A/N: Llevo un tiempo con esta idea. Tendrá dos capítulos, tres como mucho pero tengo curiosidad por ver que os puede parecer ^^''

PD: Como la cuarta temporada aún no ha comenzado y no quiero pillarme los dedos no tengo en cuenta a Elsa

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, la idea es enteramente mía.

Una arruga en el tiempo

Regina abrió los ojos a la espesa oscuridad que llenaba su habitación, algo parecido a la ansiedad llenaba su mente y durante unos segundos se permitió saborear el amargo regusto que llenaba su garganta.

Fue entonces cuando recordó con claridad lo ocurrido la noche anterior: Marian y Robin.

Aguantando una nueva oleada de nausea se tumbó de costado y revivió la noche nuevamente, la rabia, la impotencia. No se engañaba a sí misma, todos sus intentos por un final feliz habían acabado de la peor forma posible y en parte le reconfortaba ver que no importaba lo que hiciera, todo acababa de igual forma. Siempre.

Dejó escapar un sonido, algo parecido a una risa cansada y rota: Daniel le había pedido amar de nuevo pero al parecer no podía cumplir esa simple promesa sin volver a romperse. Y, la verdad, no quería seguir rompiéndose y tener que aguantar los discursos de los idiotas que se hacían llamar "los buenos".

Sintiendo rabia se levantó y se dirigió al baño, dispuesta a prepararse para otro día, un día en el cual el fin del mundo podía desatarse y, dentro de ella, deseaba que eso pasara para así tener que dejar de ver cómo era nuevamente denominada "Reina Malvada".

Mirando brevemente su reloj en la mesilla de noche sintió algo de satisfacción al ver que aún eran las cinco de la mañana, eso le daba unas horas a solas en la ciudad, a solas consigo misma y su rabia y odio hacia la maldita señorita Swan.

Emma

Sintiendo impulsos de romper el espejo que le devolvía una mirada cansada más allá de lo que debería ser sano se permitió pensar nuevamente en la rubia, en sus ojos y en sus palabras de disculpa. Palabras vacías porque, en el fondo, sabía que Emma volvería a salvar a Marian. Volvería a destruir su posible final feliz.

No sabía si lo que le llenaba de rabia era saber que el daño ya estaba hecho o que las palabras de disculpa de Emma eran del todo increíbles. Quizás ambas cosas le dolían por igual. Hasta ahora Emma había demostrado ser diferente a sus padres, no era una masa de blanco incapaz de ver el negro en una persona, era perfectamente consciente de la escala de grises que conforman a una persona y precisamente por ello, a pesar de ser hija de quien era, Regina se había encontrado confiando en ella.

Pero esa confianza estaba rota, sabía que su rabia era injustificada, que en cierta forma era bueno que Emma hubiera logrado finalmente la confianza necesaria para actuar como lo que todo el mundo le decía que era: La salvadora. Pero se veía incapaz de perdonarla esa pérdida.

Y a un nivel más profundo temía enfrentarse a ella, enfrentarse a las preguntas que pudiera hacerle sobre la reina malvada, sobre esa persona que ya no era pero que había sido.

Apretándose las sienes bajó al estudio y, aun en pijama, se sirvió una copa de sidra que bebió lentamente, saboreando el amargo dulzor de la bebida.

SQ

Los días siguientes se tradujeron a lo mismo, se levantaba envuelta en sudor y oscuridad y su magia revoloteando en los recodos de su mente, sus pesadillas tornándose cada vez más creativas. Un compendio de recuerdos se sucedían en su mente, recuerdos que su propia mente alteraba, creando situaciones en las que Emma hubiera estado con ella, como si la maldita rubia jamás se hubiera ido del pasado.

Henry no vino a verla, ni Robin, ni siquiera la maldita Blanca y su príncipe de cartón. Pero Emma Swan, la maldita Emma Swan sí. Y cada día en el que llamaba a su puerta, gritando a través de ella más fuertes se hacían sus pesadillas, sus torturas mentales.

Era una reina sin reino, sin cordura, sin familia, sin amor. Y ya no podía ocultar que esto se había forjado de sus propias decisiones. Ni siquiera el haber hecho lo correcto la convertía en nada mejor que en la reina malvada y precisamente eso era lo último que pensaba antes de irse a dormir, cada vez más sombría, más triste, más oscura.

SQ

No fue hasta dos semanas después de la primera noche cuando se levantó por el sonido de un susurro y una risa. Una risa tan leve que durante unos segundos le pareció que, simplemente, se había dejado llevar por sus pesadillas. Quizás finalmente su cansada mente se había fragmentado en mil pedazos.

Pero cuando volvió a escuchar el suave murmullo de la risa se decidió a levantarse. Quizás, solo quizás Henry había vuelto. Y aunque esa idea era descabellada y casi una prueba de su supuesta locura prefirió aferrarse a eso antes de perder toda esperanza.

Pero Henry no estaba en su habitación ni en ninguno de los sitios de la casa en donde miró. No estaba en el baño, en la cocina ni detrás del sofá en donde había pasado muchas horas escondido de ella leyendo cómics.

Estaba a punto de insultarse y volver a la cama cuando volvió a escuchar la risa. Una risa que en ese momento, en la planta baja, casi parecía femenina. Infantil y dulce pero decididamente femenina.

Fue entonces cuando pensó en su manzano. Y llena de rabia se dirigió con cautela a la puerta de atrás, dispuesta a pillar a la pilluela que estaba jugando con sus nervios a las tantas de la madrugada.

Se detuvo antes de cruzar el umbral, sopesando las posibilidades de que la risa no fuera más que un señuelo, una trampa para volver a capturarla y quizás matarla. Pero dado el estado de su mente se decidió por arriesgarse, estaba harta de jugar a ser heroína mientras todos la miraban con cuidada compasión y escaso afecto.

Una vez pisó el jardín se encontró con una imagen que no supo cómo interpretar. Al menos al principio.

SQ

Ante su árbol se erguía una figura infantil, desde su posición podía decir que la figura no debía llegarla más allá del hombro y aunque, a juzgar por lo que se podía ver entre las telas que la figura llevaba era una chica la causante de la risa sus formas y figura correspondían aún a una niña que apenas había rozado su pubertad. Entrecerrando los ojos Regina se lamió los labios, perfectamente consciente del aire de familiaridad que esa chica despertaba en ella.

- Hola- alcanzó a decir, intentando que la rabia y el miedo se fundieran en una sola máscara, algo que últimamente le estaba costando más de lo habitual.

La chica se limitó a girarse y a alzar una ceja, expectante antes de dejar escapar otra suave risa. Los ojos de Regina escanearon su rostro, deteniéndose ante los labios, perfectos, sin rastro de la cicatriz que años más tarde se haría.

- Has tardado en encontrarme- fue la respuesta que le dedicó la joven.- empezaba a pensar que no me encontrarías.- Esto último vino acompañado con un gesto de falso enfado.

Regina asintió mecánicamente, no había sabido donde buscar hasta que escuchó la risa en el salón, no había visto qué ocurría hasta que vio la espalda de la niña, el cuello, en donde aún se distinguían las marcas de unos látigos.

- Nunca hemos sido fáciles de encontrar.

- Cierto.- fue toda la respuesta que su yo mismo le dedicó antes de girarse al manzano.- Es raro ver que todavía lo mantenemos.- Dijo señalando el árbol con un suave gesto de su mano derecha.

- Es lo poco que mantenemos- le confirmó.

- ¿No estás preocupada?- Su yo más joven preguntó, con un ladeo de cabeza que años más tarde se volvería en un gesto únicamente suyo.

- Supongo que eres una nueva venganza de Gold por no poder salvar a su hijo, o un sueño lúcido, o quizás un juego maligno de Emma creyendo estar haciendo lo correcto.- Fue la sucinta respuesta. Pero, para su sorpresa su yo más joven la miró con candor.

- No sé quiénes son esas personas.- Fue la única respuesta que dio antes de volverse de nuevo al manzano.- Siempre me pregunté si madre sabía que este era nuestro lugar favorito, debajo de este árbol, quizás nunca lo llegó a saber y por eso no lo destruyó.

Regina se acercó con cuidado a la niña y puso una mano en su espalda, donde pudo notar el movimiento incómodo que esto ocasionó. Nuevas heridas.

- Madre sabía todo- susurró en un murmullo ahogado- Creo, simplemente, que no le molestaba demasiado que nos permitiéramos soñar. Nuestra vida era suya.

La joven Regina la miró por encima del hombro antes de asentir - ¿Ya no lo es?

Regina se quedó en silencio, viendo como la noche acariciaba las hojas.

- Nunca hemos tenido nuestra vida del todo para nosotras, no la tendrás.- Por alguna extraña razón no le importaba hablar con lo que, obviamente, debía ser producto de magia. Quizás por que aceptar finalmente que ella se había dejado llevar por otras personas en un juego tan antiguo como el tiempo, de nombre venganza, era la única solución que le quedaba.- Creerás que la tienes- continuó, acariciando la tela que cubría las heridas que sabía estaban allí.- Pero tu vida nunca será tuya.

- ¿Ni siquiera aquí?

Regina dejó escapar una risa ahogada.

- Aquí con menos razón.

- Su yo más joven se dio la vuelta y se la quedó mirando con una seriedad y una tristeza tan profunda que a ella misma le causó rabia verse así, tan joven, tan inocente aún.

- Pero tu mirada es distinta- fue la frase que escapó de los labios de la niña.

- Es por el tiempo.

- Tal vez, pero tú no miras al mundo como sé que algún día lo haremos.

Y con esto la niña se desvaneció en el aire. Dejando tras de sí la fragancia de un aire de libertad que Regina sabía que tendría hasta conocer a Daniel. Dentro de sí, sin embargo, una pequeña pregunta comenzó a dar vueltas "¿Si pierdo la ira que me queda?"

Ya sabéis, reviews que hacen feliz ;)