Disclaimer: nada del Potterverso me pertenece
Nota del autor: ya no sé cuántas veces he reeditado esta historia, pero esta vez le estoy dando un enfoque nuevo. No habrá giratiempos, no de momento, sino que planteo otra forma de viaje en el tiempo que ya utilicé en otro fic. Espero que os guste.
1
Espacio y Tiempo
Harry se encontraba sentado en mitad de la Sala de los Menesteres, meditando. La reunión del Ejército de Dumbledore hacía un rato que había acabado, pero a él le gustaba quedarse después y pensar, pensar durante horas. No le apetecía volver tan pronto a la Sala Común.
―¿Harry? ―Hermione apareció detrás de él.
―Hola. Creí que estarías en la Sala Común ― contestó él al ver a su amiga mientras se levantaba.
―Sí, pero me acordé de que me había dejado un libro que había estado utilizando para las reuniones. ¿Y tú? ¿Cómo es que aún no has vuelto?
―Me gusta quedarme aquí y pensar después de las reuniones.
Hermione sonrió y asintió. Cogió su libro y paseó la mirada por la sala.
―Curioso lugar, ¿no crees?
Harry miró a su amiga.
―¿A qué te refieres?
―Se necesita magia muy, muy poderosa para crear semejante lugar, que cambie de forma, tamaño y contenidos sólo con desearlo la persona que esté frente a ella. Ni siquiera Dumbledore sabía de su existencia.
―¿Crees que puede hacer algo más?
Ella observó a su amigo.
―¿Algo más? No lo sé, puede manipular el Espacio. ¿Crees que haría lo mismo con el Tiempo?
―¿Qué? ¿La Sala de los Menesteres capaz de viajar en el Tiempo? ―parecía algo imposible, pensó Harry.
―Quién sabe. En fin, me voy a la Sala Común, no tardes demasiado.
―Hasta luego.
La joven desapareció por la puerta, dejando a Harry sólo, quien se sentó nuevamente. Contempló la sala, lejos de pensar en sus múltiples capacidades, sino en el uso que le estaban dando ahora, por lo que estaban luchando y, sobre todo, por quiénes estaban luchando. Pensó en toda la gente que conocía, a quienes había conocido alguna vez en su vida y a los que ya no recordaba. Como a sus padres.
A veces deseaba conocer a sus padres, saber cómo habría sido la vida junto a ellos.
Tras aquellas reflexiones, se levantó y salió de la sala.
―Hasta la próxima reunión ―dijo para sí y para la Sala.
Caminó con cuidado por los pasillos. Ya era tarde y Filch debía estar patrullando, por lo que debía andar con suma cautela. Afortunadamente, llegó ante el retrato de la Dama Gorda.
―¿La contraseña?
―Mimbulus Mimbletonia ―contestó Harry sin apenas prestar atención a la Dama.
―Incorrecto.
Harry se quedó entonces mirando el retrato. ¿Qué? No se había cambiado la contraseña, que él supiese.
―¿Cómo qué incorrecto? ¿Han cambiado la contraseña?
―Aún no. ¿La contraseña?
―¡Mimbulus Mimbletonia! ―gritó Harry. ¿Por qué aquel estúpido retrato no le dejaba pasar? ¿Le estaba jugando una mala pasada? Ni siquiera estaba borracha y no había rastro de su amiga Violeta.
―¡Por favor! Está llamando demasiado la atención. O me dice la contraseña exacta o se quedará aquí.
―No la sé.
―Entonces se quedará aquí ―la Dama sonrió, triunfante.
―Pero mire, soy un miembro de Gryffindor, me ha visto esta mañana. ¿Por qué no me deja entrar?
La Dama bufó.
―Me da igual que seas un miembro de Gryffindor, chico, podrías ser un infiltrado. Y esta mañana no te he visto.
―¿Está segura? ―Harry no daba crédito a lo que esa señora decía.
―Tengo una memoria de elefante, chico. Estoy segura.
¿Y ahora qué iba a hacer?
De repente, un chico alto y de pelo negro y liso apareció ante él.
―Uf, menos mal. Esa estúpida gata llevaba un rato siguiéndome. A veces desearía darle una buena patada, pero juraría que habla en un extraño lenguaje con su dueño. ¿Qué haces aquí?
―Eh… No me acuerdo de la contraseña.
―¿No te acuerdas? Oh, bueno, no te preocupes. Para eso estoy yo aquí ―caminó hasta el retrato ―. Veni, vidi, vici.
―Correcto.
El retrato les dejó pasar, no sin antes echar un último vistazo de profundo hastío hacia Harry.
―Bueno, se ha hecho tarde y debería irme a dormir. Esto… No recuerdo haberte visto por aquí, ¿nos conocemos?
Lo cierto es que el chico a Harry no le sonaba absolutamente de nada.
―Eh… No, creo que no.
―Ah. Bueno, tampoco es que yo sea un prefecto que se preocupe por la gente que pasa por aquí. En fin, buenas noches.
―Buenas noches. Y gracias ―contestó Harry.
El muchacho, que a Harry comenzaba a resultarle familiar, agitó la mano y subió por las escaleras. Tras eso, Harry hizo lo propio y subió hasta su habitación. Dentro estaba bastante oscuro, así que fue a tientas hasta su cama, confiando en no meterse en la de Ron o de cualquier otro de sus compañeros.
Finalmente dio con ella y se metió, pero por extraño que pareciese, ya había alguien ahí.
―¿Pero qué? ―se oyó que decía alguien, la misma persona que estaba en su cama. Se encendieron las luces y ante pudo ver casi a una copia de sí mismo, un chico de pelo revuelto y con gafas negras redondas. También parecía sorprendido de ver a alguien tan parecido a él, pero reaccionó rápidamente ―. ¿Qué haces, tío? ¿Por qué te metes en mi cama? ¿Eres marica o algo así?
Harry tardó un poco en reaccionar.
―¿Qué dices? Esta es mi cama.
―No, esta es mi cama. Soy James Potter, alumno de quinto y esta es, vaya, la habitación de los alumnos de quinto.
¿James… Potter?
Miró a su alrededor. Había otras cuatro camas ocupadas. El chico de pelo negro y liso que le había ayudado, un chico de pelo castaño con un aire misterioso y un chico bajito y regordete. Todos le miraban, sorprendidos.
Aquello tenía que ser una broma, no podía estar sucediendo de verdad. De repente se acordó de Hermione y de sus teorías sobre la Sala de los Menesteres. ¿Que si la Sala viajaba en el Tiempo? Ya lo creía que sí.
―Eh, tío, creo que te has equivocado de habitación ―comentó el chico de pelo negro que a Harry no le cabían ninguna duda que debía de tratarse de Sirius Black.
Sin apenas decir nada, salió de la habitación y de la Sala Común.
―¿Tú otra vez? ¿Todo ese jaleo para que vuelvas a irte? ―preguntó la Dama Gorda, indignada, aunque Harry no contestó.
Volvió corriendo hacia la Sala de los Menesteres, donde se metió, sin apenas pensar dónde quería estar. Sólo una sala vacía. Se colocó en el centro y pensó en la última vez que había estado. Le había dado por recordar a sus padres, preguntarse cómo habría sido estar con ellos. Bueno, parecía fácil, así que pensó esta vez en su tiempo, en sus amigos, en Ron y Hermione.
Tras eso, salió. Caminó de vuelta a la Sala Común, confiando en haber vuelto.
La Dama Gorda estaba medio dormida.
―¿Contraseña?
Harry tragó saliva.
―¿Veni, vidi, vici?
Tras un sonoro ronquido, el retrato contestó.
―Adelante.
Sintió como si un jarro de agua fría cayese sobre él.
―Oh no…
