Aquí empieza mi nuevo fic. Al principio, el prólogo es para establecer el lo que será el desarrollo de la historia, pero a partir del capítulo primero, se centra totalmente en los personajes de Naruto. Así que aunque en esta entrega no salen, en el resto de los capítulos ellos serán los protagonistas absolutos.

Este, al igual que mis dos fics anteriores, será por supuesto un Naru/Saku.

Leyenda:

Señorío de… Año de nuestro señor de…

Al resguardo y calor de la lumbre, que ilumina las cuatro paredes de mi humilde celda, Yo Arthur de Londisale, monje escribano de la abadía de…, empiezo en esta fecha por mandato de la alta jerarquía de mi orden, el relato de los terribles acontecimientos acaecidos en nuestras tierras estando bajo el dominio de nuestro amo, el noble caballero Uskull, señor de todas los territorios que comprenden desde las Montañas Negras hasta el valle que linda con el río Sirev.

La historia que procedo a relatar narra la terrible invasión que sufrieron los habitantes de estos dominios, causada por infernales criaturas del averno, que sin invocación previa, aparecieron sembrando el terror a su paso, y que extendiéndose como una purulenta enfermedad, acabaron con la existencia de todo ser viviente, arrasando tierras y propiedades en cientos de leguas a la redonda y sumiendo a los escasos supervivientes en la mas profunda desolación…

//…

...El ruido estridente del chocar de los aceros, se mezclaba con los gritos y alaridos de los combatientes, mientras que los agónicos quejidos de los heridos que sentían muy cerca la presencia de la muerte, se clavaban en el espíritu de los que aun quedaban en pie, restándole las últimas gotas de valor que atesoraban.

En medio de ese caótico enjambre de miembros cortados, sangre y muerte, una figura alta y poderosa, se mantenía aun en pie, orgullosa, valiente y tenaz. Con su ensangrentada espada goteando el vital líquido que tan ferozmente había sido arrebatada a los enemigos junto con sus vidas, se dedicaba a arengar a los escasos miembros de su ejército, para infundirles el valor necesario para luchar y morir con honor.

Los relinchos y el retumbar de los cascos de las monturas, no conseguían cubrir el sonido de su voz profunda y cavernosa. Como tampoco los continuos y salvajes ataques que con tanta habilidad repelía, lograban someter su férrea voluntad.

La arena que el fuerte viento levantaba se mezclaba con la sangre que empapaba las ropas, formando una leve coraza que le hacia aun mas difícil coordinar los movmientos para defenderse del incesante aluvión de enemigos a los que se enfrentaba. Sus ojos otearon los alrededores comprobando como sus fieles aguantaban los constantes acometidas de esas bestias, con más valor que pericia. Todos estaban exhaustos, heridos y al limite de sus fuerzas, pero aguantaban como verdaderos valientes y haciendo honor al nombre de guerreros del ejercito del gran Uskull. Pero la voluntad era mayor que la fuerza, y poco a poco, el número de los valerosos luchadores iba cada vez mermando más y más, hasta quedar convertidos en un pequeño grupo de exhaustos y cada vez más débiles hombres.

…///…

…...El anciano criado se afanaba por avivar el fuego que apenas ardía en el gran salón. La fría estancia era difícil de calentar si no había una buena hoguera en el hogar. Dejó los leños en el suelo cerca de la chimenea y se dispuso a salir, observando el triste y melancólico rostro de su joven señora. ¡Eran malos tiempos, si señor! Desde que el Dios de los cristianos había entrado en sus tierras, y habían dejado de adorar a los antiguos dioses, las cosas habían empeorado. Seguro que la diosa madre estaba enfadada con ellos y por eso les había castigado con la más pura reencarnación del mal…

…//…

Las monstruosas criaturas devoraban los restos de los caídos aun estando vivos y los alaridos de dolor llenaban de terror a los soldados. Los pocos que quedaban aun con vida, se habían refugiado, tras arduos esfuerzos, detrás de unas rocas que les brindaban algo de protección. Parapetados tras el improvisado refugio, observaban con los ojos desorbitados por el terror, la horrible masacre con la que las incontenibles fieras celebraban su orgía de sangre. Resignados elevaron sus últimas plegarias. No creían poder salir con vida de esta.

Lanzaban nerviosas miradas a su líder que prácticamente inconsciente había sido llevado al resguardo del montículo de piedras. El noble caballero había luchado hasta la extenuación. Gravemente herido, había aguantado y luchado con valor y maestría, pero todo su indudable valor era totalmente inútil ante las hordas de demonios que inundaban el campo de batalla.

Al romper el alba, las bestias se apresuraron a buscar refugio en el interior de las cavernas que abundaban en las cercanas montañas y por donde, nadie sabia como ni porque, habían salido al exterior desde hacia varias semanas buscando saciarse de sangre, sobre todo, humana.

Con cuidado, ayudaron a incorporarse al caballero, y medio arrastrándose tomaron el camino de vuelta hacia la fortaleza, donde les esperaban sus angustiadas familias. El joven amo, apoyado en su fiel escudero, se dispuso a subir a su montura pero antes intercambio unas palabras a solas con el.

- Sabes que no saldremos con vida de esto... ¿verdad?

El muchacho asintió levemente.

- Durante el día no atacarán, pero cuando el sol se ponga volverán y será nuestro fin. Lucharemos con todas nuestras fuerzas hasta el final, pero no tenemos ninguna posibilidad frente a ellos.

El escudero palideció por el miedo pero siguió atentamente las indicaciones de su señor.

- Seguramente todos moriremos en la lucha, pero tú no irás al campo de batalla, tienes un encargo más importante.

El caballero cogió una daga enjoyada y se la tendió al sorprendido joven que la cogió con temblorosa mano.

- No dejes que capturen viva a mi esposa. Ya sabes lo que tienes que hacer…

…///….

Su suave cabellera rojiza se derramaba sobre la almohada captando los reflejos del fuego que crispoteaba en la chimenea. El bello rostro mostraba un dulce gesto mientras dormía segura entre los brazos de su esposo. Este aun despierto, disfrutaba del placer de la cercanía de su amada consciente de que seria la última vez que estarían juntos antes de que la muerte se encargara de poner fin a su vida en común.

No era justo. El siempre se había vanagloriado de ser un hombre afortunado. Heredó un buen y rico feudo de su padre, que el se encargo de hacerlo aun mas próspero. Era respetado por los demás señores feudales y apreciado por sus vasallos. Y por último, su bella esposa, de la que se enamoró nada mas verla, iba a darle un hijo. Su primer hijo.

En estos momentos daría lo que fuese porque tuviera la oportunidad de detener la horrible amenaza que se les avecinaba. Tener el poder para proteger lo que amaba y no temer a nada en el futuro. Frustrado se levantó del lecho y tras besar con cariño la frente de su mujer, se colocó su capa y se dirigió hacia el patio de armas donde lo que quedaba de su ejercito se preparaba para la nueva contienda.

Alguien pronunciando su nombre, llamó su atención. El herrero, un hombre bastante anciano y enjuto para desarrollar un oficio tan duro, estaba haciéndole señas para que se acercara. No le conocía bien. De hecho apenas hacia unas semanas que había llegado al castillo para ofrecer sus servicios y como el último forjador había muerto de unas fiebres, lo aceptaron sin muchos reparos.

El hombrecillo se acercó al caballero con aire misterioso y en susurros se dirigió a él.

- Mi amo, tengo algo que quizás pueda interesarte…

- No es un buen momento, herrero. Sabes que tengo que partir para la batalla.

- Precisamente, mi buen señor. Tengo algo que seguro te servirá en esta ocasión.

Del fondo de su carromato sacó algo envuelto en una serie de trapos mugrientos y rotos y retales de cuero viejo El caballero lo miró con interés y el anciano al verlo, escondió una maliciosa sonrisa. Desenvolvió el paquete dejando a la vista una espada de aspecto soberbio, que inmediatamente capto el interés del hombre.

- Es…fantástica.

La levantó en la mano y los rayos del atardecer brillaron sobre la rutilante superficie de su acero. Su filo era excelente y el arma en sí, estaba perfectamente equilibrada. El mango de oro, adornado solamente con un único rubí que parecía arder con un fuego interior, y la brillante hoja con una serie de runas talladas, le aportaban un efecto casi mágico.

La balanceó en el aire, produciendo un leve zumbido y sintió su indudable poder. Su rostro asombrado, mostró un gesto de indudable codicia mientras enfocaba la cara del herrero.

- Te la compro... ¿cuando quieres por ella?

Este sonrió con su desdentada boca y negó con la cabeza.

- No está en venta, mi señor.

La cara del caballero enrojeció de rabia. Con un fiero gesto agarró al hombrecillo por el cuello, acercándole a su cara.

- He dicho…que-la-qui-ero. ..¡Dime un precio, ahora!

- Por fa...vor, suél...te…me...

Uskull abrió su mano y el prisionero se desplomo en el suelo. Con una voz entrecortada por la falta de respiración, el herrero se dirigió a su captor.

- No puedo venderla, amo, pero puedo regalarla…y es lo que pensaba hacer.

Este satisfecho, asintió con la cabeza y desenvainó la espada que portaba, para meter en la funda su nueva adquisición. Después le lanzó la vieja al herrero, antes de montarse en su caballo.

- Toma mi vieja espada. Las gemas de su empuñadura son muy valiosas. Acéptala como pago por tus servicios.

Viendo marchar al caballero seguido de su escaso ejército, el viejo sonrió perversamente.

- Ya estoy mas que recompensado, señor. …Muy bien pagado, en realidad…

…//….

Los asombrados ojos de todos estaban clavados en la impresionante visión de su señor, que espada en mano, fulminaba uno a uno a cuanto demonio se pusiese por delante. Las bestias eran masacradas sin piedad por el caballero y su nueva arma. Las pocas criaturas que quedaban corrían en desbandada, tratando de huir de ese hombre y su mortífero filo. Incluso, el líder de los monstruos, un horrible ser de mas de tres metros y aterrador aspecto, había caído ante la ira del Señor de las tierras que había intentado invadir.

Tras una ardua noche de interminable lucha, los hombres contra todo pronostico, había por primera vez, vencido a criaturas infernales en una brutal y desesperada batalla. Inmensamente felices, volvían al calor del hogar para disfrutar de su bien ganada paz.

…///…

Asomada a la ventana, al igual que muchas otras mujeres, esperaba impaciente noticias de la contienda. Sus ojos se abrieron de par en par y con crispada mano se agarro al pecho. Las imágenes de apenas una veintena de hombres agotados y exhaustos, desfiló ante sus ojos. Buscando con desesperación, recorrió con la vista a cada uno de los hombres, hasta que lo vio. Su alta figura estaba herida y agotada, pero su orgullosa mirada se quedó prendida en la suya, devolviéndole la seguridad con una sutil sonrisa.

Mientras las lagrimas corrían por su bello rostro, su pecho exhaló un profundo suspiro de alivio. El estaba a salvo. Su esposo estaba vivo.

…//…

Los meses pasaron en relativa calma. No volvieron a producirse mas ataques, sin contar alguna que otra escaramuza sin importancia. Las gentes respiraban con tranquilidad y las tierras poco a poco, recuperaron su anterior ritmo de vida. Solo algo cambió sutilmente. El amo Uskull fue volviéndose mas irascible y violento. Empezó a gobernar con mano de hierro y su anterior firmeza se tornó en crueldad. Su esposa, ya en avanzado estado de gestación era la que mas sufría por ese cambio en su amado. Aprovechando la salida de su esposo, se encaminó para visitar a una anciana druida a la que solía visitar desde niña, pero que por orden de su marido, había tenido que dejar de ver.

Sentada frente a la amable anciana, veía como la mujer preparaba una infusión especialmente para ella.

- Se por que estas aquí, querida.

Los hermosos ojos verdes de la joven la enfocaron con tristeza.

- Sabía que lo adivinarías…

La mujer se levantó y le tendió un pequeño recipiente para que bebiera.

- ..Lo se, pero no puedo ayudarte. Está fuera de mis posibilidades. Además…ya es muy tarde.

La hermosa joven comenzó a llorar en silencio. La anciana druida era su última esperanza. Esta al verla no pudo evitar conmoverse, pero tenia que hablarle con claridad. No podía engañarla.

- ¡Escúchame, Aldana! La culpa es de la espada de tu esposo. Esa arma está maldita. Es muy poderosa y muy eficaz contra las bestias demoníacas, pero a cambio, roba el alma de su portador. Lo convierte en algo tan malévolo como los seres a los que elimina, y es insaciable. Cada vez necesita verter mas sangre para que se sienta satisfecha.

- ¡Entonces!..¡Solo necesitamos desprendernos de la espada!..

La anciana negó con la cabeza.

- No es tan fácil. Él ya esta poseído y no hay solución.

Las amargas lágrimas corrían sin parar por el bello rostro, empapando el corpiño de su vestido. Una mano acarició dulcemente su cara y la levantó suavemente. La anciana mujer estaba de pie en frente de ella, ofreciéndole una mano para ayudarla a levantarse. Juntas, caminaron por el bosque hasta llegar al bellísimo enclave del nacimiento de un arroyo. Allí ambas se sentaron sobre una gran piedra plana.

-¿Cómo vais a llamar al tu hijo, Aldana?

Acarició con dulzura su propio vientre, antes de contestar.

- Ulric. A mi esposo le gusta ese nombre.

- Y si es una chica… ¿Qué nombre te gustaría?

La joven negó con la cabeza.

- N...No, no puedo tener una chica. Mi esposo necesita un heredero y él está seguro de que será un varón.

- No te he preguntado eso. Quiero saber que nombre le pondrías de ser una niña.

- A mi me gusta…Aleen...

- Aleen…Luz… Me gusta...

La anciana sonrió satisfecha. Se levantó y se dirigió al nacimiento del riachuelo, seguida por la joven. Al llegar introdujo sus manos en el frió y cristalino elemento invitando a su compañera que hiciese lo mismo.

- Este lugar es mágico, Aldana. Yo lo llamo el rincón de la pureza. Aquí es donde el agua que nace del interior de la tierra, ve la luz por primera vez y las noches de luna llena, el blanco astro ilumina esta agua, otorgándole un inmenso poder.

Sacando sus manos del interior del riachuelo, abrió una de ellas mostrando una preciosa gema cristalina, del tamaño de un guijarro y que parecía brillar con luz propia. Con suavidad la dejó caer en la palma de la sorprendida joven.

- Toma. Dale esto a Aleen cuando nazca. La protegerá siempre.

- ¿Aleen...?

- Si, el fruto de tu vientre es una niña…

..///…

Los alaridos de la joven se interrumpieron por fin y el llanto de un niño se escuchó por todo el castillo. Unas fuertes pisadas resonaban sobre las frías piedras del enlosado de camino a la habitación de la Señora. Con un atronador golpe, el pesado portón se abrió y la imponente figura del amo se recortó en el dintel de la puerta.

El airado gesto en el rostro del hombre le indicó que ya conocía la noticia. La joven madre sorbió sus lágrimas e intentó esbozar una sonrisa.

-¿Es cierto?..¿Es verdad lo que dice esa estúpida de tu doncella?..¿Es una niña...?

- Esposo mío…yo...

-¡CONTESTA MUJER!

Esta asintió con la cabeza y el hombre dio un par de zancadas para aproximarse al lecho donde ambas, madre e hija descansaban. Miró a la criatura sin decir nada y después se marchó dando un sonoro portazo. Aldana abrazó con cariño a su pequeña, para tapar el enorme hueco de su dolido corazón.

…//….

Las estaciones se sucedieron convirtiendo los meses en años. El feudo había prosperado enormemente y la riqueza llenaba las arcas del caballero Uskull. Finalmente se había cumplido su deseo de tener un heredero, aunque esto no mejoraba su agrio carácter y su violento proceder. Sus vasallos habían pasado de respetarle a temerle, ya que era conocida su crueldad extrema y sus instintos criminales. Buscaba enfrentamientos con territorios vecinos, solo para saciar sus ansias de sangre. Sus castigos eran desmedidos y brutales, y su ira alcanzaba a todos sus allegados.

Su esposa se marchitaba lentamente por la inmensa tristeza. Solo el cuidado de sus dos hijos, aliviaba su enorme pesar. La pequeña Aleen, que contaba cinco años de edad, era una criatura hermosa y noble. Su carácter dulce conquistaba a todos pero parecía haber sido maldecida al nacer, ya que no solo tenia que soportar el odio claro de su padre, sino que la naturaleza le había castigado privándole del sentido de la vista. A pesar de todo, su apacible y alegre temperamento, iluminaba los pesarosos días en el interior del castillo.

La relación entre los esposos era difícil. El antiguo amor que se profesaban había muerto en el corazón de Aldana, pero no así en el de Uskull. Aunque este se tornó mas en obsesión que en verdadero cariño.

Una noche tras exigirle a su bella esposa, sus derechos maritales, se encontraba en el lecho consumido por una de sus constantes pesadillas. En ellas imágenes pobladas de muerte y sufrimientos se sucedían cubriendo su cuerpo en sudor y su espíritu en las tinieblas. Las imágenes de su alma consumida en el fuego de los infiernos, le acosaba continuamente. La espada le hablaba. Quería sangre…necesitaba sangre...y el se la tenia que dar…

- (Vamos…Uskull. Sabes lo que quiero…Llevo mucho tiempo sin alimentarme...)

- ¡No!..No puedo matar mas gente…ya no hay con quien luchar…

- (Dámela a ella…su sangre inocente me saciará mas que la de veinte villanos…)

- ¡No! ¡No puedo!…ella no..

- (Eres un cobarde...sólo por no herir a su madre…aun te dominan tus sentimientos por ella…pero puedes hacerlo. Su vida no vale la pena. Es una tullida. Ni siquiera podrás arreglarle un buen casamiento… ¡vamos no lo pienses mas…solo un tajo en su pequeña garganta y todo habrá terminado…)

Se despertó de golpe y saltó con decisión de la cama. Volteó la cabeza para comprobar que su esposa aun dormía y tomando la espada, se adentro en los oscuros pasillos hacia la habitación de los niños.

…///…

Un grito la sacó de su sueño. Aguzó el odio y lo volvió a escuchar. Su hija, su pequeña estaba gritando. Descalza y solo cubierta por una bata, corrió con desesperación hasta donde los alaridos de la niña se escuchaban. Entró en la habitación para quedarse horrorizada en la puerta. Su esposo, espada en mano intentaba atacar a la pequeña sin conseguirlo. Esta agazapada sobre su cama, se abrazaba a si misma en un gesto de autoprotección, mientras que una extraña luz azulada, que parecía brotar del colgante que la niña llevaba al cuello, la envolvía evitando que el arma alcanzara su objetivo.

El hombre rugía de furia y maldecía intentando que su filo alcanzara tocar la tierna carne de la pequeña, pero la luminosa barrera se interponía en su camino. De pronto un gutural gorgojeo salio de la boca del atacante, mientras un hilillo de sangre brotada de sus labios. La espada escapó de sus manos cuando se volvió con esfuerzo para contemplar la imagen de su adorada esposa, que le miraba con un claro desprecio mientras se desplomaba en el suelo con una daga profundamente clavada en su espalda…

…///…

La espada maldita fue recogida por uno de los leales caballeros de la dama Aldana, y por orden suya fue llevada a los confines del mundo y escondida para evitar que nadie volviese a caer bajo su influjo. La joven Señora se hizo cargo de las tierras hasta que su hijo alcanzó la madurez y tomó el relevo de su madre. La pequeña Aleen fue educada en el culto a la gran diosa llegando a convertirse en una poderosa druida, conocida como la Dama de la piedra de luz, por el poderoso amuleto que siempre portaba.

Este fue pasando de generación en generación, hasta que desapareció después de que nadie creyese en su presunto poder, llegando su conocimiento a nuestros días como una leyenda.

De la espada, nunca más se supo…

El pergamino crujió mientras era violentamente estrujado, para ser posteriormente lanzado al fuego de la chimenea, donde se consumió completamente hasta quedar reducido a cenizas.

En una urna de cristal blindado, protegida por un sofisticado sistema de seguridad y alarmas de infrarrojos, la espada maldita esperaba brillando con un maligno resplandor a que su nuevo dueño decidiera usarla para verter sangre inocente de nuevo…

Fin del prólogo.

Espero que os haya gustado. En el próximo capítulo, empieza ya la historia.

Un abrazo y no olvidéis dejarme vuestros comentarios,

Fern25.