Galactik Football no me pertenece. Lo sabéis. Lo sé.

Un D'Jok/Tia en toda regla. Sorprendidos, ¿verdad? Es un two-shot en un tono más desenfadado de lo normal, que probablemente contendrá lemon, además de palabras malsonantes. Al final he reservado una especie de sorpresa, ya veréis :). Espero que os guste.


"Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio." J. Cortázar.

D'Jok es como lo inesperado: lo amas o lo odias. La gracia de lo inesperado es precisamente eso, que no lo esperas, como recibir una sorpresa en el día de tu cumpleaños o ir por la calle y que de repente empiece a llover como si fuera a hundirse el mundo. Como levantarte un buen día entre bostezos y sábanas que se enredan alrededor del cuerpo queriendo retenerlo un poquito más en la cama y darte cuenta de golpe de que estás colada por D'Jok.

Algo así le pasó a Tia y no fue muy poético. No fue como en las películas cuando los dos protagonistas se miran a los ojos en medio de una multitud y de repente todo encaja y el universo parece ordenarse en sí mismo. No, fue más bien frotarse los ojos mucho y observarse en el espejo y darse cuenta de que algo había cambiado, aunque no supiera exactamente qué. Y eso que le tocaba vivir una época en la que todo estaba patas arriba: Mei y Sinedd estaban absoluta e insoportablemente enamorados el uno del otro y habían pasado a formar parte – de nuevo – de los Snow Kids, Aarch y Adim acababan de ser padres, Rocket era el nuevo entrenador… Por suerte Micro-ice seguía igual de payaso y D'Jok daba tantas voces o más, o, de lo contrario, Tia habría acabado explotando cualquier día en pleno entrenamiento y, puño en alto y vista al cielo, habría gritado algo así como "¿¡Qué estáis tramando ahí arriba!?" antes de huir rodando.

Pero acababa de cumplir diecinueve años apenas un par de meses atrás y ya debía empezar a comportarse como una adulta, y sufrir una crisis existencial delante de todos sus compañeros no le parecía muy maduro por mucho que todos estuvieran más raros últimamente que un perro verde. Quizás lo próximo sería ver a Dame Simbai confesando que en realidad era un marinero de treinta años llamado Steve o a Ahito y Thran asegurando que, de hecho, eran la misma persona, y que les habían estado engañando todo ese tiempo. Meras hipótesis y conjeturas que la mente soñolienta de Tia se dedicaba a elucubrar mientras se enjuagaba los dientes en el lavabo.

Por suerte otros cambios habían ocurrido gradualmente; véase su ruptura con Rocket. Posiblemente para otros ese acontecimiento sí que hubiera sido como para llevarse las manos a la cabeza, porque, siendo sinceros, ¿quién iba a esperar que algo así ocurriera? Pero parándose a pensar había sido un paso natural en sus vidas, sumar dos más dos, ver el sol aparecer por el este, mezclar azul y amarillo y que saliera verde. No es que no le hubiera costado tomar la decisión, ni mucho menos: para Tia había sido un proceso largo y doloroso. No obstante ambos habían coincidido en que necesitaban un tiempo. Llevaban casi cuatro años de relación y eran aún demasiado jóvenes como para comprometerse para el resto de sus vidas, que era lo que la mayoría de la gente, especialmente los fans, esperaban. Pero había llegado un punto en el que la magia del principio se había convertido en rutina, y no hay nada que a Tia le gustase menos que la rutina. Se había acostumbrado tanto a las mariposas en el estómago y al cosquilleo en los labios al besarle que se había hecho inmune. Ahora necesitaba otra cosa. No la dulzura ni el equilibro. Necesitaba fuego. Intensidad. Como esa protagonista que harta de su vida planeada y monótonamente perfecta se lanza de cabeza a la acción y encuentra emociones con las que jamás habría llegado a soñar siquiera y un amor que la lleva al límite, que la hace sentirse llena y luego de repente vacía, y enojada y eufórica y presa de la pasión.

"Eres estúpida" se reprendió amablemente a sí misma. Y por si fuera poco, iba a llegar tarde al entrenamiento y había dormido tan sumamente mal que estaba segura de que Rocket se enfadaría con ella y optaría por triturarla y convertirla en comida de Xenons. Estaba visto que ser la ex del entrenador no confería ningún tipo de inmunidad.

Bajó a desayunar sin apenas peinarse – iba a jugar a fútbol, por amor de dios, su pelo acabaría hecho un seto de todos modos – y algo ojerosa – que para qué esforzarse en estar mínimamente decente si los otros ya estaban acostumbrados a sus caras más propias de Vengo de un funeral y yo era la muerta o Soy protagonista de una nueva peli sobre zombies adolescentes. Probablemente su aspecto le valdría una reprimenda por parte de Mei del tipo "Hay algo llamado maquillaje. De nada", pero ambas sabían que ni una se cansaría de repetirlo ni la otra haría caso. Era todo parte de un bello ritual de la amistad. De hecho Tia no sentía ni la más mínima envidia por Mei. Vale, no demasiada. Su amiga había dejado el listón tan alto con tanto cutis perfecto y tanta melena envidiable que ahora estaba condenada a mantener su imagen. Tia, en cambio, había puesto las expectativas tan bajas que el día en que decidiera aparecer con minifalda y escote provocaría reacciones diversas, desde silbidos hasta comentarios más propios de un obrero de la construcción, pasando por narices que sangraban y huidas apresuradas al baño más cercano. Y no era por sonar prepotente. Es que lo había comprobado empíricamente la Nochevieja anterior. Claro, que todos iban bastante pasados de champán y tendrían erecciones incluso con Clamp vestido de mujer. Rió como una neurótica para sus adentros mientras salía de la habitación en la que ahora dormía sola.

Pero entonces el mundo se tambaleó al girar el recodo del pasillo. En realidad fue ella que se dio de bruces contra D'Jok, y a lo mejor la escena hasta habría quedado bonita si no se hubiera caído de bruces maldiciendo entre dientes con un vocabulario que haría temblar a su madre, bastante más propio de un camionero con síndrome de Tourette que de la excelentísima hija de unos excelentísimos embajadores.

Pero, si le preguntas a D'Jok, ¿a quién coño le gustan las damiselas?

Él se frotó la cabeza y la miró tirada en el suelo, ambos con el ceño fruncido y atragantándose con palabras malsonantes. Entonces D'Jok, que aún conservaba las formas y era – eso nadie podría negárselo, Maya había hecho un buen trabajo al educarle– un caballero, extendió una mano:

-¿Estás bien?

La ayudó a incorporarse y Tia sólo bufó. Definitivamente, toda una señorita.

-Lo estaba antes de arrearme contra ese cabezón que tienes.

La sonrisa radiante de D'Jok fue todo lo que vio. Una sonrisa blanca y desvergonzada hecha de pura irreverencia.

-Eres encantadora por las mañanas, ¿lo sabías? Despertarse contigo en la cama debe ser toda una experiencia. Algo así como desactivar una bomba.

Su voz derrochaba, como de costumbre, humor, y entonces él dobló el pasillo y la dejó atrás con su sonrojo. Por un instante Tia se olvidó del daño que se había hecho en el trasero y maldijo no haberse peinado.

Y ahí fue cuando se dio cuenta (como lo inesperado) de que D'Jok le gustaba un poco bastante.


Le recordaba a cuando Micro-ice probó el pimiento a pesar de que lo odiaba porque no había otra cosa para comer, y Micro-ice se comería hasta las piedras si no hubiera otra cosa; ahí fue que el chico descubrió que le encantaba y que había vivido diecinueve años engañado. Algo así fue lo de Tia con D'Jok. Micro-ice probando un pimiento o Thran rescatando un libro que hacía mucho que dejó por imposible y que resulta que ahora le tenía enganchado.

Se horrorizó cuando se sentó a remover su té decorado con una hoja de hierbabuena y se descubrió a si misma pensando que era un color bastante aproximado al de los ojos de D'Jok. Lo peor fue cuando matizó que, en realidad, los ojos de D'Jok eran de un verde más oscuro, más bosque, más de fondo de botella. Definitivamente, estaba perdiendo la cabeza.

Es por eso que no entiende cómo de buenas a primeras se dio cuenta de que le gustaba su amigo, el ex de su mejor amiga, su compañero, ese cerdo arrogante, sólo porque se había chocado con él en el pasillo y había encontrado su mirada en el verde de un vaso. Era casi terrorífico, tanto como Sinedd diciendo cosas cursis a Mei y Aarch cambiando pañales. Ahora ella empezaba a estar tan loca como el resto.

Y su infierno no había hecho más que empezar.

Unos días después, durante el entrenamiento, tuvo que reprenderse a sí misma cuando no pudo evitar girar el cuello al sentirle pasar a su lado en el campo. Rocket estaba más tirano que nunca y ella seguía sin dormir demasiado bien, pero entonces el culo de D'Jok pasó cerca y Tia tuvo que reunir todo el valor del mundo para no perder la compostura. Ni las bragas.

Había pasado la noche trazando un plan para desenamorarse, o más bien desencapricharse, que eso de el amor es muy fuerte, del capullo de D'Jok. Quizás seis meses sin sexo eran más incluso de lo que ella podría soportar, o el Espíritu estaba mutando y haciéndole cosas raras a sus hormonas. El caso es que había optado por ignorarle hasta que se le pasara esa tontera que le había dado de repente más propia de una quinceañera histérica. Igual pronto se sorprendería a sí misma pintando corazones y muchos "D&T 4ever" en un montón de folios en blanco y juntando sus apellidos para ver cómo se llamarían sus tres hijos. Asqueroso.

Pero claro, en su maravilloso plan no contaba con que el sujeto B, es decir, D'Jok, era un sujeto con vida propia y en constante movimiento que se paseaba por delante de ella sin saber la lucha interna que se libraba en ese instante en el cerebro de la chica. Ni con que él fuera tan alto y tan musculoso y su pelo rojo tan brillante y la mirara de esa forma tan intensa. Tan amenazando con derretirla y hacer de ella una masa líquida que pudiera modelar en sus manos cálidas.

Tampoco contaba con que D'Jok le sonreiría guiñando un poco los ojos y le diría "Vamos a comernos a los Shadows, pequeña", porque para él ella siempre sería eso, destinataria de una sonrisa improvisada en un entrenamiento, la hermana que nunca tuvo, menos mujer que una planta de tomates, una simple sombra.

Sus propios pensamientos la lastimaron como una herida real, física, y Tia en vez de devolverle el gesto tuvo que agachar la frente y la mirada para acto seguido darse la vuelta y colocarse en su posición. D'Jok vaciló.

No sabía que para él significaba mucho más.

-Tia, ¿qué demonios te pasa?

El enojo de Rocket era patente en su voz incluso sin verle. Tia se encogió un poco en el sitio. Perdían cuatro a dos contra los hologramas de los Shadows por su culpa, porque ella estaba distraída, porque se comportaba como una cría estúpida en vez de dirigir el juego desde el centro del campo.

-Lo siento, Rocket.

-¡Con sentirlo no basta! ¿Te das cuenta de que el entrenamiento está siendo desastroso? ¡El amistoso contra las Rykers es dentro de una semana, así que te aconsejo que te espabiles!

-Ya está bien, Rocket. Lo hemos pillado.

Fue D'Jok quien habló, claro. D'Jok con su complejo de héroe. El corazón de Tia se retorció un poquito de la emoción, como un gato gordo que se despereza, pero ella sacudió la cabeza. Sólo se estaba comportando como un buen capitán. Por no decir que nunca pasaría por alto una buena oportunidad para rebatir a Rocket.

Aún así ella no se sintió herida por las palabras del entrenador. Se había hecho impermeable a todo el dolor que él pudiera causarle, después de tanta práctica. Además, cuando el campo se desvaneció y todos sus compañeros se hubieron marchado tras un largo sermón y una buena regañina, él la detuvo posando una mano sobre su hombro.

-Tia, ¿podemos hablar?

Ella suspiró internamente y se dejó una nota mental: nunca salir la última de los entrenamientos. Aunque para ello tuviera que echar a correr y precipitarse a la puerta como una posesa, apartando a los demás a empujones.

-Claro.

Se giró a mirar sus ojos de oro viejo. Y por un instante deseó con todas sus fuerzas sentir cómo su estómago daba una voltereta y una chispa de electricidad se extendía desde los dedos de las manos hasta los de los pies.

Nada.

"Qué fácil sería todo si siguiera enamorada de ti".

-Te noto algo distraída. ¿Ocurre algo?

"Sólo que quiero empotrar a D'Jok contra una pared. SOS."

-Nada.- mintió. Demasiado deprisa. Demasiado poco creíble.

-Tia…- reprendió cariñosamente él, girando la cabeza. – Sabes que yo soy y siempre seré tu amigo, ante todo.

Y ese era precisamente el problema. Rocket era consciente. Que él y Tia siempre habían sido más amigos que otra cosa. Él la quería y ella le quería, pero no era suficiente. No la deseaba y resultaba doloroso pensarlo, porque realmente desearía poder hacerlo, pero la había engañado y se había engañado a sí mismo durante demasiado tiempo. Y ahora miraba esos enormes ojos verdes y sentía la más absoluta y completa indiferencia. Qué terrible y qué egoísta. Él, la vida, ambos, qué más da.

-Te lo prometo. Estoy bien.

-Llevas unos días rara. Apenas comes, hablas poco, en los entrenamientos no das una, estás sumida en tus pensamientos y realmente quiero saber qué bulle ahora en esa cabecita.

La que siempre había sido un misterio para él.

-A partir de ahora lo haré mejor, lo juro.

Eso no respondía a sus preguntas, pero Rocket sabía que no obtendría nada mejor. Como también sabía que iba a cumplir su palabra, porque Tia era de esas personas que nunca se rendía hasta que lo bueno era mejor y lo mejor excelente.

-De acuerdo.

Y la dejó marchar. Como tantas otras veces.


Desde el primer instante en que la conoció, a ella, la chica del Espíritu, D'Jok se sintió fascinado. Lo recuerda perfectamente porque era aquella mañana tan fría de otoño en Akillian, la que cambiaría su vida para siempre. Y no sólo por el privilegio de entrar a formar parte de esa aventura llamada Galactik Football de la mano de Aarch. Que también. Sino porque fue ese día, precisamente ese día, en el que él la vio por primera vez. Y D'jok dejó de creer en el destino para empezar a creer también en la magia, porque definitivamente, había magia en el modo en que Tia volaba con el balón entre los pies haciendo del Espíritu algo que manejar a su antojo, pero también tuvo que haber algo de hecho transcendental y místico en el modo en que él la miró y todos los relojes del mundo se detuvieron al unísono. Como si hubiera estado toda la vida esperándola.

Se juró a sí mismo que nunca pronunciaría esas palabras en voz alta ni aunque le obligaran a besarle el trasero a Sinedd o a afirmar en voz alta que Micro-ice era mil veces mejor que él. Se sentía más cursi que una puñetera tarta de fresa, pero a fin de cuentas era el mejor jugador de la galaxia: tenía derecho a todo, joder.

En definitiva, Tia era una chica fuerte movida por su autodeterminación. Tenía un sueño, como él, y quería hacerlo realidad costara lo que costara, incluso si eso suponía caer del cielo (literalmente) y plantarle cara a sus padres (no poco usual en ella). Era tímida y retraída pero también valiente y decidida, y no le importaba ser bella, sólo ser buena. Tenía el atractivo que ciertos hombres ven en las mujeres que no buscan ser atractivas, en esas mujeres independientes que se preocupan por explotar su talento más que su feminidad. Le gustaba porque estaba llena de misterios y no había mayor obsesión para D'Jok que desvelarlos, como se busca el por qué a el que nieve en invierno y en verano o no o a que los auriculares se enreden al guardarlos. Grandes cuestiones del ser humano. Por eso D'Jok no podía dejar de observarla con cara de idiota, buscando qué era exactamente eso que la hacía tan diferente, fracasando estrepitosamente en el intento porque no había un solo por qué: Tia no era una respuesta, era todos los interrogantes del mundo, incluso aquellos sin formular.

En realidad siempre la consideró, o quiso hacerlo, como una hermanita. Trataba de ser su escudero a pesar de que la mayoría de las veces Tia no necesitaba a nadie que la protegiera (o si no que le pregunten a aquel paparazzi al que pegó una patada en los huevos), pero a él le daba igual, porque quería formar parte de su vida, aunque fuera desde un pequeño rincón y a escondidas.

Tia le gustaba porque era distinta. Porque ella no le trataba como si fuera un capullo ególatra (al menos no la mayoría del tiempo), ni le alababa (que ya le gustaría a él) ni era una de esas mujeres cuyo único objetivo era colarse en su cama (ojalá). Entre ellos había una amistad sencilla y limpia. Y al que dijera que algo así no era posible entre un hombre y una mujer, que le jodieran.

No obstante al principio D'Jok sólo se fijó en ella por su talento, luego por eso de que la chica era extraña y poco después porque realmente quiso ser su amigo, pero D'Jok, aunque lo parezca, no es tonto, y se dio cuenta de que empezaba a mirar a Tia de modos que un amigo no haría. No sólo se refiere a las tetas, que también, sino a que empezaba a ser demasiado consciente de pequeños detalles como las diminutas pecas que le bailaban en la nariz cuando reía o el modo en que sus pestañas proyectaban sombras sobre sus mejillas cada vez que el sol le daba en la cara (y no es que Tia fuera guapa, ni siquiera a medias, pero era precisamente eso – la suma de sus imperfecciones – lo que la hacía preciosa). O el tacto de su piel clara cuando pasaba por su lado y accidentalmente le rozaba la mano, o las formas que dibujaba su grácil cuerpo al curvarse en el aire envuelta en esa luz azul que hizo que desde el primer momento en que la vio ya nunca pudiera dejar de pensar en ella.

Pero claro, desde el primer momento ella tuvo que fijarse en el imbécil de Rocket, que D'Jok no tenía ni puñetera idea de qué tenía para volverlas locas, quizás fuera el acondicionador para las rastas o algo así. Así que cuando Mei se le insinuó no dudó ni un instante, y ni siquiera ahora se arrepentía de aquella elección: puede que Mei no fuera Tia, puede que hubieran discutido y gritado hasta el punto de arrojarse los trastos más cercanos a la cabeza, puede que realmente no estuvieran hechos el uno para el otro, pero ella le había soportado incluso cuando nadie más lo hacía. Por suerte no sabía los enormes cuernos mentales que le ponía su novio con su mejor amiga, o de lo contrario habría huido a Shadow mucho antes. Después de cortarle los huevos y enarbolarlos como un trofeo, claro.

Y es que D'Jok nunca pudo sacarse de la cabeza a Tia del todo, por mucho que pasaran los años. Su historia fue más bien como la línea esa que señala los latidos del corazón en una pantalla: unas veces estaba en lo más alto y otras al borde del desfallecimiento. Debe reconocer que cuando Rocket se largó para jugar al Netherball él pensó que era la oportunidad de su vida; pero no, ella seguía pensando en el muy gilipollas. Quizás si Rocket no hubiera vuelto, si D'Jok no la hubiera dejado entrar en la Esfera…

Sacudió la cabeza. Le gustaba pensar que era demasiado noble como para interponerse en la felicidad de Tia. Y claro, él regresó y volvieron a ser la maldita parejita perfecta, unidos de la mano con pegamento industrial. Agh. Sólo le faltaban dos puñeteros jerséis a juego. Y sin embargo él lo veía, y Tia también, veían que Rocket no era el mismo, que algo había cambiado dentro de su cabeza.

Por eso entiende que ella acabara por dejarle después de ganar la copa por tercera vez. Ya había pasado por demasiado, más aún sumándole los episodios de celos que vivió en Paradisia y a los que él parecía absolutamente ajeno. Por primera vez Tia estaba sola y él estaba solo.

D'Jok suspiró. No, hacía ya mucho tiempo que había asumido que Tia nunca sería suya, ni siquiera ahora. Prefería asumir que era demasiado cobarde, y tirado en la oscuridad de su cuarto mientras los alegres ronquidos de Micro-ice ponían la banda sonora a su vida, se limitó a cerrar los ojos y a renunciar a ella una vez más.


Tia comenzó a tararear flojo mientras caminaba por el pasillo. Llevaba un libro en una mano – de los de verdad, de los de papel, de esos que la gente ya no quería – y música en los cascos. Fuera llovía y había algo en el ambiente, como de tristeza sostenida, que hacía que sintiera ganas de llorar sin saber bien por qué. Puede que sólo fuera su humor de perros últimamente.

Bajó al vestíbulo de la academia sin preocuparse demasiado por su aspecto más de chacha que de ninguna otra cosa en el mundo, con el pelo recogido en un moño desgarbado, una sudadera grande que alguna vez fue de Ahito, los pantalones cortos de dormir y sus orgullosos calcetines blancos. Si el encargado de la limpieza la viera seguramente le daría un cubo y una fregona y la pondría a fregar escaleras. Quizás así no se sentiría tan inútil.

En realidad Rocket no podía poner ninguna queja. En los entrenamientos estaba rindiendo mejor que nunca. Llegaba la primera y se marchaba la última, e incluso entonces solía encontrar un hueco para bajar al gimnasio a seguir trabajando. Así evitaba pensar demasiado, y darse cuenta de lo vacía que estaba.

"Vale, no nos pongamos melodramáticas" se reprendió rodando los ojos y Mark, que en ese momento se cruzó con ella, se la quedó mirando. Tia le ignoró y se dedicó a echar cuentas mentalmente para ver si le tocaba la regla o algo así, porque de lo contrario no se explicaba esa apatía que llevaba por la vida últimamente. Ni siquiera le apetecía estar con los demás. Mei empezaba a estar preocupada, paro no variar, y Tia había esgrimido excusas al estilo "Echo de menos a mis padres" y "Estoy nerviosa por la próxima Copa" y, su favorita, "Creo que es una reacción tardía a mi ruptura sentimental con Rocket". Bobadas que solo Mei se tragaría. Debía habérsele metido el olor del esmalte de uñas en el cerebro causando daños irreversibles, o quizás era hora de que le sugiriera que se apretara la coleta un poco menos, ya que sus neuronas comenzaban a fallecer por falta de riego.

Genial, ahora empezaba a ser corrosiva incluso con su mejor amiga. Un punto para Tia.

Se dirigió a uno de sus rincones preferidos para estar sola, el patio, como ellos lo llamaban: un inmenso espacio en el interior del edificio cubierto por un techo transparente que permitía ver el cielo de Akillian. Las gotas de lluvia rebotaban contra el cristal. Apretó los labios. La humedad y la luz grisácea la volvían de un depresivo insoportable. En ese momento se dio cuenta de que la silla en la que se había dejado caer felizmente estaba rota. Bravo, pensó gruñendo como un lobo en celo. ¿Se podía tener peor suerte en la vida?

Por supuesto.

-¡Tia!

Definitivamente, si había un dios allá arriba le gustaba demasiado verla sufrir, o de lo contrario que alguien le explicara qué hacía D'Jok allí, saliendo por la puerta de cristal y dirigiéndose hacia ella. Sí, ese chico que se desvivía por sacarse de la cabeza hasta el punto de plantearse golpearse contra un muro repetidamente hasta causarse amnesia. El mismo.

Por eso Tia, mujer valiente como ninguna, hizo lo más coherente que podría hacer en ese momento.

Agachó la cabeza y huyó.

-¡Tia! ¡Tia!

Se marchó por la puerta opuesta acelerando el paso, pero D'Jok, ni corto ni perezoso, la siguió. Porque así eran ellos dos. Sutiles como un cañonazo.

-¡Tia!

Si no hubiera estado tan preocupada escaqueándose, se habría girado hacia él y le habría soltado algo del tipo "Escucha, genio, lección número uno: si una mujer te ignora es porque quiere, no porque no te haya visto". Claro que D'Jok, que había tenido sus pequeñas aventuras desde que lo había dejado con Mei, no parecía tan instruido sobre el sexo opuesto. Quizás por eso su relación había fracasado. Se recordó a sí misma que debía comentárselo algún día, cuando tuviera valor para mirarle a la cara.

-¡Eh!

Demasiado tarde. Tia sintió su voz cerca y una mano aferrando su brazo como el águila que se lanza sin piedad sobre su pobre presa inocente. Claro que ella de inocente tenía poco, o si no que alguien le echara un ojo a esos sueños que tenía últimamente con cierto pelirrojo.

-¿Qué coño te pasa?- definitivamente lo de D'Jok no era la sutileza. Tenía el ceño fruncido cuando Tia se giró a mirarle, sin otra opción, y sujetaba con fuerza su brazo.

-¿A qué te refieres?- ella se hizo la ofendida y se libró de su agarre. Fue una actuación bastante pobre, pero no tenía intención de llevarse el premio del año a la mejor actriz, sólo salir viva de esa.

-Me has ignorado.- se lo espetó casi como si le hubiera insultado. Nadie ignora a D'Jok, por todos los cielos.

-No te había visto.- Tia alzó las cejas con ingenuidad, pero el cuerpo de D'Jok estaba demasiado cerca y quemaba demasiado y tuvo que reunir todas sus fuerzas para no desmayarse.

-¿Pretendes que me lo crea? Además, te has dejado el libro.- se lo entregó con violencia y Tia se habría puesto furiosa con él si no estuviera ocupada sintiéndose tan sumamente avergonzada. Deseó que en ese mismo instante un meteorito se desviara de su trayectoria y arrasara con ella. Pero el universo estaba decidido a conspirar en su contra.

-Estás muy rara últimamente, Tia, y me gustaría que me explicaras qué te sucede.- él prosiguió, ajeno a la lucha que libraba la chica que tenía enfrente.

-No me pasa nada.- respondió ella en un tono poco creíble, más propio de una niña de cinco años que se niega a comerse la cena.

-Y pretendes que me lo crea.- D'Jok frunció más el ceño. Se cruzó de brazos, observándola con condescendencia, y fue suficiente para que Tia explotara.

-Bueno, ¿quieres dejar de tratarme como una cría?- exclamó ella apretando los puños. Puede que tuviera que ir a visitar a Dame Simbai para que le recetara algo contra los episodios de ira, pero en ese momento sólo quería descargar su frustración.

-¿Por qué no dejas de comportarte como tal?- increpó D'Jok en un tono demasiado alto y demasiado duro. No lograba entender qué la llevaba a actuar así.

Tia murmuró un simple "Déjame en paz" antes de darse la vuelta, decidida a dejarle allí plantado. No tenía por qué aguantar aquella situación.

-¡Tia! ¡Vuelve aquí ahora mismo!- la voz de D'Jok fue un grito a su espalda. - ¡Tia!

Entonces ella, simplemente, echó a correr.


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