Cojo a Santana de la cintura, pegándola a mí, haciendo que ponga su mano encima de mis hombros. Levanta su mano, alzando la copa hacia su boca y bebiendo un poco más de champán. Me tiende el vaso, y yo bebo de la copa que sujeta su mano. Ella, mientras me mira, se humedece los labios, observándome fijamente bajo aquellos ojos negros. Sonríe con mirada sibilina.

-No sé por qué nunca te he dicho que me encantan tus labios… -Dice susurrándomelo al oído lentamente. Tan lento, que podía notar el aliento de Santana rozándome la oreja, haciendo que cerrara los ojos. Acerca su cara a la mía y sonrío, le agarro fuerte de la cintura, sacando la lengua de mi boca y pasándola por mis labios.

-Porque tenías a otra rubia entre las piernas… -Susurro mirándola a los ojos, haciendo que se quede parada al mirarme, esbozando mi típica sonrisa de reina de las arpías.

-Dime que ahora mismo no quieres que te bese. –Pega su cara aún más a la mía, sintiendo su respiración sobre mis labios. Me quedo en silencio, observando cómo anda hacia mí, haciendo que me pegue contra la pared. La cojo de la mano, sacándola de la pista de baile y llevándola hacia los pasillos del hotel. La meto en el ascensor, agarrándola de la mano y pegándola a mí.

-Creo que ese no es buen lugar para que dos señoritas hablen de temas tan… íntimos. ¿No crees, Rosario? –Susurro sobre sus labios. Sonríe pícara, sacándome del ascensor y dando vueltas por el pasillo, chocando contra las paredes y quedándose parada antes de llegar al pasillo final donde están las habitaciones. Aprisiona mis manos contra la pared y acerca su boca a la mía.

-Dímelo ahora. Dime que quieres que te bese. –Susurra subiendo su mirada desde mis pechos a mis ojos.

-Quiero que me beses. –Susurro. Santana se acerca más a mí, lentamente, atrapando mi labio inferior entre los suyos, sin soltar mis manos. Luego, comienza a besarme con el mismo ritmo, suave, introduciendo su lengua en mi boca, jugando con la mía. Mientras me besa, sube su mano por mi pierna, subiendo por el vestido. –San… -Digo bajando su mano. Ella sonríe y volvemos a dar vueltas por el pasillo, sonriendo, mirándola, pegándonos contra la pared hasta llegar a la habitación abriendo la puerta.

Santana cierra la puerta y se vuelve hacia mí, pegándome de nuevo contra la pared, esta vez, metiendo con más delicadeza su mano bajo mi vestido, y comenzando a besarme de nuevo. Sus labios me rozan, su lengua encarna una batalla con la mía para saber quién gana. Nuestras lenguas se juntan, juegan entre ellas, se enlazan, la siento en mi boca mientras su mano sube poco a poco por mis piernas, acariciándome, llegando hasta la cara interior de mi muslo, parando ahí. Mis manos se deslizan por su espalda hasta llegar a su cremallera, de la que me deshago bajándola rápidamente por su espalda, bajando su vestido lentamente hasta dejarla en sujetador. Ella me quita la chaqueta, tirándola al suelo, volviendo a la guerra entre su boca y la mía.

Me separo de la pared, para que sus manos bajen la cremallera de mi vestido y me dejen justo como a ella, en ropa interior. Dirijo mi mirada a los pechos de Santana, cubiertos por un sujetador de encaje rojo, resaltando sus ojos, su piel y su pelo que cae sobre los hombros. Se separa de mí, cogiéndome de la mano y tirándome en la cama, poniéndose encima de mí con una pierna a cada lado de mi cuerpo. La miro, la observo. Su cuerpo es perfecto, que contrasta con mi piel.

-¿No dices nada, Fabray? –Dice sobre mí.

-Tampoco es que pueda hablar mucho… -Susurro mirando su sujetador. Ella posa uno de sus dedos sobre mi sujetador, acariciando el borde, oscilando entre mi pecho y la tela.

-Yo podría decirte que desde aquí tengo unas vistas preciosas. –Susurra inclinándose hacia mí. –Porque este sujetador negro, como que… -Se inclina un poco más hasta llegar a mis labios. –Me incitan a hacer cosas que… Una buena chica como tú, jamás haría.

-¿Qué te hace pensar que soy una buena chica? –Digo incorporándome un poco, sosteniendo su mirada. Ella desliza su mano desde mis pechos, pasando por mi vientre, hasta las braguitas, estirándolas y dejándolas ir, volviendo a mirarme a los ojos. Sus manos vuelven a mis pechos, que aprietan firmemente sus manos.

-Nada, sólo que en Lima Heights somos peores que la gente normal…–Dice llevando sus manos a mi espalda y quitándome el sujetador.

-Pues enséñame cómo lo hacéis en Lima Heights. –Susurro recorriendo con mi dedo índice su vientre, hasta llegar a su escote. Sube sus manos por mi vientre, llegando hasta mis pechos y sujetándolos con sus manos con firmeza. Me sube un poco más, apoyando mi cabeza sobre la almohada suavemente. Se tumba sobre mí, poniendo sus manos en mi cintura y sumergiendo su boca en mi cuello, que comienza a besar y a lamer con delicadeza.

-Santana… -Susurro estirando el cuello para que pueda besarme mejor. Levanta la cabeza y se queda mirándome, con los pelos en la cara, pero aun así es preciosa.

-¿Qué ocurre? –Susurra sin dejar de besarme el cuello, subiendo por mi mentón y llegando a mi boca, que besa. Uno tras otro se suceden los besos, y no me deja hablar, pero entre beso y beso, consigo hablar. –Me tendrás que… Enseñar…-Digo entre besos, mientras Santana sigue a lo suyo. –Nunca lo hice con… Una chica..

-Claro. –Susurra sin dejar de besarme. Me callo, agarrándome de la nuca de Santana mientras ella pone sus brazos apoyados en la cama a la altura de mi cabeza. Con su lengua, baja por mi cuello hasta mi clavícula, mordiéndola. Sus manos bajan hasta mis pechos, masajeándolos, acariciándolos. Su boca se dirige hacia mis pechos, que comienza a morder bordeándolos con su lengua, arañando mi piel. Coge entre sus dientes uno de mis pezones, y los aprieta, los muerde, los disfruta, viendo como mi gesto cambia, comenzando a jadear mientras la observo. Deja mis pechos con notables marcas en los dos, y vuelve a bajar hacia abajo, besando mi vientre y llegando hasta abajo. Vuelve hacia mi boca, a besarme, a desgarrarme el labio inferior mientras su mano se dirige a mi sexo, comenzando a tocarme a través de la ropa interior, rozándome, tentándome.

-Santana… No… -Susurro, pero me calla con un beso. Me provoca, no quiero que haga eso, quiero que esté dentro de mí ya. Tener a Santana López encima, besándote, provocándote, acariciándote mientras te recuerda lo preciosa que eres, provoca más de lo que alguien puede llegar a imaginar.

-¿Nunca te han tocado? –Pregunta levantando la mirada hacia mí. Niego, llevando mi mano a la mano que tiene puesta sobre mi sexo, apretándola más hacia mí. –Pues esta noche quiero que grites mi nombre tanto, que se escuche hasta en la recepción del hotel. –Susurra en mi oído. Sus dedos se hacen más profundos en mi sexo, y ella baja sosteniéndome la mirada. Lentamente, quita mi ropa interior con sus manos, observando cada parte de mí, observando cómo la miro. Tira mi ropa interior al lado de mi vestido, y su boca se dirige directamente a mi sexo. El primer contacto de su boca hace que abra los ojos, y suelte un gemido al notarla. Pongo mi mano en su cabeza, aprisionándola contra mí, sin querer que se vaya. Noto como el dedo de Santana se posa sobre mi clítoris estimulándome, haciendo que esta vez sí suelte un gemido más profundo que el anterior, cerrando los ojos. Su lengua acelera el ritmo con que me disfruta, con que prueba lo que nunca antes nadie probó. El simple hecho de que Santana esté entre mis piernas, hace que me excite aún más mirándola. Observando cómo sus ojos se clavan en mí, sujetando mis piernas para mantenerlas abiertas.

Santana sube de nuevo hacia mí, sin sacar su mano de mi sexo, comenzando a pasear sus dedos por él, calentándome, tentándome a que le grite que me lo haga.

-¿Te ha gustado, rubia? –Me pregunta desde arriba. Abro tímidamente los ojos para mirarla, y la veo sonriente encima de mí.

-Eso no se pregunta hasta después…-Digo sonriendo.

-Como quieras, Quinnie…-Susurra en mi oído. Sus manos comienzan a vacilar dentro de mi sexo, colocando dos dedos en mi centro. –Mírame, Quinn… -Dice girando mi cara hacia ella con la otra mano. La miro a los ojos, y sus dedos arremeten contra mi centro, haciendo que suelte un gran gemido al sentirla. Su sonrisa de arpía vuelve a salir al ver mi cara de placer, susurrando sobre mis labios que diga su nombre. Lo digo, lo digo ciento y una vez, pero prefiero callar y ahogar mis gemidos en su boca. La mano de Santana aumenta el ritmo sin parar, y mis gemidos se cuelan en su boca, se ahogan y necesito respirar, pero sus manos no me dejan. Mi boca, va hacia su cuello, intentando besarla, pero casi no puedo cerrar la boca debido a que los dedos de Santana siguen haciendo que me retuerza de placer bajo ella. Gimo, el nombre de "¡SANTANA!", suena por toda la habitación y ella sonríe, pero yo cierro los ojos, arqueando mi espalda sobre la cama y gritando de placer. Me empotra contra el cabecero de la cama, moviendo también su brazo al penetrarme con sus finos y largos dedos, hasta que no puedo más. Alzo la vista para ver a Santana encima de mí, y lanzo un gran gemido sobre ella, notando como mi cuerpo se tensa y me quedo inmóvil debajo de ella. Sin que le dé tiempo a reaccionar me pongo encima de ella.

Su sexo ahora es el centro de todos mis sentidos, y Santana se revuelve entre las sábanas y el edredón. Mi boca lame su sexo, aumento la velocidad, sus manos se posan sobre mi cabeza y ahora parece que tengo el control sobre ella. Mis manos la estimulan rápidamente, haciendo que se incline sobre mí, sujetándome del pelo de la cabeza.

Introduzco mis dedos en su interior, embistiéndola con fiereza, haciendo que se agarre fuertemente a las sábanas y muerda su labio inferior con fuerza.

-Dios mío, Quinn… -Dice en voz alta Santana, que me agarra de la cabeza, cerrando los ojos. Subo a su boca, aumentando el ritmo de mis dedos y viendo como la vena del cuello de Santana sale a la luz. Las manos de Santana van a mi espalda, agarrándose fuertemente, agarrándome el trasero y pegándome más a ella, tumbándome en la cama. Santana arquea la espalda, grita, gime, jadea, y una pequeña capa de sudor se cierne sobre las dos, y Santana grita por última vez, y siento cómo se contrae sobre mis dedos, sacándolos delicadamente de su interior. Y cayendo de espaldas a su lado en la cama.

-Vale, ha sido…

-Increíble. –Añade Santana sujetando la sábana. Se da la vuelta hacia mí, y se me queda mirando. –Ahora te pregunto… ¿Te ha gustado? –Susurra en mi oído.

-Creo que ha sido… Más que increíble… -Digo calmando mi respiración. –Esto es por lo que las colegialas experimentan, ¿no?

-Y gracias a Dios que lo hacen. –Dice Santana riéndose, apoyando su cabeza en una de sus manos.

-Siempre me pregunté cómo era hacerlo con una mujer, pero creo que será cosa de una sola vez…-Sonrío.

-Tranquila, no voy a plantarme en tu casa con un camión de mudanzas. –Dice riendo de nuevo Santana.

-¿Y qué es lo siguiente? –Pregunto cogiendo una pequeña botella de agua de la mesita de noche, mirándola.

-Puedes irte tú primero o… Puedes quedarte y hacer de esto una segunda vez. –Dice arqueando una ceja al mirarme. Dejo la botella de agua en la mesita de noche y me acerco a Santana, cruzando la cama gateando. Tiene el pelo sobre los hombros, y sonríe al verme ir hacia ella. Me tumbo a su lado, por detrás, besando lentamente su hombro, acariciando su brazo hasta llegar a su cuello, quitando su pelo moreno y dejando espacio libre para poder besar su nuca. -¿Cuál es tu respuesta? –Susurra Santana mirando hacia atrás. Se humedece los labios, así que vuelvo a por la botella, y luego, me posiciono justo como estaba antes. Le tiendo la botella, y hago que beba de mi mano, haciendo que el agua le caiga por sus pechos, llegando hasta su vientre. Me pongo encima de ella de rodillas, secándole el agua de la boca y bajando por sus pechos, succionándolos hasta dejarlos sin un rastro de agua. Cada centímetro mojado de su piel, lo chupo, lo recorro con mi lengua, para quedarme de nuevo mirando a Santana que está bajo mis piernas.

-Mi respuesta es que nos quedemos en esta habitación hasta mañana. –Susurro sobre sus labios. –Te voy a hacer una pregunta y quiero que me digas la verdad. –Digo levantándome de ella, y poniéndome de pie en la habitación. Ella se sienta al borde de la cama, tocándose el pecho embadurnado por mi lengua y el agua. Me mira a los ojos, y yo me acerco a ella.

-Adelante, Miss Fabray. –Me pongo frente a su cara, observándola.

-¿Te puso un poco cachonda que te diera una bofetada? –Susurro. Ella se queda callada, se muerde el labio inferior y me mira a los ojos.

-¿Cómo no me va a poner cachonda que la chica que está más buena me pegue un guantazo, y me provoque haciendo movimiento de dedos encima de un piano? –Dice entrecerrando los ojos. -¿Y yo? –Sonrío, y me lo pienso bien.

-A decir verdad… Sí. ¿Te vas a disculpar por abofetearme MUY MUY FUERTE? –Susurro poniéndome de rodillas ante ella en la cama, con su cara rozando la mía.

-Te lo he hecho MUY MUY FUERTE, para disculparme. –Dice. Sonrío y cojo su cara entre mis manos.

-Perdóname tú a mí, ¿vale? –Ella asiente, y la beso en los labios lentamente, hasta separarme de ella. –Voy a ducharme, ahora salgo. –Digo levantándome y entrando en la ducha sin más.

Enciendo el grifo, y el agua comienza a caer sobre mí. Joder, Santana, joder. Eres la única chica con la que me acostaría una y mil veces más. Dios, López, Dios. Aún me tiemblan las piernas de lo que me has hecho entre esas sábanas. Apoyo las manos en la pared y sonrío. Comienzo a enjabonarme el pelo, pero la puerta se abre de repente y Santana irrumpe en el baño, abriendo la mampara de golpe y viéndome desnuda mientras me ducho.

-¿Me quieres enjabonar las tetas o…? –Le digo con las manos aún en el pelo enjabonado.

-Tenemos que hablar. ¿Qué hay entre nosotras? –Me dice.

-Nada. –Digo observando cómo se tapa con la sábana de la cama. –No hay nada, San.

-Vale, sólo quería saber eso… -Dice, y se queda mirando cómo me ducho. Saco un poco el cuerpo de la ducha, cojo su cara entre mis manos y la beso lentamente.

-Tranquila, San. –Sonrío. Ella se separa de mí riendo.

-Me mojas Quinn. –Dice echándose hacia atrás. Me termino de aclararme el pelo y salgo detrás de ella por toda la habitación, agarrándola de la cintura por detrás y pegándola a la pared.

-¿En qué sentido te mojo? –Digo riendo.

-En los dos. –Susurra sonriendo.

-Espero no arrepentirme de haberte dado mi virginidad lésbica. –Digo levantando una ceja en modo de pregunta.

-No dices lo mismo cuando me tienes entre tus piernas…

-Pase lo que pase, Santana y Quinn siempre serán amigas. –Digo, y ella levanta el dedo meñique para que lo enganche a él, pero no. Yo no soy Brittany. Cojo su cara y la beso.

-Siempre.