hayas tenido un día magnifico. ¡Te lo mereces!
Este será un longfic, pero tampoco tan long. Creo que no serán, como mucho, más de cinco capítulos. Aún así, espero que les guste.
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Besos y hierbas para la felicidad
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Nunca había estado ahí antes. De hecho, no debería. Pero esa casa, pese a ser tan grande, era sumamente aburrida. Todo el mundo estaba preocupado de la guerra que se cernía sobre ellos, preocupados por Voldemort y por Harry. Y Ginny había estado luchando mucho tiempo para sacarse justamente a esas dos personas de su cabeza, así que evadía tanto como podía esa atmósfera reflexiva.
Además, no era tan difícil. Ron, Hermione, y por supuesto, Harry se encerraban en un cuarto a susurrar cosas que no compartían con ella. Los tres se quedaban callados cada vez que Ginny ingresaba al cuarto y hablaban, con torpeza, de cualquier otro tema, como quidditch o los exámenes, por ejemplo.
Los gemelos estaban muy ocupados haciendo tratos dudosos con Mundungus Fletcher y sus ratos libres, los dedicaban haciendo experimentos ultra secretos que no siempre le dejaban ver.
Y su madre y los otros se encerraban, con kilos de preocupación sobre sus rostros y años que se venían encima con demasiada rapidez en el pelo, para murmurar cosas importantes en la cocina insonorizada.
No es que a Ginny le importara mucho sacrificarse por Harry y quedarse encerrada todas las vacaciones allí, de hecho, no le molestaba en absoluto. Pero eso no aliviaba de modo alguna las ganas que tenía de cortarse las venas con un cuchillo oxidado si todas las tardes fueran igual de aburridas. Por eso se dedicó a pasear por Grimmauld Place, por eso jugaba a explorar los rincones ocultos de esa mansión. El tapiz de las paredes, la forma de los muebles, y los retratos que movían sus ojos estrechos, le hablaban de secretos, de pequeños tesoros que podía encontrar de un momento a otro. De trampas peligrosas que sortear sin la ayuda de nadie.
Pisaba cada escalón sintiendo el corazón palpitar con tanta fuerza, que casi podía sentirlo latir dentro de su boca. A veces se estremecía cuando una gorda araña caminaba sobre su pelo, otras veces al sentir algo sacudiéndose dentro de un armario. Pero lo que más la estremecía era llegar hasta la cima de la escalera; ésta parecía ejercer una potente atracción hacia Ginny, como si emitiera un canto de sirena; un llamado especial.
La plaza que estaba frente a Grimmauld Place, la mayor parte del tiempo desierta, desde arriba tenía el aspecto de una alfombra gruesa cubierta de pequeñas luces de navidad. Las faroles parecían brillar solo para ellas, incapaces de iluminar algo más allá. Y ese era el panorama favorito de Ginny de toda la casa, sólo para eso le gustaba subir aquella escalera hasta alcanzar el rellano superior. Junto a la ventana tejía fantasías de amores correspondidos, sufría por los traumas de sus desamores y las torturas vividas. Suspiraba a cada tanto, empañando el cristal de la ventana. Lo limpiaba con la mano, y luego se dedicaba a espiar a las parejas que se adentraban bajo el follaje de los árboles, como si la obscuridad se los tragara.
El correteo de una rata hizo que se diera media vuelta, y por primera vez fue consciente de la existencia de dos puertas. Una de ellas, estaba semi abierta. El interior de aquella habitación estaba oscuro, mucho más que el lugar donde ella estaba, junto a la ventana, pero para su espirítu curioso parecía que el interior que ocultaba esa puerta estuviese iluminado, como si un potente sol diminuto brillara ahí.
Sin saber por qué, miró en todas las direcciones como si sintiera vigilada por alguien, pero arriba, en el piso superior de Grimmauld Place, no había nadie más que ella. Se asomó lentamente hasta poder distinguir qué era aquel lugar.
Vio solamente bultos. Unos grandes, otros más pequeños, luego una mano le tocó el hombre y Ginny dio un brinco cuando escuchó.
- ¿Se te perdió algo, pequeña?
"Mal, todo mal", pensó Ginny mientras sentía las mejillas colorearse violentamente. "No me gustan que me digan pequeña", agregó mentalmente. La voz de Sirius la había asustado, pero no lo suficiente para que aquel detalle no le molestara.
- No, no se me perdió nada. -Contestó a la figura, que estaba bañada de oscuridad. -Sólo que no conocía este lugar.
- Eso es normal, Ginny. Es un lugar muy peligroso.
- ¿En serio? ¿Qué es este sitio?
- Mi habitación. -Respondió Sirius, con voz alegre y luego Ginny distinguió su brazo moverse en la oscuridad. Las velas instaladas en la elegante araña que colgaba del techo, se encendieron, llenando el lugar de una suave y cálida luz. Era similar a estar en la Sala Común de Gryffindor; las paredes cubiertas de rojo y dorado, banderines con el emblema pegados en la pared, unos poster de chicas con muy poca ropa y una fotografía vieja. Había una cama gigante ubicada en el centro de la habitación.
Ginny se acercó a las paredes, examinó cuidadosamente los poster de motocicletas y luego, preguntó. -¿Tú tenias una, cierto? -Luego, al ver la expresión de Sirius se arrepintió al segundo de haber dicho eso.
- Sí, pero eso fue hace mucho tiempo, Ginny.
- ¿Y estás eran tus novias? -Preguntó a reglón seguido. Sirius se río con una carcajada al tiempo que se sentaba en la cama.
- No...o sea, salí con esa un par de veces. -Dijo apuntando a una chica que tenía el cabello oscuro y los ojos vidriosos, extrañamente para Ginny tenía los ojos inmóviles.
- Uhm...No es muy guapa. -Agregó Ginny, mientras se movía un poco más hacia la derecha, como si estuviera en una galería de arte y ya se hubiese cansado de observar un cuadro. Ahora, sus ojos estaban cautivados mirando las fotografías pegadas en la pared. Sirius volvió a reír, con aquel murmullo ronco que brotaba de su pecho. -Por Merlín, son iguales...¿éste es el padre de Harry, cierto?
Los ojos de Sirius mutaron; se volvieron sólidos un segundo, como un grueso muro de plomo con profundas grietas por las cuales se filtraba mercurio. Luego, se llenaron de melancolía y contestó. -Sí, Ginny. Ese era tu suegro.
Ginny se río de la broma un segundo, luego miró a Sirius, que estaba sentado en la cama, apoyando la cabeza en una pila de almohadas que colocó contra aquel majestuoso respaldo, y después frunció el ceño, indicando.
- No te equivoques, Sirius. Ni en un millón de años. Harry está muy ocupado salvando el mundo para buscar el amor. -Y recobrando su sonrisa, continúo. -Tendré que buscarlo por otro lado...
Ginny volvió a perderse en aquella vieja fotografía. Al lado de James Potter estaba Remus. Mucho más rubio, mucho más joven, mucho más alegre. En aquel momento sus ojos se dilataron, y no pudo evitar preguntarse si en un par de años más ella miraría las fotografías de su juventud y se encontraría tan cambiada. Sus ojos volaron hasta los de Sirius, para saber si él pensaba lo mismo, sin embargo él estaba subiéndose las mangas de su camisa y no estaba prestando atención a lo que Ginny hacía.
Junto a Remus había un chico algo más pequeño que el resto. Tenía la mirada vidriosa y una enorme sonrisa en la cara, como si estuviera fascinado de aparecer en aquella fotografía. Ginny supo inmediatamente que aquel era Peter Pettigrew, y no le cabía en la cabeza que un tipo así, tan feliz, se transformara en un maldito traidor. Al lado de Peter, había un tipo con una sonrisa enorme, muy bonita, tenía el cabello oscuro y sus ojos parecían relampaguear justo el segundo antes en que su mano se movía para darle un ligero golpe en la cabeza a James. Ginny supuso que aquel era Sirius, y sintió una sensación similar a las cosquillas cuando analizó sus facciones lentamente.
- Insisto, qué fea era aquella tipa para ti.
- ¿Por qué lo dices? -Preguntó Sirius, desde la cama.
Ginny en aquel instante no sabía que decir exactamente. Estuvo a punto de largar un "Pero mírate. Si estabas para comerte hasta con ropa", pero prefirió ahogar ese tipo de pensamientos y solamente contestar. -Te ves bien es esta foto, Sirius.
El levantó las cejas escépticamente y sonrió. -¿Bien, eh?
- Sí, tu cabello luce genial. -Agregó Ginny, sintiendo como el calor arañaba sus mejillas porque la mirada cautivante de Sirius no se apartaba de ella.
- Tengo más. -Contestó como si nada, incorporándose en la cama.
- ¿Más qué, Sirius?- "Cabellos", pensó. Luego suprimió de su mente aquella cadena de ideas que seguían.
- Sí, ¿quieres ver? Digo, si no tienes sueño...
Ginny se sentó en la cama de Sirius, sin pedirle permiso. Se acomodó como si estuviera en su propia cama, y le dio a él un leve empujón; luego respondió. -¿Qué esperas, Sirius? Ve a buscar esas fotos, antes de que me den ganas de ir a hacer algo más entretenido en esta casa.
El volvió a reír, levantándose de la cama. Añadió, con la sonrisa aún bailando en su rostro. -Veo que lo pasas tan bien como yo en este maldito lugar.
- No sé de que te quejas. Lo paso de las mil maravillas. -Le sacó la lengua y después se sacó las zapatillas y se hizo una coleta alta.
Sirius abrió las puertas de su viejo armario, revolvió su interior hasta que encontró una pequeña caja de madera, similar a un baúl. La dejó sobre la cama, y se acomodó junto a Ginny, como si ellos dos fueran grandes amigos que se juntan un viernes por la noche para ver una película. Ella se dio cuenta que aquella pequeña caja estaba cerrada con candado. Sirius sacó su varita del bolsillo trasero de sus jeans y sin abrir la boca, el pequeño candado dio un salto pequeño y luego se abrió.
Sirius tomó la caja, y corrió la tapa cuidadosamente. Estaba repleta de cosas. Ginny, en un primer vistazo logró identificar fotografías, trozos de pergaminos, pequeños paquetes envueltos en papel de regalo. Sintió que en Grimmauld Place alguien guardaba, verdaderamente, un pequeño tesoro.
Sirius sopló suavemente aquella ligera capa de polvo que acumulaba la superficie y le pasó a Ginny una serie de fotografías. La mayoría de ellas de sus tiempos escolares. En muchas fotografías salía James Potter, y a Ginny le pareció que él y Harry eran idénticos. Sólo los diferenciaba los ojos de su madre. En una de esas fotografías apareció ella, Lily Evans. Era una chica muy bonita, pensó Ginny, y sus ojos eran impresionantes, tal cual los de Harry. Pero como Ginny no quería pensar en eso, pasó esas fotografías rápidamente hasta que encontró una donde Sirius salía arriba de su esplendorosa moto. Tenía el cabello un poco más largo que en la fotografía de la pared, sin embargo su sonrisa era la misma. Tan radiante y esplendorosa.
- ¿Esta es? -Sirius miró por encima del hombro de Ginny. Estaba más interesado en revisar el contenido de un pequeño paquete.
- Oh, sí. -Dijo con la voz embargada por pequeñas notas de emoción. -Sí, esa es...¿Sabes? Estas son las únicas cosas que me molesté en recuperar después de salir de Azkaban.
A Ginny se le olvidaban esas cosas a veces, que Sirius había pasado largos y solitarios doce años atrapado injustamente en la prisión más terrorífica de toda Inglaterra. En ese momento, sintió el impulso de abrazarlo y de decirle que todo había pasado. Pero no era necesario, Sirius miraba la fotografía que estaba en las manos de Ginny con un brillo especial en los ojos, como si aquellos recuerdos lo rejuvenecieran. En un pequeño segundo, Ginny pudo distinguir esas facciones tan bien delineadas, que le habían llamado la atención en las fotografía de la pared, asomarse en su cara. Sintió algo especial, como su un cubito de hielo se deslizara por su espalda. Le gustaba verlo así. De cierta manera, le hacia feliz.
Esa noche, sin zapatillas, y recostada en la cama de Sirius, pensó que quizás la mejor manera de aliviar ese hastío que compartían por Grimmauld Place, sería visitándolo y conversar de cualquier cosa, menos Voldemort y Harry. Quizás, pensó Ginny, si tan sólo hablaran un poco más de ellos.
- Mira lo que tengo aquí. -Dijo Sirius de pronto, sacándola de ese mar de cavilaciones en el que había caído. - Esto debe estar un poco añejo, pero creo que aún está bueno.
Ginny le vio sostener sobre sus manos un manojo de hierbas aromáticas, nunca antes vistas por ellas. No quiso preguntar qué cosas eran para no quedar como la típica niñita ignorante. Sólo compuso una sonrisa, como si comprendiera aquello.
- ¿Te animas? -Preguntó Sirius, y Ginny, arrugando su nariz levemente, hizo un gesto afirmativo para luego seguir mirando las fotografías. -Lo probaré yo primero para saber si está bueno. A lo mejor se echó a perder y ahora está lleno de hongos alucinógenos que tu madre estaría muy feliz que te diera. -Agregó irónico, antes de tragarse un poco de esas hierbas. -Bien. -dijo masticando con la boca abierta. -Tiene el mismo sabor que recuerdo.
Sirius extendió su brazo frente a Ginny, en la palma tenía un montón de brotes secos de algo que ella no conocía, pero cuando tomó un poco, estaba segura que sí quería saber lo qué era aquello.
- Toma un poco más. Total, ni siquiera me acordaba que tenía un poco de esto aquí.
Ginny se lo echó a la boca sin titubear. Sabía similar a chicle de sandía, pero la textura era más arenosa. Vio que Sirius también tomaba un poco más y que parecía tan feliz y fascinado como en las fotografías que había visto minutos antes. A medida que lo mordía, aquella sustancia se hacia más densa; se le pegaba en las muelas y ahora comprendía el por qué Sirius le costaba masticar.
- Sirius, ¿qué es esto?
El se largó a reír antes de contestar. -¿Y recibes caramelos de desconocidos, Ginny? Muy mal hecho. Podría haberte dado veritaserum, o peor aún. Podría haberte dado un poco de amortentia y hacer que cayeras de amor por mi. -Ginny le dedicó una mirada enigmática y luego se puso a reír también.
- Quizás se debe, Sirius, a que no eres un desconocido para mi.
Sirius la quedó mirando un segundo, sus mandíbulas de ángulos perfectos se movían lentamente. -Es manzanilla africana. Sirve para encresparte las pestañas, quitar el moho de los azulejos, contornear las piernas y se transforman en paraguas los días de lluvia.
- Qué pesado eres. -Y Ginny le dio un nuevo empujón, donde sintió a través de la yema de sus dedos, la tibieza del pecho de él que se filtraba a través de la camisa.
- Ay. -Se quejó antes de incorporarse nuevamente. -Es que tiene muchos usos. James y yo la ocupábamos para suavizar el estado de ánimo de Remus después de las transformaciones. Te hace sentir mejor. No me mires así. -añadió. -no es nada ilegal, aunque no lo creas, Ginny.
Ginny no sabía si era el efecto de la manzanilla africana el que estaba comenzando a sentir, o si era la sonrisa de Sirius mezclada con trazos de juventud, lo que le hacía sentir una sensación de vértigo en el estómago.
Nota de Autora: Ahora, el mítico "continuará..."
No sé qué les ha parecido. Espero que no haya quedado tan mal, y sinceramente espero de todo corazón que sea del agrado de Pancha.
Se agradecen los cometarios.
Muchas gracias por leer.
maite!
